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La vida en tiempos de guerra
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Libro electrónico303 páginas4 horas

La vida en tiempos de guerra

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Información de este libro electrónico

Un libro donde los testimonios se desnudan con absoluta generosidad y comparten su historia. Os van a dar lo poco que a algunos les queda, porque lo mucho es su vida.
Este libro no pretende ser ni un libro de geopolítica ni de historia ni de política, es un libro de seres humanos. Mujeres y hombres que van a contar su testimonio en primera persona con absoluta generosidad. Vas a encontrar en sus páginas historias muy duras y muy probablemente más de una te va a estremecer y a emocionar: «Mi mujer había sido atada a nuestra cama y seguramente abusaron de ella hasta dispararle y acabar con su vida«; «Ya no mato por mi país, mato por vengar el alma de mis familiares»; «Me tocaban, se desnudaban y empezaron a abusar de mí». Todos los relatos son escalofriantes y transmiten con todo detalle unas vivencias al límite, un mosaico de intrahistorias que desnudan el horror de un conflicto bélico. Son historias que tocan el alma del lector y el colofón de la obra es un documento periodístico de primerísimo nivel: una entrevista con el mismísimo Volodímir Zelenski. Mi nombre es David Castillo, a lo largo de mi vida, aunque no soy periodista, he hecho centenares de entrevistas en radio y televisión. Las que vas a encontrar en este libro han sido las más difíciles de mi carrera, fruto de muchos meses de trabajo, constancia e investigación. En este libro os presento a la vida, la vida en tiempos de guerra.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 abr 2024
ISBN9788417037857
La vida en tiempos de guerra
Autor

David Castillo

David nació en Barcelona, pero está orgulloso de ser andorrano. Aunque se graduó en Relaciones Laborales con especialidad en Derecho del Trabajo, solo ejerció como letrado durante poco más de dos años para dirigir su carrera hacia la asesoría fiscal y colgar la toga. Cursó un máster en Administración y Dirección de Empresas y otro en Coaching y Programación Neurolingüística. Trabajó durante diez años en radio y televisión como colaborador, productor o presentador, lo que le valió obtener varios premios reconocidos en el mundo de la comunicación. Ha sido durante siete años asesor político y coach de políticos de alto nivel, lo que ahora llaman spin-doctor. En la actualidad, compagina su pasión por la escritura con la dirección de una empresa de consultoría internacional con sede en nueve países y dos centros de negocios. Le encanta viajar y ha visitado casi cuarenta países, conocer el modo de vida en lugares remotos del planeta le resulta apasionante, también cocinar, escuchar y una buena cena con amigos. Su mejor consejo, la fórmula del éxito es «n + 1»: aunque te caigas «n» veces, te levantas una más. Su deseo, ser feliz y jubilarse haciendo lo que más le gusta: ver el mar, la puesta de sol y escribir.

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    La vida en tiempos de guerra - David Castillo

    La vida en tiempos de guerra

    26 testimonios reales y desgarradores de la guerra en Ucrania

    David Castillo

    La vida en tiempos de guerra

    26 testimonios reales y desgarradores de la guerra en Ucrania

    David Castillo

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    El autor y/o la editorial no se hace responsable de las opiniones vertidas por los testimonios.

    © David Castillo, 2024

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    Obra publicada por el sello Universo de Letras

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2024

    ISBN: 9788410004641

    ISBN eBook: 9788417037857

    A todos y cada uno de los que perdieron su vida en esta guerra, pero también a los que habéis tenido la valentía de sobrevivir a ella.

