TVMorfosis: La televisión abierta hacia la sociedad de redes
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TVMorfosis - Guillermo Orozco
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PRÓLOGO
Los derechos de la televisión
Carlos A. Scolari
En un capítulo de este libro, Aimée Vega, al analizar los derechos de las mujeres a comunicar, afirma que toda persona tiene derecho a expresarse, a ser escuchada, a ser reconocida, a ser proyectada con dignidad, a recibir información con base en la transparencia, la diversidad, la participación y la justicia social y económica
. Pensando en esto, les propongo un juego: hablemos de los derechos de los medios. Sí, los medios considerados como un sujeto jurídico… ¿Pueden tener derechos? Y en este contexto podemos preguntar: ¿puede uno como la televisión gozar de derechos?
Derecho a ser consumida
Éste, más que un derecho, es una obligación. Sin audiencias no hay televisión. Si la televisión o cualquier medio pretende sobrevivir debe seducir cuando menos a un mínimo de consumidores. No audience, no party. Durante medio siglo la televisión pudo respirar tranquila: millones de familias estaban sentadas frente a su pantalla, quietitas, atentas, concentradas en las imágenes y palabras que salían de ésta. Ahora, en cambio el consumo mediático se ha fragmentado y dispersado. Pasamos una buena parte del día consumiendo contenidos, pero en diferentes pantallas y dispositivos. Algunos dicen nueve, otros once horas al día. Son muchas. Más el tiempo que pasamos consultando Facebook en el móvil, jugando con la PlayStation, leyendo las noticias en el iPad o mirando videos en YouTube, es éste el tiempo que se resta al consumo televisivo tradicional. Lo dice Toby Miller en este libro citando al director de la bbc Future Media and Technology: Mamá y papá están viendo televisión lineal en la sala, pero los niños están viendo… en el iPhone, iPod Touch o la laptop
. La gran incógnita es hasta dónde podemos considerar a algunas de estas prácticas como una forma de consumo televisivo. Por ejemplo: ver un episodio de Breaking Bad descargado de la red en una computadora portátil, ¿es todavía ver televisión?
Derecho a mentir
Como decía Umberto Eco en el Trattato di Semiotica Generale (1975), un signo es cualquier cosa que pueda considerarse como sustituto significante de cualquier otra cosa. La semiótica, concluía Eco, puede ser vista como la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir (esta idea de Eco puede interpretarse como una nueva versión de la Paradoja de Epiménides: todos los semióticos son mentirosos).
La televisión es una fábrica de signos y, por lo tanto, tiene la capacidad de mentir. Todos los medios pueden usarse para mentir, desde la prensa escrita hasta Twitter. Ya saben: Neil Armstrong nunca pisó la Luna, todo fue una película dirigida por Stanley Kubrick y producida por los estudios de Nixon
. En esta trama de posibles mentiras mediáticas, ¡bienvenida sea la explosión de nuevos medios y experiencias de comunicación! Ya que no podemos escapar al riesgo de la mentira, lo mejor es tener muchas voces contradictorias, enfrentadas y contrapuestas en el ecosistema de la comunicación.
Derecho a construir la realidad
Durante décadas, los periodistas enarbolaron la bandera de la objetividad. Su planteamiento era más o menos así: fuera de la redacción existe algo llamado realidad, y nuestra función es representarlo fielmente en los medios. Claro, eran periodistas que no habían leído a Umberto Eco ni sabían que los signos también pueden servir para contar mentiras. Los medios, como sostiene Eliseo Verón, no representan una realidad: la construyen. Todos los medios crean realidades. Gran parte de lo que sabemos sobre Siria, el deshielo de los polos o los beneficios del yogurt descremado proviene de los medios. Una vez más, el hecho de que hayan aparecido en la mediasfera nuevas especies —de un sistema formado por la radio, la televisión, el cine y la prensa hemos pasado a un ecosistema con decenas de plataformas, medios y formas de acceder a la información— enriquece nuestra visión del mundo. Si los medios construyen la realidad, es mejor que lo hagan muchos medios: pocos medios, pocas realidades; muchos medios, muchas realidades (o una gran realidad confusa, enredada y multicolor).
