El principio de razón suficiente (PRS) propone que todo cuanto existe tiene una razón suficiente para su existencia y para sus atributos, o, como lo pone Garrigou-Lagrange, que la realidad es inteligible, que puede ser conocida. Este principio está en la base de toda investigación racional, pues cuando salimos al mundo a buscar comprenderlo asumimos que si bien aún no conocemos la explicación de los fenómenos que encontramos, la explicación existe. Rechazar este principio implica asumir la existencia de hechos brutos, hechos que no tienen ninguna explicación en absoluto. Un objeto apareciendo de la nada sin ninguna razón sería un ejemplo. El PRS sostiene que tales hechos brutos son imposibles.
Ahora, ¿cómo es que la realidad sea inteligible inteligible nos lleva a Dios? Leibniz propuso una versión del argumento, pero aquí seguimos la versión presentada por Feser en 5 Proofs of the Existence of God que argumenta que las cosas en nuestra experiencia no son inteligibles por sí mismas sino que derivan su inteligibilidad de alguna causa extrínseca, en otras palabras que son contingentes. Si todo fuese contingente entonces la totalidad de la realidad derivaría su inteligibilidad de algo extrínseco, pero afuera de la realidad no hay nada, por tanto no es posible que la totalidad de la realidad sea contingente. Se sigue que tiene que haber algo necesario, algo que sea inteligible en sí mismo, que tenga su propia razón o explicación de ser. Y eso lo identificamos con algo cuya esencia es ser, es existir, algo que es actualidad pura, lo que la tradición ha identificado como Dios.
Por tanto la misma inteligibilidad de la realidad apunta a Dios como su causa primaria.
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