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Poesía reunida
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Libro electrónico600 páginas2 horas

Poesía reunida

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La obra de Claudio Bertoni muestra –como pocas– al ser humano, al artista y poeta, en su relación radical con el tiempo y el espacio inmediatos, con todo lo que hay de luminoso y oscuro en esa experiencia. De ahí emerge su inapelable observación del mundo interior y exterior, que es la materia de sus poemas: una mezcla de ángel y bestia que nos recuerda al mismo tiempo a san Agustín y Mick Jagger, a Edith Stein y Nina Simone. Neurosis, miedos, deseos, amores y desamores –a menudo traspasados por un humor de tono menor– se atan y desatan aquí para convertir al lector en un privilegiado voyerista de la naturaleza humana. Al poeta de la reflexión existencial se le entrelaza el poeta sensual y mundano que observa, recolecta y goza del mundo y de los cuerpos, los que a través de su visión se reorganizan en notas, reflexiones y cachureos que se transforman en poemas tan queribles como corrosivos, cartas, libros y libros-cartas. Durante más de medio siglo, la escritura de Bertoni le ha proporcionado una inimitable vitalidad a la poesía chilena, lo que le ha otorgado al autor un espacio privilegiado y entrañable dentro de ella. Este volumen reúne en forma íntegra los libros de poesía más importantes de Claudio Bertoni, en versiones revisadas por su autor: El cansador intrabajable I y II (1973, 1986), Sentado en la cuneta (1989), Ni yo (1996), Una carta (1999), Jóvenes buenas mozas (2002), Harakiri (2004), No faltaba más (2005), En qué quedamos (2007), El tamaño de la verdad (2008) y The price of love (2018).



"Yo he hecho puros libros imperfectos, con poemas abollados, mal hechos, y para este volumen de poesía reunida me he dado el gusto de sacar un montón de poemas que no debí haber publicado nunca".
C. B.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UDP
Fecha de lanzamiento19 jun 2024
ISBN9789563145557
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    Poesía reunida - Claudio Bertoni

    Claudio Bertoni / Poesía reunida

    Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2020,

    1a edición, p. 652, 18,5x26,5

    Dewey: Ch861.4

    Cutter: B4625

    Colección Poesía Iberoamericana

    Prólogo de Leila Guerreiro

    Materias:

    Poesía Chilena. Siglo XX.

    Crítica e interpretación.

    Poetas chilenos.

    Escritores chilenos.

    Artistas chilenos.

    Bertoni, Claudio, 1946-

    POESÍA REUNIDA

    CLAUDIO BERTONI

    © Claudio Bertoni, 2020

    © Leila Guerriro (del prólogo), 2020

    © Ediciones Universidad Diego Portales, 2020

    Primera edición: noviembre, 2020

    ISBN: 978-956-314-480-2

    ISBN Digital: 978-956-314-555-7

    Inscripción n. ° 2020-A-8733 en el Departamento de Derechos Intelectuales

    Universidad Diego Portales

    Dirección de Publicaciones

    Av. Manuel Rodríguez Sur 415

    Teléfono (56 2) 2676 2136

    Santiago – Chile

    www.ediciones.udp.cl

    Diseño: Carlos Altamirano

    Fotografía de portada: © Marcia Emparán, 2020

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Índice

    Arqueólogo del desasosiego, Leila Guerriero

    Nota a la edición

    El cansador intrabajable(1973)

    El cansador intrabajable II(1986)

    Sentado en la cuneta(1990)

    Ni yo(1996)

    Una carta(1999)

    Jóvenes buenas mozas(2002)

    Harakiri

    No faltaba más

    En qué quedamos(2007)

    El tamaño de la verdad(2008)

    the price of love(2018)

    ARQUEÓLOGO DEL DESASOSIEGO

    Leila Guerriero

    Las cosas iban a ser distintas. Apenas terminara sus estudios en el Liceo Alemán, Claudio Bertoni iba ingresar a la universidad y a salir de allí siendo abogado, como su padre. Pero no fue abogado sino el hombre que escribió poemas como este:

    1976

    El año 1976 compré La vida silenciosa de Thomas Merton

    en la Feria Chilena del Libro en la esquina de Huérfanos y

    Banderas donde ahora hay una sucursal del BCI.

