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Diversidad e industrias audiovisuales: El desafío cultural del siglo XXI
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Diversidad e industrias audiovisuales: El desafío cultural del siglo XXI
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Diversidad e industrias audiovisuales: El desafío cultural del siglo XXI

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Estudio colectivo en el que se presentan y analizan detalladamente los problemas y retos a los que se enfrentó la UNESCO al poner en marcha la "Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales", así como las medidas que se tomaron ante la necesidad de medición y regulación de la diversidad cultural en el ámbito audiovisual (cine, televisión, radio, música grabada y videojuegos). Se plantean algunas soluciones para las políticas de cultura y comunicación y las buenas prácticas, se proponen indicadores para dar cuenta de la diversidad en el sector televisivo y se abordan los desafíos presentes de cara a las redes y soportes digitales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 may 2017
ISBN9786071649560
Diversidad e industrias audiovisuales: El desafío cultural del siglo XXI

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    Diversidad e industrias audiovisuales - Luis A. Albornoz

    LUIS A. ALBORNOZ es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet, Argentina), profesor del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid e integrante del grupo de investigación Televisión-Cine: Memoria, Representación e Industria. Sus publicaciones más recientes son Power, Media, Culture. A Critical View from the Political Economy of Communication (2015) y El audiovisual en la era digital. Políticas y estrategias para la diversidad (junto con Ma. Trinidad García Leiva, 2017).

    MA. TRINIDAD GARCÍA LEIVA también es profesora del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid e integrante del grupo de investigación Televisión-Cine: Memoria, Representación e Industria. Es autora de Políticas públicas y televisión digital (2008) y ha editado, junto con Luis A. Albornoz, La televisión digital terrestre. Experiencias nacionales y diversidad en Europa, América y Asia (2012) y El audiovisual en la era digital. Políticas y estrategias para la diversidad (2017).

    Ambos dirigen el grupo de investigación Diversidad Audiovisual con sede en la Universidad Carlos III de Madrid (www.diversidadaudiovisual.org).

    DIVERSIDAD E INDUSTRIA AUDIOVISUAL

    El desafío cultural del siglo XXI

    COLECCIÓN COMUNICACIÓN

    Diversidad e industria audiovisual

    EL DESAFÍO CULTURAL DEL SIGLO XXI

    LUIS A. ALBORNOZ

    MA. TRINIDAD GARCÍA LEIVA

    (editores)

    Primera edición, 2017

    Primera edición electrónica, 2017

    Diseño de la colección: María Luisa Passarge

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-4956-0 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    ÍNDICE

    Nota de los editores

    Prólogo. La lucha por la diversidad audiovisual, por ENRIQUE BUSTAMANTE

    El economicismo, enemigo de la diversidad

    La diversidad integral

    Concentración, financiarización, gigantes digitales

    1. Diversidad cultural, industria audiovisual y gobernanza, por LUIS A. ALBORNOZ y MA. TRINIDAD GARCÍA LEIVA

    Diversidad y cultura

    Diversidad e industria audiovisual

    La UNESCO y la diversidad cultural

    La Convención y la diversidad en el audiovisual

    La diversidad en el audiovisual:viejos desequilibrios, nuevos desafíos

    2. La industria audiovisual como campo de aplicación de la Convención sobre la diversidad cultural, por BEATRIZ BARREIRO CARRIL

    Introducción

    Elaboración y adopción de la Convención

    Objetivo(s) de la Convención

    Campo de aplicación de la Convención

    Conclusiones

    3. La implementación de la Convención sobre la diversidad cultural: el compromiso estatal, por ALEJANDRA VAL CUBERO

    Introducción

    Los informes cuatrienales de 2012

    Los informes cuatrienales de 2013

    Conclusiones generales

    4. El Fondo Internacional para la Diversidad Cultural: una nueva herramienta para la cooperación en el audiovisual, , por LUIS A. ALBORNOZ

