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Territorio, poder y deterioro ambiental
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Libro electrónico458 páginas5 horas

Territorio, poder y deterioro ambiental

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Estudio organizado en cuatro partes sobre las relaciones de poder generadas a partir del desarrollo territorial y sus repercusiones en el deterioro ambiental, la postura de los involucrados y el cambio tecnológico en el manejo de los recursos naturales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 nov 2023
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    Territorio, poder y deterioro ambiental - Mario del Roble Pensado Legisle

    Contenido

    Introducción

    1. La relación territorio-ambiente y los juegos del poder (Mario del Roble Pensado Leglise)

    2. Construcción de una política pública para los mares y costas de México (Isaac Azuz Adeath y N. Patricia Muñoz Sevilla)

    3. La participación de la población como herramienta estratégica en el desarrollo local y la competitividad medioambiental (José Manuel del Barrio Aliste)

    4. Imaginarios del desarrollo y deterioro ambiental: transformaciones territoriales en Concepción-Talcahuano, Chile. 1960-2010 (Asunción Díaz Álvarez)

    5. Antropología de las sociedades litorales: racionalidad, poder, territorio, devenir (Francisco Ther Ríos)

    6. Política ambiental y relaciones de poder en el medio rural. Las áreas naturales protegidas (María Elena Serrano Flores)

    7. Líderes y expansión urbana en la Ciudad de México (Enrique Pérez Campuzano y Flora Alicia Cruz García)

    8. Desarrollo de un territorio fracturado: La Sierra, Guerrero (Gonzalo Chapela y Mendoza)

    9. Poder político, crecimiento económico y deterioro ambiental en la costa del occidente de México (Graciela Alcalá Moya)

    10. Los impactos ambientales por la construcción de presas en los ríos: el caso del río Nazas (Carlos Cháirez Araiza y Jacinta Palerm Viqueira)

    Introducción

    El objetivo de esta obra es el estudio de las relaciones de poder con el desarrollo territorial y cómo se vinculan con el deterioro ambiental. A lo largo del estudio discurre una idea central en torno a la necesidad de reflexionar sobre la importancia de considerar las relaciones de poder en sus diversas manifestaciones, en el análisis del desarrollo territorial y el deterioro ambiental. El trabajo está organizado en cuatro partes: la primera se refiere al marco conceptual de las relaciones de poder, territorio y ambiente (un capítulo); la segunda aborda las relaciones de poder en la instrumentación de la planeación territorial y la participación ciudadana (dos capítulos); la tercera se avoca a las transformaciones territoriales que incorporan y combinan aspectos de poder, racionalidad económica e imaginarios del desarrollo con el deterioro ambiental (dos capítulos); y la cuarta presenta los estudios relativos a la importancia de las relaciones de poder en el deterioro ambiental territorial, ya sea por el tipo de actores políticos y sociales, por la modalidad de las políticas de conservación, de desarrollo territorial o desarrollo urbano, así como por las repercusiones del cambio tecnológico en el manejo de los recursos naturales (cinco capítulos).

    La estructura de la obra consta de diez capítulos. El primero introduce al lector sobre los juegos del poder y su relación con el territorio y el deterioro ambiental. Aquí se abordan las relaciones de poder, considerando la evolución histórica de las diversas corrientes que han teorizado al respecto y distinguiendo sus vínculos con el análisis sobre el deterioro ambiental territorial. El segundo capítulo versa sobre las dificultades que reviste la definición de una política pública para mares y costas de México. Azuz y Muñoz identifican la problemática de las relaciones de poder que guardan las zonas costeras y marinas mexicanas y con ello enuncian lo que se requiere para que la normatividad jurídica brinde certidumbre en los territorios de los litorales, lo que generará un equilibrio de poder que permita hacer más efectivo y eficiente el proceso de la gobernanza mediante la adopción de lineamientos sobre una política nacional acorde a una adecuada gestión ambiental de los mares y costas mexicanas.

    El tercer capítulo corresponde a Del Barrio, que aborda el tópico de la participación de la población como herramienta estratégica en el desarrollo local y la competitividad medioambiental basada en el análisis de la experiencia de la iniciativa comunitaria LEADER en Europa. Aquí el autor establece dos aspectos fundamentales para el desarrollo de la competitividad de los territorios: primero, la importancia que reviste considerar al medioambiente como elemento clave de la competitividad de los territorios, dado que atiende a la especificidad de cada uno y a encontrarle nuevas vocaciones y posibilidades; y segundo, el interés y participación de los ciudadanos para el buen manejo de los recursos medioambientales territoriales, además de incidir en las instancias de poder, en la búsqueda de participar en la toma de decisiones para el desarrollo local y la gestión ambiental.

