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Te Cuento
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Libro electrónico81 páginas1 hora

Te Cuento

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Este libro es un poco sentarse en la hogera. Este libro es un poco reunirse a contar pequeñas historias, esas cosas que llaman cuentos. Te cuento, os cuento, de amores y derrotas, de sueños y sonrisas, de miradas y adioses... un poco de todo y de todo un poco.
Pero sobre todo, te cuento cosas mías, de por aquí dentro o de los alrededores. Cuentos sin otra intención que teneros un rato más cerca de aquí.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento21 jun 2013
ISBN9788494004278
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    Te Cuento - Adolfo Suárez Jimeno

    Te Cuento

    Adolfo Suárez Jimeno

    Pantaleimon Books 2013

    Título original: Te Cuento

    Editado por: Pantaleimon (El Viso Media, S.L.)

    Supervisión editorial: José Carlos León

    Textos: ©Adolfo Suárez Jimeno

    Fotografías de la edición impresa: ©Adolfo Suárez Jimeno

    Diseño portada: ©Adolfo Suárez Jimeno

    ISBN: Edición Papel 978-84-940042-8-5

    ISBN: Edición digital 978-84-940042-7-8

    ©2013 presente edición en castellano: Pantaleimon Books (El Viso Media, S.L.)

    Todos los derechos protegidos.

    www.pantaleimonbooks.com

    www.cosechadel66.es

    Prólogo

    Conocí a Adolfo en el patio, como él llama a Twitter. Siendo casi de la misma cosecha y después de haber sido vecinos de barrio madrileño durante años, tuvo que ser una red social la que nos cruzara los caminos. Si a Maduro se le aparece el pajarito de Chávez, a mí se me aparecía cada noche un curioso señor con pinta de rockero que regalaba versos a quien pasara por allí. Porque él no tuiteaba, hacía tuiteratura. Los 140 caracteres se le quedaban cortos en su inmensidad.

    No es de extrañar que sin decir ni pío contara muy pronto con una legión de seguidores, entre los que me encontraba yo, muerto de envidia, pero atraído cada noche a su timeline para disfrutar de un momento de belleza antes de dormir. Y soñar.

    Entre la maraña de expertos, todólogos, iluminados y exaltados defensores de causa perdidas, cosechadel66 era un oasis de palabras. Uno deseaba estar enamorado para poder repetir sus frases al oído de alguien aunque tuviera que confesar después que sólo era un retuit.

    Decidí sin negarlo en ningún momento, y así se lo dije en persona la primera vez que compartimos barra de bar, a la madrileña como debe ser si hablamos de cañas, que sería su más fiel imitador. Pero en vano, quien copia sólo consigue demostrar la grandeza del copiado, y su propia mediocridad. De nada sirvió que algunos párrafos de su biografía pudieran estar en mi historial delictivo: diseñador publicitario reconvertido a copywriter, palabra rimbombante que usan los que se dedican a escribir por dinero de cualquier cosa que se venda, quizá para tratar de vender cualquier cosa que se escriba.

    Y como él, descubrí por fin que lo que importa no es de qué se escriba, sino por qué. Y Adolfo escribe por amor como los grandes. Amor a las letras, amor a la vida, amor a Madrid, y amor a su amada.

    Años después, al convertirme en editor, sabía que necesitaba usurpar parte de su talento, invadir su timeline vital, y poner mi firma impostora en su trabajo. Así, al publicar la obra coral Doce Miedos (Pantaleimon, 2012) fue uno de los primeros autores a los que invité a participar, y él, generoso como es, aceptó sin miedo, con el suyo.

    Ahora se cumple el siguiente de los sueños, que es prologar su cuarto libro en solitario, invadiendo su espacio nada más empezar tú, lector, a buscar sus historias. Y puestos a reconocer que soy un vulgar ladrón, utilizaré sus propias palabras para convenceros de por qué deberías leer de un tirón el resto del libro y olvidar cuanto antes su prefacio.

    Sería capaz de empezar a fumar con tal de echarme Tres cigarrillos con él. Aunque fuera un 14 de febrero, en Aquella casa, y recordar los Domingos al sol. Doña Paquita nos hablaría del Asesino que robaba sueños y el Extraño y rocambolesco caso del Hada de las Cucharas. Aquello daría para El Libro, Cuando Éramos jóvenes y valientes y nos atrevíamos con los Escritos. Un Gol se escucharía desde la radio por el patio de vecinos, mientras me contaba que Había una vez que había una vez, Hashimuri mediante en La casa de los mil sueños y el último beso, conoció la Leyenda de TukyYoq en Las Mejores navidades de su vida.

    Pura Magia, Miradas… No despiertes al dragón de los Olvidos. Sal al Paseo con el Pegamento para sueños rotos y dile al Pirata por favor que Puede que el siguiente.

    Se dijeron adiós y él Se imaginaba el mar como El último encargo. Una carta, una memoria de cojones, Una pareja de cine. Ya lo saben, Un cuento de dragones en un Libro de pastas azules para Vacaciones.

    Y entonces, se cayó una -m- con sabor a sal.

    José Carlos Léon Delgado. Editor.

    Tres cigarritos

    Venga, tío, tres cigarritos. Sólo tres, los tres últimos. Y te dejas caer, y se acaba todo. Hasta el fumar. Será rápido y -muy importante-, por lo que dicen, indoloro. Aunque cómo fiarse de esto último, si cualquiera que se haya muerto tirándose de una altura como la que contemplo ahora mismo no va a volver para contarlo.

    El primero. Qué bien me sabe. De esas veces que al final tienes que añadir joder, o coño, como si sólo así se pudiese medir lo que te ha gustado. Qué bien me sabe, joder. Como la ciudad que contemplo. Que bien me has sabido siempre, Madrid. A barra de bar hasta las tantas, a esquinas de luz incierta, a cine negro de barrio, a besos por las calles, a ojos con lágrimas y a últimas copas. Me sabes también como este 3 de la cuenta atrás en forma de cigarro. Me sabes también como la muerte callada, como el silencio que siempre contesta lo que quieres. En tus calles fui tanto como dejé de ser. Canalla, caballero, trovador, aventurero. Buscador de dragones en tugurios, por la posibilidad de que tras ellos, princesa hubiera. Que bien te veo, que bien te siento. Tengo la certeza de que entera si pudieras, Madrid, te fumarías conmigo los

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