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La polivalencia periodística de las agencias de noticias: El caso de la ACN y los de EFE, EP, AFP y ANSA
La polivalencia periodística de las agencias de noticias: El caso de la ACN y los de EFE, EP, AFP y ANSA
La polivalencia periodística de las agencias de noticias: El caso de la ACN y los de EFE, EP, AFP y ANSA
Libro electrónico430 páginas5 horas

La polivalencia periodística de las agencias de noticias: El caso de la ACN y los de EFE, EP, AFP y ANSA

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En el presente estudio se radiografían las virtudes y defectos de la polivalencia periodística. Para ello, se analizan los perfiles profesionales de los redactores de las tres principales agencias de noticias presentes en Cataluña (España) a través de una comparativa entre la plantilla multidisciplinar de la Agència Catalana de Notícies (ACN) y las especializadas de EFE y Europa Press (EP), en las cuales permanece la división de oficios tradicional: redactores, fotógrafos y operadores de cámara. La eficiencia económica de la primera empresa depende de esta fórmula multitarea, que puede obstaculizar la capacidad de sus periodistas para informar de forma adecuada, y contrasta con las redacciones segregades de las otras dos, que desaprovechan algunas de las ventajas de las innovaciones tecnológicas para respetar los distintos lenguajes informativos. El trabajo concluye trasladando estos dilemes esenciales a los profesionales de dos agencias europees tan referenciales como AFP y ANSA porque, en el fondo, aborda un debate antiguo entre productividad y calidad -reanimado por la revolución digital- que compromete la labor del periodista.
IdiomaEspañol
EditorialUOC
Fecha de lanzamiento30 sept 2016
ISBN9788491162384
La polivalencia periodística de las agencias de noticias: El caso de la ACN y los de EFE, EP, AFP y ANSA

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    La polivalencia periodística de las agencias de noticias - Guillem Sànchez Marín

    1

    Introducción

    1. Presentación

    La revolución tecnológica de la sociedad de la información ha extinguido el orden que imperaba en el tradicional ecosistema comunicativo (Castells, 2011). Se ha acabado la era de la news industry y ahora los medios –y los periodistas– ya no tienen el control sobre las noticias, al menos en el sentido tradicional (Anderson, Bell y Shirky, 2012).

    En la propia transición hacia un nuevo equilibrio que ha de delimitar de nuevo aquellas funciones que son únicas e intransferibles del profesional de la información (Díaz Nosty, 2013), también hay que dilucidar qué papel desempeñan dentro del panorama comunicativo resultante las agencias de noticias, unos organismos llamados a ser clave para proteger el derecho a la información de los ciudadanos (Boyd-Barrett, 2010).

    El cambio de escenario para las agencias ha comprometido su papel tradicional como proveedores únicos de noticias (Boyd-Barret, 2010) debido a la multiplicación de las fuentes de información potenciales y al fenómeno del periodismo ciudadano (Griessner, 2012). Para sobrevivir en el nuevo orden, estas empresas deben ser capaces de conjugar la adopción de fórmulas que garanticen su viabilidad económica con la reivindicación de su papel como suministradores fiables de noticias contrastadas (Meyer, 2010; Gómez Mompart, 2013), una misión de gran valor en la era de la sobreinformación (Högerl, 2010). Lo demuestra el hecho de que la dificultad para obtener informaciones fidedignas ya se ha convertido en el primer motivo que impulsaría a los ciudadanos a pagar por contenidos digitales (Picard, 2013).

    Una de las principales características de la convergencia comunicativa, la polivalencia profesional, puede ser una solución adoptada por algunas agencias –como es el caso de la Agència Catalana de Notícies (ACN)– que puede favorecer un funcionamiento más eficiente desde un punto de vista empresarial. Sin embargo, tiene efectos secundarios sobre las condiciones laborales de los periodistas, la calidad del material que elaboran y su grado de satisfacción. Se trata de un debate conocido: las innovaciones aceleran tareas que antes exigían la ayuda de terceras personas (Koch, 1991; Brooks, 1997) y otorgan al informador un mayor control del proceso productivo (Wintour, 1989). No obstante, pueden catalizar un aumento de las nuevas atribuciones asignadas al profesional (Cottle y Ashton, 1999).

