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El Bosque Cambiante (Los Siete Reinos Mágicos no 1)
El Bosque Cambiante (Los Siete Reinos Mágicos no 1)
El Bosque Cambiante (Los Siete Reinos Mágicos no 1)
Libro electrónico322 páginas4 horas

El Bosque Cambiante (Los Siete Reinos Mágicos no 1)

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Información de este libro electrónico

Antiares, el personaje central, inicia una travesía en la búsqueda de sí mismo, encontrando a cada paso increíbles habilidades que le darán el poder para dominar la esencia de los elementos de la naturaleza, obteniendo así el tesoro de la magia para salvar del peligro a los reinos creados por los guardianes de la magia.
Su viaje a través de los Siete Reinos Mágicos promete estar lleno de aventuras, criaturas mágicas, nuevos amigos que serán su apoyo y poderosos enemigos empeñados en destruirlo todo.
A cada paso Antiares enfrenta peligros y dudas, arriesgándose ante escenarios y personajes sobrenaturales, pero la búsqueda de la verdad sobre su existencia será el motor que conduzca su camino.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 mar 2016
ISBN9789968479684
El Bosque Cambiante (Los Siete Reinos Mágicos no 1)
Autor

Yeison Montero

Yeison Montero, de nacionalidad costarricense, nos asegura tener en su pensamiento la historia de “Los Siete Reinos Mágicos” desde muy corta edad; es ahora, varios años después, que por fin decide publicarla y compartirla con el mundo.De naturaleza meticulosa e intelecto perspicaz, busca las manifestaciones más sutiles de lo sobrenatural para plasmarlo en un cuento mágico lleno de personajes fascinantes y carismáticos entrelazados con un sinfín de memorables aventuras que nos hacen viajar entre la magia y la realidad difuminando suavemente sus límites.Yeison logra otorgar carácter propio a estos escenarios, llenándolos de detalles y sensibilizando con su narración hacia una emoción instintiva que permanecerá en la memoria de sus lectores.Invitamos al lector a viajar en el relato de este joven autor, y descubrir los destellos y tinieblas que enmarcan sus increíbles aventuras.

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    Vista previa del libro

    El Bosque Cambiante (Los Siete Reinos Mágicos no 1) - Yeison Montero

    Índice

    Índice

    Dedicatoria

    Epígrafe

    I Orígenes

    II La misteriosa caja de madera

    III Revelaciones

    IV Riveralda

    V Un adiós sin despedida

    VI Flores y Pescado

    VII La Señora del Reino Mágico del Bosque

    VIII El Claro de los Nogales

    IX Pensamientos de la suerte

    X Lágrimas de banshee

    XI La neblina púrpura

    XII Los elementos

    XIII Admapus Turquí

    XIV Despertando a la realidad

    XV El Bosque Cambiante

    XVI El Octavo Señor

    XVII Un rostro familiar

    Autor

    Redes Sociales

    Dedicatoria

    Para Francela, Luis, Heiner y Christian,

    por estar siempre para mí y brindarme todo su cariño y apoyo.

    Epígrafe

    «Para aquellos que creen vivir en un mundo que sólo busca la forma de enseñarnos verdades absolutas. Que creen que si hubiera más tolerancia, menos codicia y menos lucha de poder el mundo sería un mejor lugar para vivir.

    Para aquellos que creen en la magia, los dones que nos regala la vida y que el ser humano es capaz de evolucionar a un plano de existencia superior con un conocimiento más amplio del universo.

    Para aquellos que solo buscan escapar y despejar su mente con una historia fuera de este mundo».

    I Orígenes

    Acostada sobre su cama Surcana mantenía los ojos cerrados y lentamente el sueño se iba apoderando de todos sus sentidos, cuando escuchó en su mente la voz de la Guardiana Orquendra ya estaba completamente dormida.

    ―Tendrás el privilegio de soñar con algo que sucedió hace doce mil años, con esto queremos decirte que los guardianes no los hemos abandonado, aunque no nos hayan visto en largo tiempo.

    En la mente de Surcana apareció un recinto oscuro con piso y paredes de mármol, múltiples candelabros adornando el techo en forma de cúpula y estilizadas antorchas decorando la amplia circunferencia del lugar. A simple vista se podía notar el total abandono, las gruesas capas de polvo e innumerables telarañas eran prueba tangible de esto. No cabe duda, es evidente que nadie ha puesto un pie en ese lugar desde hace muchos años, incluso puede ser que nadie haya estado aquí en algunos siglos. Pensó.

