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Play Living: 24 estrategias tomadas de los juegos para lograr cosas sorprendentes en los negocios y en su vida personal
Play Living: 24 estrategias tomadas de los juegos para lograr cosas sorprendentes en los negocios y en su vida personal
Play Living: 24 estrategias tomadas de los juegos para lograr cosas sorprendentes en los negocios y en su vida personal
Libro electrónico338 páginas3 horas

Play Living: 24 estrategias tomadas de los juegos para lograr cosas sorprendentes en los negocios y en su vida personal

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Información de este libro electrónico

En esta obra, Guillermo Solano nos sorprende yendo mucho más allá de la exposición de ingeniosas estrategias de pensamiento: en realidad, lo que Playliving propone es una verdadera ideología de vida. Con propuestas divertidas y muy audaces, Guillermo nos conduce a través de un prometedor camino de exploración personal, llevándonos a cambiar lo que pensamos de nosotros mismos y a relacionarnos mejor con nuestro entorno. En resumen, Playliving es una obra cuya puesta en práctica puede representar un interesantísimo giro en la cotidianidad de cada lector.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 may 2022
ISBN9786287642348
Play Living: 24 estrategias tomadas de los juegos para lograr cosas sorprendentes en los negocios y en su vida personal

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    Play Living - Edgar Guillermo Solano

    El juego es una de las actividades más sencillas de realizar, pero más complejas de entender. Se supone que, en primera instancia, usamos el juego para aprender y desarrollar habilidades. Los infantes mamíferos pasan una buena cantidad de tiempo jugando como parte de su proceso de desarrollo. El uso formativo del juego parece quedar demostrado con el hecho de que los animales dejan de jugar al llegar a la madurez, cuando han logrado desarrollar las capacidades que les permiten relacionarse y sobrevivir. Sin embargo, los seres humanos parecieran ser un poco diferentes. Al llegar a la madurez siguen jugando. Apuestan en casinos, integran equipos de fútbol o de bolos, gastan bromas a sus amigos, y tratan de superar sus puntajes en el último juego instalado en su teléfono celular ¿Por qué? ¿Aún están tratando de aprender y desarrollar habilidades? O quizá es que los seres humanos nunca llegan a la madurez…

    Los investigadores siguen trabajando en entender el papel que cumple el juego en la vida cotidiana de las personas. El creciente conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro empieza a arrojar pistas, pero aún falta mucho por descubrir.

    Lo cierto es que el juego es un gran protagonista en la vida de los seres humanos. Y antes de intentar responder nuestras preguntas relacionadas con la manera cómo podemos aprovechar el juego para apoyar el logro de nuestros objetivos, es necesario que aprendamos más sobre lo que esta actividad significa.

    EL COSQUILLEADOR DE RATAS

    En una mañana, particularmente fría, del invierno de 1984, el doctor Jaak Panksepp decidió ir caminando hasta su laboratorio. Caminar por las calles desocupadas le ayudaba a pensar. Pensando en tus ratas, como siempre, le diría su esposa. Y tendría razón. Esa mañana, mientras miraba las puertas cerradas de sus vecinos, pensaba en ratas. En ratas que no podían jugar.

    Los últimos meses habían sido difíciles para el científico y su familia. Con la noticia de que pronto moriría, Jaak Panksepp se había refugiado cada vez más en sus experimentos con ratas. Intentaba llenar de ratas su cabeza. Intentaba pensar en ratas el mayor tiempo posible. Y estaba muy satisfecho con el resultado. Las ratas eran sorprendentes. Y los avances que estaba logrando en su tarea de entender su cerebro, eran cada vez más significativos.

    Jaak quería responder a la pregunta: ¿Por qué jugamos los seres humanos? Y su extensa colección de roedores, a quienes ya consideraba sus amigos, le había acompañado a dar unos pasos más en la búsqueda de la respuesta. Usando sustancias químicas para inhibir el funcionamiento de ciertas zonas del cerebro de los pequeños roedores, Jaak había conseguido resultados muy interesantes.

    Esa mañana, cuando la luz del sol no terminaba de aparecer y cualquier persona con un instinto de supervivencia medianamente activo habría pensado en un café caliente y, sobre todo, evitar el penetrante frío exterior, Jaak caminaba para cumplir su cita diaria con sus ratas. Y sucedió que en el camino le llegó una idea. Así siempre le llegaban las ideas. Caminando.

    Y, como en las otras ocasiones, a Jack la idea le llegó en forma de pregunta: ¿Y si dejo que una de ellas sea quien decida?

    Era una idea un poco loca. Pero eso no le asustaba. De hecho, le generaban más desconfianza las ideas que no parecían tener ningún riesgo. Sentía una primitiva aversión por ellas. Esta idea definitivamente le emocionaba. Y cualquiera que le conociera habría podido adivinar que el científico había tenido una idea loca, con solo mirar el cambio en la expresión de su cara y en la velocidad de su paso.

    En los últimos meses Jaak no solo se había interesado por las causas neurológicas del juego sino que quería medir el impacto que la supresión del juego tenía en el desempeño social de los individuos. En otras palabras, quería saber si alguien que tenía la oportunidad de jugar en su juventud temprana, tenía alguna ventaja posterior sobre quien no. Había realizado múltiples experimentos sin conseguir información realmente concluyente. Pero la respuesta que buscaba podría estar en alguna de las ratas que habían llegado apenas el día anterior al laboratorio. ¿Qué tal si ponía en un mismo lugar a un par de ratas macho, una que tuvo la oportunidad de jugar y otra a la que el juego le fue suprimido, y a una hembra recién llegada? ¿Notaría ella la diferencia?

