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Las crónicas del templo negro
Las crónicas del templo negro
Las crónicas del templo negro
Libro electrónico135 páginas1 hora

Las crónicas del templo negro

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Los fragmentos atribuídos al templo negro de Entheria han sido materia de debate y escepticismo por mucho tiempo. Esta traducción al fin recupera una versión crítica del texto en español, integrando las diversas posiciones en torno a los textos y su idioma.

Los textos portan las voces y dilemas de los nyngeros, seres inmortales descendientes del condenado dragón rojo. Tras vivir distanciados en el desierto por siglos, un grupo decide fundar una comunidad en la que puedan aprender unos de otros. Sin embargo, las inevitables estructuras de una sociedad individualista los sumen en paradojas y conflictos.

IdiomaEspañol
EditorialGlauconar Yue
Fecha de lanzamiento4 jun 2016
ISBN9781310481734
Las crónicas del templo negro
Autor

Glauconar Yue

Sus primeras apariciones fueron con fanfictions en foros de anime bajo pseudónimos varios. Participó en recitales poéticos en Lima. En el 2007 publicó la novela "El Empalador" con medios propios bajo un sello editorial fraudulento. En revistas como Gólgota, Altazor y Relatos Increíbles se ha hecho conocido como autor de terror. En 2014 inició el blog colectivo de superhéroes "Heroclash" junto a varios autores más. Actualmente escribe un doctorado sobre lo fantástico en el cómic en Alemania y participa como escritor conceptual en perfórmances.

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    Las crónicas del templo negro - Glauconar Yue

    La primera era

    1. Mæglor sobre los nombres

    Avernian ha diseñado esta manera de graficar los sonidos y nos la ha enseñado rasgando en las arenas. Ahora con ella marco en esta pared de nuestro templo negro quiénes fuimos los que lo erigimos:[1]

    Teleon, quien se ha dedicado a observar su propio cuerpo y alma.

    Dalcion, quien mejor que nadie sabe ver las cosas sutiles.

    Vrintora, quien pone su voluntad en los cuerpos que carecen de ella.

    Avernian, quien además de dibujar las palabras sabe dar vida al fuego.

    Mæglor, que es como me han llamado a mí, pues he aprendido a mover los objetos inertes a mi voluntad.[2]

    Estos cinco que estamos aquí hemos renovado el juramento de nuestro primer día, al comienzo de los tiempos, que es el símbolo de este templo.

    Ver, vivir, cambiar[3]

    Que este templo dure como hogar de nuestro conocimiento.

    Mæglor, primer día del primer año de la primera era del templo.

    2. Vrintora sobre la fundación

    Yo, Vrintora, he construido parte de este templo negro. Soy yo quien escribe y dejo mis propias palabras labradas en las paredes que esculpí con mi voluntad. Sépase quién soy y lo que es mío y por qué es que he llamado a este recinto a su existencia. Dado que mi ser se vuelca en mi historia, he de remontarme a los primeros hechos que dieron en mí origen a los presentes.

    Pasados los años de la insipiencia vivía yo dedicada al estudio de los seres. Pues, tras la separación había yo peregrinado por diversos lugares y en muchos de ellos me encontraba con criaturas muy parecidas entre sí. Moraban unas cuantas sobre las vastas planicies infértiles. Estas solían ser altas y de largas piernas de las que se servían para correr velozmente, al igual que eran largos sus cuellos. A estos les llamamos hoy meléi,[4] y así se les conoce.

    Había otros que habitaban en las grietas entre las rocas estériles que se yerguen en ciertos lados. Estos tenían más bien aspecto pequeño, pero noté que a cambio poseían la capacidad de envenenar a los rivales que les atacasen. Y hoy hemos convenido en llamarles gorthan.

    También hay algunos que vuelan por los aires, y sólo se los ve cerca de las rocas altas, y se les da el nombre de rutiaa. Y hay muchas variedades más de estas criaturas, pero en lo relevante son todas iguales: el que no tienen voluntad más que la de sobrevivir y procrearse, y que esto último siempre lo hacen entre dos. Al verlos yo por primera vez miré también a su interior y confirmé con ello lo que ya he dicho: que son en alma todos iguales, sin ningún sueño o deseo particular.

    Al ver esto tan claramente, se me vino a la mente que, siendo ellos así como ya se dijo, podía yo poner mi voluntad donde faltaba la suya. Aprendí a hacer aquello con el tiempo y con mi propia mente y vi que podía sacar provecho de ello de muchas formas. Dado que los aquellos seres eran iguales en alma pero distintos en cuerpo, podía hacer uso de sus diversas facultades para cumplir mis propios deseos. Pues los meléi tienen la habilidad de sentir dónde en las mesetas se van a formar espejos de agua en tiempos aun futuros, y en sus espaldas puede bien uno de los nuestros sentarse para ser transportado velozmente. Y así, cada ser tiene sus capacidades propias y domándolos pude yo reunirlos bajo mi servicio.

