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Manual de corrección de textos: Técnicas, consejos y apuntes de clases
Manual de corrección de textos: Técnicas, consejos y apuntes de clases
Manual de corrección de textos: Técnicas, consejos y apuntes de clases
Libro electrónico315 páginas3 horas

Manual de corrección de textos: Técnicas, consejos y apuntes de clases

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Este es un manual para correctores y para quienes deseen saber sobre la corrección e iniciarse en un largo camino de aprendizaje, y es también una fuente de consulta para el lector ávido de conocimientos lingüisticos. Está organizado en dos partes: la primera recoge en orden alfabético nociones, temas, definiciones, con ejemplos y recomendaciones;
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2021
ISBN9786124434020
Manual de corrección de textos: Técnicas, consejos y apuntes de clases
Autor

Sofía Rodríguez

Estudió lingüistica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde joven se sintió atraída por el mundo editorial y encontró en la corrección de textos la oportunidad de ejercer un oficio que le permitiera contribuir a la publicación de textos de calidad. Trabajó en el diario El Comercio, de 1997 a 2010, como correctora de planta; fue jefa de corrección en la Editorial Letras e Imágenes, el 2011 y 2012; actualmente, corrige de modo independiente, capacita en redacción y ortografía en instituciones públicas y privadas, y escribe manuales de estilo. Ha sido docente en las universidades Cayetano Heredia y San Martín de Porres, y expositora en congresos nacionales e internacionales de corrección. El 2010, junto con otras diez personas, fundó la Asociación de Correctores de Textos del Perú, Ascot Perú, institución que promueve la revaloración de la corrección como oficio y se ha propuesto lograr la profesionalización de los correctores peruanos.

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    Muy buena guía para los correctores, especialmente para los de Perú.

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Manual de corrección de textos - Sofía Rodríguez

Primera parte

Técnicas y apuntes de clases

A

Ambigüedad

El tratamiento de un texto implica detectar, además de varios aspectos de orden gráfico y gramatical, situaciones que generen problemas de tipo léxico-semántico. La ambigüedad es uno de esos puntos en los que hay que concentrarse al leer y corregir, con el fin de evitar distorsiones innecesarias. El contexto es clave, pues una información puede ser ambigua en un contexto, pero muy clara en otro.

La ambigüedad recibe el nombre de anfibología. Los ejemplos típicos son los siguientes:

–El perro del policía me atacó.

–Compró plátanos para los niños maduros.

Como se observa, se debe estar alerta para advertir dobles interpretaciones. La ambigüedad puede ser sintáctica o léxica. Esta última ocurre al elegir una palabra polisémica u homónima, de modo que se producen dos o más posibilidades significativas en un mismo contexto. Según Gómez Torrego (2009, p. 381), la expresión «tengo clases» puede entenderse como recibir clases o impartir clases; asimismo, el autor afirma que es más peligrosa la ambigüedad sintáctica, que se da cuando se colocan los elementos del enunciado de modo defectuoso o debido a lo que llama «polivalencia funcional de algunos de sus componentes». Reproduzco dos de sus ejemplos (p. 382):

–Llaman al hijo de un compañero cobarde. (¿Es cobarde el compañero?, ¿llaman cobarde al hijo?)

–Compré un diccionario de uso académico. (¿Es académico el uso o el diccionario?)

Un texto es ambiguo si es posible interpretarlo de dos o más formas. Se espera que, con la corrección, los dos o más significados se reduzcan a uno. Ello es posible si se pone atención a lo que se lee; solo así se detecta el problema, que generalmente pasa inadvertido para quien escribe.

Carneiro (2014, p. 180) sugiere revisar cuidadosamente el significado de lo escrito; aconseja «leer el texto desde la perspectiva del receptor». Es la única manera de detectar ambigüedades, pues, por su familiaridad con el texto, el autor puede dejar pasar este tipo de fallas.

Además del impersonal se, que causa ambigüedad (como en Se regalará lo que no se venda al mejor postor, ¿lo regalarán al mejor postor?), los pronombres relativos y los pronombres personales pueden generar ambigüedades si remiten a un elemento previamente citado en el texto (como en Mario y Juan llevaron a su hijo al pediatra, ¿el hijo es de ambos o solo de Juan?).

Otros elementos que pueden generar ambigüedades son el gerundio en la oración subordinada, porque no es posible saber a qué sujeto se refiere una oración como Me encontré con tu amigo entrando al médico (Instituto Cervantes, 2013, p. 358); y los posesivos su, sus, cuyo(s), cuya(s). Ejemplo de Gómez Torrego (2009, p. 383):

–Mi hermana me presentó a su novio y le di un gran abrazo (¿a quién?)

a) Mi hermana, a quien di un abrazo, me presentó a su novio.

b) Mi hermana me presentó a su novio, al que di un abrazo.

Para lograr la claridad, quien corrige deberá evaluar si cambiar la puntuación ayudará a desambiguar. Otras veces, probará una nueva redacción; pero debe recordar que la decisión final de cómo quedará la oración o el párrafo ambiguos la tomará el autor o, en su ausencia, el editor.

