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Defensa de la Poesía
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Libro electrónico129 páginas2 horas

Defensa de la Poesía

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Ensayos sobre la poesía donde muestra, a manera de la tradición de las defensas de la poesía, su poética y sus obsesiones en un tema tan amplio como personal.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 nov 2017
ISBN9786075023410
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    Defensa de la Poesía - Rodolfo Alonso

    Benjamin

    RETRATO DEL ARTISTA (CASI) CRÍTICO

    Como suele ocurrirme creo que por azar, pero en realidad durante varias décadas, me encontré ejer­ciendo la critica literaria en medios periodísti­cos. A lo largo de todo ese tiempo, no pocas ve­ces me pregunté a mí mismo (el primer sorpren­dido) por qué lo hacía. Nunca hubo una única respuesta. Pero intuyo que tal fue de las pocas oportunidades en su momento disponibles, al menos para mí, de imaginarme como deseaba en contacto con un público más amplio, no tan restringido.

    Así mis comentarios fueron asumiendo au­dazmente la forma, por propio devenir, sin pro­ponérmelo pero también en no poca medida, de un diálogo sobre la poesía, como imprecisa res­puesta a la autoimpuesta esperanza de transmi­tir o mejor contagiar mi percepción –nunca congelada, siempre felizmente en proceso, cam­biante– de la poesía como una experiencia de vida y de lenguaje. Así me animé a internarme, so pretexto de comentar uno u otro libro, y en rea­lidad conducido por ellos, con ellos como desen­cadenante, en terrenos donde nunca me hubie­ra imaginado antes. Ese milagroso intento de comunicación coincidió, en cierto período, con la bienvenida reapertura de nuestro propio país a la democracia, lo cual agregó, es claro, otro ha­lagüeño ingrediente a ese diálogo; sin embargo, como dije, casi imaginario.

    Bastante atinado, entonces, tal vez, el título elegido para esta introducción a esos pocos frag­mentos de aquellas muchas páginas, rescatados de entre tantos años de trabajo. Aunque al ha­cerlo tuve que dejar de lado otro donde me asu­mía, con la correspondiente modestia pero no por cierto sin algo de orgullo, como lo que he ve­nido a resultar en estos temas: juez y parte. Y en ninguna de ambas acepciones, como siempre, y gracias a los dioses, en absoluto magistral y oja­lá para nada solemne. Con el fin de acentuar tan amenazado equilibrio (o desequilibrio), me imaginé alguna vez completar este breve volu­men con una pequeña antología de aquellos de mis propios poemas que me parecen reflejar al­go de eso que los maestros de antaño solían de­nominar, si se me perdona hoy la expresión, ar­te poética.

    Me consuela pensar que estos atisbos pue­den resultar acaso de provecho no sólo para quienes se propongan escribir poesía sino, incluso, para quienes ya lo están haciendo y, ¿por qué no?, también para aquellos invalorables lectores en estado puro, sin se­gunda intención, en estos tiempos desdichada­mente muy escasos al menos en mis lares. Pe­ro, ¡atención!, si lo que se busca es algún grado de entrenamiento, informaciones útiles o apoyo práctico, será tal vez aconsejable rehuir estas páginas. Claro que si la intención fuera, no sin correr el riesgo de –como se dice– meterse en honduras, participar de una experiencia más bien visceral con respecto a la poesía moderna, que entre sus saludables consecuen­cias bien puede hasta conducir al abandono de una vocación desorientada o desafortunada, aquí hay lugar para el asombro y aún para el espanto.

    Antes de concluir, una salvedad. Estos esbozos tienen por fortuna el haber sido originalmente publicados en mi propio país, donde (mucho me temo) la imagen del poeta y el espesor de su palabra no tienen ya casi curso, no funcionan, no encarnan como debería serlo en una comunidad y en una lengua. Quieran los eventuales y devotos lectores de otros ámbitos tomar en cuenta, entonces, que estas páginas fueron escritas en tierras donde la poesía, incluso la más exigente, puede quizá resultar algo así como voz en el desierto. Aunque intuyo que lo nuestro no es acaso más que el síntoma de un malestar, por desgracia, mucho y más ampliamente difundido.

