La palabra todavía: Antología de textos en prosa de Rafael Courtoisie
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Rafael Courtoisie
Poeta y narrador, Rafael Courtoisie ha sido profesor de Literatura Iberoamericana en el Centro de Formación de Profesores del Uruguay, en la Universidad Católica del Uruguay y en la Escuela de Cine del Uruguay. Ha dictado conferencias en universidades nacionales e internacionales. Asimismo, ha sido distinguido, entre otros, con el Premio Fundación Loewe de Poesía (España), el Premio Plural (México), el Premio de Poesía del Ministerio de Cultura del Uruguay, el Premio Internacional Jaime Sabines (México), el Premio Blas de Otero (España) y Premio Casa de América de Poesía Americana (España).
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La palabra todavía - Rafael Courtoisie
NOTA DEL AUTOR
LA PALABRA TODAVÍA
La respuesta es la tristeza de la pregunta
, según Fernando Pessoa. Entonces, la pregunta por la verdad es una búsqueda aciaga cuyo resultado preciso es una oscuridad que brilla, un prieto pozo de relámpagos.
Paul Celan ilumina con el silencio y César Vallejo hace estallar el idioma para decir mejor.
Esta antología de algunos de mis textos en prosa, preparada con precisión y cuidado por Iván Méndez González, es, de algún modo, una probable colección de respuestas y a su vez un generador de preguntas posibles e imposibles.
Como también la verdad se inventa
, es preferible la sed, la incerteza de cada paso, de cada pregunta, a la gota dócil del agua de la respuesta.
Decía, bamboleante, sabio, José Lezama Lima, a propósito de hacer poesía: Obtener con un poco de humo / la respuesta resistente de la piedra
.
Y esa piedra creada es otra pregunta.
RAFAEL COURTOISIE
PRESENTACIÓN
EN LA INESTABILIDAD DE LA FORMA: RAFAEL COURTOISIE, EL LENGUAJE / EL CUERPO SURCADO POÉTICAMENTE
Es allí que se adivina el fondo, en esos bordes o surcos fronterizos definidos entre la precariedad de la percepción y el perímetro abierto del continente.
RAFAEL COURTOISIE
Imagínese por un momento la escena. Un hombre está delante de unas hojas, ensimismado, escribe. Un texto de cuyo contenido, de momento, no sabemos nada, porque miramos la escena desde cierta distancia. Si focalizamos cada vez más dicha disposición escénica de escritura y también, claro es, de cierta clase de lectura, iremos, cada vez, encontrándonos más cerca del texto que sujeta el personaje en las manos. Un poeta, Rafael Courtoisie, escribe. Un lector, que es éste que está a punto de terminar esta frase que está siendo, se acerca a su obra. Leo un libro de poemas en prosa, que lleva el nombre incitante de Estado sólido (1) por el que recibió el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, y cuyo jurado estuvo presidido por Octavio Paz. Esta obra me interesa por la hibridación genérica, donde el ensayo, la poesía y la minificción han dejado intencionadamente las puertas del sentido abiertas, para trasvasar las fronteras genéricas en una suerte de apertura que está como en acecho constante.
La asunción poética de una forma de conocer diferente, que se alumbra en el poema, nos lleva por necesidad a la contemplación del ser a la luz de la lengua en su hábitat poéticamente constituido: se trataría de una auténtica topografía lírica, ubicada en la grieta del sentido que aguarda hacerse presente. Ciertamente, la escritura lírica es siempre un lugar intermedio, un espacio de tránsito entre lo abierto y lo cerrado, un surco que aspira a saciar la sed de sentido que todo ser lleva en sí. Si la retórica tradicional consideraba el recurso de la topotesia como la descripción ficcional de un paisaje, de un lugar instituido en la espacialidad simbólica de la literatura, me parece que podría habilitar el poema como una topotesia líricamente constituida a través del lenguaje del individuo en relación con el espacio.
