CUANDO LA TECNOLOGÍA SE CONVIRTIÓ EN ARTE
Durante mucho tiempo, las artes tradicionales, y en especial la pintura, aspiraron al sueño de la mímesis, a la reproducción “perfecta” de la naturaleza. Cuenta ya Plinio el Viejo en su Historia natural que, en el siglo v a. C., el griego Zeuxis consiguió engañar la vista de los pájaros, que descendieron a picotear unos granos de uva que había pintado. Cuando, en 1839, el francés Louis Daguerre presentó en París el llamado daguerrotipo, el primer procedimiento que, a partir de la labor inicial de Joseph Niépce, permitía la obtención de fotografías sobre una superficie de plata pulida, el sueño de crear una imagen que fuera un verdadero “doble” del mundo se hizo por fin realidad. Lo explica bien el crítico de arte italiano Giulio Carlo Argan en : los rápidos progresos técnicos, las aplicaciones del nuevo invento a diferentes campos (como la fotografía “artística” o la captación del movimiento mediante la fotografía estroboscópica y la cinematografía), junto con la producción industrial de las cámaras, transformarían completamente la relación del gran público con las imágenes. Pronto surgió un nuevo profesional, el fotógrafo, que heredó diversas funciones sociales que hasta ese momento había cultivado el pintor, como la realización de retratos y vistas de ciudades, pueblos y paisajes, o la ilustración de noticias y reportajes. Sin embargo, a pesar de que la fotografía se consideró un logro técnico indiscutible, su relevancia artística fue durante mucho tiempo puesta en duda.
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