Derecho a manipular y crear opinión
Los medios manipulan, no tanto a la gente, sino los contenidos. Este derecho —muy vinculado al derecho a mentir
y al derecho a construir la realidad— está muy difundido más allá de los sistemas de comunicación. Así como Ferrán Adriá manipula las estructuras físico-químicas de los alimentos para crear nuevas texturas y formas, los medios manipulan componentes textuales para crear discursos que construyen realidades. En una época, esta realidad se llamaba opinión pública. La pregunta del millón es ¿quién construye la opinión pública en un ecosistema fragmentado donde las viejas experiencias masivas se entremezclan con las nuevas prácticas de comunicación colaborativas?
El concepto de opinión pública despega con la prensa, atraviesa indemne los medios electrónicos (radio y televisión), pero entra en una zona de turbulencias cuando llegan los medios interactivos y colaborativos. El relato histórico de Habermas hoy se nos presenta como una vieja película en blanco y negro. Hay que repensar el concepto de opinión pública en un entorno donde los medios electrónicos —en primer lugar la televisión— están dejando de ser el principal cemento ideológico social. Como sostiene Javier Redondo en este mismo libro, tenemos que comenzar a debatir el demos que emerge en el siglo xxi. Pueden twittearlo: Se busca un Habermas 2.0 #opinionpublica.
Derecho a remediar otros medios (y a ser remediada)
Como decía McLuhan, el contenido de un nuevo medio es siempre un viejo medio. El primer cine, hasta la llegada de Griffith y Eisenstein, era un simple teatro filmado; era un cine sin primer plano, travelling ni contrapicada. La primera radio transmitía música en vivo y radioteatros (véase Radio Days de Woody Allen); era un teatro o concierto con micrófonos. La primera televisión se alimentó con largometrajes provenientes del cine, con sitcoms (una especie de teatro teletransmitido) y con periodistas leyendo noticias como si estuvieran en la radio (véase Good Night, and Good Luck de George Clooney).
¿Y la World Wide Web? La web de los años noventa se alimentó de artículos periodísticos, banners publicitarios que se vendían en función de la superficie y lugar dentro de la página (como en la prensa) y folletos de las empresas en versión pdf. Desde que nació, la web ha sufrido presiones para asumir una forma televisiva, desde el intento de crear channels en el navegador hasta las presentaciones en Flash tan de moda hace una década. La web supo resistir al canto de sirenas del broadcasting y construyó su propia versión del consumo (¿post?) televisivo que nació en 2005 y se llama YouTube. Alguien podrá argumentar: ¿cómo se le ocurre comparar a YouTube con la televisión? Pues sí, los comparo. Tres datos sobre éste: cada minuto se suben sesenta horas de video, cada día se reproducen 4000 millones de videos, cada mes lo visitan más de 800 millones de usuarios. Si hacemos una comparación, en un mes se sube más contenido a YouTube del que produjeron las tres principales cadenas de televisión de Estados Unidos durante sesenta años. Va en serio. Palabra de semiótico.
Derecho a adaptarse
Si en su primera fase evolutiva los nuevos medios remedian a los viejos medios, cuando llegan a la madurez el proceso se revierte: los medios hegemónicos, al dominar en el ecosistema, imponen sus reglas a los demás. Como acabamos de ver, en los años noventa, la televisión trató de someter a la web e imponerle la lógica del broadcasting. Pero, ¿qué sucede cuando un medio alcanza su punto de madurez y comienza a competir con las nuevas formas de comunicación? O dicho en otras palabras: ¿qué pasa cuando un medio envejece y le aparecen las primeras canas? Los medios, al igual que las especies biológicas, deben adaptarse para sobrevivir. Pequeñas mutaciones en sus contenidos, cambios en su relación con los consumidores y las contaminaciones con las formas interactivas de los new media son algunos de los síntomas de este proceso de adaptación. A esta televisión que se tiñe las canas para adaptarse al nuevo ecosistema de medios la he denominado hipertelevisión. ¡Atención! No estoy hablando de televisión interactiva, sino de televisión simulando la interacción de los nuevos medios interactivos y colaborativos. Una televisión cada día más compleja, con decenas de personajes y tramas que en cierto momento se escapan de la pantalla y se transforman en transmedia storytelling. Como dice Alejandro Piscitelli en este mismo libro: la nueva televisión parece parasitar todos los componentes cognitivos nobles asociados beatíficamente a la lectura: atención, paciencia, retención, paneo simultáneo de líneas narrativas
. Se trata de una televisión rejuvenecida, madura, inteligente.