    Índice

    Agradecimientos 11

    Prólogo por Judith Pallarés 15

    Introducción 21

    Capítulo 1. Demyan Melnik 27

    Capítulo 2. Daryna Kovalenko 33

    Capítulo 3. Constantin Nevdakh 39

    Capítulo 4. Anna Doljek 55

    Capítulo 5. Yana Ukslevek 61

    Capítulo 6. Elena Shevchenko 67

    Capítulo 7. Andrii Y Yulia Shvets 79

    Capítulo 8. Konstantin Zadorozhny 93

    Capítulo 9. Mijaíl Sokolov 113

    Capítulo 10. Oleksandr Baranov 123

    Capítulo 11. Natalia Nazarenko 131

    Capítulo 12. Antoni Zorzano 139

    Capítulo 13. Petro Prykhidko 151

    Capítulo 14. Iván Volkov 157

    Capítulo 15. Anna Y Oleksander 165

    Capítulo 16. Ihor Kropachev 187

    Capítulo 17. Vira Lukianenko 193

    Capítulo 18. Olesia Smirnova 201

    Capítulo 19. Volodymir Kompaniets 217

    Capítulo 20. Zoya Kuzmick 239

    Capítulo 21. Natalia Makeyn 249

    Capítulo 22. Yana Kravets 261

    Capítulo 23. Alina Boiko 267

    Capítulo Final. Volodimir Zelenski 287

    «Mientras la guerra sea considerada como mala, conservará su fascinación. Cuando sea tenida por vulgar, cesará su popularidad».

    Óscar Wilde

    Agradecimientos

    A veces la vida te sorprende. El año pasado publiqué mi primera novela y el resultado fue realmente impresionante. Y no hablo de las ventas. Desgraciadamente, es muy difícil poder vivir de las ventas de un solo libro y muchos os echaríais las manos a la cabeza si supierais lo que los autores cobramos por cada ejemplar que se vende en una librería.

    Me refiero al cariño de la gente, a la buena acogida y también a la buena crítica, a presentaciones llenas de personas, a los miles de seguidores en las redes sociales, a los artículos en prensa, reseñas en revistas de cabecera del sector y a las horas y horas de buenas entrevistas. Un cariño inmenso, que sin duda alguna fue el impulso definitivo para poder avanzar en este trabajo. En una entrevista titularon: As de corazones me devolvió a la vida y no hay más verdad que esa. En un momento personal y profesional muy complicado, escribir y un reconocimiento que nunca esperé recibir en tales cantidades, me devolvieron a la vida, me empujaron a reencontrarme conmigo mismo y me hicieron ver el sentido que tenía invertir parte de mi tiempo en sentarme delante de un ordenador a escribir historias como las que leerás a continuación.

    Escribir este libro ha sido mucho más difícil de lo que pensaba. A nivel profesional hay gente que me ha preguntado si hacer este libro, debido a que no es una novela como el primero, era salir de mi zona de confort. En realidad, he hecho tantas entrevistas a lo largo de mi vida para diferentes medios de comunicación que siento este género más como mi zona de confort que la novela. El reto ha sido, además de conseguir los testimonios y que quisieran hacer pública su historia, lograr establecer un buen proceso comunicativo, en el que se pierden muchas horas con los traductores. Muchos textos los he pasado hasta por tres traductores diferentes para tener las mayores garantías posibles de que el texto que se transcribe en este libro es lo más fiel a los sentimientos que quería el testimonio transmitir. Espero haberlo conseguido, porque el esfuerzo ha sido tan grande como la responsabilidad que ello supone.

    A nivel emocional es un shock constante cada entrevista que haces, tus emociones están continuamente a flor de piel, empatizas con personas que lo tenían todo y lo han perdido de la noche a la mañana por culpa de una guerra injusta y cruel. Lloras, muchas veces lloras sin cesar y a la par aprendes a valorar mucho más lo que tienes y a darte cuenta de que a menudo nos quejamos, y lo siento, pero lo hacemos por puro vicio, porque cuando te das cuenta del horror que muchas personas están viviendo, comprendes que muchas de las quejas que formulamos en nuestro día a día son una minucia.

    Volviendo entonces a los agradecimientos, en primer lugar y como no podría ser de otra manera, quiero dar las gracias a todos y cada uno de los testimonios que han hecho posible este libro. Los que se han publicado y los que por diferentes motivos no se han podido llegar a publicar. A todos los que mostrasteis interés y confiasteis en mí para contarme vuestra historia, gracias de corazón.

    También a todas las personas que de una forma u otra han intermediado para ayudarme a hablar con nuevos testimonios, que me ayudaron con las traducciones o que hicieron gestiones para conseguir información o entrevistas muy relevantes: Aline, Inna, Elena, Yuri, Irina, Vadim, Igor, Dmytro y Andrei. Gracias.

    A Judith Pallarés puedo agradecerle el prólogo, pero también quiero agradecerte que seas única, así como tu apoyo en mi primera novela y también en este libro. Gracias por convertirte en una amiga con la que poder contar siempre, con la que estar tan unida en los acuerdos como en los desacuerdos, con la que reír sin parar cada minuto que compartimos juntos.

