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Vitrubio
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Libro electrónico299 páginas3 horas

Vitrubio

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Escrito en Roma durante el imperio de Augusto, el tratado de Vitruvio contiene el único
testimonio teórico de la arquitectura griega. Dormido durante quince siglos en los monasterios benedictinos, al descubrirse en 1414, justificó la adopción de la arquitectura grecorromana como piedra angular de la arquitectura renacentista. Con este tratado se funda en 1542 la Academia de la Arquitectura. Factor determinante de la teoría, la enseñanza y la práctica de la arquitectura hasta los albores del siglo XX.
Siendo un libro referencial para los arquitectos, sus textos son muy difíciles de descifrar, lo que el Arquitecto Benjamín Villanueva logra con esta lectura crítica es ayudar a su comprensión.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 mar 2024
ISBN9788410682320
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    Vitrubio - Benjamín Villanueva Arquitecto

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Benjamín Villanueva Treviño

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de cubierta: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-232-0

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A Rodrigo

    A Mariana

    .

    En 1777, el Rey Carlos III de España encomendó al presbítero Joseph Ortiz y Sanz la traducción del tratado Los diez libros de arquitectura de Marco Vitruvio Polión. Superando múltiples avatares el presbítero entregó diez años después, un ejemplar del libro al rey, como comenta en la dedicatoria del mismo. El libro pasó a ser propiedad del Estado Español. Desde entonces se encuentra en la Biblioteca Nacional de España. Su contenido es de dominio público.

    Para acceder al documento, busque la traducción de Ortiz y Sanz , o pruebe con el vínculo:

    https://ia800605.us.archive.org/5/items/A065112/A065112.pdf

    .

    En agradecimiento para Alfredo Ávila Chávez

    por su generosa colaboración.

    A la Dra. Rocío Olivares, quien me ayudó a encontrar la manera de imprimir y distribuir el texto de Vitruvio.

    Primer encuentro con Vitruvio

    En el frío febrero de 1953 en la antigua Academia de San Carlos, entonces llamada Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Arquitectura, a la primera hora del primer día de clases mi numerosa generación llenó el graderío del salón llamado «el toreo». Puntual el maestro de teoría, José Villagrán García, instruyó a un alumno para traer de la biblioteca un libro; dadas sus dimensiones requirió de un atril. Ante el expectante silencio, el maestro lo abrió con cuidado y procedió a su lectura:

    «El que quiera llamarse arquitecto deberá ser instruido en las buenas letras, diestro en el dibujo, hábil en la geometría, inteligente en la óptica, instruido en la aritmética, versado en la historia, filósofo, médico, jurisconsulto y astrónomo; siendo pues la arquitectura una ciencia condecorada de tantas otras y tan llena de erudiciones muchas y diversas, juzgo que no pueden llamarse arquitectos sino los que desde su niñez, subiendo por los grados de estas disciplinas y creciendo en la adquisición de muchas letras y artes, llegaron al sublime templo de la arquitectura».

    El respetable libro era el primer tratado de arquitectura escrito por Marco Vitruvio Polión en el primer siglo anterior a la era cristiana.

    El ambiente de la presentación fue semejante a la lectura de la Biblia en un templo.

    El maestro Villagrán, con treinta años impartiendo teoría, seguramente tenía medido el efecto dramático del rito. La elección del libro, el lugar y la audiencia resultaron memorables para mi generación.

    Esta idea de que el arquitecto debe saber de todo persiste en todo el tratado al extremo de que se podría considerar el libro como la primera enciclopedia cien años antes de la Historia Natural de Plinio el viejo. Así, hay un tratado sobre los vientos, sobre los elementos pétreos, las maderas, las aguas y la astronomía como complemento de la parte arquitectónica dedicada a la descripción métrica detallada del templo griego; arquetipo que da origen a un poderoso lenguaje milenario.

