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Diez retos del territorio valenciano
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Libro electrónico564 páginas5 horasDesarrollo Territorial

Diez retos del territorio valenciano

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La Comunitat Valenciana afronta un nuevo contexto dominado por los efectos de un cambio climático acelerado y de una transformación territorial que no respeta las dinámicas naturales, basada en decisiones políticas que ponen en jaque logros del estado del bienestar y dan lugar a problemas y riesgos que obligan a repensar comportamientos y procesos socioeconómicos considerados estables hasta ahora. Presentamos aquí, a partir de un análisis riguroso y con visión propositiva, diez retos que precisan de medidas de actuación rápidas y aplicables planteadas por un grupo de especialistas de formación diversa y comprometidos con la sociedad. No son los únicos desafíos del territorio valenciano, pero sí son los de mayor repercusión socioeconómica y territorial. Un trabajo colectivo que pretende contribuir al diseño de una hoja de ruta para las políticas públicas de la Comunitat Valenciana en este momento complejo y que parte del principio básico de la necesidad de pensar para actuar. Los territorios avanzan desde la reflexión, mediante la formulación de objetivos realistas y de ideas razonables y prácticas que aportan argumentos para un mejor gobierno y un cambio positivo en torno a cuestiones prioritarias para los años venideros.
IdiomaEspañol
EditorialPublicacions de la Universitat de València
Fecha de lanzamiento10 jul 2025
ISBN9788411186148
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    Diez retos del territorio valenciano - Varios autores

    1Emergencia climática, riesgos y seguridad hídrica

    David Corell,

    M.ª José Estrela,

    Jorge Olcina

    1. Introducción

    El proceso actual de cambio climático, que cobra singularidad en la región mediterránea, es una evidencia en la Comunitat Valenciana avalada con datos científicos. El clima valenciano en la actualidad ya no es el que se registraba en este territorio hace tres décadas. Se ha modificado el valor de los elementos climáticos básicos (temperaturas y precipitaciones) y se manifiestan alteraciones en la circulación atmosférica regional con efectos en la temperie diaria, estacional y anual. A consecuencia de ello, el recurso agua también se ha visto afectado por la mayor irregularidad de las lluvias y los cambios en los tipos de precipitación que registra el territorio valenciano y las áreas de montaña próximas donde tiene lugar el nacimiento de los ríos alóctonos principales que nutren las demandas existentes. Una clave importante de la singularidad que registra el calentamiento climático planetario en esta región tiene que ver con el notable aumento de temperatura que ha registrado en las últimas décadas el agua del mar Mediterráneo, que condiciona el comportamiento térmico y pluviométrico del clima valenciano.

    Y junto a ello está la propia evolución de la dinámica socioeconómica y territorial de la región valenciana desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Una dinámica caracterizada por un crecimiento continuado, con vaivenes causados por las crisis económicas, y una transformación intensa del medio, especialmente en la franja litoral. El territorio valenciano se ha convertido en un espacio de oportunidad, con lo que ello supone de gasto de recursos –singularmente de agua–, de generación de emisiones de gases de efecto invernadero y de alteración de ecosistemas para la implantación de áreas urbanas e industriales y de infraestructuras. Hasta fecha reciente, la sostenibilidad ambiental no ha sido una preocupación destacada en el gobierno del territorio valenciano en sus diferentes escalas. La necesidad de cumplir las normativas europeas y estatales, unida de forma notable a las protestas ciudadanas (colectivos y plataformas) contra la alteración irremediable de algunos espacios y el uso abusivo del territorio y de sus recursos naturales, han ido modificando este desinterés de las políticas públicas en beneficio de la sostenibilidad, así como la mitigación del cambio climático y la adaptación a este.

