Pundonor
Por Andrea Garrote y Manuel Iglesia
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¿Sus armas? ¡La obra completa de Foucault! La paz del claustro fue profanada y Pérez Espinoza es el chivo expiatorio de una ordalía contemporánea: un hecho vergonzante dentro del aula la llevó hasta el límite, del ridículo al juicio público. Y desde ahí, desde el fondo del fondo, toma la palabra y encarna un conmovedor testimonio, que también es una forma de pasar al ataque.
Sobre las inquietudes de lo contemporáneo, teoría y crítica no han parado de ofrecer explicaciones. Andrea Garrote renuncia al comentario. Pundonor es una obra de arte, el único artefacto al que confiar nuestro lenguaje cuando estamos a la intemperie
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Pundonor - Andrea Garrote
Pundonor
Andrea Garrote
Blatt & RíosÍndice
Cubierta
Portada
Dedicatoria
Pundonor
Ficha técnica
Epílogo. Pundonor como representación de una clase universitaria
Sobre la autora
Créditos
A mi padre.
pundonor
s. m. Sentimiento de orgullo o amor propio que anima a mantener una actitud y apariencia dignas y respetables, nunca inferiores a las de los demás. Autoestima, dignidad.
Estamos en un espacio llamado Aula Magna Chica
. Hay luces de tubo que iluminan todo el lugar. Sobre el público, los tubos titilan. Sonido ambiente de conversaciones. Un minuto después entra una mujer, Claudia Pérez Espinoza, de unos cuarenta y tantos años. Lleva tacos y falda de mujer formal. La camisa y la chaqueta tienen un toque hipster. Carga un bolso gigante y un celular en la mano.
Profesora Claudia Pérez Espinoza:
Buenas.
Acomoda sus cosas en el escritorio.
Para los que no me conocen, yo soy la profesora Claudia Pérez Espinoza. Soy consciente de que la gran mayoría me conoce. De una manera extraña, pero una imagen de mí tienen, ¿no?
La imagen es una trampa. Hay tantas maneras de entrarle a la materia, a esta materia… una podría ser la imagen.
Va hacia el pizarrón, alza la tiza, pero no escribe nada. Vuelve a mirar a la clase.
Volver a estar acá al frente no me es fácil. Lo que era fácil se volvió difícil y lo que era difícil… (reconoce algunas caras entre el público-clase) una tentación.
No quería hacerlos esperar, de hecho llegué hace más de una hora. Digo porque algunos me vieron caminando por los pasillos. Nos cruzamos, pero no nos saludamos. Me intimidaron un poco, un grupo de siete u ocho que cursaron la materia conmigo el cuatrimestre anterior. Sí, por ahí; ustedes, me acuerdo las caras, ya cursaron, y si están acá quiere decir que no se presentaron al final con Leandro. ¿Por qué no se presentaron? Cuando nos cruzamos ahí afuera se quedaron mirándome muy abiertamente y sin saludar, y si un grupo mira a alguien que conoce así, y sin saludar, bueno… intimida. No estoy pidiendo una sonrisa, no estoy mendigando simpatía, pero por lo menos una mueca empática, ¿no? Humana. Bien, vamos a lo nuestro.
Para comenzar a hablar de nuestro tema es condición sine qua non, es troncal, introducirlos en la obra de Michel Foucault, filósofo francés, homosexual, nacido en 1926. Este hombre, que nos habla de la fiesta del pensamiento
, dedica su trabajo a iluminar las zonas oscuras de nuestra sociedad. Comienza estudiando las cárceles y lleva este modelo de análisis de disciplinamiento social a otras estructuras de poder: escuelas, manicomios, hospitales, asilos, juzgados, bueno, la universidad, la sexualidad… (Se dirige al mismo grupo del inicio). Perdón, pero ahora que los veo acá, tratando de no cruzarse con mi mirada, como un cachorro que mordisqueó un almohadón "Ay, si no te miro no me ves"… Saben que no tienen por qué recursar, ¿no? La regularidad la conservan, sólo deben el examen final. Digo, porque esto ya lo vieron. (Pausa). Como quieran. Claro, quizás vienen a ver si brindo algún show, ¿no? No. Mi plan es decepcionarlos y no hacer nada por