    En el caso de la ACN, las innovaciones que han sido clave son en gran medida las que han simplificado técnicamente los oficios de fotógrafo y operador de cámara, una oportunidad que la empresa ha aprovechado para nacer y crecer ignorando a estos dos profesionales y confiando su trabajo a los redactores (Micó, 2010). Esta hibridación del perfil periodístico se ha producido en la ACN desde su aparición (Gordillo y Nogué, 2008) y ha convertido a esta agencia en el paradigma en Cataluña de la implantación de los llamados «hombres orquesta» (Boyd-Barrett, 2010). De este modo, sus profesionales añaden a la tarea de escribir teletipos las de tomar fotografías, registrar cortes de voz y grabar vídeos, reuniendo así un conjunto de responsabilidades más complejo y exigente (Bull, 2010; Kolodzy, 2013).

    Esta ambiciosa apuesta se aleja del mantenimiento de las redacciones segregadas que existe en las otras dos principales agencias españolas (EFE y EP), una división de oficios que gusta al sector académico, que advierte que escritura, fotografía y vídeo son lenguajes demasiado específicos (Boczkowski, 2006) y que también perdura en organismos tan referenciales como ANSA o AFP.

    2. Justificación

    El dilema esencial de la investigación no pasa tanto por cuestionar la asimilación de nuevas funciones por el redactor –ello ya se ha producido históricamente en la prensa comarcal (Masip y Micó, 2010)– sino por valorar las consecuencias que implica exigir a un profesional en solitario que sea capaz de simultanear diferentes tareas. Si ello sucede, la sobrecarga de trabajo (Fortunati et al., 2009) puede obstruir su capacidad de análisis (Manning, 2011; Muro Benayas, 2012), obligarle a ceder terreno ante la inmediatez, incrementar su nivel de estrés (Saltzis, 2007) y, en definitiva, colapsar su capacidad para informar adecuadamente (Scott, 2005; Scolari, et al., 2007; Aragonés i Vidal, 2011). Los efectos secundarios se agudizan si entra en liza el formato de vídeo, que descompensa apuestas multidisciplinarias como las de la ACN cuando reposan en un único informador (Hammersley, 2008).

    Estos riesgos asumidos para reducir gastos se toman además en un contexto que ha repercutido de dos maneras diferentes en las agencias de noticias. Por un lado, pese a que los medios de comunicación obtienen ahora material de otros suministradores –gabinetes de prensa, ciudadanos u otros medios–, la demanda de información producida por las agencias no ha disminuido. De hecho, puede afirmarse que actualmente, un creciente número de medios sobrevive con plantillas de periodistas cada vez más reducidas gracias al «reciclaje de noticias» que facilitan los teletipos (Frijters y Velamuri, 2010, pág. 8). El contexto de crisis, pérdida de audiencias, recortes presupuestarios y diversificación de plataformas (Deuze, 2004) está por detrás de esta dependencia de muchos actores comunicativos hacia las agencias (Seaton, 2003; Johnston y Forde, 2011, pág.195). Ello acentúa la responsabilidad de dichos organismos, que acaban informando indirectamente a más ciudadanos, pero propicia un fenómeno de «homogeneización» de los contenidos de los periódicos, en especial en internet (Sancha, 2005, pág.30), que compromete un pluralismo (McChesney, 2008; Lee, 2009) amenazado por nuevos intermediarios de la información –como los «agregadores» de noticias– nacidos en la era digital (Foster, 2012).

    Por otro lado, internet ha sacado a las agencias de la oscuridad informativa, y ahora los ciudadanos son conscientes de la existencia de estos actores que operan entre las noticias y los medios que ellos consumen. Ello abre la posibilidad de que aparezcan nuevas vías de financiación –ciudadanos que desean consumir directamente sus noticias a cambio de una suscripción o la descarga de su app, por ejemplo– pero también añade para las agencias la responsabilidad de velar por la credibilidad de su marca, asegurándose más que nunca de que los nuevos observadores reciban información contrastada y bien trabajada (Muro Benayas, 2011).