    Hacia el fondo de la estancia apareció de pronto una pequeña luz con el color y el brillo de un diamante, se escuchó rebotar en las paredes el eco de un estornudo. La pequeña luz se paseó flotando alrededor de la sala alarmando un poco a los insectos que moraban el lugar, estornudó de nuevo y esta vez se quejó para sí misma:

    —Un par de siglos sin venir y todo está lleno de polvo.

    ―En realidad en treinta minutos se cumplen quinientos años ―agregó otra pequeña luz que brillaba con el color y la intensidad de un citrino.

    La primera luz no se mostró sorprendida de escuchar otra voz que le contestara, aparentemente esperaba compañía. Se acercó hacia el centro del lugar, dejó atrás su pequeña forma brillante y se transformó en una criatura con rasgos y delicadas formas femeninas. Lucía un largo vestido blanco bastante sencillo, con un ligero escote y un par de aberturas desde los talones hasta los muslos que dejaban ver el tono blanco de sus hermosas piernas. Su expresión era muy suave, apacible, serena; sus ojos de color celeste muy claro reflejaban calma y ternura. Sobre su cabeza, adornando su castaño y rizado cabello, se podía apreciar una tiara de plata que caía sobre su frente terminando con un pequeño y brillante diamante que colgaba a la altura de la separación de sus cejas. Era el único accesorio llamativo que vestía. Sin embargo, la simpleza de su largo atuendo solo servía para acentuar aún más las dos alas de color blanco que salían de su espalda, simulando la forma de las alas de una mariposa, pero terminadas en cuatro puntas, dos por encima de la cabeza y otras dos que casi rozaban el suelo a la altura de los tobillos. Sus alas eran más grandes incluso que su delicada figura, estaban rodeadas por un brillante resplandor y las plumas de las puntas eran de color plateado.

    ―Ha pasado mucho tiempo desde que nos reunimos la última vez hermano.

    La pequeña luz del color de un citrino se materializó sobre los fríos bloques de mármol que cubrían el suelo y en su lugar apareció una criatura con las facciones de un joven atlético de unos treinta años, musculoso, con la piel de color canela y el cabello oscuro que caía sobre sus hombros. Sus ojos de color café rojizo parecían furiosos, impredecibles, pero contenidos a la vez. Sin embargo, su expresión era alegre y divertida. Vestía un pantalón ceñido al cuerpo de color café con diferentes correas en colores tierra que se entrelazaban por sus piernas, llevaba el torso desnudo mostrando sus pectorales y abdomen marcados, también lucía un medallón y un brazalete en la mano derecha, ambos de plata y con incrustaciones de citrino.

    La criatura de las alas blancas estornudó de nuevo.

    ―Ayúdame a limpiar este lugar Borela, o tu alergia se volverá tan inmortal como tú.

    Con un solo movimiento de las alas de la criatura, la estancia quedó limpia y brillante, las gruesas capas de polvo desaparecieron, los insectos simplemente huyeron asustados, no quedó una solo telaraña, el mármol resplandecía como recién pulido y los candelabros y antorchas de plata relucían, la belleza del lugar quedó restablecida en unos cuantos segundos.

    ― ¿Por qué no le das un poco de vida a este sitio Quinciano? Aún lo encuentro muy vacío y algo deprimente.

    ―Antes nos hace falta un poco más de iluminación ―agregó una tercera luz de color intenso y con el brillo de un rubí que venía llegando.

    De la nueva luz salieron montones de llamitas de fuego disparadas en todas direcciones hacia los candelabros del techo y las antorchas de las paredes, dejando un ambiente bastante más acogedor y alegre.

    Luego la pequeña luz se transformó en un chico muy parecido a su hermano físicamente, pero su cabello de color castaño estaba bastante más despeinado, vestía un pantalón de cuero negro con una media falda en la parte de atrás que caía hasta el suelo, además, una camisa sin mangas y ceñida al cuerpo del mismo color y material, que dejaba ver sus fuertes brazos y el tono bronceado de su piel.

    ― ¿Por qué no traes ningún rubí encima Ismagor? ―preguntó Borela al recién llegado.

    ― ¿Acaso mi mirada no te parecen suficientemente intensa hermanita? ―le dijo dedicándole una mirada tierna y abriendo mucho sus ojos que brillaban con el intenso color rojo de un rubí, emitiendo una mezcla de euforia y pasión.

