Entre el Amor y las Balas
Por Arih Blanko
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Entre el amor y las balas es una obra de ficción basada en un hecho real, donde una noche normal de un día cualquiera en una zona mugrosa en el este del estado de la Florida, una banda de maléficos delincuentes de poca monta que llevaban controlando la zona por más de 30 años, secuestran a un honorable transportista, donde le dan una misión que solamente la puede hacer él y nadie más, y se ve obligado a tomar decisiones que le va a cambiar la vida para siempre, tanto a él como a sus seres queridos. Este honorable señor de edad mediana y cualidades especiales, se entrama en una serie de sucesos donde se desarrolla una serie de incógnitas a lo largo de esta obra que él tendrá que descubrir, y el lector lo sigue en ese viaje tan peligroso y tan complejo. Mediante una lírica dinámica y entretenida, esta obra logra sumergir al lector en una serie de sucesos que jamás olvidará y se les quedará en su memoria para siempre.
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Entre el Amor y las Balas - Arih Blanko
Entre el Amor y las Balas
Arih Blanko
Derechos de autor © 2024 Arih Blanko
Todos los derechos reservados
Primera Edición
PAGE PUBLISHING
Conneaut Lake, PA
Primera publicación original de Page Publishing 2024
ISBN 978-1-6624-9637-0 (Versión Impresa)
ISBN 978-1-6624-9648-6 (Versión Electrónica)
Libro impreso en Los Estados Unidos de América
Tabla de contenido
Personajes
Capítulo 1
Un día normal se conocen (René y Orlando)
Capítulo 2
La magia del marketing
Capítulo 3
Entre la vida y la muerte
Capítulo 4
Un plan infalible
Capítulo 5
Una táctica insospechada
Capítulo 6
Un viaje inesperado
Capítulo 7
Guerra de guerrillas (Ajedrecísticas)
Capítulo 8
Antes de la hora cero
Capítulo 9
La llamada desconocida
Capítulo 10
La hora cero
Capítulo 11
Llegando a la Florida
Capítulo 12
Preparativos para la famosísima isla
Capítulo 13
En medio de la cumbancha, el misterio de Tina
Capítulo 14
El futuro de Tina
Capítulo 15
Una decisión difícil y dolorosa
Capítulo 16
La hora final
Sobre el Autor
Personajes
René: Oficinista.
Orlando: Taxista.
Diana: Esposa de Orlando.
J: Jefe de Blue Gang.
Rolando: Mano derecha de J.
Policía corrupto: Policía corrupto.
Alex Ramírez: Alcalde de la ciudad.
Mónica Ramírez: Esposa del alcalde de la ciudad.
Hijos de Alex y Mónica: 11 y 13 años.
Julia: Secretaria de Alex Ramírez.
Tina: Chica de Europa del Este.
Bryan: Hombre de confianza de J.
Jason: Político, mayor corrupto.
Tom: Productor de Tina.
Brad: Segundo de Bryan.
Hijo 1 de Orlando y Diana.
Hijo 2 de Orlando y Diana.
Capítulo 1
Un día normal se conocen (René y Orlando)
—Taxi... hasta el Downtown por favor. ¿Qué tal, cómo está usted? —dice René.
—¿Eres René? —pregunta el taxista.
—Sí, claro, claro que sí, soy René.
—Siempre hay que chequear bien, como dicen los americanos por acá, para saber si eres la persona correcta, ya me pasó una vez que monté al pasajero equivocado, y la verdad no me vuelve a pasar —dice Orlando con amabilidad—. ¿Cómo le ha ido el día a usted René?, ¿cómo estás?, ¿cómo va su día? —pregunta Orlando amablemente.
Ya era un poco más de las 8 de la noche, y a esa hora se empezaba a mover la ciudad. La gente solía salir a los restaurantes y los bares, y siempre había movimiento, mientras Orlando (El taxista) aprovechaba para dar unos últimos viajes antes de irse para la casa, después de un largo y caluroso día de trabajo y tomarse un par de cervezas para hacer crecer la barriga mientras descubría algunas cosas interesantes en las redes sociales, como el último novio de Las Kardashian o el último contrato supermillonario del futbolista de moda. Todo pasaba muy rápido, no había paz y tranquilidad, ni cuando estabas en el mismísimo trono, literalmente ni cuando estabas cagando.
Cada día se había fugado para no volver atrás, y cada noche era más corta y calurosa, lo cual era tan bueno como tan malo. Era como una especie de centrífuga imparable y acomodados a los tiempos que vivíamos, nos consumíamos en un día a día, perenne e intrépido, y muchas veces incomprendido, pero al mismo tiempo maravilloso, muy maravilloso. No sabría explicarlo o describirlo, pero si lo intentabas te volverías literalmente loco. Era una mezcla de muchas cosas o factores interesantes, tanto como historias locas, como retos que vivían la nueva sociedad de aquellos momentos.
