Episteme Cartesiana
Por Adolfo Sagastume
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El pensamiento idealista cartesiano es reconocido por los historiadores de la filosofía como el puente entre el Renacimiento y la Edad Moderna.
El Renacimiento se interesó en la subjetividad del hombre, enfocando la necesidad de su estudio en la búsqueda de sí mismo. Descartes, por su parte, reconoce la relación del hombre con el mundo y también la necesidad de canalizarla en su favor.
En este afán de Descartes está presente un nuevo problema que implica al hombre como sujeto cognoscente (res cogitans) y al mundo objetivo como el objeto de conocimiento (res extensa).
Su primera gran inspiración, en torno al conocimiento, consistió en saber que la razón, que constituye lo más substancial de la subjetividad humana, es igual en todos los hombres, de manera que, la diversidad de las opiniones humanas se origina solamente en los diferentes modos de guiarla y de los métodos a los cuales se aplica. Es un principio, a la vez teórico y práctico, que Descartes considera como la misma esencia del hombre.
Para Descartes, la razón es única y universal, es la facultad de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso. La razón, como facultad humana, no opera descubriendo o manifestando el orden divino en el mundo (como más tarde vendrán a considerarlo algunos Empiristas), sino produciendo y estableciendo el orden en los conocimientos y en las acciones de los hombres.
Para nuestro autor, el primer fruto de la razón es la ciencia y, en particular, la matemática, sobre la que funda el descubrimiento de su método basado en una duda sistemática que debe llevarnos al conocimiento de la verdad. Sin embargo, la razón afecta también a la naturaleza de los elementos sobre los que versa: estos elementos son racionales sólo en la medida que poseen claridad y evidencia.
Por el método cartesiano sabemos que en todo procedimiento racional, la claridad y la evidencia de todo elemento cognoscitivo, o sea, las ideas, constituyen la condición básica de todo procedimiento confiable. Descartes prueba con las matemáticas el valor universal de su método y llega a su fundamento último, esto es, a la subjetividad del hombre como pensamiento o razón para el conocimiento de lo real, es decir, la idea de la cosa que germina en el sujeto pensante, el cogito. Sin embargo, los Empiristas sostienen que lo único que conocemos son las impresiones de las cosas y no las cosas mismas y niegan las cualidades del sujeto cognoscente de Descartes.
Adolfo Sagastume
Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom
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Episteme Cartesiana - Adolfo Sagastume
El pensamiento idealista cartesiano es reconocido por los historiadores de la filosofía como el puente entre el Renacimiento y la Edad Moderna.
El Renacimiento se interesó en la subjetividad del hombre, enfocando la necesidad de su estudio en la búsqueda de sí mismo. Descartes, por su parte, reconoce la relación del hombre con el mundo y también la necesidad de canalizarla en su favor.
En este afán de Descartes está presente un nuevo problema que implica al hombre como sujeto cognoscente (res cogitans) y al mundo objetivo como el objeto de conocimiento (res extensa).
Su primera gran inspiración, en torno al conocimiento, consistió en saber que la razón, que constituye lo más substancial de la subjetividad humana, es igual en todos los hombres, de manera que, la diversidad de las opiniones humanas se origina solamente en los diferentes modos de guiarla y de los métodos a los cuales se aplica. Es un principio, a la vez teórico y práctico, que Descartes considera como la misma esencia del hombre.
Para Descartes, la razón es única y universal, es la facultad de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso. La razón, como facultad humana, no opera descubriendo o manifestando el orden divino en el mundo (como más tarde vendrán a considerarlo algunos Empiristas), sino produciendo y estableciendo el orden en los conocimientos y en las acciones de los hombres.
Para nuestro autor, el primer fruto de la razón es la ciencia y, en particular, la matemática, sobre la que funda el descubrimiento de su método basado en una duda sistemática que debe llevarnos al conocimiento de la verdad. Sin embargo, la razón afecta también a la naturaleza de los elementos sobre los que versa: estos elementos son racionales sólo en la medida que poseen claridad y evidencia.
Por el método cartesiano sabemos que en todo procedimiento racional, la claridad y la evidencia de todo elemento cognoscitivo, o sea, las ideas, constituyen la condición básica de todo procedimiento confiable. Descartes prueba con las matemáticas el valor universal de su método y llega a su fundamento último, esto es, a la subjetividad del hombre como pensamiento o razón para el conocimiento de lo real, es decir, la idea de la cosa que germina en el sujeto pensante, el cogito. Sin embargo, los Empiristas sostienen que lo único que conocemos son las impresiones de las cosas y no las cosas mismas y niegan las cualidades del sujeto cognoscente de Descartes.
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Episteme Cartesiana y Empirista
Para Descartes, la razón o el sentido, es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales
. La razón es la facultad que nos permite juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, lo real de lo irreal. Sin embargo, está consciente que no todos la usamos en la misma medida. Hay quienes se distinguen por la abundante producción de sus ideas y otros que bien pareciera que no las tienen. Pero esto solo es un falso indicio, por el uso que de ella hacemos, siendo que es naturalmente igual en todos los hombres
.
Lo que a Descartes le interesa es encontrar el fundamento de un método que sirva de lazarillo
seguro para la investigación de todas las ciencias. Por ello se pregunta: ¿cómo conocer la verdad? Esto lo considera posible realizando un análisis minucioso, con una actitud crítica radical, del saber humano. Comprende que debe evitarse cualquier conocimiento común, dudar de todo y considerar, en primer intento, como falso todo lo que es posible de duda.
Esta duda está referida a la existencia y no a la esencia de las cosas; es una suspensión transitoria de todo juicio que afirme o niegue la verdad de una idea, no su abolición. Porque las verdades que en siglos pasados valían ahora ya no valen.
En este sentido, lo que le interesa es la indubitabilidad, que aquello que se afirma sea tan sólido que no pueda ponerse en duda. Descartes considera que negarse a afirmar la realidad de los objetos sensibles no significa negar las ideas sensibles de tales objetos. Es suspender la afirmación de la realidad de las ideas poseídas de cualquier modo para penetrar en ellas con un análisis minucioso.
Este procedimiento cartesiano tiene éxito cuando encuentra en el yo pienso, luego soy
, (cogito, ergo sum), el yo como sujeto pensante y como la idea central del principio de su razonamiento que le permite trazar el camino seguro para resolver el problema del conocimiento verdadero.
Según Descartes, podemos dudar de todo lo que nos rodea, de la naturaleza, de Dios y hasta de nosotros mismos como cuerpos. Pero, para aceptar que todo sea falso es necesario que yo que pienso sea algo que existe y no nada. Esta es la duda confirmada por el cogito, ergo sum
, como sujeto pensante, por ser lo inobjetable. Pero, la afirmación luego existo
(ergo sum) sólo la considera verdadera cuando la concibe como un pensamiento real, de forma íntima y particular. Entonces ¿En qué consiste la duda del conocimiento real y verdadero?
Descartes no duda como cuerpo sino como cosa que piensa: ¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y, también, imagina y siente
.
En esta línea de razonamientos, Descartes une la certeza de su existir con el pensamiento y solamente de lo que tiene conciencia. Las cosas pensadas, imaginadas o sentidas puede que no sean verdaderas ni reales, pero su pensar y sentir si son reales. En este rubro, es de suponerse que cuando dice soy una cosa que piensa
se refiere a su espíritu, a su entendimiento, a su razón. Se acepta como un sujeto que piensa y reconoce que lo que percibe puede que no exista. Pero es imposible que él no exista si es el que percibe. Así, Descartes