    Introducción

    El Fondo Internacional para la Diversidad Cultural

    La financiación del Fondo

    Funcionamiento del Fondo y primeras convocatorias

    El apoyo a iniciativas relacionadas con la industria audiovisual

    Consideraciones finales

    5. Buenas prácticas para la diversidad en la industria audiovisual, por MA. TRINIDAD GARCÍA LEIVA y ANA I. SEGOVIA

    Introducción

    Buenas y/o mejores prácticas

    Diversidad, comunicación y cultura

    Elementos para una definición de buenas prácticas

    Conclusión: buenas prácticas para la diversidad en las industrias audiovisuales

    6. Acciones para la diversidad en la industria audiovisual: estudios de caso, por J. IGNACIO GALLEGO

    Introducción

    Industria cinematográfica

    Industria televisiva

    Industria radiofónica

    Música grabada

    Videojuegos

    Consideraciones finales

    7. Medir la diversidad en la industria audiovisual: ¿una tarea posible?el trabajo promovido por la UNESCO, por LUIS A. ALBORNOZ

    Introducción

    Medir la diversidad cultural

    La iniciativa de la UNESCO

    La diversidad en el ámbito cultural: un objeto multidimensional

    Los estudios encargados por el Instituto de Estadística de la UNESCO

    Reflexiones finales

    8. Apuntes metodológicos para un modelo de medición de la diversidad en televisión, por PATRICIA MARENGHI

    Introducción

    Delimitación del alcance del estudio

    La diversidad en la televisión

    Conclusiones

    9. La diversidad audiovisual en el paisaje digital: nuevas vías de distribución y exhibición cinematográficas, por ASIER ARANZUBIA

    Introducción

    La Convención y la diversidad de las expresiones culturales digitales

    La reconversión digital de la industria cinematográfica

    La distribución en línea de contenidos audiovisuales

    Bibliografía

    Apéndice 1. Glosario

    Apéndice 2. Documentos clave

    Apéndice 3. Declaración sobre la protección y promoción de la diversidad cultural en la era digital

    Sobre los autores

    NOTA DE LOS EDITORES

    Este libro tiene la finalidad de reflexionar sobre la problemática de la diversidad en la industria audiovisual (cine, televisión, radio, música grabada y videojuegos) en un contexto de múltiples cambios y a una década de la puesta en marcha de la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (UNESCO, 2005).

    La obra, vinculada a los integrantes del grupo de investigación Diversidad Audiovisual (diversidadaudiovisual.org), se estructura en torno de nueve capítulos, acompañados de tres apéndices, que versan sobre la repercusión y los retos de la mencionada Convención, las políticas de cultura y comunicación, las buenas prácticas, los indicadores que dan cuenta de la diversidad en el sector televisivo y los desafíos que hoy presentan las redes y los soportes digitales.

    A diferencia de lo que ocurre en el ámbito editorial en inglés con los estudios sobre media diversity —y en parte también en el francés— no abundan en el mundo de habla hispana textos que aborden las múltiples dimensiones de la diversidad de la industria audiovisual, o que presten atención al trabajo que viene desarrollando la UNESCO en torno de la defensa de la diversidad cultural. Confiamos en que este esfuerzo colectivo haga un aporte en esa dirección.

    Este libro surgió como consecuencia del proyecto de investigación Diversidad cultural y audiovisual: buenas prácticas e indicadores (ref. CSO2011-26241), financiado durante el trienio 2012-2014 por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica (I+D+i) del Ministerio de Economía y Competitividad de España. Como su título sugiere, el proyecto procuró abordar la problemática de la diversidad cultural en el marco del funcionamiento del sector audiovisual, partiendo del hecho de reconocer la importancia de proteger y fomentar la diversidad en el ámbito de la cultura y la comunicación. Aplicado a los medios audiovisuales, la investigación persiguió los siguientes objetivos:

    Conocer y analizar las consecuencias que ha tenido la Convención de la UNESCO sobre la diversidad de las expresiones culturales.

    Identificar factores y circunstancias que atentan contra la diversidad en el audiovisual.

    Detectar buenas prácticas que fomentan la diversidad en el audiovisual.

    Elaborar herramientas que permitan medir el grado de diversidad que presenta un determinado sector audiovisual con la finalidad de orientar políticas y estrategias.