    El cuarto capítulo es de Díaz, y nos presenta una manera para abordar el tema de las relaciones de poder vistas a partir de los imaginarios del desarrollo y su relación con el deterioro ambiental. La autora analiza las transformaciones territoriales en una región como la de Concepción-Talcahuano, Chile, en el periodo de 1960-2010. Expone que es válido estudiar las transformaciones territoriales, lo que permite identificar las trayectorias socioterritoriales desde un punto de vista discursivo, enfatizándose tanto en la noción de futuro territorial como en las diversas formas de institucionalización que devienen en huellas y memorias territoriales.

    El quinto capítulo es de Ther, y el objetivo de su trabajo es enunciar una visión sobre la antropología de las sociedades litorales, reconociendo las relaciones de poder intrínsecas en las redes de coordinación a partir del vínculo entre los discursos, los hechos y las formas de poder en las sociedades litorales y su imagen de desarrollo. De manera implícita, el autor señala que el análisis de los procesos de sustentabilidad en las sociedades litorales precisa la aplicación de nuevos enfoques y métodos, junto a la existencia de aproximaciones que contengan el doble desafío: primero, estar abiertas a la reflexión y, segundo, sean susceptibles de aplicar a la realidad local inmediata.

    El sexto capítulo, de Serrano, es una introspección sobre cómo el deterioro ambiental ha ido de la mano con los conflictos de poder territorial en las áreas naturales protegidas como es el caso de la reserva de la mariposa monarca. Desde la visión de la comunidad, la autora nos explica cómo la política ambiental en dicho territorio conlleva una forma de dominación, subordinación y control local que no necesariamente contribuye a la conservación de los ecosistemas, y que en cambio sí pueden coadyuvar a procesos de descomposición social, de pérdida de la cultura y del conocimiento campesino sobre el manejo del ecosistema.

    El séptimo capítulo corresponde a los autores Pérez y Cruz, que examinan el tema del papel de los líderes (como expresión de poder político) en la expansión urbana en la Ciudad de México y la importancia que juegan éstos como promotores de la invasión de tierras localizadas en la periferia de las ciudades y como intermediarios en la regularización con las autoridades. Para el caso de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), los líderes urbanos han sido corresponsables de la constante pérdida del Suelo de Conservación (SC). Aun con las distintas estrategias para frenar el crecimiento del área urbana sobre el SC, las autoridades siguen sin poder evitar que las prácticas irregulares los rebasen. Gran parte de la invasión se debe a la presencia de líderes que saben en qué momento hacer y bajo qué mecanismos deben iniciar el proceso de regulación y consolidación del asentamiento.

    El octavo capítulo es de Chapela, quien presenta el análisis del desarrollo de un territorio fracturado, basado en el estudio de caso de los trece municipios que conforman el territorio de la Sierra, en el estado de Guerrero. A través de su experiencia personal en el programa de desarrollo de la Sierra de Guerrero, impulsado por el gobierno del estado en 2006 y 2007, el autor colaboró con un estudio sobre la naturaleza, estado, perspectivas y políticas para mejorar las condiciones de vida de esa región y su integración con el estado. Aquí se presentan propuestas para aprovechar el potencial productivo territorial, capaz de competir con las actividades ilícitas y con la atracción dispersante de los polos de atracción localizados en las partes bajas de un territorio fragmentado por las condiciones fisiográficas y por la marginalidad política y económica con base en un proceso de interlocución ciudadana efectiva, de una voluntad de poder político y persistencia para mirar a largo plazo la necesaria reconfiguración regional integrada.

    El noveno capítulo es de Alcalá quien nos explica cómo las relaciones de poder, en este caso la federación, han magnificado los problemas sociales y ambientales en un territorio costero. En particular, el estudio consideró las actividades pesquera, portuaria y turística que se practican en la región costera del Occidente de México, particularmente el territorio que comprenden las costas de los estados de Nayarit (en su porción sur dentro de Bahía de Banderas), Jalisco, Colima y Michoacán.