    Las proyecciones climáticas para las próximas décadas en el territorio valenciano señalan un agravamiento de los efectos actuales del cambio climático y una mayor irregularidad en los caudales hídricos que dependen directamente de las precipitaciones. De ahí la necesidad de activar, con urgencia, políticas públicas y acciones privadas de lucha contra el cambio climático si se quiere mantener el nivel de desarrollo actual en el territorio valenciano. En definitiva, es necesario desarrollar mecanismos de racionalidad en la planificación económica y territorial en un contexto de complejidad creciente debido a las manifestaciones cada vez más notorias del proceso planetario de cambio climático en este espacio regional. El cambio climático debe convertirse en un eje principal de las políticas en los próximos años. Este va a ser sin duda el gran reto para la gobernanza del territorio valenciano, por la capacidad del cambio climático de modificar sistemas naturales, actividades económicas y el propio bienestar y salud de la sociedad.

    2. La realidad climática actual: una situación de emergencia

    La emergencia climática se refiere específicamente al escenario crítico y urgente al que se enfrenta el planeta tierra debido a los efectos ya evidentes del cambio climático. El hecho de que la comunidad científica considere la situación climática actual del planeta como una emergencia es un indicador claro de la gravedad de los impactos y de los riesgos a los que se enfrenta el planeta, así como de la urgencia que hay de actuar cuanto antes. Se necesita una respuesta inmediata para evitar consecuencias futuras más graves. La comunidad científica avala con las mediciones atmosféricas y los estudios que realiza que la Tierra está experimentando una serie de impactos sobre sus diferentes sistemas originados por un proceso de calentamiento térmico incentivado por la acción humana que requiere una respuesta rápida y coordinada para mitigar sus efectos negativos.

    A lo largo de los últimos 800.000 años de vida de nuestro planeta, la concentración de CO2 atmosférico se ha mantenido constante, dentro del intervalo 150-300 ppm, y los cambios más bruscos que ha sufrido han sido de 35 ppm en 1.000 años. Esta variación de la concentración de CO2 atmosférico se ha debido a causas naturales: actividad volcánica, incendios forestales o cambios en la biodiversidad debido a las fluctuaciones en la respiración y en la fotosíntesis de la vegetación. Sin embargo, en los últimos años, los niveles de CO2 de la atmósfera se han disparado, mostrando una línea de ascenso casi vertical que alcanza valores jamás vistos en los años previos (fig. 1.1, izquierda). Desde el comienzo de la era industrial, las actividades humanas han provocado que la concentración del CO2 atmosférico aumente en más del 50 %, pasando de valores de 280 ppm en 1750, a 426 ppm en junio de 2024. Durante este periodo, el ritmo de aumento de la concentración de CO2 atmosférico ha sido, en promedio, de 0,5 ppm al año, lo que supondría 500 ppm en 1.000 años.

    No obstante, si se analiza la ocurrido en las últimas décadas, se observa que la tasa de cambio es incluso mayor en la actualidad. Desde 1958, la «curva de Keeling» muestra la concentración de CO2 atmosférico en un lugar remoto del océano Pacífico (observatorio de Mauna Loa, en Hawái). Dicha curva indica que el CO2 ha aumentado de 315 ppm en 1958, hasta concentraciones superiores a 420 ppm en 2024, lo que supone un ritmo anual de incremento mucho mayor que el registrado en años precedentes (1,7 ppm al año). En nuestro país, las mediciones comenzaron unos años más tarde en el observatorio de Izaña (Tenerife) y muestran un aumento de la concentración de CO2 atmosférico de 345 ppm en 1984 hasta 427 ppm en mayo de 2024, lo que refleja una tasa de aumento de 2 ppm al año (fig. 1.1, derecha). Se observa, por tanto, cómo en las últimas décadas el ritmo de aumento de CO2 atmosférico se ha acelerado significativamente, con tasas de cambio que se intensifican a medida que nos acercamos al presente. Este incremento exponencial refleja una tendencia alarmante, ya que el ritmo de aumento en los últimos años supera ampliamente los registros históricos, lo que evidencia un cambio climático cada vez más rápido y pronunciado.

