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Industrias culturales en México: Reflexiones para actualizar el debate
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Industrias culturales en México: Reflexiones para actualizar el debate
Libro electrónico585 páginas8 horas

Industrias culturales en México: Reflexiones para actualizar el debate

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Este libro recoge el debate respecto de la evolución de las industrias culturales, sus profundas transformaciones y la necesidad de revisar y actualizar la interpretación teórica de este fenómeno. Si bien la economía política es la perspectiva que atraviesa el conjunto de artículos comprendidos en el libro, al mismo tiempo se ponen en cuestión las certezas teórico-metodológicas y se abandonan las zonas de confort en aras de explorar vías de acceso que nos permitan comprender las industrias culturales dentro de un nuevo ecosistema comunicacional.
Aquí se ensayan distintas estrategias para dar cuenta no sólo de la evolución de las industrias culturales, sino poder comprender la mutación cultural que ha dado lugar la revolución digital.
IdiomaEspañol
EditorialTintable
Fecha de lanzamiento5 nov 2013
ISBN9786078346011
Industrias culturales en México: Reflexiones para actualizar el debate

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    Industrias culturales en México - Delia Crovi Druetta

    Vasco.

    EVOLUCIÓN DE LAS INDUSTRIAS DE LA CULTURA (1980-2010)

    ¹

    Florence Toussaint

    Introducción

    La industrialización de la cultura ha sufrido, a partir de los años noventa, cambios importantes en la manera de producir, distribuir y generar el consumo. Varios elementos han tenido que ver con estos nuevos procesos: la crisis económica y financiera de mediados de los ochenta, el acrecentamiento del comercio global, la necesidad de concentrar las empresas en aras de seguir acumulando capital. Acompañando a la subversión de la economía, aparecieron la tecnología digital y sus capacidades para abaratar los costos, así como universalizar la difusión de lo producido y su uso. Tales modificaciones impactan tanto a los contenidos como a la forma en que éstos son recibidos por la audiencia.

    Los teóricos de las industrias de la cultura han constatado dichas modificaciones y, por tanto, la necesidad de desarrollar conceptos innovadores que ayuden a distinguir una etapa de la siguiente y una forma de industrialización de tipo fordista (véase Herscovici, 2005) , por ramas e hileras fijas, analógica, de la siguiente, en donde ya se generaliza el uso de la tecnología digital, la producción y difusión en red, flexible e internacional.

    Para aproximarnos a un concepto contemporáneo de industria de la cultura hace falta revisar las características de la misma y sus cambios, tal es el objetivo del presente artículo. La revisión de los últimos planteamientos de la economía política nos permite establecer dos etapas que marcan el proceso de avance de la industrialización de los bienes simbólicos. Nos referiremos a los periodos más recientes: el primero a partir de la crisis de mediados de los ochenta y su progreso en los noventa. La segunda etapa pasa por alentar lo global, propiciar la manufactura en red apoyada en la tecnología digital. Ésta se extiende de 1995 hasta los años que corren, sin que su perfil pueda ser establecido con total certeza puesto que las transformaciones continúan a una velocidad vertiginosa. Con fines de análisis tomaremos en cuenta las tres fases: producción, distribución y consumo, destacando los rasgos que marcan una diferencia entre el ayer y el hoy.

    Desde los años noventa, la tendencia general de la manufactura capitalista es ir abarcando mayores mercados pasando por sobre las fronteras nacionales. Esta tendencia, según Abélés (2010), constituye un régimen de acumulación flexible en la producción, en el trabajo, en los frutos y en las formas de consumir. Funciona a partir de redes, flujos y conexiones.

    En tanto la industria de la cultura constituye parte de esa tendencia general, el campo mediático se modificó surgiendo así los grandes grupos de alcance mundial. Tales conglomerados expresan la nueva manera industrial de operar (Miguel de Bustos, 1992). Éstos se constituyeron alrededor del audiovisual primero; más tarde los sectores de las telecomunicaciones y la informática unieron contenido y continente, instrumentos y programas.

