Momentos
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Estamos ante un libro de cuentos cortos, algunos de ficción, pero la mayoría basados en hechos reales. Esta cuidadosa selección de momentos, abarca una diversidad de temas tratados con diferentes metodologías tanto de composición como así de construcción, a los efectos de que en la heterogeneidad de su desarrollo cada lector siempre pueda encontrar un espacio confortable entre sus páginas donde pasar un rato ameno. Esto arroja como resultado una obra exenta de monotonía y repleta de matices y giros inesperados. Un variado collar de perlas donde el lector podrá reír, emocionarse y hasta estremecerse a medida que se plantee apreciar cada una de ellas con detenimiento. En esta surtida colección de historias se podrá encontrar relatos para todos los gustos, asegurando un buen entretenimiento luego de una grata inversión de tiempo de quien se sumerja en las impredecibles aguas de la imaginación tanto propia como del autor. De esta manera se genera la deseada interacción a través de la palabra escrita. Se sorprenderá leyendo nuevamente algunas de sus historias luego de verse atrapado en la vibrante trama presentada a lo largo de cada relato contenido en esta obra.
Máximo Olivera Sum
Máximo Olivera Sum Nació en Tacuarembó, en 1978. Una vez finalizado el Bachillerato, inició su carrera como Oficial de la Fuerza Aérea Uruguaya en la Escuela Militar de Aeronáutica, graduándose en 2001 como aviador. Posteriormente impartiría clases de Historia Nacional en la Escuela Técnica de Aeronáutica y de Juego de Guerra "Fénix" en la Escuela de Comando y Estado Mayor Aéreo. Es piloto de aeronaves de ala fija y helicópteros. Al día de hoy se encuentra realizando la carrera de Periodismo en el IPEP (Instituto Profesional de Enseñanza Periodística). Es investigador, además de poeta, cuentista y ensayista. Para más información, contáctelo a través de su casilla de correo electrónico: maxiolsum@hotmail.com
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Momentos - Máximo Olivera Sum
MOMENTOS
Cuentos cortos
––––––––
MÁXIMO OLIVERA SUM
Copyright © 2020, Máximo Olivera Sum
Sello: Independently published
Segunda Edición.
maxiolsum78@hotmail.com
Tel. +598 - 97 451 445
Tacuarembó – Uruguay
Ilustración de portada: Melissa Fernández
Máximo Olivera Sum, nació en Tacuarembó, Uruguay, en 1978. Una vez finalizado el Bachillerato, en 1998 inició su carrera como Oficial de la Fuerza Aérea Uruguaya en la Escuela Militar de Aeronáutica, graduándose en 2001 como aviador. Posteriormente, impartiría clases de Historia Nacional en la Escuela Técnica de Aeronáutica, de Sistemas del helicóptero UH-1H en el Escuadrón Aéreo N° 5 y de Juego de Guerra ‘Fénix’ en la Escuela de Comando y Estado Mayor Aéreo. Es piloto de aeronaves de ala fija y helicópteros.
Como integrante de la Fuerza Aérea realizó los siguientes cursos: Investigación y prevención de accidentes, Formación de Instructor Académico, Curso Elemental y Básico de Comando brindados en la Escuela de Comando y Estado Mayor Aéreo, donde recibiría el premio al más alto promedio en el área cultural.
Recibió formación en implementación y certificación en la Norma de Control y Gestión de Calidad ISO 9001, por parte de especialistas del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU).
Concluyó, además, el Programa de Liderazgo Estratégico brindado en el Centro de Altos Estudios Nacionales del Ministerio de Defensa Nacional, impartido por integrantes del Centro de Liderazgo y Gestión de Defensa de la Academia de Defensa del Reino Unido de la Universidad de Cranfield.
También aprobó el curso de Oficial de Estado Mayor Conjunto brindado en el Instituto Militar de Estudios Superiores del Ejército Nacional.
Participó del Curso Conjunto de Planificación de Campañas brindado en el Centro Conjunto para Operaciones de Paz de Chile, en Santiago de Chile, impartido por integrantes del Comando de las Fuerzas Conjuntas del Reino Unido.
Formó parte del taller de Administración brindado por el Instituto Universitario Aeronáutico en Córdoba, Argentina.
Obtuvo, a su vez, el título de Oficial de Estado Mayor brindado en la Escuela de Comando y Estado Mayor Aéreo.
Estudió Periodismo en el Instituto Profesional de Enseñanza Periodística.
Es investigador, además de poeta, cuentista y ensayista. Tras publicar su primera novela Esteban, el Discípulo, y luego de sacar a la luz su libro de cuentos cortos Momentos, volvió con un nuevo libro de relatos breves titulado La caramelera.
Con posterioridad ha publicado su segunda novela Colonización de Marte. Además, ha publicado su primer libro de poesía titulado Amaneceres y luego incursionaría en un nuevo desafío con una obra enfocada en brindar orientación a aquellas personas que desean tener un matrimonio pleno, titulada Un matrimonio saludable.