    El décimo capítulo, elaborado por Cháirez y Palerm, se refiere a los impactos ambientales derivados de la construcción de presas en el caso del río Nazas. En este ensayo explican sobre las prácticas agroecológicas asociadas con el aniego (técnica de riego colonial) y lo que conllevó su reemplazo por otras tecnologías hidráulicas, como son las grandes presas, los canales revestidos y los pozos de bombeo. Aquí se analiza la vinculación entre las relaciones de poder y el cambio tecnológico que produjo un impacto ambiental negativo implicando, con el funcionamiento de las presas, más deterioro, riesgos y vulnerabilidad al paisaje ecológico y a los pobladores circunvecinos del río Nazas.

    1

    La relación territorio-ambiente y los juegos del poder

    Mario del Roble Pensado Leglise

    Instituto Politécnico Nacional, CIIEMAD, México

    Proyecto SIP #20130715. E-mail: mpensado@ipn.mx

    Este trabajo tiene por objetivo introducir al lector sobre los juegos del poder y sus relaciones con el territorio y el ambiente. La idea principal es que existe la urgente necesidad de estudiar cómo el poder se relaciona con el deterioro ambiental y el territorio. El trabajo tiene tres partes, la primera se refiere a la importancia que revisten los juegos del poder frente a los desafíos de la globalización y luego se hace una revisión de las corrientes de interpretación y autores sobre las relaciones de poder y cómo corresponden a necesidades sociales que muestran una evolución. La segunda parte se refiere a cómo se entienden los juegos de poder en las relaciones de hegemonía y del sistema de dominación. La tercera se refiere a cómo se entienden las relaciones de poder y cuál puede ser su aportación al análisis sobre el deterioro ambiental territorial.

    Parte I

    La importancia de los juegos del poder en la era actual

    En la presente década del siglo XXI, la teoría del poder sigue siendo relevante para la sociedad global (Chomsky, 2002; Baldwin, 1979) igual o más que en épocas anteriores. Pese a las dificultades en la construcción de indicadores y de su medición científica (Harsanyi, 1962), los estudios sobre el poder han contribuido a la ciencia política contemporánea. Sus avances teóricos y prácticos, por ejemplo, han coadyuvado a la existencia, éxitos y fracasos de los conflictos orientados bajo la estrategia del desafío político de no violencia (Sharp, 2009; Helvey, 2004; Sharp, 1988). Dicha estrategia se ha concretado a través de conflictos de diferente naturaleza. Véase por ejemplo la movilización social civilizada anticrisis europea (Indignados) y estadounidense (Occupy Wall Street) que surgieron a consecuencia del estallido de la crisis financiera global (Shaxson y Christensen, 2013), la adopción de medidas no violentas en los eventos que caracterizaron a la Primavera Árabe (sublevaciones en Túnez, Libia, etc.) y que a la fecha son ejemplos vivos de las nuevas dimensiones que alcanza la disputa por el poder y la hegemonía en las diversas sociedades que viven la globalización actual (Arrighi y Silver, 1999; Hardt y Negri, 2000). Más recientemente (2013), en México aparece la actuación de guardias comunitarias o autodefensas principalmente en las entidades federativas de Michoacán y Guerrero, y plantean combatir al narcotráfico y a la inseguridad pero su objetivo es controlar municipios, además de contar con armas, pertrechos militares y apoyo logístico y financiero que sólo pueden explicarse al ser una escalada militar de los conflictos regionales y de presiones ejercidas por grupos de interés de índole estatal y nacional.

    Los juegos del poder en el escenario global también han tenido efectos en los países industrializados, ya sea modificando la conducción de sus políticas públicas, ocasionando cambios en la estructura de los subsidios públicos internos, o bien, repercutiendo en los diferentes actores sociales (Keohane, 2002). Las presiones internas y externas han provocado que dichos países modifiquen sus relaciones entre ellos como con el resto de países en el mundo (Sepos, 2013; Harris y Robinson, 2000; Slocum y Bradley 2010; Kagan 2002).