    Cabe acotar que, si bien esta obra es fundamentalmente resultado del mencionado proyecto, su edición final se produjo en el contexto de la investigación Diversidad de la industria audiovisual en la era digital, financiada por el mencionado ministerio, entre 2015 y 2017, en el marco del Programa Estatal de I+D+i Orientada a los Retos de la Sociedad (ref. CSO2014-52354-R).

    Por lo tanto, en calidad de editores de este volumen, queremos agradecer no sólo a todos los que participaron en ambos proyectos, sino también a todos aquellos investigadores, expertos, profesionales y gestores culturales, así como a las instituciones que cooperaron con nosotros durante su ejecución, y muy especialmente a quienes sumaron su presencia a las diversas iniciativas que pusimos en marcha. Estas iniciativas han contribuido de manera significativa a la evolución de nuestra reflexión sobre la problemática de la diversidad cultural en relación con la industria audiovisual. Entre ellas queremos destacar, por sus repercusiones y su productividad, los seminarios internacionales El sector audiovisual en la era digital: políticas y estrategias para la diversidad (Getafe, 2014) y La diversidad audiovisual en internet: economía y políticas (Getafe, 2016).

    En lo que respecta a las entidades y los grupos que sumaron su interés y su apoyo, cabe mencionar a la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (ULEPICC); al Centro UNESCO Getafe; a la Comisión Nacional Española de Cooperación ante la UNESCO; a la Secretaría de la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (París); a la Fundació Interarts (Barcelona); al Centre d’études sur l’intégration et la mondialisation (CEIM) de la Universidad de Quebec en Montreal; al Observatorio Latinoamericano de Regulación, Medios y Convergencia (Observacom, Montevideo); al Observatório da Diversidade Cultural (ODC, Belo Horizonte), y al Grupo Estudos Audiovisuais (GEA) de la Universidad de Santiago de Compostela.

    Asimismo, es obligada nuestra gratitud a nuestro colega Rodrigo Gómez García (Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa) por su permanente estímulo, a Azahara Cañedo y Peilei Ye por su asistencia en la edición de los apéndices, a los revisores anónimos del manuscrito y al personal del FCE involucrado en la producción de esta obra por su confianza y su apoyo, así como a nuestros compañeros del grupo Televisión-Cine: Memoria, Representación e Industria (Tecmerin) de la Universidad Carlos III de Madrid.

    LUIS A. ALBORNOZ

    MA. TRINIDAD GARCÍA LEIVA

    Abril de 2016

    Prólogo

    LA LUCHA POR LA DIVERSIDAD AUDIOVISUAL

    ENRIQUE BUSTAMANTE¹

    La obra coordinada y editada por Luis A. Albornoz y Ma. Trinidad García Leiva, con la participación de un amplio equipo de especialistas e investigadores, desarrolla una problemática de enorme alcance y trascendencia universal para la democracia y la economía, que durante décadas se mantendrá con seguridad. En la era digital, pero también de la globalización económica y de la crisis de legitimidad de la democracia representativa, la lucha por la diversidad simbólica de nuestras sociedades en efecto se configura como un proceso capital para el destino de la humanidad.

    Enlaza así este trabajo con una compleja pero rica tradición de esfuerzos políticos e intelectuales de numerosos países descolonizados en las décadas de 1960 y 1970 que culminó en conferencias y documentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), especialmente en el informe Un solo mundo, voces múltiples. Comunicación e información en nuestro tiempo (1980), y, mediando una larga travesía del desierto de casi dos décadas, en su resurrección y pujanza en el siglo XXI, con los documentos preparatorios que desembocaron en la Convención de 2005 consagrada a la protección y promoción de la diversidad, y en las múltiples investigaciones y debates internacionales que su aplicación ha suscitado.

    Ciertamente, la historia no se repite nunca, y entre ambas épocas y ambos documentos han pasado muchas cosas en el campo de la comunicación, la cultura y las relaciones internacionales. Como botón de muestra cabe destacar las notables diferencias del discurso entre los dos periodos del mensaje de la UNESCO, fijadas en los documentos culminantes de éstos. Así, el informe MacBride condensaba una defensa de la soberanía nacional centrada en los medios de comunicación masiva y en su valor para el desarrollo autóctono de los países, contemplando marginalmente a la cultura que era considerada en su dimensión política y pluralista sobre todo como instrumento para el desarrollo nacional. Por el contrario, la Convención de 2005 se centra en la cultura —otorgando un papel marginal a los medios de comunicación, como señaló Armand Mattelart en su momento— y se abre más claramente a una visión global de la diversidad. Curiosamente, en ambos casos, aunque en sentidos inversos, se mantiene el divorcio, imposible en la vida real contemporánea, entre comunicación masiva e industrias culturales.

