La materia
Por Leandro Ruiz
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La Materia como se denomina un fragmento de un desconocido planeta llamado Mercuri Alestar. Cuyo fragmento cómo es La Materia, es capaz de crear vida, crear mundos, crear riquezas, sanar vidas, pero también puede destruir y acabar con todo un universo y sistemas solares. Y el único ser que lo mantiene en su poder es el Conde Der Toram para controlar a todos. Pero cuando La Materia fue robada en su castillo, quedó en manos de un anciano ingeniero que tiene el deber de regresarla a su planeta de origen. Y para tal tarea se la encomienda a su creación, un androide de nombre Arquímedes.
La Materia es una opera espacial increíble que narra la primera parte de una gran historia fascinante, atrapante y alucinante.
Leandro Ruiz
Nacido en Lanús, Provincia de Buenos Aires, Leandro Ruiz se ha dedicado a la escritura desde temprana edad de su niñez desde los once años. Con el tiempo, su otra fascinación era por el cine, adoraba ir mucho al cine. Pero llegando a su adolescencia, escribía borradores y de breves historias y poemas, pero todo eso fue a la basura. Pero años más tarde comenzó a estudiar cine en el Idac de Avellaneda y realizó algunos cortometrajes, en lo cual la mayoría son animados. Pero luego, por razones de la vida dejó todo eso atrás, y se dedidcó a trabajar arriba de una ambulancia por varios años. Pero si hay algo que jamás abandono fue su infrenable lectura de libros, y a la vez continuó escribiendo sin parar. Ahora dedicado al estudio a la cardiología, continúa desarrollando historias de ciencia ficción y fantasía con toques metafisicos.
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La materia - Leandro Ruiz
LEANDRO RUIZ
LA MATERIA
Para Eri
Prólogo
Desde aquel escondido laboratorio que se encontraba en el cuarto subsuelo del castillo, donde Sufar, un ser de raza diferente de un planeta desconocido, de estatura de 1,62 metros, piel grisácea y escamosa con hocico similar la de un caballo, vestido siempre con una larga toga similar a una frazada vieja, también era un ingeniero, físico, especializado en creación de armas para el Conde Der Toram, se encontraba sentado frente a una mesa desordenada por herramientas y dos veladores que iluminaba lo que él hacía.
Tenía una pinza en cada mano, y lo que hacía era ajustar aquel objeto extremadamente brillante que radiaba luz verde y estaba adentro de una caja. Imposible de describir lo que era, pero en efecto eso era algo bastante potente. Poderoso, y más valioso que el oro, ese objeto provenía de otro planeta. No era un asteroide, no era algo común, pero eso era capaz de crear riquezas en cualquier parte del mundo, o del universo o de muchos. También podía sanar cómo de lo contrario utilizarlo como una peligrosa arma masiva para destruir todo. Podía ser hasta más peligroso que una bomba nuclear, como también capaz d destruir un planeta entero en un solo abrir y cerrar de ojos.
Aquel trabajo de Sufar lo había llevado a los largo de muchas horas y meses encerrado en su único espacio donde modificó aquel objeto. Tenía el conocimiento de donde provenía y ya conocía cada sustancia y su gran contenido. El deber que Sufar era que transformara el objeto en un arma. Y así lo hizo. Solo tres ajustes más, y luego estaba preparada. El objeto fue clasificado cómo La Materia.
Sufar cerró la caja blindada donde la misma se encontraba resguardada y con breve esfuerzo la alzó con sus dos manos, y con mucha cautela la llevó hasta la entrada de su guarida del sótano donde dos guardias de extrañas armaduras lo habían vigilado durante todo el procedimiento de la reformación de La Materia.
Los dos guardias escoltaron a Sufar hasta otro pasadizo por otro lugar del subsuelo donde ahí era difícil que cualquier intruso se filtrara sabiendo que el castillo era extremadamente protegido.