    Algo había en ese libro que me transformó.

    Algo responsable o no

    de la vida miserable o no

    que ahora imagino que llevo.

    Muchas de las cosas que lo transformaron en el hombre que escribió poemas como ese sucedieron en 1976. Pero no todas.

    ***

    A comienzos de mayo de 2020, Claudio Bertoni envía un mail desde su casa en Concón. No hay comas, ni mayúsculas, ni acentos: voy a pensar en voz alta/ lo del libro de merton (‘la vida silenciosa’) como practicamente todo hay que tomarlo cum grano salis/ lo lei el 76 o 77/ influyo claro pero el silencio y la tranquilidad y el salirse de la sociedad del mundo de los fenomenos (de las diez mil cosas como llaman los chinos) venia desde mucho antes desde muchisimo antes a traves del zen que entro a mi vida a traves del libro budismo zen y sicoanalisis de d.t. suzuki y erich fromm (a fines de los años 60) pero aqui el importante es suzuki que tuvo una influencia enorme en la generacion beat sobre todo en kerouac y gary snyder que de hecho se ‘graduo’ de maestro zen en un monasterio en kyoto pero no me voy a poner a hablar de eso/ fueron un gran descubrimiento para mi tambien los cinicos griegos que para mi aparecieron como budistas zen occidentales dando la espalda a una vida social cardiamente aberrante/ el año 63 64 un año en usa becado viviendo con familia gringa yendo a high school y volvi a chile solo con ganas de volver a viajar todos en la ‘tribu no’ queriamos viajar estaban el ese swingin london y mayo del 68 en francia y el che por otro lado y queriamos cambiar al mundo (viejo cuento) volvi el 76 cansado de europa habia sufrido bastante broken heart y todo y hambre mas encima y habia muerto mi abuelo ya no me acuerdo cuando y mi mami murio el 76 tres meses despues que volvi de europa y lo unico que habia para mi era una pieza en concon y es lo que queria era conseguirme una compañera y quedarme en paz y la cosa con merton y los caminos de liberacion en general son sin señorita parece ese ha sido siempre un asunto para mi de oscilar y de huir de un compromiso conyugal/ de hecho viaje a usa el 69 detras de la cecilia y de nuevo el 72 detras de la cecilia porque se saco una beca si no no habria ido a ningun lado y me quede en paris por la brigitte y volvi a chile y no volvi a paris de nuevo con la brigitte que me vino a buscar, me quede aqui por la monica, y despues todo lo que hice fue quedarme en chile haciendo nada por la malva y supongo que todos mis viajes aunque sean dentro de una sola ciudad o unas pocas cuadras han sido por seguir a mi corazon que perseguia a la que perseguia/ pero todo es por supuesto mas complicado/ estan las lecturas y quiza sobre todo la creciente conciencia de la fragilidad fisica siquica de nuestra condicion y de mi cabeza especificamente.

    De su cabeza, específicamente.

    Cuando niño no sentía miedo –decía en una entrevista de 2017–. El miedo apareció después y es casi lo único que hay ahora. A los 16, 17 años, estaba absolutamente exaltado. Ahora veo que la vida es una melcocha horrenda. Porque hay demasiado dolor. Pero a los 16 años estaba excitadísimo. Y era como un kamikaze suicida. Viajes con dos pesos a todas partes. Estaba repleto de deseo. Ahora, para nada. Como dice Tolstoi, la sorpresa más grande de mi vida es la vejez. En los últimos tres, cuatro años, tú miras mi cuaderno y es la muerte, el suicidio, la enfermedad, el dolor. Preferiría no escribir. Escribir me importa un pico. Si no escribiera estaría feliz, porque querría decir que no me pasa nada, que estoy tranquilo, aliviado. Mi relación con la literatura es de absoluta necesidad. Son como parchecitos para el dolor. Me desahogo, me alivia. Yo no sé qué es la página en blanco. Yo busco la página cuando me pasa algo.