    El texto de Vitruvio con el que inició el curso de teoría el maestro Villagrán lo pone como conclusión en su libro Teoría de la Arquitectura de 1964, justificando la suma de conocimientos requeridos por el arquitecto: desde la investigación del programa, el diseño del proyecto ejecutivo hasta la realización de la obra. Pero contemplada la arquitectura en su contexto histórico con sus miles de respuestas formales, unas construidas, otras imaginadas, las posibilidades creativas son infinitas, tan infinitas como la vida. La vida es el gran tema de la arquitectura. Así, Frank Lloyd Wright definía al arquitecto como interprete de la vida y Le Corbusier, ya en edad avanzada cuando le pidieron que impartiera clase, inquirió: «¿filosofía de la vida?».

    Vistos en conjunto los variados conocimientos son en un tiempo determinado expresión de la vida, necesarios para comprender la vida y poder interpretarla como arquitectura. La cultura en un tiempo histórico y en un espacio geográfico es una totalidad y la arquitectura como expresión de esa cultura es una totalidad.

    No importa la magnitud del problema, temas grandes o pequeños, siempre son totales. Este todo que es la arquitectura es parte del mundo. Todo está en todo.¹En una gota de agua está el mar, en el hombre el universo.

    .

    «Podríamos decir que el axioma básico de los arquitectos renacentistas es la convicción de que la arquitectura es una ciencia y de que cada parte de un edificio, tanto por dentro como por fuera, debe hallarse integrada en un solo sistema de relaciones matemáticas. Ya hemos visto que de ningún modo puede un arquitecto aplicar a su antojo a un edificio un sistema de relaciones de su propia elección, que las relaciones deben adecuarse a las concepciones de un orden superior y que el edificio debe reflejar las proporciones del cuerpo humano. Este requisito, sobre todo, fue universalmente aceptado dada la autoridad de Vitruvio. Así como el hombre es imagen de Dios y las proporciones de su cuerpo provienen de la voluntad divina, del mismo modo, las proporciones de la arquitectura deben abarcar y expresar el orden cósmico».

    Rudolf Wittkower.²

    Segundo encuentro

    En el proemio del libro primero Vitruvio advierte al emperador Octavio Augusto la utilidad del tratado para juzgar la calidad de las obras hechas y por hacer en razón de «haber notado que has hecho muchos edificios y al presente los haces y porque en lo venidero cuidarás de que las obras públicas y particulares sean conformes a la grandeza de tus hazañas para que su memoria quede a la posteridad».

    Para el año 25 a. C., que es recibido el tratado por Augusto, Roma ha sido el escenario de una febril actividad constructiva. El gran constructor es Marco Vispanio Agripa, fiel compañero del emperador y, para varios historiadores, el verdadero forjador del Imperio romano. De múltiples talentos como general, administrador y sabio (reconocido por Plinio el viejo) solo reseñaremos su actividad como arquitecto en virtud de coincidir en tiempo con la aparición del tratado.

    En su primer consulado (37 a. C.), que comparte con Octavio, Agripa restaura 82 templos. Es prácticamente un curso intensivo de arquitectura. En la restauración cubre el ladrillo con mármol mediante el sistema de «encastrado», una construcción rápida y de bajo costo. Estos 82 templos son el orgullo de Augusto. Al consignarlo en su Res gestae³ se vanagloria de «haber recibido una Roma de ladrillo y dejar una Roma de mármol».

    El caso de Marco Vispanio Agripa es único en la historia. A los 26 años puede disponer de los arquitectos y escultores de la cautiva Grecia, de miles de soldados capacitados como mano de obra: carpinteros, herreros, albañiles, etc; y de recursos económicos ilimitados. Su cultura arquitectónica abarca del conocimiento directo de la Grecia clásica en todo su esplendor y de la egipcia. Además, tiene la autoridad para decidir, diseñar y dirigir las obras.

    La primera obra monumental de Agripa es el Foro de Augusto en el centro de Roma. Dos pórticos monumentales sirven de marco al templo de Marte Vengador, erigido para conmemorar la Batalla de Filipo y la muerte de los asesinos de Julio César.

