Los hijos de Mathnnow
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SINOPSIS:
Un niño marcado por el misterio de su nacimiento forjará, con el paso de los años, armas mágicas con el negro metal de una estrella caída del cielo, armas que unidas a un insólito viaje al otro mundo, marcarán el trágico destino de los hijos de Mathnnow. Una navegación imposible hasta los confines del océano supondrá su legendaria redención.
Vidas que se entretejen en una historia donde el protagonismo de la naturaleza y de lo onírico nos remite sin duda a la mitología celta y su mundo de leyendas.
CRÍTICAS:
•«La voz narradora, a través de un vocabulario muy cuidado, nos convierte en oyentes de una historia de los tiempos antiguos, plagado de gestas heroicas y magia, pero con unos protagonistas muy humanos» (blog ‘Reino de la Luna Nueva’).
•«Sencilla y primorosamente elaborada novela corta que podría hundir sus raíces en la mitología celta-nórdica» (blog ‘Las tierras de Prydain’).
Pablo Solares Villar
Pablo Solares Villar, nacido en Llanes (Asturias) en 1976, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Oviedo.Como autor de literatura fantástica ha participado en varias antologías colectivas de relato y microrrelato ('III Ovelles Elèctriques', 'La parca de Venus y otros cuentos'), y ha colaborado en publicaciones digitales, de género fantástico y literarias en general ('NM, la nueva literatura fantástica hispanoamericana', ‘Alfa Eridiani, revista de ciencia ficción’, 'miNatura, la revista de lo breve y lo fantástico', 'Felechos y cotolles'). Así mismo ha participado en dos antologías colectivas de relato erótico ('Relatos fotoeróticos' y 'Voyeur'), de Ediciones Irreverentes.En diversas plataformas digitales ha publicado 'Los hijos de Mathnnow', novela breve de fantasía épica que también cuenta con dos ediciones impresas, y los relatos largos ‘Noche de equinoccio en el dolmen del tejedal’, de fantasía oscura, y ‘El gramo inagotable’, a caballo entre la ciencia ficción y el fantástico.En internet navega al timón del blog ‘Eritis sicut Dii’, donde también publica ocasionalmente relatos y microrrelatos.
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Los hijos de Mathnnow - Pablo Solares Villar
Nota a la segunda edición.
Tras la publicación de la primera edición de ‘Los hijos de Mathnnow’, más de un lector me hizo llegar el comentario de que consideraba muy difíciles de pronunciar los nombres de los personajes, aun a pesar de compartir conmigo la importancia que cobran en la ambientación del relato. Esta sensación se palia en buena medida siguiendo las siguientes y sencillas normas de cara a la pronunciación:
Tanto ‘y’ como ‘w’ tienen siempre valor semivocálico, similar hasta cierto punto al sonido en castellano de la ‘i’ y de la ‘u’, respectivamente.
Una letra doble, sea vocal o consonante, indica que su pronunciación es alargada, frente a la pronunciación breve, y habitual, del signo sencillo. La única excepción es el dígrafo ‘Ll’ en inicio de palabra, que se pronuncia de forma análoga al castellano.
En todo caso la presente edición incluye un apéndice al final del volumen que, a modo de glosario, recoge todos los nombres de los diversos personajes y lugares que aparecen en la novela.
Poco más que añadir por lo demás, amigo lector, ya que esta segunda edición de 'Los hijos de Mathnnow' es fiel reflejo de la primera, más allá de algún pequeño cambio de redacción en algún pasaje concreto y de la corrección de alguna errata.
Sobre Mathnnow y Llye Mwy Thunn
De Mathnnow, hijo de Eurstywnn, rey del silfforv de Cantriff, y de Llye Mwy Thunn, hija de Artywv, rey del silfforv de Qwayyff, las crónicas de Cantriff cuentan que se desposaron jóvenes, diecisiete años tenían ambos, y Mathnnow aún era príncipe primogénito. La boda se celebró en la corte de Issydw, en un hermoso día de mayo de hace ya muchos siglos, y a la ceremonia asistieron los reyes de los diecisiete silfforva de Antor, pues eran aquéllos tiempos de paz como no los conoce el mundo desde hace mucho tiempo.
La fiesta duró siete días y siete noches, del cuarto creciente a la luna llena, como se celebraban las bodas antaño, y hubo muchas canciones y mucha música, y comida, bebida y danzas y competiciones, y los más grandes bardos auguraron dichas innumerables a la joven pareja.
Ocho años después, Eurstywnn, hijo de Analil, fue vencido por la enfermedad, y Mathnnow, su hijo primogénito, fue coronado rey de Cantriff. Poco más cuentan las crónicas del silfforv de Cantriff sobre Mathnnow y Llye Mwy Thunn, salvo que tres fueron sus hijos, Llywgh, Gwynddev y Ghyttawm, y que el reinado de Mathnnow fue largo y próspero.