    Pero también hay otros seres que no son como estos, y sumamente extraños. Pues aunque su forma es en algo similar a la nuestra, también tienen amplias alas blancas con las que suelen volar por los espacios celestes y también suelen cantar con voces que no son como las nuestras, y también son blancos sus cuerpos. Es por cierto extraño verlos y muy difícil acercárseles, pues sienten la presencia de uno muy pronto y echan a volar. Por entonces yo no sabía qué eran o cómo llamarlos, y hoy he oído historias diversas, pero nadie está realmente seguro de su identidad.

    Sin embargo por obra de aquellos seres que yo controlaba hice muchas cosas de mi elección, diversas y en sí nada banales, pero que no tienen mayor relación con el asunto que estoy tratando. Por tanto saltaré los hechos hasta aquel día en que vi a los mortales.

    Sucedió pues que estaba observando cómo se unían uno al otro los meléi junto al agua, en aquel acto en que crean más de los suyos. Me era muy extraño aquel comportamiento y no lograba comprender del todo su sentido. Y fue en eso que llegaron corriendo los mortales[5] portando largas maderas con puntas afiladas, que entonces no había yo conocido y hoy llamamos lanzas. Y así rodearon a los meléi y los mataron con las armas que habían traído consigo, para hacerse luego de sus cuerpos. Y los observé y vi que eran parecidos a nosotros en varias cosas como la apariencia, pero como tallados de forma más vulgar, y en sus almas también había voluntad propia. Y esta voluntad era variada y amplia en cada uno de ellos, pero aún así era débil y se sometía con facilidad a la ajena.

    Y así los vi llevándose los cuerpos de los meléi, y decidí seguirlos, pues deseaba saber algo más sobre ellos por mis otros sentidos. Andaban todos juntos y en grupo sin separarse, y caminaron por entre las rocas y hacia las vastas planicies. Sucedió entonces que se oscureció el cielo y echó a llover. Entre tanto habíamos ya llegado a un lugar con muchas maderas en diversas posiciones y donde había muchos más mortales esperando a los que llegaban. Los recibieron con gestos que me eran extraños y, cuando vino la lluvia, todos se juntaron y guarescieron bajo las construcciones madera como si todos fueran uno.

    Noté que de esa forma no se mojarían bajo la lluvia, como me había pasado a mí tantas veces. Y después de eso había sufrido varias veces dolores de cabeza y mi cuerpo había estado débil. Pensé que era el único ser que vivía solo por completo y alejado de mis semejantes. Pues los meléi buscaban a los meléi y los gorthan a los gorthan y también los mortales a los suyos, y se me ocurrió que podría quizá ser mejor así.

    Bajo el cielo ennegrecido, al otro lado de la lluvia, fue que vi entonces a uno de aquellos que había estado conmigo en el día de la separación. Caminé hacia él y él hacia mí hasta que estuvimos frente a frente. Luego él me preguntó:

    -¿Sabes quiénes son estos?

    -No los había visto antes- respondí yo- pero parecen sacar fuerza uno del otro.

    -Se ve que les es de gran utilidad- dijo él- pues de esa forma han aprendido muchas cosas como conseguir alimentos, calentarse o hasta someter a ciertas bestias.

    -Yo sé cómo doblegar la voluntad de las bestias- repliqué- pero me sería de utilidad poder disponer las cosas como lo hacen ellos en grupo, para protegerme de los azotes del clima.

    -Pues eso no me es extraño a mí, que he aprendido a mover las rocas con mi mente.

    -Podría yo aprender de ti y tú de mí.

    -Sería aún mejor si viviéramos juntos y junto con nosotros más de los nuestros.

    -Pero no me someteré a tu voluntad.

    -Ni yo a la tuya. Sin embargo eso no significa que debamos vivir separados. Podríamos vivir en igualdad.

    -Pues hagámoslo así, pero sin olvidar jamás las palabras que juramos en nuestro primer día: Ver, vivir, cambiar.

    Y fue así que nos reunimos junto con varios más de los nuestros y construimos una gran edificación, cada uno guiado por su propio interés hacia una idea que coincidía. Y así elevamos piedras desde el fondo del suelo con nuestras propias mentes y las esculpimos, llegando a su centro que era negro y brillante, y con ellas construimos un negro templo. Y los que lo construimos renovamos el juramento que hicimos el primer día y por ello juramos también no comportarnos igual que los mortales en lo que era la sumisión ni jamás mezclarnos con los suyos, sino ser cada uno de nosotros libre de ir y venir de este lugar que no está más que al servicio de cada uno, para que así pueda realizar su cometido.[6]

    Ver, Vivir, Cambiar

    Vrintora, sexto día del primer año de la primera era del templo.[7]

    3. Mæglor sobre los nuevos miembros y la protección

    La discordia ha venido a nosotros y se ha implantado entre los nuestros. Pues uno de los que estuvieron con nosotros al momento de la separación y que sin embargo no lo estuvo en el día primero de esta era del templo, ha osado faltarle el respeto a Dalcion, que es miembro fundador de este recinto. Pues este nuevo miembro,

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