    Precisamente debido a esta estrecha relación entre agencias y medios, y por los nuevos desafíos a los que las primeras se enfrentan, resulta oportuno tener en cuenta más que nunca a unos actores tradicionalmente entre bastidores y ahora bajo la luz de los focos del escenario del gran público: concretamente los profesionales polivalentes de la ACN, pioneros en la encarnación de una fórmula tan decisiva para su subsistencia como polémica por sus efectos.

    Ambos fenómenos están ligados a la irrupción de las nuevas tecnologías en el mundo de la información (Sola Pool, 1983), que a lo largo de los últimos años no solo han transformado las redacciones (Pavlik, 2001; Noguera, 2010b; Larrondo et al., 2012), sino también las rutinas (Sylvie y Whiterspoon, 2002), la forma y el contenido de las noticias (Casero, 2012) y las condiciones laborales de los periodistas (Figueras et al., 2012).

    El caso de la ACN, una agencia de noticias que se ve obligada a optar por un modelo de producción que prioriza la eficiencia en la gestión de sus recursos humanos por encima de la calidad del material que distribuye entre sus medios de comunicación abonados, no puede entenderse sin el marco de esta revolución digital que ha alterado el equilibrio de la cadena trófica informativa (Otto, Santcovsky y Crespo, 2013) ni ser juzgado olvidando la necesidad que tiene el oficio de periodista de distinguirse más que nunca como garantía del derecho a la información (Diezhandino, 2007).

    Este trabajo cierra el zoom sobre el perfil de los periodistas polivalentes de la ACN, pero apuesta por analizarlo en contraposición al de las otras dos empresas con las que ACN compite a diario en todo el territorio catalán, EFE y EP.

    La comparativa entre los periodistas de estas agencias es ante todo un debate sobre eficiencia empresarial y calidad informativa, derivado de la revolución digital, que afecta a la tarea periodística en su esencia. Por ello, la radiografía de la multitarea se completará –en una última fase más modesta que no forma parte de la investigación troncal– revelando el posicionamiento acerca de esta cuestión que existe en la agencia italiana ANSA y la francesa AFP.

    Así pues, el estudio, pese a limitar su ámbito de investigación a Cataluña, aspira a obtener conclusiones extrapolables a escala española –el patrón de EFE y EP no varía en el resto de España– y europea –los puntos clave de la discusión también se trasladan a AFP y ANSA, las dos principales agencias que operan dentro del modelo pluralista polarizado (Hallin y Mancini, 2004).

    2

    Marco teórico y estado

    de la cuestión

    La investigación bibliográfica de este apartado ha priorizado la literatura científica que se interesa por los cambios que sufre un sector de la información inmerso en una crisis sistémica, desencadenada por la digitalización. Ello se ha hecho concentrando la mirada en el oficio periodístico y sobre todo en la discusión que suscita entre los investigadores la conversión de los redactores en trabajadores cada vez más polivalentes. El análisis teórico de esta mutación está enmarcado en el fenómeno de la convergencia comunicativa –un concepto menos citado en los últimos tiempos pero ampliamente estudiado en círculos académicos que permite contextualizar la hibridación– y de las agencias de noticias –escenario escogido en el trabajo para estudiar la multitarea–, con especial interés en las aportaciones existentes que ya han abordado las turbulencias que sufren actualmente estas empresas.

    1. La digitalización de las empresas informativas

    La digitalización es un proceso que modifica las tareas básicas de la profesión periodística: investigación, producción y difusión (Pavlik, Morgan y Henderson, 2001; Salaverría, 2005). En esencia, este proceso se resume en un cambio: supone pasar de trabajar con átomos de materia a hacerlo con bytes de información (Negroponte, 1995). De este modo, se sustituye un almacenaje físico y palpable del trabajo por otro virtual y espurio. En la práctica –y más centrado en el mundo del periodismo–, ello implica que las comunicaciones dejan de hacerse a través de sistemas de transferencia de datos que usan señales analógicas para ser ahora mediante internet, una red (basada en el lenguaje binario para codificar y descodificar información) en la que se integran todos los medios de comunicación y confluyen las tareas del redactor. En este epígrafe se evalúan brevemente algunas de las consecuencias originadas a raíz de esta revolución que también ha cambiado sensiblemente el papel de las agencias de noticias, como se analizará más específicamente en los puntos 3 y 3.5.