Llegando a un punto de irracionalidad inexplicable que no sabíamos ni siquiera por quién votar, ni siquiera cuáles noticias eran verdaderas, o que noticias serían falsas, llegando a un punto de incredulidad extrema, que era tanta, pero tanta, que no importaba quien tuviera la razón, una especie de cada cual a su rollo, o cada cual a lo suyo como en una selva o en una jungla gigante, pero con papas fritas y autos modernos, tan modernos, que ya pronto no iban a necesitar ni siquiera combustible renovable, ni siquiera gasolina, y aún menos petróleo, para poder caminar a altas velocidades por las inmensas carreteras a lo largo y ancho de todo el país. Estaban corriendo momentos muy interesantes e importantes de la historia de la humanidad y al parecer, muy poca gente se daba cuenta de ello, incluyéndome a mi primero.
Los momentos tan importantes que estábamos viviendo donde las conexiones, las comunicaciones, la interacción entre todo el planeta estaría avanzando a pasos agigantados y todos, de una forma u otra, estábamos cuasi conectados las 24 horas al día, los 7 días de la semana tanto de día como de noche, y lo peor del caso era, que lo tomábamos con mucha normalidad. Tanto así, que podíamos estar hablando por horas con alguien que estuviera en el otro lado del planeta y nos tomaría escasos segundos en conectarnos. Incluso, podríamos vernos si quisiéramos, y así la interacción sería mucho más real y más cercana, a lo cual estaba muy bien, pero también traería sus consecuencias negativas y nuevos retos que afrentar, nuevas polémicas y nuevos resultados que poco a poco se iban a ir convirtiendo en nuestro nuevo día a día.
—Todo bien, todo bien, como dice el Pibe —dice René—, llegando de Dallas, que tuve que ir por trabajo, y la verdad es que no me gusta para nada volar, me parecen estresante y cada día hacen los asientos de lo más apretados, y ahorita vamos a tener que viajar unos montados arriba del otro, como si fuéramos sardinas en latas, como diríamos en mi país.
Orlando, el taxista se ríe con media carcajada y pregunta curiosamente:
—Sí, ¿y de dónde es usted si no le es molestia la pregunta?
Responde René:
—Soy cubano, pero ya llevo un tiempito aquí en la Florida, y bueno, hay veces que me gusta recordar las ocurrencias de mis coterráneos.
—Sí, qué bien, ¿y lleva mucho tiempo por acá por la Florida? —pregunta Orlando.
—Bueno, hace casi 20 añitos de mi vida que he dedicado a andar por estos lugares —y se ríe sarcásticamente—. ¿Y usted?, ¿hace mucho vive por acá? —pregunta René.
—Mucho menos que usted, solo llevo acá 19 años con 6 mesecitos, y soy de Colombia, de la zona cafetera.
Interrumpe René:
—La tierra donde nace el mejor café del mundo y las... —pequeña pausa—, personas más buena gente del mundo.
Al parecer a Orlando no le gustó mucho la pausa, pero era debido a que René se había atorado con una de esas deliciosas papas fritas, que son un veneno para la salud y un gustazo y un deleite para el paladar.
Después de unos pequeños segundos de silencio se echaron a reír los dos y continuaron el viaje tranquilamente, no sin dejar de hablar de la situación que se estaba viviendo en el país y en el mundo de aquel entonces. Noticias que salían a diario y un poco coincidían en varios puntos de vista de la vida cotidiana. Era una época de elecciones y el ambiente estaba caldeado a más no poder. Pero trataban ambas partes de hacer un viaje tranquilo, y sin mucha exaltación cuando de repente se escucha en la radio nuevamente el tema de moda, era música bailable, bastante movida, sonaba muy bien, pero las caras de los dos señores era un poema, mejor dicho, eran dos poemas.
Al parecer estaban pensando lo mismo. Era como si se estuvieran leyéndose las mentes mutuamente. Eran incluso de diferentes partidos, distintas ideologías, muy distantes ideologías, pero todo parecía ser que en este punto si coincidían, ya que al parecer la estación de radio del momento se había encargado de repetir la misma canción un promedio de 34.5 veces cada 24 horas durante los últimos 8 meses, y no era Despacito
. Al parecer la canción ya estaba siendo muy criticada sin necesidad alguna.
No había razón para ponerla tantas y tantas veces seguidas, una detrás de otra, ni en la radio ni en ningún lado, cuando ese espacio se pudiera aprovechar para promover otros géneros y artistas, igualmente buenos e interesantes, que estaban haciendo un trabajo espectacular en el mundo del entretenimiento. Parecía haber un núcleo sumamente superpoderoso, cerrado a la fama donde se hacía casi imposible entrar, o al menos ser tenido en cuenta, aunque estuvieras haciendo un arte maravilloso y superrompedor de esquemas y arriesgado, con tal de siempre mantener viva la llama de la creación.
Eran tiempos complicados, pero la verdad es que nunca, pero nunca se había vivido mejor que en esta época en general. La esperanza de vida crecía exponencialmente a pasos agigantados, cada 17 minutos se creaba un nuevo millonario a nivel mundial, y pronto ya existían planes de conquistar otros planetas. Cada día se hacía más fácil y barato viajar entre países. Estábamos más conectados que nunca, pero no dejaban de predecir que llegaría de un momento a otro el gran punto de inflexión de la humanidad. Una mezcla de corrientes de terraplanismo, reguetón y conspiranoia que le daría fin a la humanidad como la conocíamos hasta el momento. La civilización que tanto habíamos luchado por tener y mantener estaba a punto de ser exterminada.