    El CO2 es un gas de efecto invernadero (GEI) que, al acumularse en la atmósfera, atrapa el calor solar y contribuye al calentamiento global. Ya en 1856, la científica estadounidense Eunice Newton Foote realizó experimentos que demostraron que el CO2 absorbe más calor que otros gases, lo que sugería que un aumento de su concentración en la atmósfera podría elevar la temperatura de la Tierra. Posteriormente se demostró que cuando el CO2 y otros gases de efecto invernadero, tales como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), se acumulan en la atmósfera, atrapan parte de la radiación infrarroja proveniente de la superficie de la Tierra que normalmente se reflejaría al espacio, reteniendo el calor en la atmósfera y causando un incremento de la temperatura atmosférica. Los GEI son fundamentales para la vida, ya que actúan como una manta invisible que retiene el calor y evita que se pierda en el espacio. El problema es el incremento antrópico de estos gases en la atmósfera terrestre, que está provocando un desequilibrio en sus concentraciones y que ha desencadenado el actual proceso de calentamiento global planetario, así como otros cambios climáticos asociados.

    Fig. 1.1. A la izquierda, evolución de la concentración de CO2 atmosférico en los últimos 800.000 años. A la derecha, concentración de CO2 atmosférico obtenida a partir de mediciones reales realizadas desde 1984 en el observatorio de Izaña (Tenerife). Último dato: 18 de junio de 2024. Fuente: Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y AEMET.

    Según Copernicus,¹ durante el año 2023 la temperatura media del planeta fue 1,48 ºC más cálida que en el periodo preindustrial (1850-1900). Desde la década de los setenta, las mediciones meteorológicas confirmaron una tendencia constante al alza de la temperatura global planetaria, con una pendiente cada vez mayor. De hecho, desde que se tienen registros de observación real, el año 2023 ha supuesto el año más cálido y los diez años más calurosos de la historia han sido los diez últimos.

    En un sistema complejo e interdependiente como es la Tierra, la alteración de cualquier variable, como por ejemplo la concentración de determinados gases en uno de sus subsistemas (atmósfera), puede provocar cambios en el resto de subsistemas (hidrosfera, geosfera y biosfera). Y como ejemplo de ello tenemos el cambio (aumento) en la concentración de GEI en la atmósfera que se ha producido de forma inequívoca desde el comienzo de la era industrial, siendo ello el detonante del actual cambio climático que estamos viviendo.

    3. Cambio climático en la Comunitat Valenciana: evidencias científicas e impactos

    La cuenca mediterránea es considerada una de las áreas del planeta más vulnerables a los efectos del cambio climático. Ello se debe a dos motivos principales: por un lado, a su ubicación latitudinal, que la sitúa en una región de transición entre los climas tropicales del sur y los climas polares del norte; por otro, a la presencia de un mar casi cerrado, rodeado de montañas, sin apenas renovación de aguas. Los cambios que está experimentando la circulación atmosférica en latitudes medias del hemisferio norte afectan de pleno a esta región. Es por ello por lo que las tasas de cambio climático observadas en la cuenca mediterránea superan las tendencias globales en la mayoría de las variables estudiadas. Desde principios del siglo XX, la anomalía térmica de esta región ha sido superior a la observada a nivel global, pero es a partir de la década de 1990 cuando esta diferencia se ha incrementado (fig. 1.2). En los últimos años, la región mediterránea ha sufrido un incremento térmico de 0,5 ºC, superior al registrado a escala planetaria, mientras que, en las primeras décadas del siglo pasado, esta diferencia era tan solo de 0,1 ºC.

    Fig. 1.2. Evolución de la temperatura del aire a nivel mundial (línea verde) y en la cuenca mediterránea (línea azul). Se muestran las anomalías anuales de la temperatura media del aire con respecto al periodo 1880-1899, presentado con suavizado (trazo ondulado) y sin suavizado (trazo tipo sierra). Datos de <http://berkeleyearth.org/>. Fuente: Cramer et al. (2018) y MedECC (2024).

