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La boca del dragón
La boca del dragón
La boca del dragón
Libro electrónico78 páginas1 hora

La boca del dragón

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Nikira una doncella valiente de una pequeña aldea que se ofrece como sacrificó a cambio de la protección de su reino y su amado ante el dios Niall. Sin la intención de creer que Niall la escucharía y aceptaría su petición. Niall que en silencio admiro su valentía prefirió quebrantar el trato en silencio tratándola como una doncella y no como un sometido, cambiando su vida como Nikira cambiando la suya en un dios bondadoso, escuchador, abierto y empático. Volviéndose Nikira la misma debilidad del dios Niall.


Nikira, a brave maiden from a small village who offers herself as a sacrifice in exchange for the protection of her kingdom and her beloved before the god Niall. Without the intention of believing that Niall would listen to her and accept her request. Niall, who silently admired her bravery, preferred to break the deal in silence by treating her like a maiden and not as a subject, changing her life like Nikira, changing his into a kind, listening, open and empathetic god. Nikira becoming the same weakness of the god Niall.
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento13 may 2024
ISBN9798369421765
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    La boca del dragón - Dived Morales

    Agradecimiento

    En este proceso de transformación agradezco a las personas que me sostuvieron y que creyeron que algún día yo lo lograría.

    Le agradezco al destino por las personas que colocó en mi vida como lección e inspiración para desarrollar mi novela. Le agradezco a mi familia y a mi mejor amigo por estar en esta nueva etapa.

    Un nuevo yo y nuevo mañana. Gracias G.

    La Torre

    Estaba oscuro y frío. Puzz no dormía sin un cuento antes de dormir. Un cuento donde el villano se volviera el héroe. No importaba si se trataba de una bestia de ocho manos o un humano siendo ladrón. Tenían que terminar de la misma manera. La única manera donde él se sentía seguro.

    –Quiero otro –dijo Puzz al momento que terminé el cuento–. Por favor.

    Observé a mi madre en la entrada deseando que me salvara, pero ella sabía que era la única manera que podía hacer que Puzz se durmiera sin preguntar por papá.

    ¿Dónde estaba papá?

    Era extraño que los caballeros aun no hubieran vuelto de la cacería. Eso angustiaba a mi madre y a todos en la aldea. ¿Quién nos protegería en la noche? ¿Quién nos aguardaría en la oscuridad?

    –De acuerdo. –Eso me ayudaría también a distraer mi mente–. Había una vez una hermosa bestia, una con características humanas pero un poder oscuro, aunque en su corazón no lo era y él no lo sabía. Solo aparentaba serlo por el respeto de las bestias. –Puzz no dejaba de observar mis ojos cafés mientras se dormía–. Esa bestia observaba entre las sombras de su poder a una chica que le hacía temblar el alma. Esa chica era un amor, una dulzura para todo lo que él no era y…

    Las campanas sonaron una sola vez. Eso significaba que los caballeros de la aldea habían llegado. Me sentí aliviada.

    Sonreí en silencio al observar que Puzz ya estaba dormido. Lo besé en el frente y luego lo arropé con la sábana de lana. Recogí su flequillo hacia el lado y luego salí de la habitación de ambos. Mi madre abrió la puerta y, sola, aguardaba en la salida a que los caballeros pasaran por la vereda.

    Las esposas, algunos hijos, prometidas, hermanas y padres aguardaban a los caballeros que estaban entrando a la aldea. Levanté la vista y observé a Groa. Ambas intercambiamos mirada. Groa esperaba a Edme. Lo esperaba tanto como yo esperaba a mi padre.

    Los caballeros caminaron por el valle sin los caballos. Cada uno sujetaba un rostro de tristeza, derrota y decepción. Todos estaban heridos y desgastados. El rey observó a mi madre y Michael se aproximó con la espada de mi padre.

    –Lo siento.

    Michael tenía una herida en la frente y rasguños en todo su cuerpo. La armadura de su pecho estaba desgarrada y en pedazos.

    Me quedé sin oxígeno. Luego se formó una nube a mi alrededor que me consumió en mi interior. –No –dijo mi madre.

    Ninguna de las dos queríamos aceptar que él estuviera muerto. Ella cayó en llanto suplicando al suelo como su mayor sustento. Desgarró el suelo en pedazos.

    –Hice todo lo que pude.

    No quería escuchar a Michael solo quería darle valor a mi madre y que ella me lo diera a mí.

    Ambas nos desplomamos en el suelo hechas pedazos porque una parte de nosotras ya no estaría aquí.

    No éramos las únicas en aflicción. Se podía escuchar la derrota alrededor de casi toda la aldea. Consagrados aquellos que no perdieron a nadie y en andrajos los que sí.

    –¿Papá no volverá?

    Puzz sabía del llanto de toda la aldea, la aflicción de mi madre y luego él mismo sintió la aflicción cuando ambas hicimos silencio.

    Corrió a abrazarnos y entre todos nos dimos valor. Nunca habíamos estado tan unidos como ese momento y ninguno de los tres quería separarse.

    –Nikira. –Groa se sumó a nosotros. Levanté la vista desde sus alpargatas y ya sabía que era ella. Se inclinó y como si fuera parte de esta familia abarcó nuestra aflicción y nos abrazó–. Lo siento amiga.

    Tuvimos una gran lección este día. El bendecido ayudó al confligido y el afligido se volvió agradecido.

    –Uh…, oh. –Mi madre comenzó a tararear el sonar de los guerreros vikingos. Era una canción que cantaban nuestros ancestros tras una derrota. Ella comenzó la canción y los afligidos la siguieron–: Oh…, oh. –Los hombres tarareaban así–. Uh…, oh –respondían las mujeres.

    Luego todos se unieron a cantar los versos.

    Mi corazón está roto.

    Mis rodillas están congeladas.

    Pero mi alma no se detendrá.

    Uh… oh…

    Uh… oh…

    Ese pequeño canto nos quitó a todos al menos un poco de angustia. Nos levantamos del suelo y caminamos hacia la montaña bajo la luna llena. Algunos rezaron a los dioses por misericordia, otros los maldijeron por la desgracia, otros solo cuestionaron. Yo me mantuve en silencio.

    –Haremos esto juntos –dijo mi madre y nos abrazó a los dos que sonreímos en el dolor.

    La Luna

    –Levanta un poco el brazo –dijo Michael y acomodó mi brazo y mi

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