    Esta incertidumbre global (Beck, 2007) implícita en los juegos de poder también se reflejan en el deterioro político paulatino o repentino de algunos gobiernos en países en desarrollo, lo cual conlleva mayor vulnerabilidad de sus poblaciones frente a la exposición de riesgos ocasionados por las guerras de desgaste de carácter regional (Afganistán, Irak, Pakistán, Irán), así como por los conflictos de baja intensidad como son las guerras antidroga en México y Colombia (NSC, 2011); las de carácter religioso (Argelia, Nigeria, Egipto) y las raciales o tribales (Congo, Zaire, Ruanda) (Chomsky, 2002; Olsen, 2009; Mogens y Bjornskov, 2012). En cualquier caso, los juegos de poder tienden a menguar la capacidad de gobernanza política de los gobiernos en turno (Aguilar, 2010) y buscan disminuir la capacidad de soberanía de estos países (Winston, Nagan y Haddad, 2012). Este escenario de menor estabilidad política de largo plazo, en el fondo, aboga por el discurso teórico y político sobre los Estados Fallidos (Lemay-Hébert, 2010; Krasner, 2004). En el fondo, ello implica justificar la imposición de arreglos políticos del orden supranacional a los países con una capacidad disminuida en su gobernanza política.

    Como se observa hoy en día, las pugnas por el poder se manifiestan al nivel global o macro pero también en las regiones, los territorios y localidades. Los procesos de reforma del Estado y la liberalización económica en los países latinoamericanos suscitados en la década de los noventa, no sólo significaron la deconstrucción del Estado de Bienestar erigido durante el siglo XX (Mann, 2002) sino también alentaron la emergencia de nuevos actores sociales, la irrupción de nuevas políticas y de actividades económicas que modificaron la correlación de fuerzas en la microesfera del poder al nivel territorial o local, o bien de nuevas figuras administrativas públicas al nivel meso o de los gobiernos subnacionales como son las provincias, departamentos o entidades federativas y al nivel micro o de los gobiernos municipales y locales (Galilea, Letelier y Ross, 2011).

    Frente a ello, la paradoja que se presenta tanto al nivel macro, meso o micro es que el sistema-mundo (Wallerstein, 2006) construido desde hace varios siglos ha traído consigo una degradación ambiental y un proceso de cambio climático que altera las posibilidades de supervivencia humana y pese a ello las relaciones de poder hegemónicas siguen absortas a ello e inmersas dentro de un proceso global de lógica capitalista de expoliación de la naturaleza del planeta. Sin embargo, dentro del escenario global han surgido contratendencias a esta lógica de capital como son la cultura y la movilización altermundista y ambientalista; los conflictos en los organismos supranacionales; los procesos culturales de adopción de una ciudadanía global y de conformación de una sociedad consumidora más responsable, preocupada por lo humano, el ambiente y su territorio.

    Por eso, dada su importancia en el núcleo duro del actual sistema-mundo, el estudio sobre las relaciones de poder y sus vínculos con el territorio y el deterioro ambiental adquiere relevancia en función de ser útiles en la elaboración de propuestas de alternativas y escenarios más favorables a los actuales que ofrezcan expectativas para un desarrollo sostenible territorial.

    La evolución del pensamiento social y las interpretaciones sobre el poder

    Hasta ahora, el ejercicio del poder y sus definiciones han variado conforme la sociedad ha evolucionado pero no de manera mecánica ni gradual. Su expresión se puede manifestar a través de movimientos intelectuales que podemos definir como olas en las que las definiciones y teorización sobre el poder corresponden a ciertos intereses y necesidades sociales. Dicha figura no se circunscribe estrictamente a una etapa histórica o a una escuela o corriente constituida ex profeso como tal, sino que a veces los temas se abordaron por autores con diversos puntos de vista para satisfacer una necesidad específica de la sociedad que puede ser pasajera o duradera.

    La primera ola de definiciones sobre el poder parte de la necesidad de la sociedad para construir y desarrollar la concepción del poder y su relación con la actividad política en la sociedad humana, y en ella podemos encontrar a los clásicos como Sun Tzu (2010), Platón (2008), Aristóteles (2012) y Nicolás Maquiavelo (2007). Sus rasgos principales radicaron en el conflicto como forma de dominar y vencer en las artes de la política y de la guerra.

    La segunda ola se constituyó con base en la definición de poder, alrededor de él y su relación con la formación del Estado Nacional, en la cual participaron entre otros: Locke (1979), Constant (2006) y Hobbes (2001). Su característica principal fue la relación contractual para erigir instituciones que permitieran la conformación del aparato estatal moderno.

    La tercera ola se conformó a través de los esfuerzos para definir el poder y su papel dentro de los conceptos y categorías del conjunto de disciplinas de la ciencia social del siglo XIX (economía, política, sociología, psicología, antropología), surgida en plena era capitalista. Los autores que se identificaron fueron Max Weber (1977), Carlos Marx (1971) y más tarde, A. Gramsci (1980). La característica común entre ellos fue ser parte de los iniciadores del estudio de la relación del poder con la teoría del conflicto social.