    A Joan Pau, gracias por estar siempre, por tu apoyo, por aportar ideas, correcciones y muchas horas de lectura. Sin ti, estas aventuras, que a veces rozan la locura, no serían lo mismo, porque no serían posibles. Eres la vitalidad y la luz que cualquier escritor —y también cualquier persona— querría tener a su lado.

    A Noe Fernández, por su dedicación como lectora cero y por su magnífico trabajo al frente de la comunicación. Ella fue imprescindible en As de Corazones y lo va a ser también en La vida en tiempos de guerra. Parte del éxito en medios de comunicación es gracias a ella, que cogió una responsabilidad sin experiencia previa y le puso ímpetu, voluntad y ganas para conseguir lo mejor. Qué maravilla poder tener amigas y compañeras de trabajo como tú.

    A Toni Queralt, porque gracias a su trabajo he podido dedicar muchas horas a escribir este libro. Es importante poder salir de mi empresa sabiendo que el barco se queda a salvo gracias a ti.

    A mi familia y amigos, por comprender lo que implica escribir un libro. Son muchas horas las que dejas de dedicar al espacio personal, a las cenas con amigos, a unas copas... A veces intentas llegar a todo y no lo consigues, por eso se agradece tener personas a tu lado que comprendan que, cuando estás trabajando en algo así, durante unos meses te ves obligado a prácticamente desaparecer del mundo.

    A Antoni Zorzano, cónsul honorario de Ucrania en Andorra, que fue de los primeros en creer en este proyecto y levantar su teléfono para facilitarme los primeros testimonios y los contactos necesarios con los que debía hablar en la embajada de Ucrania en España.

    A la embajada de Ucrania en España y en especial a su ministro consejero, Dmytro Matiuschenko, a su secretario, Serhii Solovei, y, como no, a su embajador, Serhii Pohoreltsev, quien desde el primer momento ha mostrado su total voluntad de ayudarme en este libro.

    Por supuesto, gracias a todo el equipo de Universo de Letras y del Grupo Planeta por su esfuerzo y por la confianza depositada en este nuevo libro.

    A todos y cada uno de los que tenéis este libro en vuestras manos, gracias por interesaros en la vida de estas personas, que seguramente nunca imaginaron ser protagonistas de un libro o, al menos, serlo por motivos tan terribles como los que han sucedido.

    Gracias a todos y cada uno de los que de una manera u otra habéis sido, sois o seréis parte de La vida en tiempos de guerra, gracias de todo corazón.

    Prólogo

    por Judith Pallarés

    «Las consecuencias de la guerra se extienden a lo largo de generaciones»

    Judith Pallarés, nacida en 1972, es politóloga y tiene un máster ejecutivo en dirección de la Administración Pública por ESADE. Está casada y es madre de tres hijos, gran aficionada al cine y a la lectura y una conocida figura política en Andorra. Es fundadora y presidenta del partido liberal Acció per Andorra, con el que se presentó como candidata a las elecciones nacionales de abril de 2023. Ha sido ministra de Administración Pública y ministra de Asuntos Sociales, Juventud e Igualdad. También ha sido miembro del Consell General (Parlamento de Andorra) y ha ocupado diferentes cargos en instituciones a nivel europeo.

    Cuando David me comentó que estaba escribiendo un libro sobre la guerra de Ucrania, me sorprendió como siempre hace y cuando supe más sobre su contenido tan personal, me encantó la idea. Se han escrito muchas cosas sobre el conflicto, pero escuchar y transcribir las opiniones e historias de quienes lo viven en primera persona lo convierte en un libro diferente. Que David, junto a una editorial del Grupo Planeta, haya querido escribir y publicar este compendio de entrevistas-relatos complejos e impactantes, es de un gran valor humano. Es un libro que nos aporta una visión sobre el carácter de las personas, sobre las ideas y opiniones personales que nos llevarían a cualquiera de nosotros a tomar una decisión u otra ante una situación que se escapa a nuestro control.

    Como politóloga, el seguimiento de los acontecimientos internacionales me preocupa, aunque al no ser mi campo principal, no siempre me ocupan tanto como me gustaría. Seguro que los lectores compartirán conmigo la gran pregunta universal: ¿cómo, teniendo tantos avances, los humanos no hemos sido capaces de erradicar las guerras o evitarlas a tiempo de frenar la catástrofe? Contrariamente, los grandes avances tecnológicos sirven para recrudecerlas. Las razones suelen ser siempre multifactoriales y, muy a menudo, de un arraigo histórico complejo. Los intereses económicos y la protección u obtención de recursos suelen estar en la raíz de prácticamente todas ellas, a los que podemos añadir la religión y, sin duda, una clase política belicosa, con tendencia al autoritarismo, que suele alimentar el odio y la intransigencia.

