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El Iniciado Ankar
El Iniciado Ankar
El Iniciado Ankar
Libro electrónico153 páginas4 horas

El Iniciado Ankar

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Información de este libro electrónico

Cohar ha transmitido al sabio Secón un mensaje para su discípulo, el iniciado Ankar, que reza así: “Traigo un mensaje para Ankar, tu discípulo y amigo. El debe iniciar un largo viaje hacia ciudades desconocidas y visitar grandes Iluminados, quienes le transmitirán enseñanzas que le indicarán el norte a seguir en su vida espiritual.

El primero de estos Maestros lo encontrará en las lejanas tierras de Sidor, en el hermoso monasterio de la Verdadera Religión. El segundo se encuentra luego del reino de la naturaleza, al pie de las Montañas que Lloran, en el pequeño pueblo que lleva el nombre de uno que fue grande en la tierra. El tercero mora en las Montañas que Lloran, es un ser muy espiritual y sobre la tierra no hay otro que enseñe mejor.

El cuarto Maestro tiene grandes poderes místicos, se encuentra en las cumbres gemelas de Tión, la Ciudad de las Joyas, este gran Iluminado tendrá la misión de indicarle el lugar en donde se hallan los tres restantes que deberá conocer, y a la vez tendrá a su cargo la instrucción espiritual de Ankar.”

El Iniciado Ankar, Viajero del Conocimiento, es una novela iniciática que representa la historia de aquellos buscadores espirituales, quienes experimentando procesos conscientivos y grandes aventuras, se iluminan con las enseñanzas de aquellos que se encuentran instalados en la Sabiduría Universal.

IdiomaEspañol
EditorialCrecem
Fecha de lanzamiento6 ene 2015
ISBN9781507024874
El Iniciado Ankar

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    Vista previa del libro

    El Iniciado Ankar - Jaime Antonio Marizan

    Tabla de contenido

    Título

    Creditos

    Introducción

    1. La revelación del sabio

    2. La pradera de la reflexión

    3. La despedida

    4. El monasterio de la verdadera religión

    5. La sabiduría de la naturaleza

    6. En las montañas que lloran

    7. Una visión del futuro

    8. La ciudad de las joyas

    9. La obediencia

    10. Un golpe de suerte

    11. Uno

    12. La misión del ser humano

    13. Ladrones de cosechas

    14. El maestro de las soluciones

    15. El desierto de Ansad

    16. El maestro de los resultados

    17. El regreso

    Libros de Jaime Antonio Marizán

    EL INICIADO ANKAR

    Viajero del conocimiento

    (Novela iniciática)

    Jaime Antonio Marizán, MDA

    Dedicado con mucho Amor a mis amigos de Chile, ya que esta obra fue escrita durante mi estadía en ese hermoso y hospitalario país.

    El Iniciado Ankar

    Viajero del conocimiento

    © Crecem s.a.

    Cuarta Edición 

    Mayo 2015

    Hecho el Depósito que manda la Ley

    http://www.jaimeantoniomarizan.com/

    Esta es la cuarta edición de esta novela iniciática que trata sobre las aventuras de Ankar, un iniciado espiritual que visita varios sabios, cada uno de ellos tiene una clave, un mensaje o una enseñanza especial, que combinada con las de los demás, componen los eslabones de su camino espiritual.

    El Iniciado Ankar es la viva representación de todos aquellos buscadores espirituales que a través de múltiples experiencias y enseñanzas algún día arriban a la Iluminación.

    1. La revelación del sabio

    En el pequeño pueblo de Samor, Ankar se dirigía a consultar a Secón, el anciano del arroyuelo, aquel que había respondido tantas preguntas de su afligido corazón, seguramente tendría alguna luz a su necesidad actual.

    Secón era un anciano de paso lento, mirada profunda, callosas manos y sonrisa jovial, quien había decidido vivir junto al Porto, un arroyo que surcaba los límites del pueblo de Samor.

    Nadie sabía de dónde había llegado, lo que sí todos conocían era su santidad innegable, su extraordinaria capacidad para solucionar los más complejos problemas humanos y su formidable conocimiento de lo oculto, de aquello que se encuentra más allá de los sentidos físicos.

    Era el amigo de todos, servía al pueblo sin distinciones, sentía una especial predilección por los niños, los cuales le llamaban cariñosamente Papacón. Incluso, Ankar mismo le nombraba por ese cariñoso apelativo.