    Para algunos autores (Bandrés et al., 2000), el segundo estadio de la digitalización, la aparición de internet, ha acarreado cambios más profundos que el primero: la introducción de los ordenadores, tanto para el periodista –mayor control sobre la pieza final y mayor ahorro de tiempo y comodidad en la elaboración de noticias– como para las empresas –menos gastos productivos y apertura de la distribución multiplataforma (web, telefonía móvil, tabletas).

    Olvidando porcentajes de responsabilidades, existe unanimidad en afirmar que la entrada de los ordenadores en las redacciones, por un lado, y la conexión de estas con el resto del mundo gracias a internet, por el otro, han sumido el oficio en un proceso de remodelación, todavía en curso, que añade nuevas tareas a los periodistas y convierte en redundantes otras profesiones (Stepp, 1989; MacGregor, 1997; Garrison, 1998; Cottle y Ashton, 1999)

    Está teniendo lugar una «mediamorfosis», en palabras de Fidler (1997), fundamentada en la transversalidad de la web: los medios tradicionales ofrecen información en internet, pero al mismo tiempo también desarrollan contenidos específicos para el nuevo soporte (García Avilés, 2007) porque los sistemas digitales han posibilitado compartir archivos de datos (texto, audio y vídeo) para producir material informativo destinado a ser emitido a través de diferentes plataformas.

    González (2011) compila en estos puntos los diferentes cambios ocurridos a raíz de la digitalización que han ido detectando los diferentes autores:

    1. La aparición de soportes textuales y dispositivos de producción, transformación, almacenaje y distribución de información basados en el código binario (GRID, 2006; Scolari, Perales y Jarque, 2009).

    2. El intercambio de información a través de redes basadas en la transmisión por paquetes de datos, que facilita la publicación asistida por ordenador (Salaverría y García Avilés, 2008) o la edición no lineal de vídeo (Micó, 2006b).

    3. La creación de nuevas formas de organización de la producción, más colaborativas (Soo Chon et al., 2003; Ketterer et al., 2004; Dailey, Demo y Spillman, 2005; Killebrew, 2005), donde la empresa explora las posibilidades de la red para fortalecer su marca (Masip y Micó, 2010; Salaverría, 2010).

    4. La convergencia de lenguajes, medios, empresas y contenidos (García Avilés, 2002, 2007; Salaverría, 2003, 2009, 2010).

    1.1. El ciberperiodismo

    A medida que las grandes empresas han ido fortaleciendo su presencia en la red, también se ha ido alimentando inevitablemente la posibilidad de que naciera una nueva manera de informar con capacidad para reenganchar a una audiencia desencantada (Kawamoto, 2003).

    Las principales características del ciberperiodismo –hipertextualidad, interactividad, multimedialidad y actualización constante– abren un terreno de nuevas oportunidades por explorar que auguraban al inicio una revolución inminente dentro del periodismo (Dahlgren, 1996; Deuze, 1999; Heinonen, 1999), aunque también acarrean dificultades para un profesional que debe autentificar bien los contenidos en un contexto en que cualquier ciudadano puede convertirse en editor global y donde las noticias están en permanente estado de flujo (Pavlik, 2001).

    Transcurridos los primeros años, sin embargo, los trabajos de diferentes investigadores constatan que estos primeros vaticinios han sido en parte utópicos, ya que los medios no han iniciado la «revolución» esperada (Singer, 2001; Paulussen, 2004; Salaverría, 2005).

    Mientras las utopías y la competencia han actuado como «los principales aceleradores» del fenómeno del periodismo en línea, «la cultura periodística tradicional y la escasez de recursos humanos y tecnológicos (debido a la falta de confianza en el nuevo medio por parte de los directivos de las empresas) han frenado la innovación» (Domingo, 2006).

    Autores como Hall (2000) han apuntado que una de las claves de esta revolución pendiente está en que internet actualmente todavía no permite explotar las posibilidades informativas del hipertexto. Nolan (2003) argumenta este desaprovechamiento subrayando que el paso del soporte en papel al digital, en el aspecto intertextual, solamente ha potenciado la multilinealidad y la lectura transversal de los medios clásicos, pero en ningún caso ha utilizado todas las posibilidades informativas que oculta.