    Las consecuencias de la guerra se extienden a lo largo de generaciones. La destrucción desenfrenada de infraestructuras esenciales, como escuelas y hospitales, desgarra el tejido social de las ciudades y hace desaparecer poblaciones y comunidades enteras. En los años 90, con el conflicto de la desaparecida Yugoslavia, la idea de una guerra en Europa nos parecía impensable. Las imágenes que nos llegaban sobre el genocidio en Srebrenica eran horribles y eso que en aquel entonces no teníamos acceso a la información en tiempo real que las redes sociales nos ofrecen hoy en día.

    En el verano del 2003 participé en un seminario político sobre «Política y religión» que tuvo lugar en Ohrid, Macedonia, un lugar que la guerra no tocó demasiado, afortunadamente, porque tiene una arquitectura multirreligiosa antigua muy bonita. Hice buenos amigos allí. Jóvenes que habían visto morir gente a su lado, que sus padres habían estado en el frente y los habían matado o que habían muerto. Todos deseaban la paz y el debate fue positivo, sin conflictos aparentes. Ya con una Yugoslavia inexistente, sus nuevos países habrían de afrontar la reconstrucción de un viejo territorio que había estado lleno de historia y diversidad religiosa a lo largo de siglos.

    Después fui a Sarajevo durante el Fin de Año del 2003. Aún recuerdo el malestar que se podía respirar en la plaza desde donde vimos los fuegos artificiales. No había aplausos ni largos «oh» de admiración. El olor a pólvora y el ruido les recordaba a muerte y guerra, y aunque sabían que estaban a salvo, se sentía que había mucho dolor que superar en toda aquella comunidad. Lo que recuerdo con claridad al entrar en la ciudad fueron los impactos de bala en los altos edificios, testimonio diario de los francotiradores que, dentro de una Sarajevo sitiada, disparaban sin piedad a sus vecinos entre los edificios o cuando caminaban por la calle. Uno de mis amigos, que todavía hoy conservo, era uno de los niños que atravesaban los túneles por debajo de las pistas de aterrizaje del aeropuerto para ir donde estaban los soldados de la OTAN, donde obtenía víveres que después vendía o intercambiaba en la ciudad, a riesgo de recibir un tiro, para poder sobrevivir. Tenía tan solo once años. Este libro va de esto, de historias con nombre propio, de sus vivencias en una nueva guerra en el corazón de Europa y de aquellos que la han de sobrevivir.

    El 24 de febrero de 2022, cuando Rusia lanzó su ofensiva sobre Ucrania, muchos pensaron que sería un conflicto breve. Sin embargo, esta guerra ha persistido y se ha intensificado, sin vislumbrarse una resolución pacífica. Los ataques incesantes han causado un número incontable de muertes, han forzado a millones de personas a abandonar sus hogares y a la comunidad internacional, concretamente a la Unión Europea, a destinar millones de euros en ayuda a Ucrania. La escalada del conflicto ha llevado a muchos ucranianos a tomar la angustiosa decisión de buscar refugio en países vecinos para salvaguardar sus vidas y las de sus familias. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a finales de 2023 se han registrado más de seis millones de refugiados ucranianos a nivel mundial desde el inicio de la guerra, más de cinco millones se han desplazado dentro de Ucrania y más de diecisiete millones necesitan asistencia humanitaria.

