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Hacer la diferencia: Abordaje sociocrítico de prácticas discursivas
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Libro electrónico343 páginas17 horas

Hacer la diferencia: Abordaje sociocrítico de prácticas discursivas

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Los trabajos que integran el libro se inscriben en el marco del programa de investigación "El discurso como práctica" que pone en juego un abordaje interdisciplinario (Sociología y Análisis del discurso) de los discursos entendidos como práctica social realizada por agentes cuya competencia y condiciones de producción serían la fuente de comprensión / explicación de las características de los discursos. La pregunta central es: ¿cómo plantear y conceptualizar la relación entre el discurso y las condiciones sociales de su producción? El texto comienza con el planteo de un problema teórico presente luego en los análisis empíricos de los diferentes corpus que realizan los directores de los proyectos que integran el Programa de Investigación y que se puede sintetizar en la pregunta: ¿De qué hablamos cuando hablamos de sistemas de relaciones? La hipótesis formulada propone que la diferencia, y los criterios desde los que se define la diferencia, constituyen el principio de construcción y diferenciación de los sistemas de relaciones, dado que intervienen en la definición de las posiciones, los agentes, la lógica de las relaciones y las estrategias adoptadas por los agentes en sus prácticas discursivas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 may 2016
ISBN9789876992152
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    Hacer la diferencia - Danuta Teresa Mozejko

    Directores

    Presentación

    Los trabajos que integran este libro se inscriben en el marco del Programa de Investigación El discurso como práctica, avalado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba, y constituye una continuidad en la línea de investigación que iniciamos en 1997. La misma consiste en el abordaje interdisciplinario (Sociología y Análisis del discurso) de los discursos como práctica social llevada a cabo por agentes, individuales o colectivos, cuya competencia y condiciones específicas de producción serían la fuente de comprensión / explicación de las características de los discursos.

    Esta línea de investigación nos ha llevado a desarrollar herramientas teóricas específicas en ambas disciplinas y en su articulación. La contrastación empírica fue realizada sobre diferentes corpus pertenecientes a formaciones discursivas diversas (literaria, histórica, política, folclórica, de comunicación, jurídica…). Por lo mismo, la unidad de los proyectos no ha radicado en el corpus analizado, sino en el enfoque teórico específico que consideramos indispensable resumir aquí, para que resulte comprensible el común denominador que sostiene los trabajos que presentamos, dentro de su diversidad.

    El problema abordado se sintetiza en una pregunta que pone necesariamente en juego herramientas teóricas específicas: ¿cómo plantear y conceptualizar la relación entre el discurso y las condiciones sociales de su producción?

    La manera de formular el problema conlleva una toma de distancia y ruptura crítica con enfoques que, al menos de hecho, implican ubicar el discurso en un ámbito autónomo y fuera del mundo. Dicha ruptura debe dar cuenta, de todas maneras, de sus fundamentos, al igual que de aquellos que se proponen para explicitar la distancia con respecto al otro polo de un continuum en el que se conceptualiza el discurso en términos de reflejo, homología, refracción o expresión de lo social. Ambos enfoques tienen en común el tomar el discurso como producto y, al ignorar su condición de práctica y proceso, terminan excluyendo del análisis a los agentes que los producen, o reduciéndolos a la condición de soportes y vehículos de la acción definida en una instancia estructural.

    La propuesta teórica que venimos desarrollando, y donde la contrastación con corpus conformados por discursos provenientes de distintas formaciones discursivas es un componente importante, tiene como base fundante la conceptualización del discurso como práctica, es decir, en cuanto proceso de producción de opciones y estrategias discursivas realizadas por un agente social (individual o colectivo) en el marco de condiciones sociales específicas, que se objetivan en el enunciado (producto) determinando sus características.

    Esta manera de conceptualizar el discurso nos lleva a recuperar el lugar central del agente social en la producción y, por lo mismo, en el análisis de las prácticas discursivas. Este paso resulta crítico y decisivo para superar muchos de los problemas que genera el hecho de abordar los discursos y lo social como si fuesen dos entidades separadas y autónomas. Por ello, reformulamos la relación genérica e imprecisa del discurso con la sociedad en términos de relación entre el agente social y su práctica, discursiva en este caso.