    El cloud journalism y su capacidad de enlazar de forma infinita contenidos que profundizan en un eje temático plantea nuevos retos a las empresas informativas (Fontdevila, 2010). Invitar a los usuarios a una lectura hipertextual muy «exógena» –que conduce a otras páginas web que pueden ser de la competencia– entraña el riesgo de pérdida de clientes. Por este motivo, la mayoría de estudios empíricos constatan que la tendencia es endogámica y pasa por incluir enlaces que proponen desvíos hacia direcciones de la misma web o del mismo grupo editorial (Fontdevila, 2010b, 2011; Fontdevila y Segura, 2012).

    La interactividad, entendida como la cualidad de aquellos contenidos con los que los usuarios pueden «jugar», como característica que permite que periodista y ciudadano entablen una comunicación directa, o como la cesión dentro del medio digital de un espacio donde los lectores/oyentes/espectadores pueden directamente producir su propio material informativo –«periodismo ciudadano»–, constituye para no pocos estudiosos el eje central del ciberperiodismo. Los más entusiastas como Gillmor (2006) ven en este asalto de las personas de la calle al proceso de producción informativa un paso hacia la transparencia y, por ende, un elixir contra la pérdida de credibilidad del periodismo. Es una visión ingenua, según otros trabajos, que concluyen que estos espacios para la participación ciudadana tan solo esconden una finalidad económica (Hermida y Thurman, 2008), ya que un análisis sobre los periódicos suramericanos que ha dejado al descubierto las fronteras predispuestas para controlar y limitar la entrada de los lectores a los medios. Son muy pocos los que realmente posibilitan a los usuarios informar de errores, publicar sus propios contenidos o ponerse en contacto con reporteros y editores (Bachmann y Harlow, 2012).

    Otra característica del ciberperiodismo, la multimedialidad, sí ha irrumpido más decididamente, aunque tampoco ha acabado de consolidarse. Thurman y Lupton (2009) detectan todavía un elevado grado de experimentación en los medios. Ambos investigadores constatan que, si bien es cierto que se apuesta por los contenidos audiovisuales, también lo es que se hace sin saber para qué, ni tampoco si funcionará. Donde no hay dudas es en afirmar que esta multimedialidad ha ampliado la asignación de tareas a los trabajadores.

    Del mismo modo, la actualización constante que permite el soporte digital –la cuarta gran novedad de los cibermedios– también ha alterado significativamente el flujo de trabajo de los profesionales. Pero esta producción ininterrumpida, al mismo tiempo que ha permitido aumentar exponencialmente la velocidad a la que se informa al ciudadano, según Martínez Albertos (2002), también ha terminado restando credibilidad a las informaciones de la red porque existe la sensación de que los datos que se publican en las webs a menudo no se han verificado, analizado o jerarquizado con la misma fiabilidad que en los medios tradicionales.

    1.2. Un nuevo lenguaje periodístico

    Analizar los productos que se generan precisamente gracias a estas características del ciberperiodismo es otra aproximación interesante para sacar a la luz más información acerca de las consecuencias reales de los procesos convergentes, un enfoque que demuestra que las diferencias entre los productos informativos que se elaboran en los medios tradicionales y los que se elaboran en los cibermedios son efectivamente notables (Díaz Noci et al., 2009).

    De hecho, la fusión de los respectivos lenguajes de prensa, radio y televisión ya es, en sí misma, una forma de convergencia que proyecta sobre los géneros periodísticos todas las consecuencias que este fenómeno hace vivir a los medios de comunicación (Domingo et al. 2007b). Según Fontdevila (2009), los géneros periodísticos clásicos (Martín Vivaldi, 1987; Martínez Albertos, 2000), que influyen incluso en el audiovisual (Cebrián Herreros, 2000) –tanto los géneros informativos (noticia y reportaje objetivo), los géneros de opinión (editorial y artículo o comentario de opinión) como los géneros interpretativos (crónica interpretativa, crónica ambiental, reportaje interpretativo, entrevista y crítica)–, se están adaptando al ecosistema digital y paralelamente están conviviendo con el advenimiento de nuevos géneros surgidos de las peculiaridades y los valores del periodismo digital.