    Además, como señalan los propios documentos de la UNESCO, la formalización y la expansión de la lucha por la diversidad cultural es contemporánea de la generalización de la globalización económica y de los inicios de la transformación digital de la cultura y la comunicación. Lo que añade una doble complejidad a este proceso de debates y batallas prácticas a escala mundial.

    EL ECONOMICISMO, ENEMIGO DE LA DIVERSIDAD

    También sería preciso considerar la irrupción de las industrias creativas en la escena nacional e internacional, con su presión hacia la consideración de nuevos sectores de actividad (diseño, publicidad, moda o cocina de lujo…) y hacia una conceptualización económica privilegiada de la cultura, aunque la UNESCO se haya esforzado en sus informes en cabalgar esta ola imprimiéndole un sello de democratización y pluralismo. De esta forma, es preciso concluir que las mayores amenazas para la diversidad cultural radican de manera general en la visión economicista radical de la cultura (que disuelve o anula su dimensión social) y, específicamente y de forma rotunda, en los tratados de libre comercio que contemplan la cultura y la comunicación como un bien o servicio más. Las negociaciones en curso para el tratado de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP, o Transantlic Trade and Investment Partnership) han puesto gravemente de manifiesto este atentado frontal contra la diversidad, centrado de manera especial en la cláusula de la nación más favorecida, que implicaría la inclusión del audiovisual y la cultura en el comercio desregulado internacional sin excepciones ni exenciones, para la cultura analógica y, sobre todo, para la digital, asimilada al comercio electrónico sin paliativos. Y que, en consecuencia, llevaría a la extinción de las políticas públicas nacionales y de cooperación en cultura y comunicación.

    Pero también la crisis financiera internacional, en especial en Europa, ha cuestionado seriamente las políticas públicas tradicionales de apoyo a la cultura y a las industrias culturales: recortes profundos en los fondos públicos destinados a ese fin, deterioro del tratamiento fiscal de las actividades culturales (sobre todo del llamado IVA cultural, de tipo reducido), degradación del servicio público audiovisual, retrocesos de los esfuerzos de cooperación cultural hacia los países en desarrollo…

    El equipo liderado por Albornoz y García Leiva da cuenta cumplidamente de la complejidad en ese contexto de la investigación y la acción en defensa de la diversidad, centrándose en el campo audiovisual, estratégico hoy en el presente y para el futuro de la creación y el consumo de bienes simbólicos. De esta forma, en los sucesivos capítulos articulados se desarrolla la implementación de la Convención de 2005 en el campo audiovisual, las dificultades para crear un fondo internacional para financiar iniciativas que favorezcan la diversidad cultural, el estudio de buenas prácticas de diversidad en el audiovisual a través de estudios señalados de caso, las acciones emprendidas para el apoyo a la industria audiovisual, las metodologías para aquilatar la diversidad en televisión, las implicaciones para la distribución y la exhibición cinematográfica…

    LA DIVERSIDAD INTEGRAL

    Especial interés tiene el apartado que revisa y analiza la investigación y el debate sobre los indicadores de la diversidad, en buena medida fruto del esfuerzo de la propia UNESCO y de su oficina estadística por poner en marcha un abanico de termómetros disponibles para sintetizar cuantitativamente avances, retrocesos, comparaciones y estados de situación sobre la diversidad cultural, más allá de los balances sobre el peso económico de la cultura (PIB, empleo, etc.), habituales ya en muchos países y áreas regionales.