    La acotación de: práctica, discursiva en este caso, pone de relieve tres dimensiones clave de nuestro enfoque interdisciplinario: a) por una parte, postula que los discursos son susceptibles del mismo tipo de problematización y análisis que hacemos en sociología de otras prácticas sociales en cuanto realizadas por un agente (individual o colectivo); b) por otra, tiene en cuenta la especificidad de esta práctica en cuanto discursiva, y la necesidad, por lo mismo, de contar con herramientas conceptuales pertinentes y adecuadas para su análisis; c) finalmente, problematiza el modo de conceptualizar la relación entre los agentes sociales y sus prácticas discursivas, en cuanto se trata de hechos singulares, no susceptibles de reiteración.

    El modo de entender el agente social que produce las prácticas es central en el desarrollo teórico de la primera dimensión. No se trata, en nuestro enfoque, de sujetos socialmente indiferenciados, reducidos a su condición genérica de hombres, capaces de producir e intercambiar sentidos en la interacción (interaccionismo simbólico), o que tienen preferencias, son racionales y eligen los mejores medios para lograr sus deseos (teorías de la acción racional). Tampoco de sujetos empíricos, caracterizados por propiedades individuales que los constituyen en únicos (algunas vertientes del individualismo metodológico). Hablamos de sujetos construidos relacionalmente, para lo cual se tienen en cuenta sólo aquellas propiedades y recursos socialmente pertinentes y eficientes en el ámbito específico en el que definen sus acciones. Hemos elaborado, para ello, los conceptos de lugar, competencia y gestión, que si bien ya cuentan con un nivel importante de desarrollo, como lo muestran las publicaciones realizadas, requieren mayores avances, especialmente profundizando su comparación crítica con otros enfoques.

    El análisis de los discursos (nuestra segunda dimensión) cuenta con numerosos recursos desarrollados en el ámbito de diversas disciplinas (lingüística, semiótica, análisis del discurso…). La especificidad del problema que planteamos acerca del discurso como práctica, exige, sin embargo, el uso y elaboración de herramientas que permitan identificar en el discurso producido sus características en cuanto resultado de opciones entre posibles. En nuestro caso, el eje se ubica en el concepto de enunciación. El desarrollo comparativo y crítico de este concepto, que por sí mismo remite a un proceso dinámico y de producción, nos hizo ver la necesidad de diferenciar una dualidad de sujetos: por una parte, el sujeto social que produce el discurso y, por otra, el sujeto construido en el texto a través de las opciones discursivas realizadas por el agente social. La identificación de las estrategias (en cuanto opciones entre posibles) empleadas en la construcción del sujeto textual de la enunciación (enunciador) ocupa un lugar central en el análisis de las características del discurso. Entendemos que dicho sujeto y su competencia son producidos, como en el caso del agente social, relacionalmente; se van configurando en el modo como son construidos y como se plantea la relación con otros enunciadores, con las normas que regulan el funcionamiento de la formación discursiva en la que se ubica el discurso, con el destinatario, y con el enunciado mismo.

    Por otra parte, la relación entre los agentes que intervienen en las instancias de producción/recepción se rige por el principio de influencia cuya posibilidad se funda en tres operaciones centrales que se concretan en el texto: la autoconstrucción del enunciador como sujeto competente, la verosimilitud del enunciado y la construcción textual del enunciatario como sujeto con competencia específica, susceptible de ser influenciado sobre la base de la dimensión pasional.

    El hecho de postular el discurso como práctica de un agente lleva a descartar diversas maneras de conceptualizar la relación entre el discurso y lo social (nuestra tercera dimensión). En efecto, no resulta pertinente pensar el discurso (la práctica) como reflejo o refracción del agente que lo produce, o como expresión de una individualidad única. Tampoco es suficiente plantear una relación de homología entre el discurso (su estructura significativa, o el sistema de relaciones construidos en el texto) y lo social (sea éste pensado en términos de visión de mundo / ideología de clase, o sistema de relaciones en el que actúa quien produce el discurso); ambas terminan eliminando el trabajo de producción al reducir al agente a la condición de intérprete privilegiado de la visión de mundo de una clase o de soporte de la acción de la estructura; al mismo tiempo, pierden la posibilidad de explotar una fuente importante de riqueza en el análisis de los discursos, al dejar de lado la consideración de sus características como resultado de opciones entre posibles. Los conceptos de causa y comprensión aplicados a esta relación requieren, también, ser re-trabajados. Nosotros lo venimos haciendo a partir de M. Weber, de trabajos posteriores y actuales que retoman su línea de trabajo, y proponemos hablar, en ruptura con la dicotomía aparente, en términos de comprensión / explicación.