    Este libro se dedica a estas personas y a sus experiencias durante casi tres años de conflicto. Relata historias de valentía, desesperación, ira y miedo, pero también de aceptación y orgullo. Un orgullo forjado en la creencia de que rendirse nunca es una opción. Para ellos, rendirse significaría perder su identidad, su historia, sus raíces, su casa. Esta colección de relatos busca darles una voz y crear un recuerdo para todos nosotros. Familias cuyos hogares se han transformado en campos de batalla, pero que, a pesar del peligro, eligen permanecer en su tierra devastada. Los jóvenes, forzados o no a luchar por una causa que quizás no comprenden del todo, pero que por patriotismo defienden, ven sus sueños desaparecer. Algunos eligen no quedarse, rechazando la política detrás del conflicto y huyendo en busca de seguridad, paz y, tal vez, un futuro. Los ancianos se aferran a la tierra que los vio nacer, rodeados de ruinas que hablan de un pasado irrecuperable, creyendo que no hay otro lugar donde morir. Para ellos, esta tierra es más que un lugar; es un legado que se niegan a abandonar. En contraste, madres con hijos pequeños toman la difícil decisión de huir, dejando atrás a sus esposos en el frente. Su motivación va más allá del miedo a la violencia, es un deseo de proteger a sus hijos de las heridas de la guerra, buscando un refugio donde puedan vivir sin miedo ni incertidumbre. Pero también hay soldados que defienden con orgullo la integridad de sus fronteras y otros que, desde hace tiempo, luchan divididos entre familias por diferencias ideológicas sobre las alianzas territoriales de su país.

    Tengo la certeza de que el tiempo que David ha dedicado a transcribir con gran esfuerzo las entrevistas a todas estas personas, actores de este libro, no va a quedar compensado por los ingresos que las ventas puedan producir. Como novelista, David ha hecho un ejercicio muy distinto con esta obra periodística, que lo acerca a la crudeza que se vive en una guerra. Trasladar su aprendizaje personal en este proceso es difícil de transmitir en una obra que busca la objetividad, pero sé que poder escribir estos relatos le ha dado una visión particular de un mundo que él ya sabía complejo. Creo que eso es parte del valor de este libro: la constatación de lo difícil que es generarse una opinión cierta en relación a un conflicto del que no formamos parte directa. Nos hace reflexionar sobre la fuerza que tiene aquello en lo que creemos, el poder de las ideas, capaces de movilizarnos en una u otra dirección hasta el punto de matar o morir. Las entrevistas que David ha conseguido hacer con mucha insistencia mantienen la literalidad al máximo de lo expresado por los entrevistados, para que cada uno de nosotros nos hagamos nuestra propia idea, sin influenciar ni opinar si están bien o mal. Son las que son, sin más. Su voluntad inicial también era trasladar relatos y opiniones de ciudadanos y soldados rusos en este compendio, pero no fue posible. Aun y así, descubriréis relatos prorrusos entre las entrevistas, que se mantienen tal como son y que desde esta parte del mundo occidental no estamos demasiado habituados a escuchar. No puedo más que agradecer al autor la oportunidad de poder participar con estas letras introductorias en un libro que pretende dejar constancia de las voces de tantos otros que nunca fueron oídas. Ojalá sirva para mucho más. Gracias, David.

    Introducción

    «Lo que vas a leer es la vida,

    la vida en tiempos de guerra»

    Querido lector, no quiero aburrirte, quiero explicarte. Este libro no pretende ser ni un libro de geopolítica, ni de historia, ni de política. Es un libro de seres humanos, de mujeres y hombres que van a contar su testimonio en primera persona. Vas a encontrar en este libro historias muy duras y, muy probablemente, más de una te va a estremecer y a emocionar.

    Pero antes de que ellos puedan explicar su historia, necesito explicarte brevemente de dónde nace el conflicto entre Rusia y Ucrania para que se pueda entender el contexto de esta guerra.

    El 24 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania por orden de Vladimir Putin, desencadenando la mayor agresión en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, aunque según él se trataba únicamente de «una operación militar especial para desmilitarizar y desnazificar Ucrania», pero, en palabras del propio Zelenski, «¿cómo un pueblo que perdió ocho millones de vidas para derrotar a los nazis puede apoyar el nazismo?». Esta acción histórica se enmarca en el contexto de la compleja relación entre Rusia y Ucrania, marcada por el legado de la Unión Soviética y las disputas territoriales.

    Durante el siglo XX, Rusia, bajo el gobierno de los bolcheviques, expandió su influencia sobre Ucrania, sometiéndola a políticas represivas y a hambrunas. A pesar de la independencia lograda tras la disolución de la URSS en 1991, las tensiones entre ambos países persistieron, con Ucrania debatiéndose entre occidentalizarse o mantener lazos con Rusia.

    La invasión rusa se intensificó tras la crisis política de Ucrania en 2014, con la anexión de Crimea y levantamientos en Donetsk y Lugansk. La negativa de Putin a aceptar la independencia de Ucrania refleja la percepción de Rusia sobre su influencia en la región y su resistencia a perder control geopolítico.