Para más información, contacte al autor a través de su casilla de correo electrónico: maxiolsum78@hotmail.com
También puede encontrarlo en Amazon y Draft2Digital mediante su amplia red de plataformas asociadas: Apple Books, Barnes & Noble, Rakuten Kobo, Everand, Smashwords, Tolino, OverDrive, Bibliotheca, Baker & Taylor, BorrowBox, Hoopla, Vivlio, Palace Marketplace, Odilo, Gardners y Fable.
Por intermedio de la plataforma de audiolibros Findaway Voices: Nook Audiobooks, Google Play, Kobo Walmart, Spotify, Libro.FM, Audiobooks.com.
En memoria
de una gran narradora de historias:
mi abuela Celina.
PRÓLOGO
En la obra que tienes entre manos, se despliegan historias que van más allá de simples relatos; son ventanas a mundos internos, reflejos de emociones y pensamientos profundos que nos invitan a explorar la complejidad de la existencia humana.
A lo largo de estas páginas, nos sumergimos en la intimidad de los personajes y en situaciones que invitan a la reflexión. Relatos como El juez borracho
entrelazan tensión y humor, mientras que La cita
desencadena una serie de eventos inesperados que ponen a prueba la fortaleza emocional de sus protagonistas. Cada historia es un universo en sí mismo, creando un tapiz de experiencias que vale la pena descubrir.
Así, te invito a dejarte llevar por las emociones y pensamientos que estas narraciones despiertan en ti. Como sugiere el autor, Te pido algo, no solo lo leas sino siéntelo
, porque en la experiencia de la lectura radica la verdadera magia de la literatura.
¡Bienvenidos a un viaje literario lleno de perlas y rubíes!
Martín González.-
PREFACIO
Escribir algo para que otro lo lea siempre representa todo un desafío. Y construir un cuento puede ser muy parecido al arte de un joyero confeccionando una alhaja. Es cuestión de muchos detalles que vienen conformando lo que llega a ser el producto final, el cual debería ser exquisito, aunque siempre está sujeto al gusto del consumidor.
Por lo general, el lector será mucho más minucioso con una obra corta, cuya precisión debe ser milimétrica, que con una más extensa, como una novela, por ejemplo. Por ende, hay que ser mucho más dedicado y cuidadoso. Así que aquí les entrego estas perlas para que le busquen la mácula o, por el contrario, se deleiten en la mucha o poca belleza y gracia que posean.
Así como cada piedra difiere de otra, tanto en color, en brillo, como en su forma, de la misma manera varían las historias en aspectos tan distintivos como el contexto, el tono utilizado, el tema, entre otras muchas particularidades. De manera que la caramelera sea heterogénea y haya para todos los gustos y nadie se sienta insatisfecho al meter la mano para sacar una golosina.
He descubierto que siempre habrá una mejor forma de decirlo, o un comienzo preferible, un desarrollo perfectible o un final más impactante, pero esta es mi impronta personal. De todos modos, siempre se pueden disfrutar si se está dispuesto a saborearlo con una buena actitud.
Hay días de mayor lucidez, otros de embotamiento absoluto. Se los puede encontrar de los que traen aparejados una obra de arte y también los que dejan de regalo un bodrio desahuciado. En todo caso, hay que saber desechar lo que no vale la pena y rescatar lo que pueda tener valor. Esta es una selección de los que tienen substancia o dejan un gusto sabroso al paladar.
Algunos más, otros menos, pero sé que te van a gustar, pues todos tienen su magia propia escondida. Solo tienes que encontrársela.
El Señor ha ido extirpándome
lo que más me gustaba,
para obsequiarme lo que necesito.
Te pido algo,
no solo lo leas
sino siéntelo.
Beso de Judas
Los altos tacos sonaban presurosos uno tras otro sobre la acera mojada por la lluvia que apenas si había dejado de caer. A medida que avanzaba con paso precipitado, en ocasiones parecía querer dibujársele una sonrisa en el rostro. Sus miradas, lanzadas hacia todos lados, en realidad no veían nada puesto que su concentración se enfocaba en otro instante, otra escena. Su mente volaba por otros lugares que nada tenían que ver con aquellos en que ahora se encontraba. Cada tanto suspiraba con profunda pero entrecortada fruición.
Por momentos la acometían deseos de correr, de saltar y gritar, pero la gravedad del caso siempre la contenía. A veces se sonreía ruborizada, sin lograr retener la emoción; es que se sentía eufórica. Su expresión era la de una niña que ha infringido las enseñanzas de sus padres, empero a sabiendas de que nunca la descubrirán. Sus mejillas radiantes iban enardecidas de un apasionado rosado que armonizaba perfectamente con sus labios teñidos de un intenso carmesí. Se sentía más joven, más vital; se consideraba audaz, intrépida y alocada.