    (Para terminar, ahora sí, un último descargo. ¿Me será permitido volver a emplear aquí, al frente de este libro, el mismo título que –hace ya algunos siglos– utilizó el luminoso Percy Bysshe Shelley para otras paginas, suyas, escri­tas por supuesto con más intensidad y hondura? Que se sepa, entonces, al menos, no sólo que lo sé sino que me permito, muy modes­tamente, reiterarlo en su homenaje. Y en home­naje de aquella clara y valiente actitud suya de salir en defensa de la poesía aún en tiempos menos áridos y menos ácidos que éstos, los que hoy nos toca vivir).

    ¿Adónde va todo?

    ¿Ha heredado alguno de mis hijos mis sensaciones?

    ¿Pueden heredarse sensaciones, experiencias, conocimientos?

    Ingmar Bergman

    LAS PALABRAS SON APROXIMATIVAS

    Las palabras, me descubrí diciendo alguna vez, son aproximativas.

    En el doble –y magníficamente ejemplar– sentido de que, por un lado, nunca podrán colmarse totalmente de su significado, de que re­sultan instrumentos cuasi orgánicamente im­precisos pero, a pesar de eso, y quizá también por eso mismo, por el ansia que simultánea­mente implican de colmar esa carencia, las pa­labras pueden servir asimismo para aproximar­nos, para acercarnos entre nosotros. Lo que to­davía seguimos llamando poesía quizás extraiga (a mi modesto entender) sus posibilidades de aquella imperfección probablemente congénita, obtiene su riqueza de aquella pobreza, el relám­pago de su iluminadora intensidad –cuando se logra– de aquella ambigüedad, de aquella oscu­ridad de los orígenes, e insiste en ofrecérselo a los otros, en volver disponible esa luz, en poner­la al alcance.

    Hija como vimos de la imposibili­dad del lenguaje humano para decirlo todo níti­damente, la poesía escrita intenta sin embargo decirlo todo, totalmente.

    REFLEJOS EN UN OJO CRÍTICO

    ¿Por qué juzgar cuando algo no requiere ser juzgado? ¿Por qué aplicar un ojo crítico, por más desapasionado y circunstancial que éste resulte, a un texto que se mantiene, de primera vista, fuera de su ámbito e influjo, en esa tierra de nadie donde reinan –soberanas– las bue­nas intenciones, los mejores sentimientos y hasta el pudor ingenuo o el pudoroso ingenio?

    ¿Cómo pretender juzgar lo que en realidad no puede ser juzgado, entre otras razones porque está más allá –o más acá– de lo que se supo­ne es la materia alrededor de la cual gira el jui­cio? Y, por otro lado, ¿cómo no juzgar cuando a tantos otros, precisamente por devoción a esa compartida devoción por la poesía, se ha juzga­do fraternalmente sí, pero con exigencia no po­cas veces apasionada?

    Recibimos otro nuevo volumen. Su desnudez inerme se hace aún más flagrante por tratarse de un libro de poemas y, mucho más todavía, porque tanto en él hace prever no al habitué si­no al primerizo, con todo lo que de honesta y bienintencionada pero igualmente flagrante ino­cencia ello permite presumir.

    ¿Desde dónde, entonces, juzgar? ¿Cuando ya resulta difícil, de por sí, intentar la evaluación del poema que se nos hace logrado, o del poema que nos parece fracasó a una cierta altura? Y ello con la plena conciencia de que se debería al­canzar a ser más objetivo (por supuesto no sólo en la mera apreciación sino en la percepción más intensa del objeto), pero que es humana­mente, absolutamente, desdichadamente impo­sible ser objetivo en estos asuntos?

    Un buen corazón es algo tan milagroso como un buen poema.

    LA ENFERMEDAD INFANTIL DEL CASTELLANO

    Es bien sabido que, como las personas, tam­bién los idiomas tienen su lado flaco. En el caso del nuestro, como lo prueban hasta hartarnos por ejemplo los excesos de Gabriel y Galán, Nú­ñez de Arce, Espronceda o Campoamor, por citar sólo a algunos, el riesgo será siempre el de la verborrea, la ampulosidad, la grandilocuencia, la charlatanería, el hablar por hablar, el mero sonido retórico o banal. Por otro lado, una es fe­lizmente la misma tradición de la poesía popu­lar y de la gran poesía. Aún ahora, o al menos has­ta hace poco, los campesinos españoles –como nuestros propios paisanos–, eran hombres de pocas palabras (y al mismo tiempo, hombres de palabra), y la copla que unió al Viejo Mundo con el Nuevo no es otra cosa que

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