    Teniendo en cuenta el problema y el marco teórico expuesto, nuestra hipótesis central es la siguiente: la relación entre el discurso y lo social logra mayores niveles de precisión en el análisis y eficacia explicativa si el sistema de conceptos con los que se la aborda reúne las siguientes características:

    . El discurso es entendido como práctica.

    . La relación es planteada como relación entre el agente social (individual o colectivo) y su práctica discursiva.

    . Las dos dimensiones de la relación (agente social y prácticas discursivas) son construidas en cada caso sobre la base de un estudio empírico riguroso susceptible de crítica.

    . La relación es conceptualizada en términos de comprensión / explicación.

    . La unidad de sentido postulada en la vinculación de los dos términos (comprensión / explicación), se funda en la consideración de las prácticas discursivas como resultado de la gestión que realiza el agente social en un doble espacio de posibles –discursivo y social (extra-discursivo)– que imponen necesidades y, al mismo tiempo, dejan abiertas alternativas para la adopción de estrategias.

    Los avances teóricos fundados en el análisis de producciones discursivas concretas, pertenecientes a distintas formaciones discursivas, han sido registrados en las sucesivas publicaciones tanto colectivas como individuales. En el trabajo que presentamos a continuación y que incluye las propuestas de los directores de los proyectos que integran el programa El discurso como práctica, ponemos el foco en el principio de la diferencia como uno de los conceptos centrales que hace pensable la identidad social de los agentes y sus estrategias discursivas.

    En el primer capítulo, Ricardo L. Costa sitúa al agente social en el sistema específico de relaciones en el cual produce sus prácticas, para poder explicarlas. Para ello considera necesario precisar el sentido de la expresión sistema de relaciones y sostiene, a título de hipótesis, que la diferencia, y los criterios desde los que se definen los factores generadores de la diferencia, constituyen el principio de construcción y diferenciación de los sistemas de relaciones.

    D. Teresa Mozejko propone un abordaje del simulacro textual del agente productor del discurso, a través de la figura del enunciador. En el caso de Ciencias morales, novela de Martín Kohan que es analizada aquí, esta figura se construye sobre la base de la coexistencia de filiaciones –semejanzas– y diferencias que distinguen al enunciador al mismo tiempo que lo inscriben en una tradición. El modo de configurar al enunciador, atribuyéndole filiaciones y originalidad, guardan relación con la manera en que el agente se auto-inscribe dentro del sistema de relaciones específico en el que produce su práctica discursiva.

    En su trabajo sobre la obra de Lezama Lima en el tercer capítulo, Olga Beatriz Santiago señala la opción por la modalidad estética del Barroco como principio de distinción del agente. Esta opción que no es necesariamente consciente, se produce en un contexto de revalorización del arte Barroco que se desarrolla en Europa y América. Sin embargo, teniendo en cuenta que la caracterización del Barroco no se mantiene inalterable a lo largo de la obra lezamiana, la autora propone un principio de comprensión / explicación de las variantes teniendo en cuenta las modificaciones de las condiciones objetivas y el lugar social que ocupa el cubano en distintos momentos de su trayectoria.

    Claudio F. Díaz analiza una serie de recurrencias discursivas características, en artistas que se inscriben en una corriente del campo del folklore que suelen nominar como alternativa, tal como se ha desarrollado en Córdoba en las dos últimas décadas. El análisis parte de una hipótesis según la cual las estrategias discursivas recurrentes en la producción de los artistas que forman parte de esta zona del campo pueden leerse como la construcción de una diferencia significativa en relación con las formas que han sido dominantes en el campo del folklore desde la década de los noventa. Esas estrategias pueden comprenderse/explicarse, si se considera la particular estructura que ha tomado el campo en ese período, y las condiciones de producción específicas de artistas que han desarrollado un circuito de producción y consumo independiente de los mecanismos dominantes de la industria discográfica y los grandes festivales.