    Al ver que su hermana no devolvía la mirada tierna agregó:

    ―Sí que lo traigo hermanita, pero no todos somos como tú y Orquendra que sin importar lo que lleven puesto se les ve estupendo, me parece que el color rojo no me favorece mucho, así que uso una pulsera de plata con incrustaciones de rubí en mi pie izquierdo.

    Ismagor sonreía mientras levantaba un poco su pantalón para dejar a la vista la joya y Borela se mostró complacida, además, agregó que mientras llevará puesta una gema no le importaba donde se la pusiera. Así que Ismagor decidió cambiar de tema. Soltó varias preguntas a sus hermanos casi sin pausas y sin respirar:

    ― ¿Ya estamos listos para la fiesta? ¿Qué cuentan de los últimos quinientos años? ¿Alguna novedad? ¿Cuántos años es que cumplimos hoy? Igual no importa, sigo siendo el lindo de la familia.

    Sus dos hermanos rieron junto con él y lo abrazaron, les daba mucho gusto verlo después de tanto tiempo y mientras Borela intentaba acomodarle el cabello, él se escabullía para ver de cerca como Quinciano, con su habilidad para controlar la tierra, manipulaba el mármol del suelo para sacar una gran mesa redonda con seis sillas alrededor. También levantó unas enormes columnas hasta el techo, muchos maceteros y jardineras vacías que quedaron repartidas por el sitio.

    Su hermana le sugirió que explotara su creatividad y pusiera también una fuente en el lugar, de esa forma también tendrían el elemento del agua acompañándolos en la celebración.

    Del suelo emergió una pequeña fuente redonda con la escultura de dos manos semiabiertas que simulaban estar sosteniendo algo invisible en el centro. Mientras los últimos detalles y labrados de la fuente eran agregados, Ismagor rodeaba la figura de su hermana Borela apreciando el brillo de las alas y tocando una de las puntas de color plateado.

    ―Me gustan tus alas ―concluyó―. ¿Tú crees que me vería más sexy con unas?

    De su espalda brotaron unas enormes alas de dragón con afiladas puntas y las cuencas de sus ojos se hicieron redondas y profundas, aunque seguía conservando la expresión divertida y algo infantil.

    ― ¿Verdad que sí me veo sexy? ―afirmó―. Y son de color rojo como te gusta.

    Las carcajadas de sus dos hermanos y de otras dos luces, una de color zafiro y otra esmeralda, que venían acercándose resonaron en el amplio recinto.

    Dos nuevos hermanos se materializaron junto a ellos.

    La criatura que salió de la luz con el brillo color esmeralda era tan hermosa como su hermana. El verde de sus ojos reflejaba vida, su largo cabello rubio caía sobre la lisa piel de color blanco y rozaba los pequeños trozos de tela verde con bordes dorados que cubrían la mitad de sus pechos, llevaba la espalda y el abdomen descubiertos, bajo su cintura una larga falda de seda color verde olivo transparente mostraba la perfección de sus piernas y una sobrefalda del mismo material y con los mismos bordes dorados de su sostén la hacía lucir aún más ele- gante.

    ―Eres el murciélago más sexy que he visto ―acotó la hermana mientras empujaba su cabellera rubia hacia atrás y reía de nuevo.

    Los demás rieron también, incluso Ismagor, que se deshizo de sus alas al instante después de ver que no habían tenido la aceptación esperada. Luego volvió a resaltar que a sus hermanas todo les quedaba bien y que dejaría el asunto de las alas solo para Borela y la habilidad para combinar joyas en manos de Orquendra; señalando el collar, los dos pendientes de las orejas y el que colgaba de su ombligo, todos de plata y con relucientes esmeraldas incrustadas.

    El nombre de la criatura que salió de la pequeña luz con el brillo de un zafiro era Tésifon, apuesto y musculoso como sus hermanos, aunque un poco más serio y de piel pálida en extremo. Vestía con unas hombreras y brazaletes de plata con incrustaciones de zafiro, su torso desnudo, un pantalón de color azul marino y llevaba el cabello corto de color gris y peinado con algunos picos irregulares. Sus ojos de color zafiro mostraban tranquilidad y violencia a la vez, justo como las olas el mar lo hacen.

    ― ¡Bonito detalle el de la fuente!