    Y, cuando le pasa algo, escribe, por ejemplo, esto: miedo/ desde que abro los ojos/ hasta que gracias a dios/ los cierro.

    ¿Qué pasó entre aquel adolescente exaltado y lo que siguió después? Es posible que buena parte de la poesía que escribió a lo largo de más de medio siglo haya sido el intento de entenderlo, de entenderse.

    ***

    La casa de Bertoni en Concón no es una casa. Era el sitio donde se guardaban los trastos de una vivienda contigua, propiedad de su padre, y que él transformó en habitación, cocina y baño. Allí vive desde mediados de los setenta, entre tazas, vasos, pedazos de cartón, ropa, libros, cuadernos, cedés, mantas, sábanas, bolsas de plástico, revistas, fotos, posters, cajas, cajones, un par de sillas, una cama, cuadros, aparatos para tomarse la presión y medirse los latidos (es hipocondríaco severo). En todo caso, un sitio muy distinto a la casa donde se crió en Santiago con sus padres, Bruno y Berta, y sus dos hermanas, Carmen y Marietta. En ese tiempo era un niño que se pasaba los días en la calle, jugando con amigos, acuciado por un erotismo precoz –A mis 5 años me enamoré la primera vez, de la señorita Teresa, que tenía 35. La Tita Cuéllar, nunca me voy a olvidar. Tenía unos pechos exquisitos, pero yo era una guagua. Y ella decía ‘Eres una guagua’, pero la guagua lo único que quería era que ella se desnudara y hacerle el amor –, y con una madre a la que adoraba: Mi vieja era una vieja puro corazón. A mi mami la adoraban los gallos que limpiaban los vidrios, los albañiles. Ella los ayudaba. Siguió siendo un adolescente entusiasta que salía con amigos a hacer bromas menores –pasearse en calzoncillos por la puerta de un cine, cambiar los autos estacionados de lugar para que sus dueños no los encontraran–, hasta que la familia se mudó de Ñuñoa a Providencia, y todo lo que era juegos y amistad se transformó en encierro: En Providencia me pasé encerrado, sin darle bola a mis vecinos. Era un barrio de momios. Fue allí, en ese encierro, donde se hizo lector. Un día pasó por la casa un vendedor de libros de la editorial Pomaire, y él le pidió las Analectas, de Confucio, ni sé por qué. Poco después, conoció a Cecilia Vicuña, con quien años más tarde formaría el colectivo artístico Tribu No!, y empezaron a noviar. Leyeron a Herman Hesse, a Antonin Artaud, a Henry Miller. Al terminar el colegio ganó una beca para vivir con una familia en Estados Unidos y terminar los estudios allá: estaba encandilado por el jazz, quería conocer sus orígenes. Terminó en Denver, una ciudad sin mucha relación con el jazz, pero cuando regresó de allá era otro: Volví multiplicado. Lo único que quería era seguir viajando. Antes de irme creí que la vida era como una carretera asfaltada y que había que seguirla. Pero esa carretera estaba rodeada de bosques y me dije ‘Yo paro el auto acá y me meto en ese bosque’. Entendí que ganarse la vida es perderla. Ganársela como se la están ganando todos los huevones haciendo trabajos que no quieren.