    Sin embargo, no solo se está calentando la atmósfera, sino también el propio Mediterráneo. Según algunos estudios, entre 1982 y 2024 este mar se ha calentando, en promedio, 1,5 ºC, lo que supone un ritmo anual de incremento térmico de 0,04 ºC, el cual ha sido aún mayor en la región marina que baña la península ibérica, donde el calentamiento acumulado alcanza 1,75 ºC (Pastor et al., 2020; Khodayar y Paredes-Fortuny, 2023; Pastor, 2024).

    El incremento de temperaturas en la cuenca del Mediterráneo ha sido intenso desde los años ochenta del pasado siglo y especialmente desde 2010 hasta la actualidad (fig. 1.3, izquierda), hasta convertirse en una de las cuencas marinas que más se ha calentado del mundo, lo que constata la singularidad de esta región (Bulgin et al., 2020). Prueba de ello es que, en el verano de 2024, la cuenca del Mediterráneo en su conjunto registró el día más caluroso de su historia en aguas superficiales, con una temperatura media de 28,47 ºC, superando el récord anterior de julio de 2023 (fig. 1.3, derecha). En la costa mediterránea española, la boya del puerto de València estableció, de momento, el récord de temperatura superficial del agua del mar el 11 de agosto de 2022 (29,94 ºC) y registró valores superiores a 29 ºC en 2023 y 2024. Se trata de valores de mar tropical, con las implicaciones meteorológicas que ello conlleva. Este es el factor principal de regionalización del proceso global de calentamiento climático, que permite hablar con propiedad de «mediterraneización» del cambio climático (Meseguer y Olcina, 2023).

    A su vez, la región padece desde la década de 1950 un descenso general de los volúmenes anuales de la precipitación. Las áreas más afectadas por la pérdida de lluvia se sitúan en el litoral norte de la cuenca (sur de Francia, norte de Italia, países del mar Adriático), así como en su parte oeste (norte de Marruecos, Argelia y Túnez, y este de la península ibérica), con regiones que han experimentado una reducción de la precipitación de 6 mm por año. Los días de lluvia se han reducido, mientras que las precipitaciones se han vuelto más intensas y concentradas en menos días. Cada vez son más frecuentes los periodos de sequía, como el vivido en el noreste de Catalunya en los últimos años hidrológicos (2020-21 hasta la primavera de 2024), lo que provocó la declaración de estado de emergencia, con restricciones de agua agrarias y urbanas que pusieron en cuestión el propio abastecimiento de agua en Barcelona.

    No obstante, debido a la intensificación de los mecanismos de inestabilidad atmosférica, cada vez son también más frecuentes fenómenos meteorológicos extremos como las lluvias torrenciales. A modo de ejemplo, los episodios ocurridos en Libia en septiembre de 2023 o en la región de Murcia en septiembre de 2019, donde se registraron intensidades de lluvia nunca vistas con anterioridad. Algunos estudios afirman que, debido al gran volumen de agua precipitable que contiene la atmósfera en la actualidad, lo cual está relacionado con la anomalía térmica de los mares, los episodios de lluvias torrenciales son más intensos de lo que cabría esperar mediante el análisis de datos históricos.

    Fig. 1.3. A la izquierda, temperatura media anual de la superficie del mar (aguas costeras de la Comunitat Valenciana) entre 1940 y 2023. A la derecha, récord de temperatura del agua del mar en la cuenca del Mediterráneo (28,47 ºC) registrado el 15 de agosto de 2024. Fuente: CEAM, Copernicus y AEMET (Comunitat Valenciana).

    La Comunitat Valenciana, emplazada en el extremo occidental de la región mediterránea, está padeciendo gran parte de los efectos atmosféricos descritos para el conjunto de la cuenca, aunque con algunas particularidades, las cuales se van a describir en los siguientes apartados.