Área

De pequeña pensaba que la palabra área era de género masculino porque me corregían cuando escribía la área. El problema era que no me explicaban por qué debía cambiar el artículo la por el.

Ocurre que esta palabra comienza con a tónica, es decir, una a que recibe la mayor fuerza de voz y que no necesariamente lleva tilde. Otras palabras que comienzan con a tónica son alma, ánfora, ave, arma, ancla, hada, y son de género femenino también.

Esta característica motiva el cambio del artículo la por la forma el: en vez de *la área, el área (RAE, 2005). Algunas precisiones:

1. Área es de género femenino. Por ello se escribe: Ella dice que el área es muy pequeña (*El área es muy pequeño).

2. La norma se extiende a los artículos indeterminados. Por eso se escribe un arma, un ave, un alma . Diferentes son esa hacha (*ese hacha), toda el área (*todo el área).

3. No aplica la norma cuando estos sustantivos femeninos especiales están en plural. Se escribe las áreas (*los áreas), las aguas (*los aguas).

4. No aplica cuando entre la palabra con a tónica y el artículo hay otra palabra; ejemplos: la pequeña área, la horrible ancla (*el pequeña área, *el horrible ancla).

Este verano, al cierre de esta edición, me llegó un hermoso libro de Fernando A. Navarro, a quien cito (2015, pp. 80-81) para finalizar la entrada:

En segundo lugar, no debemos olvidar nunca que estas palabras ¡siguen siendo femeninas! Es más, los artículos singulares ‘el’ y ‘un’ que anteponemos a estos sustantivos femeninos no son masculinos, como generalmente se cree, sino una forma apocopada de los artículos femeninos ‘ela’ (del castellano antiguo) y ‘una’, que ante a tónica eliden su a final: «el’agua», «un’agua». Son gramaticalmente defectuosas, pues, las construcciones del tipo de *una asa estrangulado* (la forma correcta es «un asa estrangulada»), *el área cutáneo* (la forma correcta es «el área cutánea») y también, claro está, *el asma crónico* (la forma correcta es «el asma crónica»).

Arrancar

Leer textos ajenos es una labor que brinda muchas satisfacciones; una de ellas es ver el trabajo terminado, el texto publicado y bien escrito. Creo que la belleza de un texto radica en que, además de estar libre de errores ortográficos o gramaticales, pueda comunicar mensajes claros. Por eso, quienes escriben y quienes corrigen deben prepararse y seguir estudiando.

Un texto es rico cuando tiene variedad léxica. Por esa razón, los correctores nos preocupamos por buscar el término adecuado, evitar las repeticiones, incluso pasamos horas buscando la palabra precisa, el término exacto.

Muchas personas ignoran, por ejemplo, el significado real del verbo trasuntar, pero ello no les impide usarlo en cualquier contexto, siguiendo el modelo de otros escribientes que ignoran que equivale a copiar un texto, compendiar, epilogar. Otras personas confunden irrogar con arrogar.

Un caso peculiar es el verbo arrancar. No hay diario que no lo use frecuentemente en sus titulares:

–Arrancan Juegos Bolivarianos.

–Arrancaron pases a retiro en las FF . AA .

Es natural que las palabras adquieran significados nuevos o pierdan otros. Ocurre con el verbo arrancar que, con múltiples acepciones como sacar de raíz, conseguir algo, quitar con violencia, entre otras, ha pasado a significar empezar, iniciar, comenzar, inaugurar, surgir, aparecer, originar, nacer, emprender, presumiblemente a partir de la acepción iniciar una máquina su funcionamiento.

Siempre recomiendo usar otros verbos para matizar los textos. Recordemos que las clases comienzan, los partidos de fútbol empiezan, los congresos se inauguran, las elecciones se inician, los problemas surgen. No todo tiene que arrancar.

Asolar

Muchas veces las oraciones que aparecen publicadas en internet nos resultan tan extrañas que parecen erradas. A propósito, hace unos meses una persona me preguntó por qué en algunos diarios escriben el clima asuela y, en otros, el clima asola.

En los idiomas hay palabras que se utilizan con más frecuencia que otras; por ello es natural que algunas resulten ajenas para el común de los lectores, como el verbo asolar. Este es especial, pues existen asolar 1 y asolar 2, con significados diferentes y, hasta hace poco, con conjugaciones distintas:

Asolar 1 significa arruinar, arrasar, destruir.

Asolar 2 significa calentar, secar, solearse.

En el diccionario actual de la RAE y la ASALE, asolar 1 figura con dos conjugaciones, una regular y otra irregular:

asuelo o asolo

asuelas o asolas / asolás

asuela o asola

asolamos

asuelan o asolan / asoláis

asuelan o asolan

Antes de la publicación del DLE, los correctores debíamos observar en los textos la conjugación de asolar 1, que era únicamente según el modelo del verbo contar. Ahora no. A propósito, la pregunta que me hicieron es interesante, pues se comprueba que la disparidad confunde al lector; precisamente, esto es lo que un trabajo profesional de corrección evita, ya que el lector es prioridad.