    Muchos visitaban a Secón, unos buscando apoyo moral, otros, consuelo para sus penas y los menos, entre los que se encontraba Ankar, iban con otro objetivo: visualizar la Luz Divina que se expresaba a borbotones en las palabras del anciano.

    Camino a la casa del sabio, se detuvo a comprarle unos dulces con almíbar muy sabrosos que eran sus preferidos, luego caminó un angosto trecho hasta el tosco puente que se alzaba sobre el arroyuelo.  Al llegar, divisó al anciano sentado en su silla de paja contemplando las augustas montañas azules que rodeaban Samor.

    - Hum, Hum, buenas tardes Papacón. -Había saludado con cierta prudencia ya que el sabio se encontraba en actitud meditativa.

    - Oh, buenas tardes querido Ankar, ¡qué gusto verte!, justo iba a enviar por ti con Elena ya que tengo mucho interés en conversar contigo.

    Ankar contestó con aire sorprendido: -¿Pasa algo?

    - Un acontecimiento de gran importancia ha ocurrido. -Estas palabras las dijo el sabio con un tono misterioso y serio.

    - Bien, ¿qué sucede?  -Respondió intrigado el visitante.

    - Ah, mi querido Ankar, no olvides que el tiempo del universo es perfecto, apréndelo. Ciertamente es de gran importancia lo que tengo que decirte pero prefiero que estés relajado, te noto un poco tenso, relájate, hasta se te ha olvidado convidarme a comer dulces con almíbar.

    - Lo siento, -dijo, controlando su curiosidad- te traje tus dulces preferidos, voy a buscar agua a la casa para luego que los comamos.

    - Será mejor que traigas tres vasos, ahí se acerca Elena.

    - ¿Elena? –Exclamó entre sorprendido y emocionado.

    - Sí, -respondió Secón juguetonamente– veo que tu rostro ha cambiado de color, ¿por qué será?

    - Eh, eh, por nada. - Estaba ruborizado.

    - Je, je, creo que es el Amor el que te ha cambiado de color.

    - Papacón, Ankar, ¿cómo están? -La joven Elena llegaba a la reunión.

    - Bien Elenita, te convidamos a unos dulces con almíbar que ahora vamos a comer. -Respondió amablemente el anciano.

    - Hola Elena. -Saludó Ankar, realizando una corta reverencia hacia la joven.

    - ¿Dulces con almíbar?, huy, gracias, venía pasando cerca y no resistí venir a verte aunque sea un ratito.

    Secón, con la mirada lejana dijo: - No viniste por casualidad sino para ser testigo de un acontecimiento que ocurrirá en la vida de Ankar, los Santos Maestros han querido que alguien atestigüe el mensaje que se me ha dado para él, ya que pronto daré el gran salto al otro mundo.

    - ¡Ay Papacón, no hables así!, no me gusta oír que digas eso.

    - Es la ley querida mía, venimos y nos vamos, mientras unos partimos, otros llegan en el tranvía llamado existencia. Él va dejando almas en ciudades, pueblos y veredas pero no debemos olvidar que cumplido el tiempo, ese mismo tranvía pasará por nosotros para llevamos al lugar de partida, donde recibiremos lo que hayamos merecido por las acciones realizadas durante el curso de la existencia, y lo que hay que tener más en cuenta es que nada puedes llevarte en el tranvía que va de regreso, deberás irte como llegaste, sin nada material, aunque también puedes tomar la inteligente decisión de llevar en tu Alma bienes espirituales, esos sí podrías llevarlos.

     Los bienes espirituales que en este mundo hemos incorporado a nuestra alma, es decir las virtudes adquiridas, se nos permiten llevarlas porque las hemos convertido en parte de nosotros mismos.

    No podemos llevamos coches pero sí podemos llevar paz.

    No podríamos cargar con casas y tierras, aunque tenemos permiso para llevamos toda la sabiduría posible.

    De ninguna manera podríamos llevar dinero, sin embargo podremos cargar con todo el Amor que queramos.

    Por más que amemos a alguien, a nuestros hijos, pareja, amigos y familiares, no podemos llevarlos en el último viaje, en cambio, si somos devotos de los grandes Maestros Espirituales, ellos nos acompañarán en el viaje de venida, en la corta estadía en el mundo, y también en el regreso.

