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La sociedad o la antropología serían los ámbitos que más podrían decir algo al respecto de la dicotomía que se ha establecido en la sociedad sobre los distintos mundos que coexisten en ella. Hasta hace no tanto, las nuevas generaciones crecían con referentes que les venían impuestos por las anteriores. Los medios de comunicación eran los que validaban los personajes, y eso servía para un premio Nobel o para una tertuliana de programas del corazón. Y eso era así porque los medios de comunicación empleaban unos canales que eran los mismos para todos. Hace 45 años alguien a quien no le gustara Alaska (Olvido Gara, la cantante, no el estado más septentrional de los Estados Unidos) no necesitaba estar interesada en ella para verla hasta en la sopa, mucho antes, incluso, de que comenzara a vender discos y entradas de conciertos a mansalva y con regularidad…
En cambio, el último decenio ha visto nacer y/o crecer nuevos canales (las redes sociales), que han transformado por completo el concepto de popularidad, de un modo tal que el desconocimiento mutuo entre generaciones se ha establecido como normal. Alguien de veintitantos años puede desconocer quien es Alain Ducasse, Camilo José Cela, Luis Eduardo Aute o, incluso (me consta) Pedro Almodóvar o el recientemente fallecido Paul Auster; pero alguien de cincuenta y tantos tampoco sabe quién es Benji Krol, Rels B, Sofía Croqs, Lola Lolita o Twin Melody. Los primeros ni ven televisión, ni compran periódicos, ni escuchan la radio…, los segundos,