    Como se muestra en este estudio, buena parte de estos ensayos de indicadores han girado en torno de modelos tomados de los estudios ecológicos (especialmente el modelo Stirling), que cuantificaban la preservación de la naturaleza en parámetros interdependientes pero articulados: variedad, balance y disparidad. El problema saltaba con esta última categoría, imposible de aplicar a la cultura, en la que no es posible partir de un catálogo cerrado de especies, porque la cultura es un cuerpo vivo, que evoluciona e innova, e incluso se transforma en cada época y generación. En definitiva, la diversidad cultural parece demasiado compleja como para ceñirla a la oferta disponible y demasiado matizable como para cuantificarla en unos pocos parámetros objetivados.

    Pero, sobre todo, como señala la introducción de este libro, es indispensable una visión integral de la diversidad que no puede dejar de lado la estructura de los medios audiovisuales. O dicho de otro modo, que el matrimonio comunicación masiva-cultura es indisoluble en la realidad, y que la diversidad real en una sociedad depende tanto de su producción (grandes corporaciones, pequeñas y medianas empresas, servicio público, tercer sector) como de su distribución (oligopolios, distribuidoras locales…), su comercialización y visibilidad (cadenas de puntos de venta, estrategias de superventas o best-sellers…) y, finalmente y sobre todo, de su demanda y consumo efectivo.

    En último término, los intentos de aplicar esta metodología a la edición de libros o de música, al cine o a la programación televisiva nos remiten al origen de las grandes interrogantes culturales. Para medir la diversidad es necesario analizar en cada sector, y en las relaciones intersectoriales, la cadena de valor completa en cada país (articulada inevitablemente a escala internacional), desde la creación a la producción, a la distribución y la comercialización, y al consumo, evaluando la diversidad que existe en cada fase, para calibrar finalmente la capacidad de opción real del usuario, incluso más allá de sus apariencias estadísticas inmediatas (porque la cultura es un bien de experiencia, en el que la oferta condiciona en buena medida a la demanda).

    De ahí la imperiosa necesidad hoy de realizar un estudio integral de cada sector, analógico y digital, y de situar en el centro al usuario, que en sus combinaciones cotidianas de consumidor pasivo y ciudadano activo, de amateur y creador, de cliente y recomendador o etiquetador (social tagging), está determinando el futuro entero de la cultura. Las recomendaciones de la UNESCO de tener en cuenta este ambiente complejo en la transición actual al mundo digital superan con mucho la anquilosada propuesta de las estadísticas oficiales de muchos países en las que los lectores son identificados con los usuarios de libros en papel e incluso con sus compradores —olvidando a los lectores de PDF o de libros electrónicos— o los espectadores de cine con los asistentes a las salas, ignorando su visionado en la televisión y en pantallas múltiples (de la videoconsola a la tableta, de la computadora personal al smartphone).

    CONCENTRACIÓN, FINANCIARIZACIÓN, GIGANTES DIGITALES

    Por otra parte, los diversos capítulos de este libro no ocultan que la lucha por la diversidad va a contracorriente de las mayores tendencias de la comunicación y la cultura en la economía global construida en las dos últimas décadas. Porque los procesos de concentración y financiarización nacional y global en las últimas décadas se han agudizado poderosamente, con nefastos efectos para la diversidad efectiva ofertada y consumida: imperativo de altas tasas de beneficio constante, aplicación de técnicas intensivas de mercadotecnia, dominación de los best-sellers o fast-sellers con rotación cada vez más acelerada de lanzamientos de los blockbusters, saturación de los mercados que impide la visibilidad de los productos innovadores o minoritarios, de las óperas primas, de las pequeñas y medianas empresas y de las lenguas y culturas minoritarias, poniendo en peligro el conjunto de la ecología históricamente asentada por cada sector. Todo ello con la inestimable ayuda de una desregulación generalizada en los países occidentales que, primero, fue desmantelando la tradicional legislación antitrust en pro del pluralismo, para luego ir asimilándola a la competencia en el mercado y, finalmente, sustituirla por una ideología de campeones nacionales protagonizada por los mayores grupos multimedia de cada país que, supuestamente, habían de defender al tiempo nuestra economía y nuestra cultura.