    3.1 Incremento de la temperatura

    La Comunitat Valenciana ha sufrido, al igual que el conjunto del área mediterránea, un notable incremento de la temperatura en las últimas décadas. Si analizamos lo ocurrido a partir de la segunda mitad del siglo XX, podemos observar que, tras un breve periodo de enfriamiento entre los años sesenta y principios de los setenta, la temperatura media anual en la región no ha dejado de aumentar hasta nuestros días (fig. 1.4), siendo los años recientes los más cálidos. Hoy en día, la temperatura media anual es aproximadamente 2 ºC más cálida que a principio de los años setenta y la tendencia observada nos hace pensar que, en el futuro, la diferencia será todavía mayor. Durante el periodo 1950-2023, la temperatura media se ha incrementado a un ritmo anual de 0,02 ºC. Sin embargo, entre los años 1970 y 2023, el ritmo anual ha sido muy superior y se sitúa en 0,03 ºC, lo que refleja que, durante los años más recientes, el calentamiento global se está agravando. A su vez, es importante destacar también cómo ha ido variando la temperatura a lo largo del año. Los estudios revelan que los meses de primavera y de verano son los que han sufrido los mayores incrementos térmicos.

    Los estudios realizados en la Comunitat Valenciana muestran que las temperaturas mínimas están aumentando más rápidamente que las máximas, especialmente en las ciudades costeras. En algunos emplazamientos urbanos estudiados, la temperatura mínima se ha incrementado 1 ºC más que la máxima en un periodo de setenta años. El notable aumento experimentado por las temperaturas mínimas hace que sean cada vez más frecuentes las noches tropicales y ecuatoriales en el periodo cálido del año, fundamentalmente en áreas urbanas y en la franja costera (tabla 1.1). Este aspecto se analiza con detalle en el apartado 4 de este capítulo.

    La importancia del turismo de sol y playa en la Comunitat Valenciana, uno de los pilares fundamentales de su economía, hace que el ascenso de la temperatura media en estos meses esté ocasionando veranos cada vez menos agradables. Si la temperatura del verano (máximas y mínimas) sigue subiendo, es posible que en un futuro próximo el calor excesivo dificulte las actividades al aire libre y que durante las noches el descanso se haga más complicado. Ello puede hacer perder atractivo turístico a la región durante dichos meses, con las repercusiones económicas que ello conlleva. Por otro lado, este aumento térmico permite ampliar la temporada alta de verano hacia sus extremos (primavera y otoño). Además, ello podría provocar la necesaria diversificación hacia otros segmentos, como el turismo cultural, gastronómico o de naturaleza.

    Fig. 1.4. Anomalía de la temperatura media anual en la Comunitat Valenciana respecto del promedio de referencia 1961-1990. Fuente: AEMET.

    TABLA 1.1

    Evolución de las temperaturas en las capitales valencianas

    Fuente: AEMET. Comunitat Valenciana.

    De momento, a pesar de los veranos muy calurosos registrados (2022, 2023 o 2024) en el territorio valenciano, la demanda turística no ha disminuido, sino todo lo contrario. Sin embargo, comienza a preocupar el discurso de algunos medios de comunicación, nacionales y extranjeros, que señalan la pérdida de confort térmico que se está registrando en el litoral mediterráneo y la promoción de las comunidades del Cantábrico como «refugios climáticos» naturales para el turismo. De ahí la necesidad de implantar medidas de adaptación en municipios y destinos turísticos del territorio valenciano para el mantenimiento de actividades y niveles de desarrollo económico.

    3.2 Cambios en los patrones de la precipitación

    Otro de los cambios importantes que ha provocado el calentamiento global en la Comunitat Valenciana es la manera en la que llueve. En términos generales, si analizamos los totales acumulados anualmente en nuestra región desde 1950 hasta nuestros días, no se aprecia una tendencia hacia una disminución general de precipitaciones (fig. 1.5). Si tan solo consideramos el volumen de agua que llueve cada año, podríamos llegar a la conclusión de que lo hace más o menos igual que antaño, ya que las cantidades registradas por los pluviómetros son similares a entonces o apenas han variado.

