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Cuentos Cardinales
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Libro electrónico150 páginas2 horas

Cuentos Cardinales

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Me imagino Cuatro Amigos como una frase escrita detrás de esa foto gris del primer grado escolar. Darla vuelta y leer “Fulanito, el tercero de la izquierda, mató a alguien en una pelea”, y girarla otra vez para ver su cara, inocente y vulnerable, incapaz de adivinar lo que el destino le deparaba. La misma infancia, el barrio, la escuela, hasta el club, y la vida que los lleva por caminos diferentes hasta hacerlos coincidir en un momento trágico.
Todos los Perros Buscan un Niño habla de la naturaleza como a mi me gustaría que fuera, aunque no puedo asegurar que sea de otra forma. Fidel fue mi gran amigo, es cierto, pero los hechos no ocurrieron exactamente como los describo.
Códigos de Escritor es mi conciencia, mi terror y mi descaro, subidos a una montaña rusa construida con las críticas de mis amigos de los cuales escribiré en el futuro, dejándolos muy mal parados a modo de venganza.
Hechos 19 relata un encuentro real y otro imaginario, pero no puedo decirles cual es cual. Siento una profunda admiración por San Pablo, al que creo menospreciado por ser metódico y eficiente, cuando lo que importa es pensar quién lo reclutó y porqué.
El Grito de Bohemia es una parodia y un desafío. El relator es mi abuelo Atilio Bertini, y aclaro que no conozco Ascochinga, pero creo que todo los pueblos merecen una historia épica. Lamento que sea esta.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 ago 2012
ISBN9781476376172
Cuentos Cardinales
Autor

Juan Sebastián Mesples

Nací el 13 de Diciembre de 1970 en la ciudad de Salta, Argentina, y comencé a leer a los 6 años. En mi casa siempre tuvimos biblioteca y libros. Una biblioteca amplia, gigante para mis primeros años, que mis padres aún conservan. La biblioteca siempre estuvo abierta y disponible para todo aquel que quisiera sacar o dejar un libro. No había filtro ni censura, tampoco obligación. Los libros eran nuestros y no al revés. Asistí a la escuela primaria en la Escuela Parroquial de La Merced, en la calle Caseros. El secundario fue en el Colegio San Pablo, el viejo, el que estaba sobre Zuviría detrás de la Legislatura. Antes hice un breve paso de un año por el Bachillerato Humanista Moderno, que depende de la Curia, creo que por la tozudez de mi abuela Isabel, que era profesora y vigilaba los etapas educativas de todos sus nietos. También creo que cambié de colegio porque no podía faltar nunca a clases, ya que ella venía todos los días con nosotros en el auto de mi padre. Considero que ahí terminó mi educación formal, aunque después haya estudiado Ingeniería Mecánica y Administración de empresas. Pero ya por ese entonces no aceptaba ese caudal de información como infalible, sentía que no me servía. Lo adapté a lo que necesitaba y hoy puedo decir con absoluta seguridad que no aplico nada de lo que aprendí en esos años. Es comprensible, no había wikipedia, ni google, ni teléfonos celulares. Solo una calculadora científica HP y el Basic. Después llegó el Windows 3.1 e Internet, pero solo cuando empecé a trabajar. Siempre leí mucho. En la universidad tuve más libros clásicos que de texto, y quizás en ese época me volví fetichista. Cuidaba mis libros, prolijamente ordenados por tema, autor, editorial, y hasta color, como si fuesen joyas. Podía notar la ausencia de uno de mis libros con una mirada de reojo. Los compraba, nuevos o usados, y los vendía para volver a comprar otros. Perseguía las hojas de arroz de Ed. Aguilar, y cualquier primera edición, aunque fuese una porquería. Algún tiempo después nació mi hijo mayor y me demostró que los libros no eran míos sino que yo les pertenecía a ellos, y con el tercer libro destruido por su curiosidad me decidí que no podía elegir entre mis libros y mis hijos, y los vendí a todos (a mis libros). No eran muchos, unos 300 volúmenes, algunos muy interesantes. Pasé cinco o seis años sin biblioteca, hasta que mis hijos necesitaron una, entonces votamos que cada uno tuviese la suya en su cuarto, y que fuera amo y señor de la misma. Confieso que a veces las veo y quiero largarme a llorar, pero cada uno es dueño de ordenar su biblioteca como mejor le parezca. Yo tengo mi tablet. 450 libros de los más variados autores y temáticas. Muchos los leí en papel y los tengo por añoranzas. A los nuevos les doy la oportunidad de sorprenderme. Nunca estudie nada relacionado con la literatura ni hice taller literario alguno. No tengo profesores, ni guías, ni mentores. De hecho creo que no conozco personalmente a ningún escritor, lo que me convierte en un... lector, o algo así. ¿Puede un lector comenzar a escribir? O es necesario pasar por alguna iniciación especial, algún rito donde El Gran Corrector lee implacable uno de tus textos y te asesina por un oximoron mal planteado. Al carajo... Lo único que te pido es que si vas a leer lo que escribo me cuentes que te pareció, porque me interesa mucho tu opinión. Aunque si la opinión es mala... no sé. Quizás sea mejor que no volvamos a vernos.

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