    Pero, como señalan los autores de esta obra en diversas ocasiones, la transición a la era digital ha exigido nuevos análisis capaces de examinar y cuestionar los procesos de mutación en curso —más allá de las mitologías que se repiten y se renuevan con cada innovación tecnológica— y a reformular las políticas públicas nacionales y de cooperación, y las herramientas y plataformas de apoyo y estímulo a la diversidad. Porque la reintermediación experimentada por la cultura en nuevos agentes globales de gran poder (compuesta por los llamados GAFA —Google, Apple, Facebook, Amazon—, pero no sólo por éstos) alcanza justamente su cénit en el campo del audiovisual, tanto en la concentración global de las redes clásicas de distribución (satélite, cable, TV IP), objeto predilecto de los fondos de capital riesgo y de los gigantes de las telecomunicaciones, como en el abanico de inmensos repositorios audiovisuales, que acumulan los servicios over-the-top (como Netflix, Hulu, Spotify, Last FM…), de oferta cada vez más internacional pero de escasa producción localizada en sus filiales.

    Nuevos actores de fuerte integración vertical —de la producción a la distribución y la venta— ayudados por el big data y las economías de red, aparentemente alternativos a las majors clásicas, pero cada vez más aliados necesariamente con éstas en lo que algunos informes de la UNESCO ya han denominado HollyWeb, y que, en contra de los discursos predicadores sobre la larga cola, renuevan y refuerzan las estrategias de superventas y la transnacionalización de sus contenidos simbólicos, captando en último caso talentos periféricos para mejor desterritorializar sus raíces culturales. Con el agravante de que esos agentes todavía siguen amparados por la inercia del discurso utópico sobre la participación social (redes sociales, televisión social…) y su carácter emergente, gozando de privilegios inusitados frente a la cultura tradicional. A título de ejemplo escandaloso, en la última directiva europea de Servicios de Comunicación Audiovisual de 2007 (heredera transformada de las reglamentaciones de Televisión sin Fronteras), sobresale su artículo 48, que deja a la televisión no lineal y especialmente al video on demand fuera de toda regulación y exigencia sobre la producción independiente y europea, en un serio agravio comparativo con la televisión lineal, pública y comercial. Como colofón, el Anuario 2015 del Observatorio Audiovisual Europeo confiesa su incapacidad para saber siquiera la composición y la oferta de estos bancos de imágenes que se ofrecen ya por doquier en la propia Unión Europea.

    Pero también hay buenas noticias: el hecho de que en Europa y Latinoamérica, e incluso en los Estados Unidos, se esté revitalizando el interés, las investigaciones y las reivindicaciones frente a la abusiva concentración mediática construida, que hipoteca y pervierte toda concepción democrática del espacio público. O que en muchos de esos países se esté poniendo de nuevo en la agenda ciudadana la cuestión de los medios de servicio público y del tercer sector, su reforzamiento, y su regeneración democrática y participativa. Reivindicaciones que cada vez aparecen más como núcleo central y estratégico de la profunda revisión en curso de una democracia representativa protocolaria y formalista, permeada por los lobbies y las élites, fabricante masiva de crecientes desigualdades sociales e internacionales.

    En este marco, la obra Diversidad e industria audiovisual: el desafío cultural del siglo XXI puede contribuir seriamente a auspiciar estas reflexiones y a enfocar esos debates públicos, aun a sabiendas de que esta batalla no ha hecho más que comenzar en la era digital, y que será una larga marcha de sucesivas generaciones.

    1. DIVERSIDAD CULTURAL, INDUSTRIA AUDIOVISUAL Y GOBERNANZA

    LUIS A. ALBORNOZ

    MA. TRINIDAD GARCÍA LEIVA

    Toda diferencia se produce socialmente y es portadora de sentido histórico.

    RENATO ORTIZ (2014: 36)

    DIVERSIDAD Y CULTURA

    SI buceamos en la etimología de la palabra diversidad encontraremos que ésta hace referencia a la diferencia, la variedad, la abundancia de cosas distintas o la desemejanza. La palabra diversidad deriva del verbo latino divertere, cuyo significado es girar en dirección opuesta. El verbo está compuesto por el prefijo di, que significa divergencia, separación múltiple, y el verbo vertere, que significa verter, girar, dar vueltas. Según el Diccionario de la Real Academia Española, diversidad tiene dos acepciones: una primera que es sinónimo de variedad, desemejanza, diferencia, y una segunda que relaciona esta palabra con abundancia, gran cantidad de cosas distintas.