    Fig. 1.5. Evolución de la precipitación anual (línea continua) y su tendencia (línea discontinua) en la Comunitat Valenciana en el periodo comprendido entre los años 1950 y 2023. Fuente: elaboración propia a partir de datos procedentes de AEMET (2023).

    Sin embargo, es importante conocer cómo llueve, ya que la manera en que lo hace determina la capacidad de recarga del sistema hídrico. Las lluvias de baja intensidad y que se prolongan a lo largo de uno o varios días dan tiempo al sistema para su asimilación y son idóneas para la recarga de nuestros reservorios hídricos. Por el contrario, las lluvias intensas no permiten una adecuada infiltración y recarga de los acuíferos, ya que gran parte del agua se pierde en escorrentía superficial, generando arrastres y daños, sin poder ser aprovechada por el sistema.

    Por ello, se hace necesario analizar en mayor profundidad la manera en la que llueve para así darnos cuenta de los cambios que estamos viviendo. En la Comunitat Valenciana, las precipitaciones llegan fundamentalmente de tres maneras: 1) asociadas a frentes atlánticos; 2) mediante advecciones mediterráneas que dejan precipitaciones muy intensas, principalmente en zonas próximas al mar; 3) por medio de situaciones convectivas que originan tormentas dispersas, fundamentalmente en verano.

    En relación con las precipitaciones de origen atlántico, se ha observado que estas cada vez son menos frecuentes y que los volúmenes que dejan son menores. Sin embargo, las precipitaciones de origen mediterráneo son ahora más habituales en aquellas zonas donde más llueve, mientras que las tormentas de verano están dejando de aparecer en la época estival y se están desplazando hacia el otoño y la primavera (Miró et al., 2018). En relación con ello, Muñoz et al. (2020) han confirmado el aumento de la circulación atmosférica de «gota fría» en latitudes medias planetarias, que en el hemisferio norte han aumentado un 20 % entre 1960 y 2017. Tomando como referencia la cota de 200 hPa, en Europa el número de DANA al año entre 1960 y 1990 se mantuvo estable, en casi 30 por año. Sin embargo, a partir de 1990, este número ha aumentado significativamente, situándose actualmente en torno a 35-40.

    Las precipitaciones de origen atlántico resultan fundamentales en nuestra región, ya que son más abundantes en las áreas de interior y constituyen la base de la recarga de nuestros acuíferos en áreas montañosas. Su pérdida es, por tanto, preocupante, ya que puede afectar a la disponibilidad de recursos hídricos en el futuro. Algunos estudios han constatado esta pérdida de precipitaciones en dos áreas clave en las cuales nacen varios de los principales ríos de nuestra región: la sierra de Albarracín, situada al noroeste de la comunidad, y la sierra de Cazorla, al suroeste. En la primera de ellas, nacen los ríos Júcar y Turia, que vierten sus aguas al Mediterráneo, así como el Tajo, que lo hace al Atlántico. De ahí también surgen las aguas del trasvase Tajo-Segura, que tanto debate político y social genera. En la segunda de ellas, nacen varios ríos importantes, como el Segura o el Guadalquivir. En ambas zonas, se ha constatado que llueve, aproximadamente, un 10 % menos que antes y se espera que la tendencia hacia la pérdida de lluvia continúe (Miró et al., 2023; Estrela et al., 2024b). El cambio climático, por tanto, está generando una situación nueva, donde las fuentes tradicionales disponen en la actualidad de menos agua, lo que hace necesario abrir un debate y analizar su viabilidad de cara a años venideros (véase infra, apartado «El agua en la Comunitat Valenciana»).

    4. Incremento de extremos atmosféricos en la Comunitat Valenciana

    4.1 Temperaturas extremas

    Las temperaturas máximas elevadas pueden originar dos riesgos climáticos importantes: las olas de calor y las noches tropicales. El proceso actual de calentamiento térmico planetario no implica que no se produzcan episodios de frío y nieve en la Comunitat Valenciana, aunque su frecuencia se ha reducido de forma notable en las últimas décadas.

