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Manual básico de redacción: La página en blanco
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Manual básico de redacción: La página en blanco
Libro electrónico84 páginas54 minutos

Manual básico de redacción: La página en blanco

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Este libro es más que una manual de redacción, pues este va desde el verdadero principio donde uno se debe colocar para comenzar a escribir: la página en blanco. Este libro nos eneseñará a vencerla y a plasmar sobre ella lo que queremos transmitir. Pues el ejercicio de escribir va más allá de las normas, va hacia la transaparencia del mensaje, haci
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2021
ISBN9786124434037
Manual básico de redacción: La página en blanco
Autor

Luis Miguel Espejo

Luis Miguel Espejo estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y se inició en labores editoriales y docentes cuando aún era estudiante. Como profesional, ha laborado en empresas privadas, agencias de cooperación y en el Estado. Actualmente es profesor, editor, redactor y traductor independiente, estudiante de ecología y normalmente prefiere moverse en bicicleta por la ciudad. También ha publicado colecciones de cuentos infantiles bajo su seudónimo, «Adelfonsu». El lenguaje, para él, es un reflejo de la mente individual y de la mentalidad colectiva de la sociedad.

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    Manual básico de redacción - Luis Miguel Espejo

    Liberar al David

    El David nació como resultado de dos movimientos de Miguel Ángel: su imaginación y su laboriosidad. Y, en cierto sentido, así funciona la redacción. Una frase particular de este genio toscano resume mi aproximación personal a la redacción: «Todo bloque de piedra tiene una estatua en su interior, y es tarea de los escultores sacarla a la luz» (la traducción es aproximada). Análogamente, la página en blanco que enfrentamos los escribientes a la hora de redactar es, en buena cuenta, una enorme pieza de mármol aún por trabajar. Las palabras están allí, en esa página en blanco, esperando ser develadas por medio de nuestro trabajo y nuestra imaginación.

    También se le atribuye otra frase más elocuente y poderosa sobre su labor escultórica: «Ves un bloque, piensa en la imagen: la imagen está dentro, solo basta con retirar lo que sobra». En este caso, la motivación de Miguel Ángel era el descubrimiento —en el sentido de develar— del personaje, la liberación de esa «prisión» de piedra.

    Nosotros, al redactar, hacemos algo parecido. Descubrimos ante nuestros ojos y los ojos de los demás las palabras que estaban esperando poblar el espacio blanco y mudo de las páginas.

    Pero la redacción obedece siempre a un plan, y así como Miguel Ángel dio numerosas vueltas alrededor de los bloques de mármol durante semanas antes de decidir dónde estaban sus personajes, nosotros también debemos pasar un tiempo adecuado antes de empezar a escribir.

    Toda persona tiene la capacidad de expresarse por escrito, y existen diversos formatos para hacerlo, según las necesidades comunicativas: cartas, informes, tesis de investigación, artículos de opinión, memorias, narrativa, correos electrónicos, chats y hasta memes… La palabra escrita puede asumir una amplia variedad de formas que satisfagan plenamente las necesidades de sus autores.

    Convertirnos en buenos escribientes exige mucha práctica y una indispensable capacidad de observación atenta. La práctica nos ayuda a mejorar nuestro estilo y, además, da pie a cometer un sinfín de fallos y errores que, gracias a nuestra lectura atenta y crítica, se convertirán en nuestros maestros personales. Por tanto, la lectura atenta de textos (de diferentes calidades) debe ser una compañera obligada para mejorar nuestras producciones escritas constantemente.

    Este manual se presenta como una guía práctica para iniciarnos en las sendas de la escritura formal, académica y tradicional. La intención y propuesta de esta guía es animarlos a ustedes, estimados escribientes, a perder el miedo a esa página en blanco que —como veremos— solo espera que empecemos a darle la forma definitiva que tiene en potencia, tal como el enorme bloque de mármol donde el David yacía paciente esperando la industria de Miguel Ángel.

    Bienvenido, estimado escribiente, a este manual básico de redacción. Liberemos a nuestros futuros «davides».

    Mi experiencia como profe

    La primera vez que tuve que hablar sobre algo que ya sabía, y donde me pagarían por hacerlo, tenía 20 años y muchos rulos. Hoy tengo bastantes menos rulos y sí, muchos años más. Pero entre esas primeras clases (de literatura, lengua, comprensión de lecturas) y este opúsculo dedicado a la redacción, he experimentado algunas «revelaciones» que me han acompañado en diferentes campos del desarrollo editorial: corrección de textos, revisión de pruebas de impresión, investigación y redacción, traducciones y hasta creación de cuentos infantiles.

    La redacción tiene una magia especial (y a la vez, una maldición congénita) que comparte con otras producciones humanas. Al igual que en las artes plásticas o la música, con la redacción logramos registrar un sinfín de variedades de mensajes para la posteridad, desde confesiones personales y sátira política hasta manifiestos revolucionarios y recetas de repostería. Todo lo que escribimos tiene intención de trascendencia. Puede ser un efímero grafiti, una carta de amor adolescente, un epitafio sobre el mármol… La palabra escrita registra ideas, y en ese sentido, es inmortal. Por lo mismo, cualquier opinión escrita con buenas o malas intenciones, perdurará.

    Al contrario, sin la escritura, los mensajes de antaño habrían sufrido tal monumental «teléfono malogrado» que hoy estaríamos más a merced de la memoria de unos pocos y de sus interpretaciones personales, sesgadas o incompletas.

    Pero esta magia de la redacción, que se tutea con la eternidad, conlleva un costo adicional que puede condenar o desterrar de la historia a sus creadores en la memoria colectiva. Una vez que hemos redactado algo, la palabra escrita se queda quieta,

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