    Adquiridos los terrenos pantanosos de Roma, Agripa crea el Campo de Marte para construir los primeros baños públicos de Roma: las termas. El propósito era atraer a los jóvenes para ejercitarlos y prepararlos en las luchas, y en especial en las armas. En este mismo tiempo, adyacente a las termas, construye El Panteón, El Mausoleo de Augusto y el Gran Reloj Solar (Horologium Augusti) con un enorme obelisco que hace la función de gnomon proyectando su sombra sobre el Ara Pacis Augustae (El Altar de la Paz) el 23 de septiembre, onomástico del Emperador. En el mismo Campo Marte construyó el Pórtico de Octavia con las primeras bibliotecas públicas (latina y griega). El teatro de Marcelo, cuya estructura y fachada son el antecedente del Coliseo Romano.

    Enviado Agripa a pacificar las Galias deja su huella arquitectónica en La Maison Carrée, templo dedicado a sus hijos Lucio y Cayo, y el espectacular acueducto llamado Pont du Gard (declarados por la UNESCO patrimonio de la humanidad). En España construye varias ciudades, sobresale Augusta Emérita (Mérida) y en especial su teatro. De la obra que Agripa realizó en Atenas queda memoria del Odeón en El Ágora. De un pequeño templo redondo frente al Partenón (templo de Augusto y Roma) y de una estatua ecuestre dedicada por los atenienses a él mismo en la entrada de la Acrópolis.

    El Panteón, su obra maestra, ha sido motivo de controversia. La leyenda de su destrucción por un incendio y la reconstrucción por Adriano desde los cimientos con la ayuda de Apolodoro de Damasco, el único arquitecto capaz de realizar la empresa, es una leyenda carente de sustento técnico e histórico.

    Agripa, al construir el calidarium de las termas, con una bóveda de 43m de diámetro, rebasó con mucho la función original. Decidió entonces agregarle una entrada que le imprimiera el carácter de templo y consagrarlo a la victoria de Actium. En nichos simétricos se colocaron las estatuas de los cónsules Octavio y Agripa y en el frontón su firma M. AGRIPPA.L.F.CO.TERTIUM FECIT (Marco Agripa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez lo hizo).

    En el tiempo que gobernó Octavio Augusto con Agripa hasta la muerte de este en 12 a. C. todas las obras del imperio dan fe de una nueva arquitectura: el arco, la bóveda y la cúpula son elementos nuevos. La expresión del poder a través de la escala y el espacio interno, en relieves y en color diseñados brillantemente en el Panteón, y según las crónicas en Las Termas, son el punto de partida de la arquitectura romana.

    En este contexto, el tratado de Vitruvio queda congelado en el tiempo, mil cuatrocientos años después en la biblioteca del monasterio benedictino de Saint-Gall, Poggio Braccillioni, un bibliófilo, lo descubre. Llevado a Florencia en 1420 Vitruvio tiene una resurrección espectacular y una sorprendente vitalidad que no se ha agotado en 2000 años.

    Introducción

    ¿Qué son los diez libros de Vitruvio?

    Constituyen el primero y a la vez el más antiguo texto dedicado a explicar con amplitud la razón y ser de la arquitectura. Presentado como manuscrito dedicado al emperador romano César Augusto en el año 27 a. C. se desconoce su uso o utilidad real hasta su descubrimiento en los inicios del Renacimiento italiano. A partir de entonces se le considera un libro fundacional, marco obligado de referencia para todos los tratados subsecuentes; pocos tratados de cualquier materia han persistido con tal vigor tan dilatado tiempo. Además de ser un texto de difícil lectura, desentrañar el correcto significado de muchos de los términos ha sido un reto imposible para sus contados traductores. Los pies de página son un campo de rudas confrontaciones entre los pocos sabios filólogos embarcados en la temible empresa de su traducción. Para complicar las cosas las ilustraciones originales aludidas en el texto se perdieron y en cada caso hubo que inventarlas. El canon de medidas de los órdenes clásicos impuesto por Vitruvio ha sido cuestionado o de plano refutado. En consideración a la veracidad, algunos traductores se trasladaron a los sitios arqueológicos para corroborar las normas.