    La cuarta ola se asoció a los intentos de formalización científica y filosófica desde diversas disciplinas y metodologías, en relación con el poder y sus manifestaciones sobre la sociedad. Entre los autores destacados podemos identificar a Goldhamer (1939) en la definición de tipos de poder; Galbraith (1984) con su anatomía del poder; Wright Mills(1958) interesado por el tema de poder y cambio social; Dahl (1958) y su teorización formal sobre el concepto del poder; Bachrach y Baratz (1962) acerca de las expresiones del poder; Lasswell (1963) y su aportación en materia de la conexión entre el poder y la investigación científica política; Parsons sobre los nexos del poder con la sociología estructural funcionalista; Emerson y su discurso respecto al poder y las relaciones de dependencia; Merelman (1968) sobre el poder y la legitimidad; Lehman y su macrosociología del poder; y Harsanyi (1962), Ball (1975-A) y Polsby (1971) sobre cómo hacer la medición empírica del poder social. En el ámbito filosófico, también podemos encontrar variadas posiciones como la de Nietzsche (1999) en su explicación del poder ligada a la fuerza y a la violencia así como también a Canetti (1990) sobre la explicación de los vínculos entre el comportamiento de la masa y la naturaleza del poder.

    La quinta ola es la que se distingue por el interés científico y político de utilizar el concepto del poder como herramienta de análisis en el desarrollo de objetos de estudio/intervención pero abordado desde diferentes enfoques académicos y tipos de intereses. De tal forma, desde la década de los setenta hasta la fecha existen esfuerzos por retomar la necesidad de clasificación científica de las distintas variantes del poder y entender las limitaciones en su interpretación a través de autores como, Wrong (1968), Riker (1964), Boulding (1990), Stoppino (2007), Karlberg (2005), Allen (1998), Raven (1993), Wartenberg (1990) y Lukes (1990).

    Por otra parte, la corriente ocupada en descubrir los nexos del poder y la teoría del conflicto abarcando aspectos variados como género, violencia, sistema de dominación, etc., entre los que podremos agrupar en una forma amplia a Dahrendorf (1990), Chandler (2006) y otros que desde una posición crítica al empirismo discuten la relación del conflicto y el poder como Foucault (1988), Bourdieu (1990), Elias (1982) y Arendt (1997).

    Otra variante es el conjunto de autores que abarcan temas agrupados al estudio sobre el Estado y la superestructura. Desde el discurso gramsciano sobre el poder, la hegemonía y el Estado podemos encontrar a Althusser (1970) y Poulantzas (1974). En el tema de poder, cultura y comunicación a Castells (2010), Herman (2008) y Karlberg (2005). Más recientemente, otros autores se han interesado en el tema de poder y gobernanza como Arrighi (1999), Krasner (2004), Winston (2012), Slocum (2010), Nanda (2006) y Aguilar (2011).

    Dentro de esta quinta ola en la que se construye al poder como objeto de estudio/intervención se halla la variante alternativa y crítica que reivindica la necesidad de separar al poder de la noción de coerción y también observar su aspecto como potencia creadora de sinergia social, entre los que se hallan Hardt-Negri (2000) Kraft (2000) y Simon (2001). Finalmente, otra variante son los autores que retoman la crítica sobre los estudios del poder y la hegemonía que se han dedicado a la discusión en torno al soft power. Entre estos autores podemos encontrar a Zahran (2010), Soederbaum (2005), Mattern (2007) y Stokke (2010).

    Parte II

    Juegos del poder y sistema de dominación

    Aquí denominamos a los juegos del poder como las relaciones que guardan al menos dos participantes cuando alguno, al intentar beneficiar su posición o interés, utilizan su capacidad o su acción directa o indirecta para provocar, por lo menos, una reacción favorable de parte del otro u otros para lograr su cometido (Lukes, 1990; Galbraith, 1984; Bobbio y Matteuci, 1982).