    Finalmente, María Soledad Segura aborda las prácticas discursivas producidas por el conjunto de canales y productoras audiovisuales sin fines de lucro que se conformaron en la Argentina a partir de 2010. En ese momento entra en vigencia la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y las políticas de comunicación impulsadas desde entonces generan un nuevo espacio de posibilidades para los medios sin fines de lucro. La autora muestra cómo, frente a las novedosas condiciones de producción que se suscitan, la gestión de la relación con el gobierno a cargo del Estado constituye una de las principales estrategias de diferenciación y muestra vínculos claros con el lugar de los agentes que producen las prácticas.

    Ricardo L. Costa

    D. Teresa Mozejko

    Pensar las prácticas desde la diferencia

    Dr. Ricardo L. Costa

    En la lengua no hay más que diferencias¹

    Entendemos que el análisis y explicación de las prácticas desde sus condiciones de producción implica, salvo que se recurra a un modelo determinista, reconocer el lugar del sujeto que las produce y, en consecuencia, el carácter de las mismas como resultado de opciones en el marco de posibles. El alcance de esta afirmación varía, sin embargo, significativamente, según la manera de conceptualizar el sujeto y el espacio de posibles.

    Afirmaciones según las cuales el valor de todo término es definido por sus relaciones con los otros términos del sistema², o de lo real como relacional³, invitan a pensarlos de manera no sustantiva sino relacional. Así se insinúa en sociología cuando se habla de sistema de relaciones. Sin embargo, esta expresión resulta imprecisa por la diversidad de sentidos en que es empleado el término sistema, aunque en todos los casos pueda estar presente la idea de un conjunto de elementos interrelacionados e interdependientes. ¿En qué se piensa cuando se habla de sistema? podríamos preguntarnos con R. Boudon cuando señala el acuerdo existente en relacionar la noción de estructura con las de sistema de relaciones, dependencia de las partes en relación al todo, totalidad.⁴

    En las líneas que siguen propondremos, a título de hipótesis, que la diferencia, y los criterios desde los que se definen los factores generadores de la diferencia, constituyen el principio de construcción y diferenciación de los sistemas de relaciones⁵ en los que se ubican las prácticas, dado que intervienen en la definición de las posiciones, los agentes y la lógica de las relaciones⁶.

    En el marco de la concepción de lo real como relacional, el aporte de nuestro enfoque consiste en poner de relieve que la especificidad tanto de la lógica de las relaciones como de quienes intervienen en las mismas, tiene que ver con el criterio de diferenciación empleado en la construcción de cada sistema. La manera de pensar el lugar de producción de las prácticas está directamente relacionada con este criterio.

    Punto de vista y reducción de la complejidad

    En 1904 M. Weber enunciaba su crítica al positivismo así como el riesgo de enfoques dogmáticos en el conocimiento de los hechos sociales en términos como los siguientes:

    Ningún análisis científico objetivo de la vida cultural o […] de los fenómenos sociales es independiente de puntos de vista especiales y unilaterales, de acuerdo con los cuales estos –expresa o tácitamente, de manera consciente o inconsciente– son seleccionados, analizados y organizados como objeto de investigación.

    Esta línea de pensamiento se encuentra claramente expresada y enriquecida por autores contemporáneos como K. Popper⁸, G. Bachelard⁹, P. Bourdieu, J. C. Chamboredon y J. C. Passeron¹⁰, R. Boudon.¹¹ En nuestro caso, la diferencia constituye el principio de construcción de los sistemas de relaciones.

    La afirmación del punto de vista como lugar desde el que se seleccionan elementos de la realidad en la construcción del objeto de conocimiento, constituye un principio de realismo en cuanto constatación de la imposibilidad de abarcar, mediante el conocimiento, la totalidad, la realidad infinita dirá Weber.¹² Al mismo tiempo, abre la pregunta acerca del lugar (teórico) desde el que se selecciona el punto de vista y se formula el problema. El supuesto de la inmediatez y transparencia es descartado, colocando en su lugar el carácter construido, parcial, del conocimiento.

    No es superfluo subrayar que la afirmación del carácter construido (por selección de elementos) del conocimiento, no implica la negación de una realidad cuya existencia y consistencia se muestra en el hecho de que no es posible decir ni hacer cualquier cosa sobre la misma. La realidad no se reduce a lo discursivo, aunque exista para nosotros relacionada con la mente y mediada discursivamente¹³. Al proceder a la construcción del sistema, seleccionamos factores empíricamente verificables considerados pertinentes y eficientes en el análisis y explicación de las prácticas, pero no pretendemos otorgar al mismo una existencia real en cuanto tal, lo que significaría convertir la construcción del sistema en una descripción no mediada de lo real.