Una especie de remordimiento pugnaba por invadir su pecho; no obstante, ella luchaba por no darle cabida. No tenía parte ni porción en aquella ocasión. Agitaba con insistencia su hermosa cabellera suelta, ahora escurriendo agua, pues era un reflejo de cómo se creía: más liberal y autónoma que nunca. Sus senos se traslucían detalladamente a través del vestido empapado. Al notarlo, lanzó una carcajada de satisfacción y continuó caminando como si para nada le afectara aquello que en otra oportunidad le hubiera provocado una vergüenza incontenible. Ella no permitiría que ninguno de aquellos sentimientos empañara la magia de aquel momento. Pesadumbre alguna haría que ilusiones, fantasías y sueños se vieran opacados ni mucho menos frustrados.
Las altas horas de aquella madrugada de ensueño no afectaban el ánimo que llevaba; tan solo se dejaban ver reflejadas en sus ojos marchitos por el intenso trajín. Su maquillaje denotaba también, aunque bien disimulado, haber sido castigado vigorosamente. Su pelo revuelto parecía dejarla aún más bella y le daba un toque de desinhibida rebeldía. Su perfume entremezclado a una fragancia varonil eran los concomitantes cómplices de lo que había sido uno de los actos más desenfrenados y lujuriosos que jamás había cometido en toda su vida.
Algo había cambiado en lo más profundo de su alma, ya nada volvería a ser lo mismo de antes. Aunque se sentía más independiente, experimentaba una extraña sensación de ser observada, la molesta impresión de tener una multitud de miradas escrutándola con severa censura. Su rostro perlado de gotas podría disimular perfectamente una lágrima que se escabullera forjada por una traicionera turbación. ¿Por qué le estaría sucediendo aquello? ¿No era lo suficientemente fuerte como para superar un frustrante remordimiento de conciencia? Debía ser algo pasajero. ¿Qué tenía de diferente de tantas otras personas que hacían cosas aún peores? ¿O tal vez todavía existieran lazos que la ataran a aquel ser que creía detestar? ¿Quizás aún no habría muerto después de todo el vínculo que la mantenía al lado de aquel hombre que había llegado al punto de esquivar y despreciar incesantemente? ¿Acaso lo amara todavía?
Los recuerdos se sucedían intercalándose entre los de tantos años y los de un evento fraguado de mil instantes. La alegría se disipaba, tornándose fugaz ante un repentino sofocamiento de contrición y nostalgia. De a ratos se enojaba consigo misma por flaquear, pero reflexionando sobre la postura en que había decidido mantenerse, de inmediato comenzaba a justificarse y a recoger todo cuanto de bueno tuviera aquella situación. Sus sonrisas ya no eran tan animadas, más bien se habían demudado con celeridad en expresiones de amarga pena. Su piel se erizaba y no sabía si era por el fresco de la alborada o por recordar el sinfín de caricias que había disfrutado. ¿Acaso fuera un remoto temor a ser descubierta?
Hacía cortos tramos con agitada marcha, otros los corría como queriendo escapar de algo malo que la hubieran obligado a cometer. Su cuerpo se estremecía. Quizá fuesen accesos del placer que había sentido hacía muy poco tiempo. Tal vez lo provocaban las oleadas de aflicciones que pasaban por su mente provenientes ya de su imaginación, ya de su sentido común.
Súbitamente llegó a su casa. Tan absorta en sus pensamientos había estado que no percibió todo el trayecto que había recorrido. Algo la golpeó al notar su morada, crisol de ocasiones compartidas, de intereses mutuos, de emociones correspondidas y errores perdonados. Se sentía nuevamente cual niña asustada que deberá rendirle cuentas a su padre que se encuentra esperando por ella. Dudando a cada paso se dirigió a su hogar, titubeando como si trasponiendo aquella puerta se extendiera un infinito abismo.
Subió los dos escalones del atrio velozmente. Los tacos rojos se juntaron frente a la puerta serena. Sus manos nerviosas hurgaban con un ruego en la cartera buscando casi angustiadas las llaves. Entretanto, uno de los finos tacos se separó del otro al doblar adrede el tobillo, revelando inquietud. Por fin aparecieron las malditas llaves en una catarata de tintineos. Sus manos asediadas por un persistente temblor lucharon febrilmente hasta que lograron abrir la cerradura que parecía más ruidosa que nunca. La puerta se atascó hasta que uno de los delicados hombros desnudos le propinó un desesperado golpe de modo que ésta se abrió con tanta violencia como estrépito.
Penetró muy despacio en el tenebroso interior del edificio, tratando angustiosamente de no hacer el menor sonido. No sabía por qué se comportaba así pues la casa debía estar vacía. A tientas y aterrada, buscó abrir un tanto una de las cortinas para que entrara la tenue luz del alba. Pronto notó que había una luz encendida en la habitación contigua. El corazón le pareció detenerse por unos instantes y la respiración se le hizo espasmódicamente entrecortada. Un frío helado corrió por su espalda descubierta con osada amplitud al deslizarse por sus oídos un ahogado sollozo. Vaciló una vez más hasta que una fuerza más semejante