Música en cuarentena (III)
Acorde con lo que ya hemos presentado, ahora nos toca completar las nociones sobre la melodía y abordar lo relativo a la armonía. Con ello, como ya apuntamos, estamos próximos a tener una visión aceptable de los cuatro elementos constitutivos de la música. Lo último que anotamos versó sobre la estructura de las escalas que llamamos diatónicas,1 y lo reiteramos puesto que no puede existir melodía alguna si no está inserta en un orden “escalístico”; si se recuerda, dijimos también que en nuestro sistema tonal tenemos 12 sonidos diferentes dentro de una octava. La octava, para refrescar el concepto y ofreciendo disculpas por la aridez de este segmento, está formada por dos tetracordes2 sobrepuestos arrancando de una nota dada, digamos Fa, a la siguiente del mismo nombre y contiene siete notas distintas.
Como método referencial de lo anterior, nombramos a los sonidos de la escala por números (1, 2, 3, 4, 5, 6, La clave que define la posición de la escala se halla en el sonido 1. Asimismo, las siete notas de la escala poseen también ciertas relaciones que las condicionan entre sí. Están regidas, básicamente, por el primer grado, que se denomina y por el quinto, que se llama debido a su fuerte poder de atracción dentro de la escala. Les seguiría, en orden jerárquico, el cuarto grado, o . Para sintetizar, anotemos que sólo hasta los albores del siglo XX toda nuestra música se circunscribió a los linderos de este sistema de escalas, hecho que demostraría la admirable inventiva de los compositores para crear semejante vastedad de melodías dentro de la estrechez diatónica; aunque aquí tenemos que puntualizar que si una obra fue escrita, por decir algo, en Re menor –como la de Beethoven–, eso no significa que ese sea su único color tonal; al contrario, se mueve de una tonalidad a otra como dentro de un viaje sensorial pletórico de colores. La técnica de cambiar de tonalidad se llama y es aquella donde puede inferirse mucha de la destreza de un . Un aprendiz apenas logrará escribir melodías dentro de un rango tonal limitado –rara vez modulando más allá de los grados 4 y 5–; en cambio, un verdadero maestro es capaz de utilizar la paleta sonora de 24 “colores” sin reparar demasiado en los obstáculos del camino.
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