Al menos al parecer en ese punto coincidían, tanto el taxista Orlando como René (el oficinista). Se sentía cierta tensión en el ambiente, pero todo se solucionó cuando de repente sale una voz grave por el altavoz del auto donde se escucha el anuncio del último especial de ventas de autos eléctricos de alta gama, donde daban el 0 por ciento de interés por 355 años de financiamiento, y muy rápido y bajito te decían que tenías que tener más de 935 puntos de historial crediticio para obtener esa maravillosa y jugosa oferta, con música rimbombante, con truenos y centellas con una inversión espectacular que llamaba la atención del más incrédulo y frío calculador de los próximos clientes potenciales de la zona, pero la conversación seguía en tono amigable y sin más contratiempos.
—¡Mira eso!, casi nos choca, está yendo muy rápido, y aquí el límite es a 35 millas por hora, es una curva peligrosa, ¡podría lastimar a alguien! —dice René, bastante cabreado.
—Sí, ya eso es normal aquí, la gente manejan como locos y se piensan que están en una carrera de autos de Fórmula 1 —dice el taxista (Orlando) con tono sarcástico.
—Sí, pero no es justo, ¡pone en peligro a los demás! Por eso es que tenemos tantos accidentes en este maravilloso estado, con la cantidad de cosas buenas que tenemos aquí, como el clima, las playas, y la gente. ¡No es justo, eso no es justo! Ni hablar de que cada día pagamos más impuestos, y los seguros cada día son más caros, ya que las compañías de seguros se agarran de los números para sacarnos el kilo, pero bueno, ese es el precio de vivir en el Sun Shine State —dice René con risa relajada.
—Tienes toda la razón, mi amigo, no debería de ser así, pero es así, eso lo digo yo, que vivo ya hace un tiempito lidiando con los drivers de acá y sé que es algo bastante complicado —Orlando, el taxista, replica en apoyo y continua—: Yo no me quejo, me encanta la Florida y su gente, pero sí, es uno de los estados más caros de la unión, y con unos de los salarios más bajos de todo el país, pero aun así, todo sigue siendo una maravilla, en mi opinión, claro está. Yo sé que la Florida no es para todo el mundo. Tengo muchos amigos que se han ido a otros estados, como Texas o Colorado, y están muy felices y contentos por allá, se sienten muy bien, ganan buen dinero y están muy felices con sus familias, y la verdad es que me alegro un montón por ellos, pero no sé si sería algo para mí. Tengo sueños y aquí creo que es el mejor lugar para ponerlos en marcha, por el momento, no me veo viviendo en otro lugar por mucho que me paguen, no soy millonario, pero me gusta mucho lo que hago y me encanta este lugar, con sus pros y sus contras, y con todo lo que lleva y con todas sus desventajas también incluidas, lo sé, pero creo que tiene algo especial. Con su Miami convulsa y tráfico interminable, con su Orlando gigante, pero lleno de turismo, con sus meses de supercalor irresistible, y lo más importante, con su gente maravillosa y con su mezcla de cultura que es un crisol y una auténtica maravilla, y para mí, que incluso hasta me intriga, es como una magia, no sé si blanca o negra, pero creo que sí, que es magia, y como magia al fin, es una mezcla de misterio, curiosidad, retos, y muchas cosas más. En fin, una puta o quizás maléfica maravilla.
—¡Qué bien! —dice René —, al menos se ve feliz. Es un buen lugar para vivir como usted dice, la gente es maravillosa y el clima es inmejorable. No nos podemos quejar. Es un paraíso en la tierra, pero hasta en el paraíso hay cosas buenas y malas. Pero la verdad es que hay mucha tentación, y cualquiera podría morder la manzana prohibida, como en los inicios de todo.
—Eso sí es verdad. A veces no valoramos lo que tenemos, y nos quejamos por cada tontería que nosotros los seres humanos, lo complicamos todo, cuando todo debería ser más, pero mucho más sencillo —Orlando sigue apoyando a René.
—Sí, es verdad, es la pura verdad, deberíamos llevarnos mejor entre todos nosotros. Todos somos humanos y si fuéramos más comprensivos los unos con los otros, todo sería mejor. Viviríamos mucho mejor todos y todas, en todas partes, dondequiera que estemos en cualquier lugar de este maravilloso planeta, de eso estoy seguro y no lo dudo.
Orlando (el taxista) se da cuenta de que está hablando un poquito raro, no es que uno se ponga más culto que nadie, pero se debería hablar correctamente, piensa Orlando (el taxista), pero seguía manejando con tranquilidad, un poco curioso porque se sentía extraño. Ahora no sabía cómo seguir la conversación, si tenía que decir policía y policio, o escuela y escuelo, o quizás productos y productas, no quería hacer sentir mal a nadie, y mucho menos a un pasajero que era su cliente, que siempre trataba de que se sintieran lo mejor posible. Era un poco de una mezcla de confusión con una pisca de curiosidad,