    Abandonó la idea de ser abogado, se inscribió en Filosofía, estudió un año, dejó, y empezó a vivir sin plan, sin hacer nada, sin que sus padres le pidieran una explicación: Es loable. Nunca me preguntaron. Yo pensé: ‘Tengo 18 años, mi viejo tiene plata, no me van a echar, comida no me van a quitar, ropa siempre va a haber’. En 1967, cuando tenía 21, se fue a Londres en barco con un amigo –Chuta, era la guerra de Vietnam, faltaba un año para mayo del 68. El Che. Íbamos a cambiar el mundo–, pero no los dejaron entrar a Inglaterra y terminaron en Francia. Esos años lo muestran en movimiento casi permanente: regresó a Chile desde Europa, pero Cecilia Vicuña se fue un tiempo a Estados Unidos y le escribió desde allá una carta en la que le decía Me acosté con Sergio, un poeta al que ambos conocían. Yo era una persona equis antes de leer esa línea. Y fui otra persona después. Yo solo sabía una cosa: no podía seguir sin ver a la Cecilia. Consiguió un pasaje en Ecuatoriana de Aviación que era como irse arriba de una gaviota y, con fiebre y poca plata, llegó al campus universitario donde ella vivía: Golpeé la puerta y salió el Sergio súper cariñoso, el mismo que había estado con mi mujer hacía poco. Y apareció la Cecilia en bata y fue un milagro. La abracé. Y me salió un chorro de sangre de las narices. Estuvimos tres meses viajando por Estados Unidos y yo me hice mierda el pico, o el pene, o la pichula, como le digan, porque me ponía al lado de la Cecilia y era sexo, sexo. Esa es la cosa más violenta que me ha pasado en la vida, saber que mi mujer se acostó con otro. Es dolor, dolor. Tienen que amarrarte y darte de comer y se te pasa. Pero yo me cago de la risa cuando dicen ‘¿Tú no tienes dignidad?’. ¿Dignidad? Yo como caca. La gente que habla de dignidad en el amor no tiene idea de lo que es querer a alguien.

    Desde que conoció ese dolor desbordado, el amor se transformó para él en una materia sucia y celestial, capaz de hacer flotar a un hombre y también de aniquilarlo: Qué me importa que me quieras cuando me quieres/ Yo necesito que me quieras cuando no me quieres, escribió en Jóvenes buenas mozas. La ausencia de pudor que recorre toda su poesía –que aúlla de miedo ante la enfermedad y ante la muerte– se hace explícita de un modo inédito, gallardamente doloroso, en los poemas de amor.

    ***

    En 1972, de regreso en Chile, la vitalidad todavía al galope, tocó las congas en Fusión, el primer grupo de jazz rock chileno y, como ese año sus padres hicieron un viaje a Europa, él quedó a cargo de su abuelo, un hombre con gran deterioro cognitivo: A las cuatro de la mañana me decía ‘Claudio, tengo que tomar el té’. Yo me levantaba. ‘Don Manuel, venga conmigo’. Salíamos al jardín. Le decía ‘Don Manuel, mire el cielo. ¿Cómo se llaman esas cositas azules?’ Y mi abuelo decía ‘Estrellas’. ‘Bueno, el té se toma a las cuatro de la tarde’. Él se tomaba la cabeza y decía ‘¿Qué me pasa, qué me pasa?’. Un día llegué y se había pasado la noche en el suelo, muerto de frío. Después él se murió. Ahí, con mi abuelo, entró la muerte en mi vida. Pero, aun así, ese mismo año viajó con Cecilia Vicuña a Londres, donde ella había conseguido una beca como artista plástica. Vivieron comiendo pan de ayer, robando botellas de leche. Él, a veces, orinaba en el fregadero para no tener que ir al baño gélido que compartían con los demás. Nunca, dice, fue tan pobre como en esos años. En 1973 publicó su primer libro: El cansador intrabajable. Y entonces Cecilia lo abandonó por un gringo llamado John. Bertoni rogó, gritó, lloró, y al fin, ante la evidencia de que ella no iba a volver, se fue a Francia donde, tiempo después, conoció a Brigitte. Permaneció allí, en Annecy, hasta 1976, cuando, con Chile en dictadura, volvió porque le dijeron que su madre no aguantaba sin verlo. Su intención era hacer una visita. Pero tres meses después ella tuvo un aneurisma y falleció. Eso, ese relámpago oscuro, lo cambió todo.

    yo sali el 72 de chile feliz" –escribe por mail en mayo de 2020–/ estaba tocando congas en fusion estaba la up y estaba sobre todo bailar y los amigos y amigas y el amable amor sexual (asi estaba yo esa era la luz de mi vida entonces)/ y vuelvo el 76 con la pujante dictadura en gloria y majestad muere mi mami y yo solo en un living oscuro y frio de concon mirando el chapulin colorado/ antes de irme a annecy y en annecy incluso yo era el mismo de chile todavia/ yo volvi distinto/ los amigos ya no fueron lo que

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