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La Ceremonia
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Libro electrónico48 páginas45 minutos

La Ceremonia

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Una vez dentro de la majestuosa mansión, Petra se encuentra sumergida en una marea de recuerdos de su infancia que parecen surgir de cada esquina que la atraen y atormentan por igual. Aquí, se siente impulsada a explorar valientemente cada uno de los recovecos desafiando todas las reglas que su abuelo le tenía impuestas. Recuerdos del pasado se agolpan en su mente como una tormenta y chocan con el presente, creando un remolino de emociones y pensamientos que la hacen reflexionar sobre la fugacidad del tiempo; un tiempo que nos transporta a mucho antes de que ella naciera y al germen de lo que es y se ha convertido su familia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 may 2024
ISBN9798224155378
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    La Ceremonia - Raquel Guillamón

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    LA CEREMONIA

    LA CEREMONIA

    Petra avanzaba por los sinuosos recodos de un estrecho sendero que se retorcía entre dos hileras de robles centenarios, cuyas ramas entrelazadas formaban un dosel verde que filtraba los rayos del sol matutino, creando un juego de luces y sombras en el suelo cubierto de hojas crujientes. Cada paso que daba resonaba en el silencio del bosque, acompañado únicamente por el suave murmullo del viento entre las hojas y el canto de algún que otro pájaro oculto entre las ramas. Finalmente, tras ascender una leve elevación que ofrecía una vista panorámica del paisaje circundante, Petra divisó a lo lejos la majestuosa mansión. Su larga fachada de piedra gris, erosionada por el paso del tiempo pero aún imponente, se alzaba orgullosa entre las torres angulares que flanqueaban su entrada principal. Desde esa posición privilegiada, la mansión dominaba una vasta extensión de césped meticulosamente cortado, que se extendía hasta perderse en el horizonte, fundiéndose con el bosque que la rodeaba. El conjunto formaba una estampa de serenidad y grandeza, como un remanso de paz en medio de la naturaleza salvaje.

    Se detuvo con una mezcla de asombro y nostalgia junto a la amplia escalinata de piedra que llevaba al imponente arco ojival, majestuosamente rematado por dos vidrieras que parecían capturar fragmentos de luz y colorear el aire con sus tonos vivos y vibrantes. La misma escalinata por la que tantas veces había corrido de niña, con los cabellos al viento y el corazón lleno de alegría, ahora parecía más ancha y majestuosa, como si hubiera crecido junto a ella, marcando los pasos del tiempo con su solidez eterna. Quince años más tarde, Petra se encontraba nuevamente frente a la casa de su abuelo Jacinto, un hogar que había sido suyo en los veranos de sus primeros años de vida, antes de que el destino la llevara por caminos desconocidos. Sus ojos de color pardo oscuro, casi negro, contemplaban la fastuosa fachada con una mezcla de emociones encontradas. La enorme casa, decorada con una doble hilera de ventanas y pequeños balcones que asomaban aquí y allá en el segundo piso, parecía inmutable ante el paso del tiempo, como un testigo silencioso de las vicisitudes de la vida familiar. Cada detalle, cada piedra tallada con esmero, evocaba recuerdos sepultados en lo más profundo de su ser, despertando emociones dormidas y anhelos olvidados.

    Tras empujar con suavidad la pesada puerta de entrada, cuya madera crujía levemente al abrirse, Petra se encontró con una escena que parecía sacada de un recuerdo lejano. En el vestíbulo, iluminado por la tenue luz que se filtraba a través de las altas ventanas, se dibujaba la figura de una anciana. Vestida con un modesto traje de sirvienta que apenas ocultaba las arrugas del tiempo, y con el pelo blanco como la nieve que le caía en suaves ondas hasta casi rozar sus hombros encorvados, la mujer emanaba una presencia serena y acogedora, impregnada de la sabiduría acumulada a lo largo de una vida dedicada al servicio de la familia. Los ojos de Petra se posaron en los de la anciana, y en ese instante, sintió como si el tiempo se detuviera a su alrededor.  Los ojos llorosos de la anciana la atravesaron desde lo más profundo de su ser, como si pudiera leer en su alma los secretos más íntimos y los anhelos más ocultos. En su mirada, Petra encontró un reflejo de su propia historia, un eco de los momentos compartidos y de las emociones compartidas, que resonaban en el silencio del vestíbulo como un eco del pasado que se resistía a desaparecer.

    Bienvenida, señorita Benítez. Soy... pero le interrumpí.

    Me acuerdo de ti, Micaela. El rostro de la

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