    ―La acabo de mandar a construir especialmente para ti ―bromeó Borela―, estaba segura que te gustaría, así que a darle vida hermano.

    Tésifon hizo aparecer seis esferas de agua cristalina que se suspendieron en el aire y mandaron un chorro cada una hacia la escultura de las manos abiertas en forma de semicírculo.

    ― ¿Y supongo que los maceteros y jardineras los mandaste a construir para mi hermanita? ―comentó Orquendra sonriendo.

    ―No, esos los he mandado a construir yo ―se apresuró a decir Ismagor robándole el crédito a Quinciano, que solo sonreía dejando que sus hermanos se disputaran la elaboración de sus creaciones.

    Orquendra movió delicadamente sus manos y de los maceteros y jardineras empezaron a brotar plantas en múltiples tonos de verde y flores en una gran variedad de colores. Se emocionó tanto que el lugar parecía un invernadero, una enredadera se apodero de todo el borde de la fuente, pero se veía tan bonita que Quinciano no se quejó por la vegetación que cubría el labrado que él había diseñado. La escultura ahora rebosaba de vida, por lo que solo dio un gesto aprobatorio con la mirada, los demás también parecían estar complacidos con las mejoras al salón de fiestas. Sin embargo, Orquendra miraba todo con expresión pensativa.

    ―No sé, algo falta por acá.

    ―Un árbol de roble ―sugirió Borela―. Sé que te encantan.

    ― ¡Claro, eso es lo que nos falta!

    Sin prestar atención a Quinciano que se ofreció a remodelar un espacio para poder poner el árbol. El roble de Orquendra ya estaba abriéndose paso y despedazando con sus raíces una parte del piso de mármol del recinto.

    Viendo la cara de frustración que emergía de Quinciano, Ismagor le dio un par de palmaditas en la espalda y le explicó que de todos modos los robles nunca piden permiso antes de destruir el piso donde crecen y que, además, así le daba un toque más natural.

    ―Quedan solo un par de minutos ―comentó Tésifon―. ¿Dónde está Márveloc?

    ―Acá estoy.

    Una luz de color amarillo brillante como un circón habló y levitó hasta llegar al lugar donde se encontraban de pie sus cinco hermanos. Cuando la pequeña luz desapareció una figura de cabello rubio apareció con un aspecto mucho más humano y menos llamativo que el de sus hermanos, aunque eso no impedía que se notara el aire familiar, el colgante con un circón que traía alrededor del cuello resaltaba con sus ojos color miel, en los que se podía ver luz, claridad, transparencia y perseverancia. Su atuendo era una camiseta de manga larga con un pronunciado escote en uve que mostraba parte de la piel blanca de su pecho, la misma de color negro al igual que su ajustado pantalón.

    ―También he traído la comida para que no se quejen como la última vez ―dijo sonriente, mientras lo saludaban y abrazaban.

    Con un movimiento de su mano la mesa de mármol se llenó con deliciosos manjares, frutas, postres y bebidas. Los agradables aromas de la comida caliente comenzaron a llenar el lugar despertando en los presentes la necesidad de probar un poco de todo.

    Antes de comenzar el banquete Tésifon los llamó a que formaran un círculo alrededor de la fuente que había creado Quinciano, se colocaron cada uno frente a una de las esferas de agua y Orquendra les dedicó unas palabras:

    ―Hermanos acá estamos después de otros quinientos ciclos de vida, aún seguimos sin conocer nuestro origen, seguimos viviendo como formas de energía y luchando por dar un balance al universo, pero hoy es un día muy especial en el que debemos estar felices por estar juntos, de nuevo se reúnen en este salón los guardianes de la magia. La escultura de las manos en la fuente simboliza que aún con las múltiples formas y figuras que podemos adoptar seguimos siendo una unidad, seis partes de un mismo todo.

    Los hermanos tocaron con sus dedos índice las seis esferas de agua suspendidas en el aire y los chorros que iban hacia la escultura se tiñeron de los diferentes colores que los identificaban; la fuente empezó a llenarse y el agua a correr su ciclo; se desearon un feliz cumpleaños y se sentaron a disfrutar del banquete, beber, celebrar y ponerse al tanto de lo que habían hecho en los últimos quinientos ciclos.

    ―Márveloc creo que has pasado mucho tiempo en el planeta Tierra ―comentó Tésifon―, ya hasta te estás pareciendo a uno de ellos.