En el poema que lleva el significativo título de Inestable
, (2) el hombre es convocado a través de la fragilidad significativa de las palabras para acaecer en el espacio del poema, se habla de él, se reflexiona como un espejo empañado, pues comienza asumiendo su inevitable disolución, debido a que su agua corporal
es evanescente como un terrón de sueño
. Casi estamos tentados a consignar que el ser se confecciona desde la asunción como ente soluble por mor de la propia dificultad de estabilizarse desde la lengua poética, que es ante todo una estrategia del sentido por darse a conocer sin revelarse nunca del todo. El individuo devenido en el espacio del poema, el cuerpo co-sustanciado a base de un apalabramiento nunca clausurante, el lenguaje poético que asume un estado frágil de significación diferida, aparece en el momento del acontecer en el poema: Momentáneamente sólido, momentáneamente erguido, un hombre es un grumo
. Y grumo
es, según la primera acepción del Diccionario de la lengua española: Parte de un sustancia que se coagula
. Si lo extrapolamos al espacio de sentido del poema, no creo que sería forzar la lectura si nos aventuramos a considerar que el instante de la significación ofrece relevancia al individuo, lo alza desde una posibilidad de sentido, una coagulación del gesto poético, pero lleva en sí el secreto de su descomposición. Esto es así, desde mi punto de vista, pues estimo que el lenguaje de la lírica subvierte el sentido ordinario de los lugares de comunicación cotidianos a partir de una aceptación de lo indecible. El hombre, y el que me parece su mejor corolario expresivo, el lenguaje de la poesía, forman ensayos, imágenes sucesivas, temporalidades espaciales, tentaciones sobre la materia del signo: la lengua de los poetas nunca dice del todo, persiste en su materialidad tácita. Sin duda alguna, el hombre acontecido en el espacio del poema está (entre) dicho, pues se trata de un lugar inacabado, un espacio entre por donde llama la atención el poeta, regocijado en su imposible acabarse del todo.
Lo interesante de este poema del escritor uruguayo estriba en un recurso que se ha convertido en un procedimiento escriturario, y que atraviesa de manera característica su obra. La elaboración de sentido del poema se hace explícita a través de una curiosa paradoja: busca precisar lo informe, lo inestable si se prefiere así. La precisión se encuentra en el empleo de las oraciones copulativas, pues al fin un hombre es un grumo
, que resignifican poéticamente la esencia del ser que configuran los versos, pero se tratará de una esencia parentética: el hombre que habita la poesía de Courtoisie se nos presenta entre paréntesis. Y este proceder de poner en cuestión las definiciones esenciales no sólo ocurre con el individuo, pues también los objetos del mundo, en especial aquellos cuya figuración, su aparecer, se muestra siempre de manera incisiva, como un cuchillo, que en el poema Arma de fuego
es presentado con estas palabras: El cuchillo es la última de las armas blancas, de las armas terrestres, y la primera de las armas de fuego. Basta ver la hoja, el ánimo exacto de su llama
. (3) Las particularidades semánticas son puestas en entredicho, para la reconfiguración de una realidad que no concuerda con lo que afirma la lógica acerca de la realidad circundante, pero que a medida que se hace efectiva se convierte en el procedimiento definitorio por antonomasia, el uso de la cópula, instrumento de precisión, cortante como la extraña semántica de ese cuchillo que es todo un ‘cuchillo’ real, pues es un signo que ilumina una realidad —la del poema— difícilmente aprehensible con el lenguaje, pues siempre el sentido se muestra ausente y es ahí donde se muestra: el sentido es la presencia de la ausencia, pues la solidez del signo, de ese viejo par tranquilizador de significante y significado se suspende por parte del autor, para dar espacio de penetración a las posibilidades de sentido que todo lector incorpora en su proximidad al texto. Por esta razón este cuchillo que en un principio es sólo signo deja hablar
a la llama, para que en el espacio del poema sea —además— arma de fuego. Esto es, se precisa la exacta disolución de la