    Antes de todo, déjame decirte que mi idea inicial era escribir un libro donde ambas partes, de forma objetiva, pudieran explicar su versión de los hechos para que tú, querido lector, sacaras tus propias conclusiones. Desafortunadamente, el Gobierno de Rusia y la embajada de Rusia en España y Andorra han rechazado participar en este libro si no se cumplían una serie de condiciones, que ni este humilde escritor, ni la editorial, ni cualquier persona en su sano juicio podía aceptar. Además de con la embajada, contacté con más de diez personas rusas que podían aportar un testimonio que consideraba importante para el libro. La mayoría declinaron mi invitación por miedo o porque estaban a favor de la guerra, pero no querían exponerlo públicamente por miedo a ser juzgados.

    También, cuando estalló el conflicto entre Gaza e Israel, traté de que ambas partes pudieran explicar en este libro su versión del conflicto. Por un lado, la embajadora de Israel rechazó el encuentro conmigo de forma tajante y su responsable de comunicación indicó que Israel no tenía ningún interés en participar en este libro. Dos semanas después, la embajadora fue llamada a consultas y abandonó España.

    Por su parte, la representación diplomática de Palestina en España aceptó un encuentro conmigo, pero posteriormente nunca más respondieron a mis demandas.

    Mi primera reunión en la embajada de Ucrania en España

    Es curioso cómo cambiaron las sensaciones entre una reunión y otra. El día de la reunión con la embajada de Ucrania hacía un calor terrible, mientras que el día de la reunión con la embajada de Rusia yo temblaba de frío. Lo explicaré más adelante. ¿Tendría el destino algo que ver? Quién sabe. Llegué a Madrid puntual, fui a una reunión en la embajada de Portugal y después a desayunar con mi amiga Ana. Después tomé un Cabify hasta la embajada de Ucrania. Estaba en una zona retirada de Madrid, tranquila, lejos del mundanal ruido del centro de la capital, donde se concentran un gran número de sedes diplomáticas. Una gran bandera ucraniana presidía la rotonda de la plaza. Pregunté a una patrulla de la Policía Nacional dónde estaba la entrada a la embajada. Me indicaron que justo la puerta de enfrente era para el personal y que debía bajar un poco más por la calle y entrar a la derecha.

    Entré allí, pero las indicaciones eran erróneas. Donde me habían enviado era el consulado y yo debía entrar por la otra puerta, que era en realidad la de la embajada, por donde, efectivamente, no es habitual que los visitantes normales entren, pero que era la que yo debía usar para mi reunión.

    Me sorprendió mucho la entrada del consulado. Había dos ventanillas desde donde se atendía a los ciudadanos y unas quince o veinte personas estaban esperando. Lo que me impactó fue el silencio. No vi a nadie sonreír. Tal vez era una simple coincidencia, pero me dio la sensación de que las personas que estaban allí no estaban haciendo trámites consulares habituales; muy probablemente muchos serían refugiados o, como mínimo, entre aquellas personas se respiraba un sentimiento de tristeza, totalmente normal teniendo en cuenta la situación en la que su país se encontraba. Es curioso, porque justo esa misma mañana había ido, al llegar a Madrid, a la embajada de Portugal y había entrado por la zona donde está el consulado. Insisto, tal vez se tratase solo de una coincidencia, pero allí había sentada una pareja que hablaba sobre sus planes de boda —deduje que venían a realizar papeleo relacionado con eso— y reían, y otro matrimonio con un niño pequeño, que jugaba feliz con un coche en el suelo del consulado. En el consulado de Ucrania también había un niño sentado, pero estaba cabizbajo, con su cabeza apoyada sobre sus manos. ¿Coincidencia o realidad de la situación por la que están atravesando los ciudadanos ucranianos refugiados en España o residentes que tienen a su familia en territorio ucraniano? Debo confesar que aquel niño me estremeció.

    Fui hacia la puerta correcta, donde me abrió una chica muy amable que me acompañó hasta la sala de reuniones de la embajada. El ministro consejero no tardó en salir a recibirme, me dio la mano y me presentó a un secretario que le acompañó en la reunión. Nos entendimos bien desde el primer minuto, comprendió mis necesidades y yo las suyas: estábamos dispuestos a colaborar, a trabajar juntos por la causa. Salí de allí sabiendo que había sido un «flechazo». Me hizo sentir como en casa, a

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