Derecho a extinguirse
¿Qué pasa cuando un medio no puede/sabe/quiere adaptarse a las nuevas reglas del ecosistema mediático? Los medios pueden extinguirse. Los rollos de papiro son parte de la historia, al igual que los libros manuscritos anteriores a Gutenberg. Si ya hemos asistido a la extinción de medios en el pasado: ¿por qué no pensar que la televisión pueda llegar a desaparecer? El debate no es nuevo. Desde hace varios años, Eliseo Verón viene reflexionando sobre el tema (véase la entrevista La televisión, ese fenómeno masivo que conocimos, está condenada a desaparecer
). En 2006, el francés Jean-Louis Missika publicó La Fin de la télévision y tres años más tarde dos obras abrieron la discusión en el mundo anglosajón y latino respectivamente: The End of Television? It!’s Impact on the World (So Far)
, de Elihu Katz y Paddy Scannell, y El fin de los medios masivos. El comienzo de un debate, de Mario Carlón y un servidor.
Un elemento basilar de este debate está constituido por la siguiente pregunta: ¿qué entendemos por televisión?, ¿un tipo de emisión de uno a muchos en forma de broadcasting?, ¿un aparato en el living de la casa?, ¿una programación rígida construida por el emisor y a la cual debe adaptarse el receptor?, ¿un simple canal de distribución de contenidos audiovisuales?, ¿una transmisión en directo de un evento? Dicho de otra manera: en el supuesto de que algo se extinga, ¿qué es lo que se extingue?, ¿qué es lo que sobrevive? (sigue en el próximo derecho).
Derecho a sobrevivir en otra interfaz
(Viene del derecho anterior) La escritura nació en tablillas de arcilla hace más de seis mil años. Durante unos cuantos siglos, la escritura se desplegó ahí, en el barro todavía húmedo del Tigris y el Éufrates. La llegada del papiro —un soporte mucho más cómodo y liviano, aunque más frágil— fue poco a poco sustituyendo a las tablillas. Sin embargo muchos componentes de la interfaz de la tablilla —la escritura en columnas, la organización de componentes en forma de listas, etc.— sobrevivieron en el papiro. De la misma manera, muchos componentes de la interfaz del papiro —como el íncipit— pasaron al libro manuscrito, una interfaz para la escritura nacida hace dos milenios. Veamos un ejemplo más reciente: el telégrafo se extinguió, pero una parte de su interfaz —la escritura telegráfica— goza de muy buena salud en los sms y en Twitter. Como podemos ver, los soportes tecnológicos —la arcilla, el papiro, el pergamino, el telégrafo— pueden desaparecer, aunque algunos elementos de la interfaz mediática —una forma de organizar el contenido, una manera de acceder a la información, un sistema de indexación— pueden sobrevivir en un medio posterior. ¿Qué queremos decir con este retorno al pasado de las interfaces? Que si un día desapareciera el aparato que tenemos en el living de casa o la tecnología del broadcasting muchos componentes de su interfaz —las formas de organización de sus contenidos, la retórica audiovisual, los géneros televisivos— sobrevivirán en los nuevos medios.