    En este sentido, uno de los síntomas que mejor permite diagnosticar algunas de las dificultades con las que topa la producción integrada es el caso del vídeo. Este formato se ha ido abriendo paso poco a poco en los portales informativos digitales desde finales de los años 90. Su presencia en las webs de las televisiones (The BBC News desde 1997) y las webs de los periódicos (The Guardian desde 2000) no ha dejado de aumentar. Los norteamericanos e ingleses coinciden en señalar 2007 como el año de la «explosión del vídeo» en los portales (Layton, 2008).

    Un estudio que analiza esta irrupción en cuatro webs destacadas de España ha constatado, en cambio, que desde su «explosión», su penetración se ha ido estancando significativamente (Micó et al., 2011). Uno de cada cuatro vídeos analizados en las webs de El País, La Vanguardia, El Mundo y Libertad Digital es un compactado de imágenes sin editar. Otra cuarta parte consiste en imágenes de declaraciones de los protagonistas de las noticias. Un 27 % monta las piezas de estos compactados con una voz en off o un stand up de algún redactor, pero la mayor parte del material publicado en estos cuatro portales se difunde con poca o nula edición y no cumple los requisitos de ningún género periodístico clásico. Esta investigación revela las dificultades con las que está topando el formato de vídeo para ser explotado como lenguaje específico de los medios digitales: en ocho de cada diez casos, el vídeo mantiene una función subsidiaria de las informaciones textuales. La procedencia de estosestos es también un elemento a destacar, pues muchos no son de producción propia sino que a menudo han sido suministrados por empresas externas –como agencias de noticias o gabinetes de comunicación–, son grabaciones amateurs –«periodismo ciudadano»– o se trata de fenómenos virales de la red oportunamente enlazados a la web. Russial (2009) calcula que solo la mitad de los medios digitales producen en realidad un vídeo semanalmente. Las dificultades para conjugar adecuadamente los lenguajes audiovisual y textual en internet incluso ha llevado a autores como Deuze (2004) a desvincular el periodismo multimedia del periodismo digital; una reacción excesiva dado que la mayoría de estudios coincide en señalar que los medios digitales cuentan con vídeos casi desde sus inicios.

    Esta consideración prioritaria que el texto recibe informativamente –frente al resto de formatos– responde a un enfoque que «hay que desterrar» de las redacciones periodísticas, según el responsable de la web digital de El Periódico, Saül Gordillo (2010). El criterio a seguir tendría que ser el de evaluar cada noticia partiendo de la «funcionalidad» que aporta cada una de las herramientas disponibles para ponerlas «al servicio de la eficacia comunicativa». Las palabras, las imágenes y los audios «no deberían ser repetitivos». Después de plantear a sus lectores preguntas sobre el lenguaje multimedia de los diarios electrónicos, João Canavilhas (2007) ha llegado a la conclusión que la mayoría de usuarios considera que el consumo de noticias textuales combinadas con imágenes en movimiento resulta más satisfactorio. Los propios periodistas consultados en este estudio (ACN, EFE y EP) admiten que el tipo de noticia determina cuál es el formato más adecuado para divulgarla, pero de entrada, ninguno de ellos –aseguran– debe recibir la consideración de prioritario, ni siquiera el texto.

    De hecho, como recuerda Gordillo, Jakob Nielsen ya recomendaba a finales de los noventa explicar las noticias en los portales digitales utilizando un 50 % menos de texto de lo que se utilizaría para explicarlas en un periódico en papel. Autor de dos artículos en su web, Alertbox, donde se fijaban las bases sobre la forma de escribir en la red («Be succint! Writing for the Web», 15 de marzo de 1997, y «How users read on a Web», 1 de octubre de 1997), Nielsen observó que el comportamiento de los internautas ante la pantalla del ordenador «era todavía más nervioso e impaciente que el de los lectores de los periódicos en el metro o el autobús mientras van al trabajo o están de vuelta a casa».

    Los estudios de usabilidad que el propio Nielsen (2000) realizó poco después le condujeron a la conclusión de que la lectura en pantalla requiere textos más breves y menos densos. En este sentido, Martínez Albertos (2002) considera que resulta incuestionable que los ciudadanos están buscando desde hace tiempo soportes informativos que exijan menos esfuerzo mental que la

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