    Los demás asintieron entre pequeñas burlas y agregaron que teniendo todo un universo tan amplio para explorar debería aprovechar para ampliar sus horizontes, seguir el ejemplo de los otros cinco que saltaban de planeta en planeta descubriendo mundos nuevos llenos de maravillas.

    ―Los humanos se me hacen criaturas muy interesantes ―se defendió―. Son una especie muy joven comparada con tantas otras y ya han descubierto montones de cosas útiles para su sobrevivencia, además, están aprendiendo a construir megalíticos con ayuda de otros seres.

    ―Aún son criaturas salvajes sin evolución ―comentó Borela―. Son muy violentos y mueren con facilidad, les falta mucho por aprender, su camino a recorrer aún es muy largo.

    ―Como el de todas las especies del universo ―agregó Ismagor―. Pero ellos recién empiezan, no se les puede juzgar tan severamente por andar matándose unos a otros por comida, codicia o tierras, aún no han vivido lo suficiente como especie para aprender a la mala lo que es imposible aprender a la buena, ni siquiera se han puesto a pensar que su planeta podría ser destruido.

    Esta vez fue Orquendra quien añadió algo a la conversación:

    ―Ya verás que en tres o cuatro milenios eso no habrá cambiado, solo que con el tiempo irán encontrando formas más avanzadas y creativas para destruirse entre ellos.

    Después de un largo rato de comentarios, Márveloc les expresó una idea que llevaba cerca de doscientos años madurando y había escogido cuidadosamente las palabras para compartirla en aquel día. Les propuso a sus cinco hermanos que compartieran la magia con los humanos, que los ayudaran a crecer como especie, a alcanzar un plano de existencia superior y más avanzado durante los siglos venideros, que los guiaran para madurar como especie. A lo que sus hermanos respondieron con un rotundo «NO». Márveloc tenía muchos argumentos para sustentar su idea, pero le fue imposible convencerlos, los otros cinco determinaron que aún no era tiempo, que la humanidad no estaba lista para recibir tales dones porque no sabría cómo manejarlos.

    El tema se dio por terminado y Márveloc se sintió un poco decepcionado, aunque se había planteado la posibilidad de una negativa, él realmente tenía fe en la humanidad y había estado seguro de obtener la aprobación y ayuda de sus hermanos. Sin embargo, su idea de compartir la magia si fue muy bien recibida por ellos, pero con un concepto muy lejano al suyo.

    Los guardianes estaban de acuerdo en que les gustaría compartir su magia y ver los resultados a futuro, aunque estaba claro que no la compartirían con los humanos, así que entre muchas ideas y comentarios fueron dando forma a una modificación del plan original de Márveloc. Las horas fueron pasando y las copas se fueron vaciando una y otra vez, todos aportaron para darle forma a la nueva idea.

    Decidieron hacer una especie de contienda entre hermanos, cada uno crearía un reino en base a su elemento mágico, de esta forma Ismagor el fuego, Borela el aire, Tésifon el agua, Quinciano la tierra, Orquendra el bosque y Márveloc la luz. Lo llenarían con criaturas creadas por ellos mismos y como premio especial se le otorgaría el regalo de la inmortalidad a la criatura más bonita entre todos los reinos. Acordaron vivir cada uno en el reino de su creación durante los próximos quinientos ciclos y reunirse nuevamente en el día de su cumpleaños para comentar sus experiencias y el avance de los reinos.

    ― ¿Dónde ubicaremos los reinos? ―preguntó Tésifon con su característica seriedad, pero con una nota de emoción y entusiasmo en la mirada.

    ―El planeta Tierra alberga muchas maravillas naturales que pueden servir como portales ocultos a nuestros reinos ―comentó Márveloc fingiendo un poco de desinterés.

    El resto de los guardianes no se opusieron a la idea y le dieron su aprobación.

    Mientras ultimaban los detalles, la voz de los hermanos que seguían debatiendo entusiasmados, se fue apagando y haciendo más débil, hasta que Surcana, sumida aún en su sueño ya no pudo escucharlos más. Solo la voz de Orquendra resaltó por encima de las otras haciéndose completamente audible.

    ―Acabas de soñar con los detalles que marcaron el inicio de la creación de los primeros seis reinos mágicos. Recuerda lo que te dije antes, los guardianes no los hemos abandonado y seguimos a su lado atentos a los que sucede. El joven Antiares sigue con vida, oculto de los ojos de los enemigos en algún lugar del mundo de los mortales. Levántate y búscalo ―ordenó―, porque él es el único con el poder para unificar a los reinos y salvarlos de la destrucción. Boterox podrá ayudarte.