Derecho a preguntar
¿Cuál es el futuro de la televisión? Recordemos el primer derecho de la televisión que en realidad es una obligación: la obligación de la audiencia. En otras palabras, serán las audiencias las que dictaminen, a través de sus prácticas de uso, reapropiación y consumo, cuál es el futuro de la televisión. Esas audiencias también se hacen preguntas: ¿para qué esperar que un canal emita el próximo episodio de Mad Men el martes de la semana que viene a las 22:00 horas si puedo verlo antes en mi computadora, donde quiero y cuando quiero? ¿Tiene sentido ver una película con cortes publicitarios cuando puedo gozarla sin spots en un dispositivo digital como el TiVO? Algunos investigadores también nos preguntamos: ¿hasta dónde llegará el proceso de fragmentación de audiencias y pantallas? ¿Quedará el broadcasting reducido a ciertas transmisiones en vivo de alcance global, como la final del Mundial fifa o el rescate de los mineros chilenos? Demasiadas preguntas para un prólogo. Habrá que leer las páginas que siguen para ver si podemos vislumbrar algunas respuestas.
BIBLIOGRAFÍA
Eco, Umberto
1975 Trattado de semiotica generale. Milán: Bonpiani
Johnson, Steven
2005 Everything Bad is Good for You. Londres: Penguin.
Katz, Elihu y Paddy, Scannell (eds.)
2009 The End of Television?: It´s Impact on the World (So Far)
, The Annals of the American Academy of Political and Social Science, núm. 625.
Scolari, Carlos A.
2009 This Is The End. Las interminables discusiones sobre el fin de la televisión
, en M. Carlón y Carlos. A. Scolari (eds.), El fin de los medios masivos. El comienzo de un debate. Buenos Aires: La Crujía.
2008 Hacia la hipertelevisión. Los primeros síntomas de una nueva configuración del dispositivo televisivo
, Diálogos de la Comunicación, núm. 77, en
Verón, Eliseo
2007 La televisión, ese fenómeno masivo que conocimos, está condenada a desaparecer
, Revista LIS, núms. 6-17, Ciudad Mediatizada. Mediatización en Lationamérica [edición original: Paolo Bertetti y Carlos A. Scolari, (eds.), Mediamerica. Semiotica dei media in America Latina. Turín: Cartman Edizioni], en
Missika, Jean-Louis
2006 La Fin de la télévision. París: Éditions du Seuil.
INTRODUCCIÓN
¿Cómo desarrollar una televisión abierta que sea relevante para transitar a la sociedad de redes y fortalecer desde su pantalla una cultura de participación entre su audiencia? Ésta fue la pregunta central que inspiró el Segundo Foro Internacional TVMorfosis y es también el eje editorial que subyace a lo largo de este libro.
La historia de la televisión en general y de las televisiones públicas y universitarias en específico, especialmente en América Latina, está llena de grandes fracasos y de proyectos que difícilmente llegaron a consolidarse, aunque algunos sobrevivan con una existencia variada, restringida y a veces hasta voluntarista.
Hoy la globalización, con todo lo que conlleva, detona, inhibe e impone, está modificando significativamente la manera en que se produce, se difunde y se consume televisión. Sobre todo está transformando los modos en que la televisión y las audiencias existen como tales. No obstante, la vieja televisión no acaba de morir y la nueva no acaba de nacer
, como en su momento dijera Gramsci con respecto al sistema económico.
Internet y los nuevos dispositivos tecnológicos modifican y amplifican drásticamente la relación posible entre los productores, los emisores y las audiencias. La misma producción televisiva tiene que realizarse en un escenario de competencia y convergencia mucho más sofisticado, donde, entre otras situaciones, las audiencias ya no son exclusivas de la pantalla televisiva clásica, sino que emigran o simultáneamente interactúan con otras de manera diversificada.