Caminaron por aquel pasadizo largo que parecía interminable hasta que llegaron a una puerta. Sufar sacó el juego de ocho llaves y con una mano comenzó a buscar la llave para esa parte mientras con la otra hacía el esfuerzo de sostener la caja con La Materia. Mientras los dos guardias solo controlaban los movimientos de Sufar en vez de ayudarlo, para ellos lo que importaba era La Materia, no de la persona que hizo lo posible para convertirla en arma.
Al fin había encontrado la llave.
Abrió la puerta e ingresó únicamente Sufar hacia aquella oscura y solitaria habitación vacía en lo cual sobre la pared había una caja fuerte.
Sufar marcó la contraseña sobre teclas digital. Luego la caja se abrió deslizándose de una lado y del otro y guardó La Materia allí adentro. Acto seguido, cerró la caja fuerte y salió de la habitación hasta que los dos guardias nuevamente escoltaron a Sufar pero esta vez saliendo del subsuelo y yendo hasta el ultimo piso del castillo donde estaba la gran biblioteca, el lugar donde El Conde se refugiaba muy seguido más que en otra parte del castillo.
Al llegar al último piso del castillo por medio de un ascensor, prosiguieron por otro pasillo, pero este era mas grande y de techo más alto como el de una catedral. Y solo había una enorme puerta metal con arco gótico. Los escoltas iban al lado Sufar mientras él sentía temor cada vez que le tocaba ir a la biblioteca. Sentía que el corazón estaba a punto de estallar del fuerte latido y los nervios hacían que se le mueva su estómago. Pero como fuese, debía esconder ese miedo ante el Conde. No podía mostrarle síntomas de debilidad, aunque él podría darse cuenta de ello.
Los dos guardias se arrimaron hacia la puerta y abrieron el picaporte para abrir aquella semejante puerta de un metal desconocido para el hombre. Los guardias quedaron allí parados como custodia. Y Sufar ingresó con cautela entre medio de enormes estantes lleno de una incalculable cantidad de libros, también decorado con dos estatuas de animales de cuatro patas y alas enormes como las de un águila, y cabeza con un largo pico y con algunas extremidades como la lechuza. Después de eso había una chimenea enorme con el fuego encendido. Y alrededor había un sillón con excéntrico respaldo largo y enorme. Del otro lado había una mesa redonda y un enorme globo similar al globo terráqueo, pero era como una representación de como era el planeta Verseker. Pero desde la altura donde Sufar caminaba, había una ventana enorme con arco gótico. Y allí estaba el conde observando el horizonte desde aquella gran ventana. Un ser palidezco de ojos amarillos, con cejas finamente rectas, haciendo una caída sobre su ceño como si fueran tatuadas, con una perfecta nariz de felino, labios finos y oscuros como si se hubiera pintado con labial negro, de orejas eran puntiagudas, y en su cabeza, no tenía mucho cabello, en lo cual tampoco era calvo, solo tenía dos cresta trenzada de color blanco y el cuello cubierto por una gran solapa que llegaba hasta la altura de su mentón en lo cual provenía de su larga capa negra que llegaba hasta el suelo.
El Conde mantenía su mirada fija hacia el horizonte donde observaba el paisaje de su ciudad. Y a decir verdad tenía una hermosa vista desde ahí. Podía ver todo, desde donde estaba. Veía su ciudad, protegida por él, y las montañas que estaban a lo lejos.
—Ya esta hecho amo —dijo Sufar con voz temblorosa.
Hubo un gran momento silencioso que había perdurado alrededor de cuatro inquietantes minutos esperando la respuesta del Conde o que le diera alguna orden. Sufar deseaba irse de ahí. Huir corriendo si era posible. No soportaba las frecuentes incomodidades que tenía cada vez que llegaba a la biblioteca. Lo único que le quedaba era mantenerse quieto y en silencio y esperar.
Esperando algunos segundo demás, nada sucedió. Era bastante incómodo.
Tomó algo de valentía, respiró hondo, y prosiguió a decirle:
—Ya esta listo.
—Bien hecho Sufar. Bien hecho.
1
Desde la Tierra, durante en la mañana, a lo lejos