    Aún conmocionada por la noticia y las revelaciones de doce mil años de antigüedad la emperatriz Surcana abrió los ojos, pero un nuevo brillo de esperanza se reflejaba a través de ellos, uno que hace años no tenían, llamó a su asistente de confianza y dio una sola orden:

    ―Busquen a Boterox y tráiganlo de inmediato, necesito que me ayude a encontrar a Antiares.

    II La misteriosa caja de madera

    La noche estaba fría y el cielo despejado, las estrellas brillaban con intensidad en el firmamento por encima de la ciudad de Londres. En un lugar un poco alejado del corazón de la ciudad y los antiguos edificios, en un residencial exclusivo para personas adineradas, corría una ligera brisa que movía con suavidad las copas de los árboles que rodeaban los amplios y bien cuidados jardines de las mansiones de la zona.

    A través de la ventana de una recámara, en el segundo piso de una de las lujosas moradas, la luna llena se reflejaba en el ovalado espejo incrustado en la pared izquierda de la habitación.

    Desde la calle se podía observar en la penumbra de la alcoba, la silueta de un apuesto joven apenas iluminada por el reflejo de la luna. El joven era de facciones elegantes, tenía la nariz respingada y el cabello rubio y lacio a la altura de los hombros; su cuerpo era delgado y atlético, posiblemente resultado de las clases de deporte obligatorias de la secundaria a la que asistía.

    Recostado sobre su cama cubierta con sabanas de satín, mantenía la vista fija en un solo punto en la pared ubicada al lado opuesto de la ventana. De vez en cuando, cuando sus lagrimales ya estaban demasiado secos, su cerebro lo obligaba en un movimiento reflejo a parpadear un par de veces en forma involuntaria.

    Phillip Newman tenía casi dos horas contemplando el reloj de pared que en ese momento marcaba las doce menos cuarto, esperaba con ansias que llegara la media noche. Lo había planeado todo cuidadosamente desde esa misma tarde y sabía que no tendría otra oportunidad para poder hacerse con esa caja de madera que mantenía ocupados sus pensamientos. Pero, ¿y si fallaba? ¿Qué pasaría si fallaba? Seguramente la respuesta a esta interrogante que lo atormentaba era que nunca se enteraría de toda la verdad y no podría encontrar a la mujer que decía ser su abuela. Había tratado con empeño de eliminar esos pensamientos de su cabeza. No obstante, volvían a perturbarlo cada diez o quince minutos.

    ― ¡No, no fallaré, no puedo fallar! ―se repetía a sí mismo en voz alta cada vez que lo asaltaba la idea del fracaso―. En esa caja debe estar la clave de mi pasado y posiblemente la de mi futuro también.

    Unas horas antes de que Phillip se encontrara en este predicamento, en la tarde de ese mismo día, el joven había escuchado por error una conversación entre sus padres que le cambiaría la vida para siempre.

    Esa tarde había llegado a su casa mucho más temprano de lo que sus padres habían previsto, ya que suponían, que a esa hora estaría en un centro comercial cerca de la ciudad viendo una película. Sin embargo, él y sus amigos, no habían encontrado las entradas para la película que querían ver, entonces tomaron un par de refrescos y luego volvieron a sus respectivas casas bastante desilusionados.

    Una vez de regreso, cuando pasaba cerca del despacho de su padre tropezó con una de las muchachas de servicio.

    ―Por favor perdóneme joven Newman, estaba distraída y no lo vi venir ―se disculpó la joven algo avergonzada―. Iba en camino a supervisar la cena y no lo había visto.

    ―Alice, no se preocupe ―contestó el muchacho―, fue sólo un accidente, puede retirarse.

    La muchacha desapareció por el pasillo a toda prisa y Phillip escuchó las voces de sus padres que salían del despacho.

    El padre del joven era muy reconocido en Londres por su agudo sentido y capacidades como abogado, la madre también reconocida y querida por muchos se dedicaba a organizar obras de caridad con sus amigas. Phillip había crecido con todas las ventajas y privilegios que le podía brindar una familia de alta sociedad inglesa, aunque al ir creciendo también descubrió que aquello venía con grandes responsabilidades y que la gente esperaba muchas cosas de él.

    El señor Wallace Newman tenía cincuenta y siete años

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