    Los episodios extremos con registro de altas temperaturas han cobrado gran protagonismo en el territorio valenciano desde el 2000. Las olas de calor son fenómenos prolongados (normalmente tres días o más) de temperaturas excepcionalmente elevadas que superan las condiciones climáticas normales de una región y afectan a una superficie extensa (al menos el 10 % del área estudiada). Este tipo de eventos suponen un riesgo para la salud de las personas, especialmente en colectivos vulnerables (ancianos, niños y enfermos), ya que pueden agravar enfermedades cardiovasculares y respiratorias. A su vez, también pueden generar estrés térmico en plantas y animales, provocar incendios forestales más graves o aumentar la demanda energética para refrigeración, por lo que representan un importante reto para la sociedad y la economía. Estudios recientes alertan de que, en la Comunitat Valenciana, este tipo de eventos son ahora más frecuentes, severos e intensos que antes y se espera que en el futuro lo sean todavía más (Paredes-Fortuny y Khodayar, 2023).

    Debido a que la energía acumulada se transfiere a la atmósfera, este calentamiento del mar conlleva la alteración de los procesos atmosféricos. Uno de los impactos más claros es el del mantenimiento de las temperaturas, especialmente las mínimas, en valores por encima de lo normal, lo que ha provocado que, en los últimos años, la región haya experimentado veranos cada vez más calurosos, con temperaturas nocturnas que apenas descienden. Esto ha resultado en un incremento significativo de las noches tropicales, definidas como aquellas en las que la temperatura mínima es igual o superior a 20 ºC, lo que aumenta el disconfort entre la población. Y en los últimos años han proliferado las noches «ecuatoriales», con una temperatura mínima igual o superior a 25 ºC, lo que confirma la pérdida acelerada de confort climático nocturno.

    Este tipo de fenómenos dificultan el descanso de las personas, ya que las temperaturas elevadas obstaculizan la conciliación del sueño, produciendo una disminución del rendimiento físico y mental. Del mismo modo, este tipo de noches calurosas son un factor de riesgo para personas vulnerables (ancianos, niños y enfermos) y están asociadas a mayores tasas de mortalidad. Desde los años setenta, el número de noches tropicales en muchas ciudades de nuestra región se ha cuadriplicado, pasando de veinte noches tropicales al año a más de ochenta (en algunos casos, incluso más) (fig. 1.6, izquierda). En cuanto a las noches tórridas o ecuatoriales, este tipo de noche muy calurosa apenas existía en las décadas anteriores a los años noventa, pero es a partir de entonces cuando han comenzado a surgir y su tendencia va en aumento (fig. 1.6, derecha). En ciudades como València, el número de noches tórridas ha superado la decena en algunos de los últimos años, y también han estado presentes en el resto de las capitales provinciales (Alicante y Castelló).

    Las noches calurosas (tropicales y tórridas) están aumentando con el paso del tiempo y en ello tiene mucho que ver el incremento sustancial de la temperatura del mar producido por el aumento térmico global. Un mar cálido disminuye su capacidad para enfriar el aire durante la noche y lleva consigo un aumento del número de noches tropicales, especialmente en zonas costeras. Dado que el Mediterráneo está más caliente que el océano Atlántico, el litoral mediterráneo es una de las zonas con mayor número de noches tropicales de la península ibérica y las proyecciones apuntan a que en el futuro su cantidad seguirá aumentando.

    Fig. 1.6. Número anual de noches tropicales (izquierda) y tórridas (derecha) en el observatorio de València (Viveros) entre los años 1938 (1940 en el caso de las noches tórridas) y 2023 (último dato computado: 3 de agosto). Fuente: AEMET.