    El poder como capacidad para realizar algo, puede ser imagen, símbolo, discurso, campo o acción (Bourdieu, 1990; Arendt, 1997; Karlberg, 2005) pero procura dar ventaja a quien lo ejerce en detrimento de los otros que no lo hacen (Elias, 1982; Sartori, 1987). El poder es asimétrico, ofrece una condición de ventaja desigual (Spierenburg, 2004; Torres, 2011) que contribuye, entre otros factores, a la existencia de la heterogeneidad en la sociedad humana (Hurrel, 2005; Sen, 21010). El equilibrio de poder en una sociedad no existe a excepción de hallarse de modo espontáneo, circunscrito a una coyuntura específica y generalmente está ligada a condiciones de cambio institucional (Walzer, 1988). Por el contrario, el poder casi siempre se encuentra en manos de protagonistas, grupos, organizaciones, instituciones y del aparato estatal que detentan la representación temporal de los intereses de la minoría o mayoría social (Weber, 1977; Dahl, 1958; Chandler, 2006); o bien, en condiciones excepcionales, sólo representan al protagonista político como se detalla en la obra del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (Marx, 1971).

    En la vida del ser humano, cualquier simple intención, o efectiva realización de la capacidad de hacer algo, está envuelto dentro de un ambiente social. Por ello, el poder aun cuando lo ejerce un individuo posee un carácter social, producto de un conflicto de voluntad, necesidad, interés o de dependencia que precisa de ser resuelto (Allen, 1998; Emerson, 1962). Las relaciones de poder presentan una naturaleza dinámica entre la coerción y el consenso (Parsons, 1963). En el primer caso, en la coerción, la relación de poder se puede establecer ante la presencia de una relación entre quien profiere una amenaza o ejerce cualquier grado y tipo de presión; respecto al consenso, es el medio por el que se logra la aceptación de una acción potencial derivada de un acuerdo de al menos dos voluntades en torno a una decisión común, lo cual hace posible concretar un acuerdo de la mayoría pero permite la existencia del disenso de una minoría que opina diferente, puesto que consenso no es unanimidad.

    En ambos casos se producen incertidumbres o expectativas en torno a la realización de la coerción o del consenso. Sin embargo, cualquiera conlleva la posibilidad de que al ejercerlas exista alguien que caiga en desventaja (o se vea o se sienta desfavorecido), por lo cual sea capaz de presentar algún grado de resistencia a dicha coerción o consenso. La temporalidad del poder de uno sobre otro por cualquier vía puede ser indefinida, pues se supedita a la posibilidad de un cambio (gradual o repentino) que incida en alterar las condiciones mínimas y suficientes establecidas que le facilitaron ejercitar dicho poder (Raven, 1993; Pérez, 2007).

    La coerción y el consenso utilizan la persuasión que ofrece crear lazos entre quien ejerce un convencimiento o una fascinación sobre el que es convencido o cautivado. En el caso de la coerción, la persuasión consigue construir una imagen de imposibilidad de resistirla, por lo cual se rechaza la idea de hacerlo. En el caso del consenso, la seducción que establece un mínimo acuerdo en torno a un ideal, la moralidad de la autoridad, un conjunto de atractivos, relaciones de afecto y confianza, etc., proporcionan la capacidad de persuadir a quien desea ser persuadido. La relación de poder establece una relación dependiente de voluntades entre la dominante y la dominada, ya sea por la persuasión y la obligación (Vázquez, 2012). El encanto de la persuasión se rompe cuando de la incertidumbre surge la conciencia sobre: a) la posibilidad de un sufrimiento mayor a las bondades alcanzadas; b) la insatisfacción derivada de la insuficiencia en los acuerdos; c) las evidencias relativas a las fallas reales respecto al ideal o la limitación de los atractivos buscados; d) la falta de ética de la autoridad, o bien cuando se exhibe la falta de afecto o la desconfianza (Guerra, 1999).

    En ambos casos, los instrumentos como la persuasión y la obligación (que pueden ser vistos como aceptación de una obligación, como deber o también como derecho a ser obligado bajo determinado entorno social) reproducen las relaciones de poder pues implican dominio y sujeción de uno sobre otro. En términos sociales, la dominación se conforma a través de un conjunto de interacciones entre actores, entidades e instituciones o acciones derivadas del aparato estatal que propician y recrean continuamente las condiciones del ejercicio de dominio social, político e ideológico de uno sobre los demás involucrados. Foucault señala que dicha sujeción se sustenta en la conversión del individuo en sujeto, ya sea sometido a través de la autoridad que ejerce el control o del dirigido, quien es dependiente a ser subordinado debido al conocimiento que tiene de sí mismo y a la visión predominante del poder (Foucault, 1988; Habermas, 2000; Mercado y González, 2008).

    La persuasión junto a la coerción conforman las partes de

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