Si bien ésta es la tendencia creciente con las audiencias contemporáneas, no toda la población goza o puede acceder a las nuevas pantallas y ser parte de la sociedad de redes. ¿Cuál es, entonces, el papel que tienen los medios públicos y en particular la televisión abierta, ante las brechas digitales y culturales que propician las tecnologías y frente al cambio al mundo digital? ¿Cómo enfrentar el desafío de la comunicación como entretenimiento cargado de espectáculo desde canales universitarios de televisión? Y especialmente, ¿cuál es la viabilidad de una interlocución más activa entre televisión y audiencias y entre éstas a partir de la televisión, teniendo en cuenta sus trayectorias de silencio?
Cada día más la construcción de ciudadanía pasa por las pantallas y frente a ellas. Las empresas televisivas saben del enorme potencial de visibilidad e influencia que tienen en sus audiencias, no sólo en tanto que son receptoras de programación, sino en cuanto ciudadanos. ¿Cómo construir entonces una nueva televisión para una vieja/nueva ciudadanía?
Las audiencias, por su parte, van generado diversas estrategias para asumir roles activos y modificar y reconvertir los productos mediáticos existentes. ¿Cómo transitar de la formación de audiencias a su formación como productores y emisores? ¿Cómo hacer relevante desde la pantalla televisiva la interactividad múltiple de las audiencias? ¿Estamos ante la obsolescencia de la televisión generalista y de la educación y la cultura desde las pantallas? ¿Cómo se construyen los saberes en la sociedad de redes? ¿Es la transmediación: televidentes fans
rehaciendo productos televisivos, la mejor alternativa para la educación mediática del futuro? ¿Qué puede hacer la televisión abierta para renovarse sin morir en el intento?
Actualmente se está viviendo una revolución mediática sin precedentes. La presencia de Internet y sus múltiples pantallas constituyen un potencial que hay que ir haciendo realidad. La nueva condición comunicacional
permite pasar de ser audiencias y lectores esencialmente receptores a ser comunicantes
: emisores e informantes ciudadanos, en una permanente interlocución con todos los que participan. ¿Estamos preparados como televidentes y ciudadanos para asumir roles de productores y emisores de nuestras producciones y de las de otros? ¿Estamos siendo consumidores más críticos y selectivos aprovechando la interactividad y la convergencia mediáticas actuales? ¿Está la televisión aprovechando estas nuevas formas de audiencias? ¿Se está posibilitando la emergencia del periodismo ciudadano en la pantalla?
Es evidente que el rol del espectador en la televisión y los medios de masas no puede permanecer como hasta ahora. ¿Cómo convocar y fortalecer entonces desde la televisión abierta una cultura de participación?
Estas y otras preguntas sobre el papel de una televisión abierta, pública y universitaria, que busca ser la señal de todos
—como se autodefine Canal 44— y trascender el horizonte del campus universitario, fueron el marco del Segundo Foro Internacional del cual este libro toma su título y el motivo por el que durante dos días de finales de noviembre de 2011 se convocó a 24 especialistas académicos, directivos de medios, productores y periodistas a dialogar y proponer frente a la pantalla, vinculados con las redes sociales, ideas y argumentos para hacer realidad una propuesta televisiva más enfocada en fortalecer una cultura de participación.
El libro que presentamos está compuesto por un prólogo y catorce capítulos. Estos originalmente fueron presentados en su versión original durante el foro. Aquí han sido organizados en tres partes atendiendo a su contenido y alcance específicos.
Agradezco a los autores y autoras de este libro por su generosa y relevante participación en estas páginas, y a todos los colegas participantes en el foro por imprimirle sabiduría, experiencia, conocimientos, preguntas y propuestas. Mi agradecimiento especial a Gabriel Torres Espinoza, director de Operadora de TV Abierta de la Universidad de Guadalajara, por su decidido apoyo para la publicación de este libro y por auspiciar los foros TVMorfosis, visibilizados en distintas pantallas desde la FIL Guadalajara, dirigidos hacia la realización de la utopía de una sociedad participativa en la que la televisión juegue un papel cada vez más protagónico. Mi agradecimiento también a los compañeros de Canal 44, que desde sus especificas y diversas responsabilidades dentro de esta emisora están haciendo posible con mucha calidad y entusiasmo la realización de estos foros y su difusión.