    La variedad de puntos de vista ha dado lugar a la construcción, en sociología, de diversos conceptos de sistema. Un breve recorrido crítico de algunos de ellos contribuirá a la explicitación progresiva de nuestra propuesta.

    T. Parsons privilegia el problema del orden en su concepción del sistema social. Cuando el autor se refiere a las principales propiedades de los sistemas empíricos, señala la interdependencia como la propiedad más general y fundamental, y aclara que la entiende como "un orden en las relaciones entre los componentes que participan en la formación del sistema, como la existencia de relaciones determinadas entre las partes y variables, en lugar de variaciones al azar"¹⁴. En este marco, dirá el autor:

    Para la mayoría de los propósitos analíticos, la unidad más significativa de las estructuras sociales no es la persona, sino el rol. El rol es aquel sector organizado de la orientación de un actor que constituye y define su participación en un proceso interactivo.¹⁵

    Este enfoque tiene consecuencias importantes en la definición de, al menos, cuatro dimensiones: 1) el rol como factor central a considerar en la construcción del sistema social; 2) el sistema de la personalidad como diferente, exterior, al sistema social (aunque, el sistema social está formado, por supuesto, de las relaciones que tienen lugar entre los actores individuales, y sólo de tales relaciones¹⁶; 3) la lógica de funcionamiento de la relación entre las partes: colaboración / integración / complementariedad; 4) las prácticas como realizaciones de un actor en el marco de la organización de la selección de alternativas que establece el rol.

    Parsons incorpora ciertos elementos de flexibilidad, como el de la variabilidad de los roles, en la relación que establece entre la estructura de la personalidad y la realización de un rol, pero, de todas maneras, el ajuste entre ambos se produce sobre la base de la incorporación de las orientaciones a actuar de acuerdo a las formas requeridas.

    Esta estructura de roles, como sistema en funcionamiento, sólo puede operar, en última instancia, porque las personalidades componentes están motivadas para actuar en las formas requeridas, y la gratificación, dentro del sistema inmediato de roles, o en el sistema más amplio, se otorga en cantidad suficiente a bastantes individuos.¹⁷

    Son conocidas las críticas, fundadas a nuestro entender, respecto, por ejemplo, de las limitaciones para abordar los conflictos, y al hecho de acentuar una concepción juridista de las prácticas en cuanto cumplimiento de las prescripciones del rol, descuidando la dimensión del uso que el agente hace de las mismas. R. Merton¹⁸ y, posteriormente, R. Dahrendorf¹⁹, flexibilizan este enfoque señalando que las diferencias de roles –relacionadas con la distribución desigual de la autoridad, dirá Dahrendorf– generan intereses diferentes y dan lugar a posibles conflictos.

    Nos interesa, sin embargo, destacar que el punto de vista de T. Parsons pone en juego uno de los criterios de definición de la diferencia a tener en cuenta en la construcción del espacio de posibles y del agente social: la distribución de funciones. En efecto, difícilmente se podría ignorar el hecho de que, en asociaciones imperativamente coordinadas²⁰, el rol forma parte de la definición del sujeto, de quien es quien, así como, por sus prescripciones, del espacio de posibles en la producción de las prácticas. En otros términos, en este tipo de asociaciones no podría ignorarse la posible incidencia del rol en las opciones que realiza el sujeto.

    Adoptar el punto de vista según el cual los términos son definidos relacionalmente no implica afirmar que el análisis se centra, o incluso se reduce, a las relaciones, como sería en el caso de la lengua en la que, siguiendo los términos de Saussure, solo hay diferencias sin términos positivos.²¹