    La diversidad cultural, como es entendida hoy en día mayoritariamente, guarda una relación directa con la cuestión de la identidad y con la protección y promoción de grupos minoritarios. La antropología enseña que la noción de diversidad se encuentra íntimamente asociada a la idea del Otro y, por ende, guarda relación con las nociones de identidad individual e identidad grupal. "La diversidad, en tanto diferencia —nos recuerda Renato Ortiz—,¹ no posee un valor en sí, una esencia, sino que existe en situaciones históricas determinadas y debe también ser calificada". Puede ser que el/lo Otro nos seduzca o nos produzca rechazo; en este último caso, la diversidad es fuente de conflicto. Y es en el proceso de distanciamiento o relacionamiento con el/lo Otro que se constituye nuestra identidad cambiante.

    La formación de la identidad es un proceso inherentemente violento. Definimos nuestra identidad distinguiéndonos de los otros. Se trata de un proceso psicológico muy común; dividimos el mundo en Nosotros contra Ellos y Ellos no son tan buenos como Nosotros. Existe una fuerte tendencia a definir a los otros como inferiores, menos buenos y ¡como una amenaza! ¡Sentirse superior pero al mismo tiempo amenazado es una buena base para la violencia!²

    En el ámbito de las ciencias sociales las investigaciones sobre la diversidad han sido impulsadas por motivaciones sociopolíticas de lucha por el reconocimiento y la visibilidad de las diversas identidades en el seno del espacio público. Diversidad de género, diversidad étnica, diversidad de origen, diversidad estética, diversidad ideológica, diversidad lingüística, diversidad religiosa, diversidad de orientación sexual… La noción de diversidad se ha situado en los debates de nuestras sociedades contemporáneas. A inicios del siglo XXI defender la diversidad frente a la homogeneización de cualquier tipo se ha transformado en un imperativo. Describir las barreras que impiden la diversidad se ha convertido en una noble tarea. Lo diverso parece ser de por sí deseable y positivo. Pero, ¿qué es la diversidad y por qué es deseable? No es sencillo responder a estas interrogantes. En primer lugar, porque la omnipresencia de la noción de diversidad abarca ámbitos muy distintos y, en segundo lugar, porque alimenta discursos que muchas veces apuntan en direcciones opuestas.

    En el mundo empresarial, por ejemplo, se afirma que es fundamental tener una fuerza de trabajo diversificada con el fin de lidiar con industrias envueltas en un incesante proceso de mudanza. La capacidad de adaptación y de generar innovación y cambio es vital en un entorno altamente competitivo y cambiante. Si se trata de alcanzar mejores resultados en un mundo globalizado, es clave contar con equipos de trabajo conformados por trabajadores con diferentes orígenes geográficos, experiencias de vida, abordajes y puntos de vista heterogéneos. En el ámbito empresarial capitalista la diversidad es un medio para alcanzar un objetivo: la adaptación de los agentes económicos a un entorno cambiante para lograr márgenes de rentabilidad mayores.

    En el ámbito de las lenguas vivas, es decir, de aquellas lenguas utilizadas por un grupo de personas y que son adquiridas como lengua materna, la defensa de la diversidad lingüística es un imperativo de la comunidad internacional. Esto es así ya que todo idioma refleja una visión del mundo única en su género, con su propio sistema de valores, su filosofía específica y sus características culturales peculiares. Por lo tanto, la desaparición de una lengua supone una pérdida irrecuperable de los conocimientos culturales únicos (históricos, espirituales y ecológicos) que se han ido encarnando en ésta a lo largo de siglos. Hoy se entiende que una lengua es un soporte de identidad y elemento esencial de un patrimonio cultural irremplazable. En este caso, proteger la diversidad lingüística es un medio para no perder saberes que pueden ser esenciales para el conjunto de la humanidad.