    Todo este esfuerzo conlleva costos, fatigas y consumo de vida. Para José Ortiz y Sanz, nuestro traductor, significó diez años de sacrificio. Si en cinco mil años de vida la arquitectura ha mostrado un rostro que cambia por influencia del lugar, sus habitantes, la tecnología, la economía en síntesis, por la cultura que engloba todo, ¿por qué el texto de Vitruvio sigue interesando? Es posible que las fuerzas de cambio y permanencia coexistentes en todo acto creativo expresadas finalmente en las obras formen parte de los principios contenidos en el texto Vitruviano. Distinguir lo esencial, lo permanente de lo contingente, es la parte fundamental de este trabajo. Demostrar su vigencia es el eje alrededor del cual gira toda la interpretación, por lo mismo advertimos sobre el carácter de la misma, limitada al campo arquitectónico; subjetiva en la medida que es producto de reflexiones personales como estudiante, profesor y profesional activo. En este mismo tenor el texto Vitruviano, para muchos críptico o ambiguo, en algún momento me fue de gran utilidad para comprender y resolver algún problema arquitectónico o enfrentar complejas cuestiones técnicas.

    Si algo esta fuera de discusión en Vitruvio es su profundidad y riqueza teóricas. Conceptos tan actuales como forma, función y estructura pueden rastrearse en el texto Vitruviano como belleza, comodidad y firmeza; por mencionar los términos más analizados y estudiados por los teóricos a través del tiempo. Pero, además, en este libro se encuentra la primera fuente descriptiva de los estilos clásicos, el primer tratado de construcción y un compendio de conocimientos presentados por Vitruvio como la ciencia de su tiempo al punto de considerarse un verdadero tratado de tratados.

    Lo original, lo insólito de la inclusión de esta información enciclopédica en un tratado de arquitectura radica en su objetivo, por lo demás hecho explícito en el primer libro: la formación cultural del arquitecto. Congruente con ello, Vitruvio en su tratado no se concreta a presentarnos aquellos conocimientos técnicos o artísticos requeridos para ejercer la profesión como se esperaría de un tratado convencional de arquitectura. Hoy los libros de la materia se especializan en aspectos estéticos, históricos, críticos o técnicos. Vitruvio abarca todos ellos, pero, además, invariablemente aborda aspectos de la formación del arquitecto, la ética en el ejercicio profesional, la relación con sus clientes, sus colegas y su propia conciencia.

    Hay un tono conservado por Vitruvio a lo largo de su exposición: el tono didáctico. Probablemente, sin proponérselo, rebela su secreta vocación de maestro. En este contexto se entiende la preocupación de aligerar un texto que él mismo reconoce árido con amenas leyendas y anécdotas. Acorde al espíritu Vitruviano y pensando en su utilidad para las nuevas generaciones, se ha tratado de conservar, en la medida de lo posible, su sentido didáctico. Los aspectos teóricos se encuentran concentrados en el primer libro, probablemente el más leído y posiblemente para muchos el principio y el fin de la lectura de Vitruvio.

    Teoría, del griego theorein, significa en su origen: mirar, observar. En el mirar de la arquitectura podemos distinguir varios modos o maneras de ver: el que la vive o utiliza que definimos como habitante, el que la observa y analiza con ojo crítico para reconocerle múltiples valores: artísticos, históricos, culturales, etc.; y el que la crea, el arquitecto.

    El que la vive puede sentir que sus necesidades físicas, estéticas o espirituales han sido en mayor o menor grado satisfechas; para ello tiene como elemento de comparación el programa. El crítico, para hacer su evaluación, requiere la existencia de la obra, aunque sea como vestigio arqueológico. En cambio, el arquitecto la observa como un proceso: combinación de pensamiento e imaginación, representación gráfica de lo imaginado y culminación en obra construida después de sortear múltiples dificultades. Todos los que hemos encarado este proceso adquirimos conciencia de la compleja preparación requerida para hacer menos difícil tan ardua tarea. Si tuviéramos que clasificar las teorías de la arquitectura, diría que aquellas que privilegian el análisis del programa tienen como centro al hombre que la habita. Los que analizan los valores que ayudan a apreciarla concentran su atención en las obras y su tiempo. En el caso de Vitruvio son evidentes sus esfuerzos y particular interés en el arquitecto y el difícil proceso de creación.