    El análisis de redes, independientemente de la variedad de tradiciones existentes²², reúne ciertas características comunes como la de priorizar el análisis de los vínculos y las relaciones entre las unidades para explicar las prácticas, sin prestar mayor atención a los atributos de los actores.²³ B. Wellman señala como una de las cinco características paradigmáticas del análisis estructural de redes el hecho de que se centra en las relaciones entre unidades, y no en la clasificación de las unidades en categorías definidas por atributos internos (o esencias) de dichas unidades.²⁴ Se asigna un lugar secundario, o incluso se excluye del análisis, toda unidad o agente (individual o colectivo) en cuanto definido por propiedades o atributos que tengan alguna existencia independiente de la red de relaciones considerada. Más aún, se percibe una dificultad manifiesta en la concepción del agente social en términos que no sean los de individuo o categoría. La unidad de análisis no son los individuos y sus relaciones sino las relaciones.²⁵

    La posición, a la que el análisis de redes asigna especial importancia, es definida desde las relaciones como "localización [del actor] dentro de una red cualquiera"; se hablará, entonces, de posiciones centrales o periféricas, por ejemplo²⁶; o de posiciones estructuralmente equivalentes cuando las relaciones respectivas son idénticas; en este caso, las posiciones son básicamente los roles.²⁷ No tendría incidencia en la definición de la posición, del agente y, por lo mismo, en el modo como se establecen las relaciones, la mayor o menor apropiación (control) por parte de los agentes de recursos socialmente considerados valiosos, sino más bien las propiedades de los vínculos que unen los puntos de la red. Es como si, en la definición de la posición, se estuviesen ignorando dos dimensiones íntimamente relacionadas e interdependientes en cada red o sistema de relaciones: las propiedades y recursos del agente por una parte (económicos, conocimientos, autoridad…), y la atribución social de valor (variable en tiempo y espacios) a los mismos, por otra.

    Podríamos preguntarnos qué muestran y a qué permiten tener acceso las propiedades empíricamente comprobadas de los vínculos en una red. Estas pueden contribuir, como opción de método, a identificar ciertas dimensiones de la posición social del agente y de su propia capacidad diferenciada de relación, fundamentales para la explicación de las prácticas, pero no las constituyen por sí solas en cuanto tales. Más precisamente, no identifican los recursos que, según la especificidad de cada red y el valor social atribuido en ella a los mismos, participan en la constitución de las posiciones y los agentes. Las características de los vínculos pueden mostrar el reconocimiento diferenciado que se les asigna, pero son insuficientes para definirlos.

    El capital simbólico, forma que revisten las diferentes especies de capital cuando son percibidas y reconocidas como legítimas²⁸, no es eficiente por sí mismo, pero, al otorgar existencia social a los otros recursos que definen la posición y el agente, pasa a ser parte constitutiva de los mismos. En este sentido podemos afirmar que el poder, en cuanto capacidad diferenciada de relación y posibilidad (oportunidad) de acceso a beneficios y recursos valiosos, es función de la posición, pero no en cuanto definida, como en la teoría de redes, sólo por la red²⁹ o, más específicamente, desde las pautas (patterns) de relaciones que son relevadas empíricamente a partir de regularidades en los comportamientos.³⁰

    N. Luhmann, por su parte, asigna a los sistemas la función de concebir y reducir la complejidad. Sirven para mediar entre la máxima complejidad del universo y la muy escasa capacidad del hombre –apenas mejorables por razones antropológicas– para la elaboración de las vivencias.³¹

    La reducción de la complejidad y fijación de los límites de los sistemas sociales se opera mediante la delimitación de sentidos, que constituyen una selección de posibilidades y alternativas y, por lo mismo, una orientación y reducción de las decisiones individuales. Una función similar le asigna T. Parsons, según señalábamos antes, al rol como delimitación de las alternativas de acción, sector organizado de la orientación de un actor que constituye y define su participación en un proceso interactivo.³²

    Los sistemas sociales, entendidos como proyectos de sentido, como procesos de comunicación y decisión, no están compuestos, sin embargo, de seres humanos sino de comunicación. Los individuos, como sistema psíquico diferente del social son, para Luhmann, el entorno de la sociedad, no componentes de la misma, afirma Ignacio Izuzquiza en la introducción a Sistema y Sociedad: la ambición de la teoría.³³ La teoría de sistemas […] no deja lugar para el concepto de sujeto, dice Luhmann.³⁴ Los tres sistemas (orgánico, psíquico y social) son sistemas autopoiéticos operativamente cerrados, que se presuponen e irritan mutuamente, pero que no pueden determinarse unos a otros.³⁵ Luhmann distingue,

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