    Sin embargo, la valoración positiva de la diversidad es un fenómeno nuevo en la historia de Occidente. Como bien nos recuerda Denis McQuail,³ tradicionalmente la diversidad en Occidente ha sido un problema a enfrentar por la Iglesia y el Estado:

    Desde que el cristianismo se convierte en la religión del Imperio romano, la Iglesia y el Estado han colaborado para imponer la ortodoxia y la conformidad a la autoridad gubernamental. La uniformidad de creencias representaba, por lo tanto, un signo de verdad, mientras que la diversidad evocaba el error o la incertidumbre. La situación puede ser caracterizada de esta forma hasta la época de la imprenta y de la disidencia religiosa que siguió después. Diversidad devino entonces sinónimo de desviación y representaba una posible amenaza para el orden social […] El concepto de diversidad no ha progresado de manera general hasta la llegada del liberalismo en el siglo XVIII, si bien es cierto que una versión de facto de la diversidad fue introducida durante la Reforma.

    Si bien es posible rastrear cierto apoyo a la noción de diversidad en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (1789), resultante de la Revolución francesa,⁴ McQuail⁵ constata que es recién a lo largo del siglo XIX que en Europa Occidental y América del Norte progresivamente se fue consolidando el significado más moderno de la noción de diversidad y su relación con las expresiones públicas. Esta consolidación fue alimentada por dos perspectivas principales: una de tradición liberal, que asocia la diversidad al funcionamiento del libre mercado, y enlaza con la metáfora del libre mercado de las ideas o free marketplace of ideas, y otra de inspiración político-democrática, ligada a las diferencias y tensiones políticas, religiosas y lingüísticas.

    Será recién en el siglo XX cuando el concepto de diversidad cobre peso propio, pasando a ser considerado un principio en sí mismo. Siguiendo a McQuail,⁶ la noción de diversidad en el ámbito de los medios de comunicación exhibirá dos versiones contrapuestas entre sí. Una versión negativa que presenta la diversidad como el resultado natural del funcionamiento de los mercados mediáticos y de sus complejos sistemas de producción y distribución. Y una versión positiva que guarda relación con el establecimiento y cumplimiento de normas en el ámbito social y cultural. Esta versión positiva abre las puertas a la intervención del poder público con el fin de alcanzar los resultados deseados en términos de diversidad. Así, para muchos Estados la diversidad surge como uno de los principios rectores de las políticas de comunicación y cultura.

    Pese a esto, lo cierto es que el siglo XX ha dado numerosos ejemplos sobre cómo los Estados-nación han erigido sus políticas en el campo de la cultura y la comunicación con el ideal de homogeneizar distintas dimensiones de la sociedad.

    En el contexto europeo, por ejemplo, lo que hoy se conoce como idioma italiano es resultado de un proceso de homogeneización lingüístico-cultural a través de los medios electrónicos de comunicación. En el caso de la Radiotelevisione Italiana (Rai), las emisiones regulares del primer canal, iniciadas casi una década después de finalizada la segunda Guerra Mundial (1939-1945), sirvieron para alfabetizar y unificar lingüísticamente, bajo el italiano estándar, las distintas regiones del país. El actual idioma oficial de esta nación miembro de la Unión Europea (UE), el italiano (aunque no existe un artículo de la Constitución de este país que lo reconozca explícitamente como tal), es una lengua neolatina, variante literaria del dialecto florentino de la lengua toscana. La conocida como lengua italiana sólo era hablada por una minoría en el momento de la unificación política del Reino de Italia (1861), pero ésta se difundió enseguida gracias a la educación obligatoria y a la televisión, que acabaron aumentando la cantidad de italianos que la tienen como lengua materna.

    Si observamos la historia reciente de la constitución de los distintos Estados en América Latina, se demuestra cómo numerosos aspectos identitarios de los pueblos autóctonos (lenguas, platos típicos, vestimentas…) fueron brutalmente reprimidos. Por ejemplo, en Brasil, el Servicio de Protección a los Indios (actual Fundación Nacional del Indio, Funai), creado a principios del siglo pasado con la finalidad de civilizar y transformar al indio en un trabajador nacional, trasladaba geográficamente a las comunidades indígenas, desligando a estas poblaciones de sus hábitats naturales. Además, prohibía a los miembros de estas comunidades emplear sus propias lenguas, mutilando y transformando sus universos simbólicos. Esto refleja un modelo de integración étnica de carácter asimilacionista que propugna el abandono de costumbres y prácticas de

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