    El calor nocturno genera una gran pérdida de confort que tiene efectos sobre la salud humana, especialmente en el caso de las personas mayores, debido al agravamiento de las afecciones previas respiratorias o cardiacas. Entre 2020 y 2024, las muertes por exceso de temperatura en la Comunitat Valenciana se han elevado a 1.746 (Instituto de Salud Carlos III, 2024), especialmente en el grupo de edad de personas que tienen más de setenta años, lo que representa un número muy alto que obliga a disponer de mecanismos de gestión sanitaria adecuados en los meses de verano, que en la actualidad no se tienen (fig. 1.7).

    Fig. 1.7. Mortalidad notificada, observada, esperada y atribuible al exceso de temperatura en la Comunitat Valenciana en el año 2023. Fuente: Informes MoMo. Instituto de Salud Carlos III.

    4.2 Extremos hidrológicos: sequías e inundaciones. Una constante en el territorio valenciano

    El cambio en los patrones de precipitación de nuestra región provocado por el cambio climático ha tenido dos efectos importantes: los días sin lluvia son ahora más numerosos, pero, cuando llueve, lo suele hacer con más intensidad que antes, fundamentalmente en las áreas litorales. Ello trae consigo dos riesgos asociados: las sequías y las lluvias torrenciales.

    Esto se relaciona con dos procesos de circulación atmosférica, aparentemente contradictorios, que se presentan con mayor frecuencia en latitudes mediterráneas desde 2010: el efecto de la dilatación de la célula de Hadley hacia latitudes polares y la mayor presencia de circulaciones meridianas (vaguadas y «gotas frías») como resultado de movimientos de reajuste del balance energético planetario en este ámbito latitudinal (Meseguer y Olcina, 2023).

    Las sequías están directamente relacionadas con la falta de precipitaciones, pero también la temperatura es un factor determinante. A mayor temperatura, mayor evaporación y evapotranspiración, lo que acentúa el déficit hídrico. Ambos factores han jugado a favor del desarrollo de las sequías en nuestra región. Por un lado, el aumento de la temperatura inherente al cambio climático, y, por otro, el incremento de los días sin precipitación y de los periodos secos, el cual ha sido constatado por algunos estudios (Miró et al., 2018). Todo ello ha llevado a que se den situaciones propicias para la aparición de secuencias de sequía.

    En algunas zonas de interior, como en la parte alta de la cuenca del río Júcar, esta situación es preocupante (fig. 1.8). Desde los años ochenta, estudios llevados a cabo en dicha zona, la cual es clave para la recarga del río, han puesto de manifiesto una situación dominada por periodos de sequía hídrica a largo plazo (valores negativos), alternados por periodos breves ligeramente húmedos (valores positivos). A su vez, los estudios han alertado sobre la tendencia hacia un mayor número de periodos de sequía en dicha zona clave del río. Es evidente que la disminución significativa de los recursos hídricos disponibles en la cuenca alta del Júcar, así como en otros lugares clave para la recarga de nuestros acuíferos, deberá tenerse en cuenta a la hora de planificar una gestión sostenible del agua en nuestra región en el futuro. Debe recordarse que este sector de cabecera del Júcar, en la cordillera Ibérica, es asimismo el área de cabecera del río Tajo, cuyos caudales son, desde la puesta en marcha del trasvase Tajo-Segura en 1979, una pieza básica para el abastecimiento (agrario y urbano) de las comarcas meridionales de la Comunitat Valenciana. Este sistema, debido al descenso, también, de lluvias en cabecera, manifiesta una tendencia clara en la disminución de caudales disponibles para la transferencia al sureste ibérico, con independencia de las cuestiones políticas incorporadas en el debate de la planificación de recursos hídricos (Olcina, 2024).

    En sentido contrario, otro de los riesgos a los que se enfrente nuestra región son las lluvias torrenciales, por los importantes efectos territoriales y económicos que generan. Como se sabe, las características principales de la precipitación en nuestra región son la irregularidad temporal y la concentración en periodos breves de tiempo. Los totales acumulados en un año en una estación meteorológica suelen diferir ampliamente de los valores promedio, lo que

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