Guillermo Orozco
Universidad de Guadalajara
Guadalajara, Jalisco, 23 de agosto de 2012
La TV que es posible en una sociedad de redes
El ahora y el futuro de la televisión
Toby Miller/Traducción de Rodrigo González Reyes
Las masas son el opio de la televisión. Los productores de televisión quieren fabricar audiencias, no sólo atraer espectadores, pero éstas no son entidades preexistentes que participan en la relación oferta-demanda, en el sentido de que una persona que va al supermercado es un consumidor. La investigación sobre efectos y rating atraviesa la industria, al Estado, a la academia y a la crítica. La mayor parte de acercamientos a la televisión se enfocan de manera expansiva y cada vez se invierte más dinero en esto, en las audiencias, como ciudadanos y consumidores. Éstas tienden a personificar algunas discusiones sobre la televisión en sí misma, más que en relación con sus aspectos tecnológicos, legales o aun en sus contenidos.
Pero, ¿acaso le importa esto a alguien? ¿La televisión ha muerto o cuando menos está agonizando? Consideremos estos epígrafes:
• La televisión ha muerto. Larga vida a la televisión
(Wired [Borland y Hansen, 2007]).
• La televisión ha hecho billones basada en cuánta gente ve un programa de manera regular. Esa idea puede que ya sea obsoleta
(Washington Post [Bauder, 2007]).
• La televisión está lejos de morir
(Verizon [cit. en Buckley, 2008]).
• "La televisión solía ser un canal de un solo sentido […] ahora la audiencia es escuchada en cada aspecto del programa. Esto ha cambiado la naturaleza de la televisión y de los contenidos que son programados (Carlton Cruse —cocreador de Lost—, cit. en Kushner, 2007).
• La television agoniza
(Damon Lindelof —cocreador de Lost—, 2007).
• La muerte de la televisión tal como la conocíamos
(ibm Business Consulting Services, 2006).
• Los norteamericanos están viendo más televisión tradicional que nunca
(Nielsen, 2008).
• Medios tradicionales de larga vida
(Deloitte, 2007).
Las representaciones norteamericanas sobre la televisión en la India frecuentemente ofrecen una imagen prosaica y estereotipada: una masa de gente amontonada sentada en el piso, paralizada ante un aparato de televisión que se encuentra en medio de un montón de artículos de uso diario. La inconmensurabilidad es la característica definitoria de estas imágenes; la televisión como aparato se convierte en muestra y símbolo de la modernidad y la occidentalidad, mientras que el cuarto, atestado con sus bolsos, calendarios, utensilios y los crudos objetos de la vida cotidiana, encapsulan la carencia del subdesarrollo característica del Este (Moorti, 2007: 1).
Hay ahí un mundo donde la vida se mueve, donde nadie gasta seis horas al día relajado frente a un mueble […] tu mejor y único acceso a este mundo es la televisión
(Wallace, 1997: 39).
Algo hay irónico en las ocho citas de más arriba. La revista Wired, autodenominada como profeta sacerdotal de los nuevos medios, dice que la televisión ha muerto y renacido. The Washington Post, bastión de los periódicos tradicionales, piensa que ya está obsoleta. Verizon, una compañía telefónica que reporta cien billones de dólares al año, ve a este dispositivo adaptarse a las nuevas condiciones. Y los hombres que hicieron millones con el exitoso programa Lost (2004-2010) (creado gracias al éxito del reality show de bajo perfil de audiencia, Survivor [2000]) no están de acuerdo con el futuro del medio que alimenta sus apetitos (Torres, 2008).
El pionero de la computación, ibm, que ahora gana extensas sumas por concepto de consultoría en temas comunicacionales, y Nielsen, la compañía más grande en el negocio de la investigación de audiencias del mundo, toman posiciones diametralmente opuestas respecto a dónde está parada la televisión hoy, en tanto Deloitte, una importante consultora