    Hoy vivimos una revolución en la forma de vivir, percibir y crear la arquitectura. La base cultural, sustento de toda obra, se debate entre posiciones extremas: lo vernáculo local y lo global internacional. Tecnologías tradicionales de bajo costo conviven con alardes tecnológicos y económicos de imaginería metafísica. En este universo dominado por la exacerbación de la forma resulta vigente entender su sentido. Reencontrarnos con Vitruvio es retornar el origen, a la fuente primordial. Mirar con ojos nuevos a través de la mirada de Vitruvio puede, en el mejor de los casos, descubrir el hilo de Ariadna que nos permita salir del laberinto: encontrar el sentido a lo que hoy llamamos arquitectura.

    Los diez libros de arquitectura de Marco Vitruvio Polión

    Libro Primero

    Este primer libro, probablemente el más estudiado de los diez y para muchos comentaristas el más importante, consta de una introducción o proemio y siete capítulos. El proemio es una dedicatoria a César Augusto en la que Vitruvio expone las razones que lo animaron a escribir el tratado y a dedicarlo específicamente al emperador. El texto hace patente su admiración hacia César Augusto como sabio, guerrero y constructor; a su vez, Vitruvio se presenta como arquitecto, experto en máquinas de guerra y sabio constructor.

    En su presentación incluye datos autobiográficos (de constante presencia en toda la obra), como la relación de lealtad y afecto hacia Julio César, padre adoptivo de Augusto y Octavia, hermana mayor del emperador. Especial énfasis pone como razón para escribir el tratado el agradecimiento a la pensión vitalicia que César Augusto, por intermediación de Octavia, le otorgó.

    En esta introducción, advierte Vitruvio, va a explicar todas las reglas del arte (de la arquitectura) con el objetivo que el emperador «pueda saber por sí mismo la calidad de las obras hechas y hacederas». Dicho en términos teóricos: la capacidad de juzgar críticamente tanto las obras como los proyectos arquitectónicos.

    En la introducción Vitruvio se considera a sÍ mismo con grandes méritos y cualidades que merecen ser reconocidos por el emperador; un emperador interesado por la arquitectura, un emperador constructor. La suma de estos factores desencadena el proceso de creación de este primer tratado. Si el emperador no hubiera sido un hombre interesado en la arquitectura y Vitruvio no hubiera tenido esta relación con él, Los diez libros de arquitectura no habrían sido publicados. Es probable, además, que el aprecio esperado del emperador tuviera como objetivo el encargo de alguna obra importante. Finalmente, cabe la posibilidad que el manuscrito (o los manuscritos), dada su difícil lectura desde entonces, hubiesen terminado en un archivo muerto.

    Los capítulos I, II y III están dedicados a la definición, análisis y clasificación de la arquitectura con evidente influencia del método aristotélico, así como a la formación del arquitecto referida a su propia experiencia personal en clara alusión autobiográfica.

    Vitruvio define a la arquitectura como ciencia, pero ¿qué entiende por ciencia? Aunque no lo hace explícito, la estructura de todo el discurso nos conduce a la definición clásica: ciencia es el conocimiento de las cosas por sus causas. Esta es una constante en Vitruvio. Para cada conocimiento, sea técnico, histórico o de cualquier otra índole, propone una explicación razonada. Toda la armazón teórica está dirigida al intelecto, a la razón, eludiendo aspectos intuitivos o emotivos.

    El primer gran problema al que se enfrenta Vitruvio es el encuentro con conocimientos prácticos (la experiencia de construir) y conocimientos teóricos (la explicación de la armonía de las formas). Para salvar esta situación propone una formación equilibrada: el arquitecto no puede ser solo práctico, ni solo teórico, debe tener una formación integral, constante aspiración de la enseñanza de la arquitectura que se conserva hasta nuestros días.

    Congruente con estas ideas, Vitruvio propone su definición de arquitectura: «es una ciencia adornada de otras muchas disciplinas y conocimientos, por el juicio de la cual pasan las obras de las otras artes. Es práctica y teórica.

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