    Apareció el término integración para explicar la estructura de los actores. Ésta adquirió dos formas: la vertical y la horizontal. Así conformados, el siguiente paso fue concentrar bajo una sola firma distintas ramas e hileras de la producción. La etapa de los conglomerados ocurre al fusionarse dos o más empresas de tamaño equivalente o bien cuando un gigante engulle a otras firmas de menor talla y en dificultades económicas (Toussaint, 1998). A su vez, estos grupos son penetrados por la banca internacional (Miege, 2006). Hoy, el mundo de los medios se parece a un universo sin raíz territorial y multidimensional (Rieffel, 2005: 61).

    Las transformaciones económicas no son autónomas, están entreveradas con las medidas que el Estado implementa. Los gobiernos impulsan dichos cambios a través de una política específica, la de privatizar los activos públicos, establecer acuerdos de apertura de fronteras al capital foráneo y mantener la mano de obra con bajos salarios. En cuanto a las leyes, elimina las barreras que protegían a la industria nacional y que prohibían los monopolios, barriendo de un golpe el servicio público para dejarlo en interés público, constreñido a instituciones marginales.

    La reciente organización productiva se encuentra en constante movimiento y va adaptándose a cada sociedad y ámbito en el cual opera. Esa es una de sus características y también una de las razones de su éxito. La rapidez que conlleva cambia las nociones de espacio y de tiempo. En lo económico, apresura el incremento de capital, por un lado, y su concentración, por otro. En ese proceso se han producido desigualdades y empobrecimientos entre países y personas, desconocidos hasta ahora.

    De acuerdo con Garnham (1994), los dos mayores obstáculos a la valorización del capital en los medios audiovisuales son el tiempo y el precio. El primero es inelástico y se busca ampliarlo a partir de un consumo cada vez más acelerado de los productos que requieren tiempo de vida para ser apurados. El precio, en cambio, puede aumentar o descender de acuerdo con las facilidades para producir más y en menor lapso. En esta lógica, los productos culturales son cada vez más simples, de uso fácil, desechables. Y se busca disminuir el precio mediante una baja en inversión que se traduce en menor calidad, deslizando parte de los costos a los usuarios que en la etapa de Internet constituyen productores sin salario ni remuneración por derechos de autor. Para designarlos se ha inventado el término de prosumidores: a la vez productores y consumidores (Bouquillion y Matthwes, 2010).

    El rasgo más evidente de las modificaciones actuales es precisamente el proceso mediante el cual las sociedades anónimas se concentran bajo un solo consorcio. Los datos indican que la concentración de los capitales y de las empresas es gigante. Solamente 10 corporaciones de la industria de la cultura se reparten el 80-90 por ciento del mercado (Rieffel, 2005). Ese proceso se produjo en un lapso no mayor a diez años. Dicho acaparamiento se manifiesta en la producción, en el acopio de canales para distribuir, en el desarrollo tecnológico, en la infraestructura y en los contenidos. El aumento progresivo de la convergencia permite que un producto audiovisual sea difundido por múltiples medios, soportes y vaya hacia zonas geográficas diversas.

    Con motivo de la importante presencia de las industrias culturales en la economía y de su influencia en los sistemas organizativos y de gestión existe una iniciativa que proviene de países anglosajones: Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia y Canadá, consistente en introducir formas de medir el impacto económico de los medios y sus productos. Generada justamente por la nueva tendencia política, los países están adoptando el patrón proveniente de los cálculos del Producto Interno Bruto (pib) y el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo (pnud) para insistir en que la cultura genera riqueza y tiene un costo. Sin embargo, estas cuentas no se refieren únicamente a los medios y a las tradicionales industrias culturales, incluyen también a las telecomunicaciones, por lo cual los montos son abultados. Se considera que, por ejemplo, la telefonía inalámbrica aporta una fracción importante a la suma

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