Los diarios y las editoriales deberían optar por una de las conjugaciones, registrarla en sus manuales de estilo y usarla de modo coherente. Siempre habrá diferencia entre un diario y otro, o entre una editorial y otra, mas ello no debe ser un problema, como no lo es que algunos escojan período y otros, periodo.

Ejemplos con asolar 1 (válidas ambas conjugaciones):

–La epidemia de influenza que asuela (asola) el planeta sigue imparable.

–El gobenador de California declaró el estado de emergencia como consecuencia de cuatro incendios que asuelan (asolan) el sur del estado.

–Una gran tormenta asuela (asola) los Estados Unidos.

Ejemplos con asolar 2:

–El calor asola los sembríos.

–En las tierras asoladas no crecía ni pasto.

Autopublicación

«Escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo», dicho popular que muchos se toman en serio, sobre todo aquello de escribir un libro. Y qué bueno que así sea. Pero para escribir un libro y publicarlo, como se debe, hay que recorrer un largo camino. ¿Es posible que un texto se publique sin control de calidad?

En el Perú, como en otros países, hay mucha gente que escribe, luego busca una imprenta y ¡listo! No importan la calidad de los textos ni la gramática ni la ortografía, solo el papel o el tamaño de la letra o la foto de la portada. El deseo de quienes ejercemos una profesión ligada al mundo editorial es que alguna vez todas las publicaciones cumplan un requisito importante: que un editor las edite y un corrector las corrija. Tomo prestadas estas palabras del escritor Antonio Muñoz Molina (28 de febrero de 2013):

Por mucho que revise, el autor tiene demasiada familiaridad con lo que ha escrito, y quizás un principio de aburrimiento instintivo. Escribir es dejarse llevar y revisar después, y repasar mucho, pero hacen falta ojos atentos y expertos que vigilen lo escrito en batidas sucesivas.

Toda persona que escribe requiere un auxilio, un par de ojos que detecten los gazapos. Nadie se libra de este requisito, ni siquiera los correctores, pues, claro, los que corregimos no somos perfectos, tampoco máquinas. Carmen Martínez (11 de enero de 2016) nos lo recuerda: «Esta es una profesión de mucha paja en el ojo ajeno, aunque a menudo las vigas en el propio no hagan daño». En suma, quien escribe está tan identificado con su producto, que no verá —no porque no quiera— sus fallas y leerá como buenas sus estructuras fallidas.

C

Cerca de ti

Tan pegajoso eslogan y tan ricos helados no se pueden olvidar. Con nuevos sabores y presentaciones, la publicidad aún recurre a los carritos amarillos, el heladero, la corneta y la frase «Cerca de ti». Hicieron bien, pues el régimen exige cerca de, no cerca a. Presumo que la falla surge al confundir el uso del adverbio cerca con el del adjetivo cercano (próximo, inmediato), el cual sí acepta la preposición a:

–Hay una pizzería cerca de mi casa.

–Hay una pizzería cercana a mi casa.

–*Hay una pizzería cerca a mi casa.

–*Hay una pizzería cercana de mi casa.

Así como no se acepta cerca a en la escritura formal, tampoco cerca mío, cerca suyo, encima mío, delante tuyo, detrás suyo:

–*Juan estaba cerca tuyo y no lo viste.

–*Un perro se cayó encima mío .

–*La besó delante mío .

–*Juan estaba detrás suyo .

Cifras y cálculos numéricos

«Los números son la maldición de los periódicos», me dijo Eduardo Carbajal al entrevistarme aquel día de 1997, cuando postulaba a una plaza en El Comercio. Pasados los años, he confirmado que se trata de un grave problema y no solo de los diarios. Por mi trabajo, he podido coleccionar una serie de increíbles equivocaciones ortográfícas de numerales y de números, así como errores en operaciones y cálculos matemáticos. La confusión abarca errores en las dimensiones, unidades de medida e incluso resultados inexistentes. Dicen que los profesionales de las letras no se llevan bien con las matemáticas, yo creo que es solo un pretexto para el descuido.

Quien redacta debe revisar, cotejar, comprobar los datos, incluidos los numerales, números cardinales, ordinales, partitivos, decimales, romanos; monedas, la hora, unidades de medida, dimensiones; también las conversiones y comparaciones. El auxilio, es decir el corrector, no puede ignorar esos aspectos.

A su vez, el corrector tiene que ser exhaustivo: revisar las cifras, cotejar, preguntar y repreguntar. Hay que comprobar que el texto tenga sentido, que las cifras sean un apoyo y no se conviertan, al contrario, en su perdición. Una vez me tocó revisar un artículo hermoso sobre el auge del guano en el Perú, casi no tenía errores; la construcción era adecuada. Sin embargo, en un párrafo sobre la llegada de los japoneses al Perú, el autor afirmaba que la inmigración había empezado hacía cien años, en otro refería que arribaron en 1799. Una simple resta evidenció el error: los primeros japoneses que llegaron al Perú lo hicieron en abril de 1899, fecha que comprobé en la bibliografía del propio

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