    Por eso es que los Maestros Espirituales dicen que todas estas cosas materiales son prestadas, no nos pertenecen, somos sus administradores y como tal deberemos devolverlas a la hora de la partida.

    Mis queridos amigos, sólo bienes espirituales podemos llevar de regreso: paz, sabiduría, Amor, paciencia, méritos del corazón, caridad, humildad, misericordia, perdón, prudencia, todas estas virtudes, si se adquieren, podremos llevarlas en el último viaje.

    Contrariamente también el alma puede marcharse llena de penas, sufrimientos y asuntos pendientes, cuando ha llevado una existencia egoísta y ha fortalecido su ego personal con ira, envidia, mentira, violencia y otros tantos flagelos de la personalidad humana.

    - Aun así, -repuso Elena amablemente- no hables de partir todavía, ¿nos complaces?

    - Muy bien. -Respondió resignado el anciano.

    Elena, con su dulzura característica, había sacado al sabio de una de sus acostumbradas visiones espirituales, en las cuales describía con singular precisión, acontecimientos del pasado, del presente y del futuro.

    Los tres compartieron aquellos dulces con almíbar que tanto gustaban al anciano, aunque algo más se compartía en aquellos momentos: dulces miradas que expresaban el Amor oculto que Ankar y Elena se profesaban. Estaban enamorados, aunque por diversas razones, entre las que resaltaban las aspiraciones espirituales de Ankar, ninguno había tomado la decisión de expresarlo abiertamente, no obstante, cada momento que pasaban juntos era una declaración de Amor.

    Elena era una de aquellas jóvenes que no se sentía bien llevando una vida común y corriente, no eran de su predilección los chismes de quinceañeras, los afanes de la existencia, ni ser deslumbrada por algún artista.  Ella buscaba algo más profundo para su vida, en su interior habitaban grandes aspiraciones espirituales que la hacían diferente a las demás chicas del pueblo.

    Sin embargo, en los últimos meses había surgido en su interior un sentimiento hasta ahora desconocido por su puro y noble corazón, se había enamorado de Ankar, el joven soñador del pueblo a quien sólo le interesaba pasar largas horas en conversaciones con los más doctos en espiritualidad, a quien nada del mundo le interesaba, era a ese apasionado de los misterios divinos, a quien amaba con todo su corazón.

    - Bien queridos hijos míos, -expresó Secón- luego de gustar tan sabroso pastel, es hora de comentar el mensaje que he recibido, me gustaría que para ello nos cobijáramos bajo nuestro hermano Laurel, a él que tantas experiencias ha compartido con nosotros, debemos hacerle partícipe de este nuevo acontecimiento.

    El Laurel era un árbol que crecía en el patio de la casa de Secón, se decía que había sido sembrado por un niño que se apenó cuando su padre quiso echarlo al fuego y que luego de muchos ruegos, lo había convencido para que lo sembrara en el lugar donde ahora habitaba el sabio.

    - Estás muy misterioso Papacón. -Indicó Elena.

    - Ya verás querida mía, hay muchas razones para ello.

    Llegaron al viejo árbol de Laurel, tomaron asiento en la grama que crecía bajo su sombra y suspirando profundamente, el anciano comenzó su relato:

    - Amigos míos, anoche tuve una experiencia muy especial. Durante el día había estado en meditación, pasé la tarde en contemplación total de la madre naturaleza y en la noche reflexionaba sobre la inmensidad del universo que se hallaba adornado exquisitamente por millones de estrellas, convirtiendo el firmamento en un espectáculo de luces maravilloso.

    Me fui a la cama completamente extasiado, me senté en posición de loto e inicié mis oraciones de final del día, sin embargo mi súplica se convirtió en algo más que una simple oración. Mi mente se sumergió en profunda contemplación divina y dio inicio el connubio maravilloso con mi Real Ser Interior.

    Me hallaba en esa maravillosa comunión cuando de pronto toda la habitación se iluminó con una luz blanca esplendorosa, y pude ver con los sentidos del Alma como aparecía poco a poco la silueta de un Ser Espiritual que nunca había visto, su rostro era hermoso, su porte majestuoso y todo su ser irradiaba una paz y un Amor indescriptibles.

    A medida que la figura se materializó, la luz se hizo más soportable, fue cuando entonces su rostro se iluminó y una voz muy dulce me dijo:

    - Amado Secón, no temas, soy Cohar, uno de los ángeles custodios de aquellos que caminan por la senda espiritual, y he venido a

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