Mas las historias de los hijos de Mathnnow, plenas de dichas y de desgracias, puedo narrarlas con detalle, pues los dioses –que nunca dejen de alumbrarnos– las han introducido en mis sueños, y tantas veces y tan vívidamente y tan hermosas, que he consagrado mi vida a contarlas una y otra vez, pues ése es, sin duda, el destino que Ellos me han encomendado.
Gwynddev, hijo de Mathnnow
Mathnnow, hijo de Eurstywnn, rey del silfforv de Cantriff, desposó a Llye Mwy Thunn, hija de Artywv, rey del silfforv de Qwayyff, y ésta engendró a Gwynddev, hijo de Mathnnow. Gwynddev creció fuerte y robusto, y a la edad de un año semejaba un niño de dos, y a la edad de dos años semejaba ya cuatro, y a la edad de cinco semejaba diez, y a la edad de siete semejaba trece y montaba con Mathnnow, hijo de Eurstywnn, cuando vigilaba las marcas que separaban el silfforv de Cantriff y el de Than Dy Tuann, uno de los tres grandes reinos de Antor.
A la edad de dieciséis años sus brazos eran robustos y bello su rostro, y sus largos cabellos caían por su espalda como ala de cuervo.
Vigilando un día las marcas de Than Dy Tuann, vio en la lejanía una hueste de hombres sobre la colina de Gwyythech, a la que hoy llaman Lamento de Gwynddev. Volvió raudo a la corte de Issydw en Cantriff y le dijo a Mathnnow, hijo de Eurstywnn:
—Padre amado, sobre la colina de Gwyythech hay una hueste de soldados a caballo.
—Por los dioses que nos alumbran, Gwynddev, vuelve a la colina de Gwyythech y pregunta al nyuch de los soldados qué buscan en las marcas.
—Sea como tú dices —contestó Gwynddev. Y raudo como el halcón volvió hasta las marcas de Than Dy Tuann, pero a nadie vio ya sobre la colina de Gwyythech.
Regresó a la corte cuando ya se ponía el sol. Al día siguiente, al alba, montó nuevamente en su negro corcel y se dirigió a las marcas de Than Dy Tuann, pues ésta es la misión del hijo de un rey hasta que desposa a una mujer. Y pasada la mitad de su jornada divisó la colina de Gwyythech, y en la cima vio a un grupo de bardos que se apoyaban en varas de roble, y entre todos ellos sobresalía uno de blanca barba que llevaba una vara de avellano.
Azuzando al caballo volvió a la corte y le dijo a Mathnnow, hijo de Eurstywnn:
—Padre amado, esto es lo que he visto —y le contó todo.
—Por el águila que vigila la sagrada montaña, ve raudo a la colina junto al vado de Gwardion y pregúntale al bardo que lleve vara de avellano cuáles son sus intenciones al venir al país de Cantriff, e invítales a pasar la noche en nuestra corte de Issydw si así lo desean.
—Sea como tú dices, padre.
Y Gwynddev, hijo de Mathnnow, partió veloz hacia la colina de Gwyythech, mas no encontró ya la compañía de bardos.
Al día siguiente comenzó de nuevo su vigilancia de las marcas, y a mediodía divisó a una doncella vestida con una refulgente cota de mallas sobre la colina de Gwyythech. Viéndola, Gwynddev decidió acercarse a la colina sin pedir consejo en la corte, no fuera que la doncella desapareciese igual que lo habían hecho los soldados y los bardos.
Dirigiendo el corcel hacia donde se encontraba la dama, aceleró su paso, mas cuando subía ya por la ladera, la doncella comenzó a caminar, y entonces Gwynddev la llamó.
—Señora, por los dioses que nos alumbran, deteneos.
Mas ella no detuvo su paso, y cuando Gwynddev llegó a la cima de la colina vio a la dama –cuya cota reflejaba la luz del sol cegando los ojos de tanto brillo– acercándose al vado de Gwardion, que es la novena de las marcas entre Cantriff y Than Dy Tuann.
—Esperadme señora, por la luz que nos alumbra —volvió a gritar Gwynddev.
Mas ella no se detuvo, y cuando pisó las aguas del vado se desvaneció en el aire.
Cabalgó raudo Gwynddev colina abajo, y llegado al vado desmontó, mas entonces llegó por arte de magia una negra nube que se arrastraba por el suelo proveniente de Than Dy Tuann. La nube lo cubrió, y tan espesa era su oscuridad que no llegaba a ver su mano. Cuando se desvaneció la nube, se encontraba en el borde de un alto acantilado donde rugía el mar, y volviéndose vio un castillo de oro que refulgía sobre una