    Desde que, en una entrevista que le habían hecho para la televisión, había demostrado cómo sus ratas se reían cuando les hacía cosquillas, no solo la comunidad científica sino millares de desconocidos, se referían ahora a él como el cosquilleador de ratas. Jaak Panksepp era un cliché de científico loco: un exótico hombrecito nacido en algún país de Europa oriental, que pasaba su tiempo haciendo cosquillas a las ratas y grabando sus risas ultrasónicas.

    Al parecer, la decisión fue fácil para X-251, una preciosa rata blanca con una gigantesca mancha negra sobre el lomo. Sin dudarlo, ella prefirió a Y-112, una de las dos ratas macho que le acompañaban en la jaula. X-251 había elegido justamente la rata que, en su juventud, había jugado durante horas a los empujones, tropezones, revueltas y cabezazos con otras ratas de su generación. A Y-131, el candidato rechazado por la astuta ratona, pareció no importarle perder frente a su colega. Menos mal.

    Repetido las veces requeridas para descartar la casualidad, el experimento mostró que las ratas que habían tenido la oportunidad de jugar, eran más atractivas para el sexo opuesto. El juego las hacía irresistibles.

    ¿EL JUEGO NOS HACE ATRACTIVOS?

    Quizá la conclusión que nos puede arrojar el descubrimiento del doctor Jaak es: Si quiere ser más atractivo, juegue un poco más. Y sí. Esa es una conclusión correcta. Pero el juego tiene implicaciones mucho más poderosas que el solo atractivo social. El juego puede ayudarle a tomar mejores decisiones financieras, a ser más creativo y resolver mejor sus problemas, a definir y conseguir metas más emocionantes, a educar mejor a sus hijos.

    Incluso, le ayuda a sacar mejores notas en sus estudios.

    ¿A QUIÉN LE VA MEJOR EN UN EXAMEN ACADÉMICO?

    Durante su segundo semestre académico del 2009, más de doscientos estudiantes de la Universidad de Zúrich en Suiza estaban presentando uno de sus exámenes. Parecía un examen universitario típico excepto por un pequeño detalle: la hoja del examen tenía algo adicional. En la parte superior había una nota en la que se preguntaba al estudiante si autorizaba incluir el resultado de su examen en un estudio que se estaba llevando a cabo sobre inteligencia y actitud de juego. Ciento veintiocho estudiantes firmaron la autorización.

    El objetivo del estudio¹ era determinar si existía alguna relación entre la actitud jugadora y el desempeño académico. Es decir, si aquellos estudiantes más juguetones tenían mayor, igual o menor desempeño en sus exámenes académicos, que aquellos menos juguetones. Días antes, estos estudiantes habían contestado el test APS (Adult Playfulness Scale), diseñado para medir qué tan proclive al juego es una persona en su vida cotidiana. El test entrega una medición general de actitud jugadora, pero puede dar también mediciones en cinco escalas específicas: espontaneidad (ej. Espontaneidad vs. disciplina o impulsividad vs. metodicidad), expresividad (ej. Inquietud vs. calma o Apertura vs. reserva), diversión (ej. Excitación vs. serenidad), creatividad (ej. Imaginación vs. falta de imaginación o actividad vs. pasividad) y tontería (ej. Comportamiento infantil vs. comportamiento maduro y capricho vs. practicidad).

    ¿CUÁL FUE EL RESULTADO?

    Sorprendentemente, los investigadores descubrieron que los estudiantes juguetones tienen mejores resultados académicos. La actitud jugadora, particularmente los elementos relacionados con espontaneidad y creatividad, hace que los estudiantes obtengan calificaciones más altas. Y no solo eso; los estudiantes con mayor actitud de juego también obtuvieron mejores resultados en una segunda prueba que incluyó conocimientos adicionales, relacionados, aunque no incluidos en el tema que se estaba evaluando. Es decir, los estudiantes juguetones tuvieron mayor motivación para explorar temáticas extra, por cuenta propia.

    De manera que las investigaciones muestran que la actitud de jugador mejora el desempeño en los exámenes. Pero, ¿por qué?

    Es altamente probable que algunas de las siguientes razones explique esta situación:

    ›Aquella persona que tiene actitud de jugador sobrelleva mejor la presión que quien no la tiene. Esa persona sabe que, a fin de cuentas, nada es tan grave, ni siquiera tener un examen académico en el que no le fue tan bien. Como consecuencia, se dedica a hacer lo mejor que puede y no se bloquea por el estrés.

    ›El jugador tiene mayor capacidad para pensar estratégicamente. Su cerebro es capaz de encontrar una ruta para lograr lo máximo posible con los recursos que tiene. Es menos frecuente escuchar a un jugador excusarse diciendo: me obsesioné con el primer punto y no alcancé a contestar los seis puntos restantes.

    ›El jugador trata de ganarle al examinador. Todo examen es una competencia contra el examinador. El jugador trata de descubrir si el examinador ha puesto alguna pequeña trampa oculta. El jugador está mejor preparado para reaccionar creativamente ante planteamientos imprevistos.

    ›El jugador logra conectar mejor los contenidos de cierto tema, construyendo historias en su cabeza, que aumentan el entendimiento y la memorización.

    Esta capacidad que muestran los estudiantes con actitud de juego para tener mejor desempeño que sus colegas, se extiende a muchos otros aspectos de la vida. Los mecanismos que le permiten a estos jóvenes resolver mejor los problemas propuestos, recuperar más fácilmente ciertos conceptos de su memoria, comunicarse mejor o ser más creativos, se aplican a múltiples otros exámenes que los seres humanos presentamos a lo largo de nuestras vidas.

    ¿Será que una fórmula tan simple como vivir la vida con mayor contenido de juego, mejora el desempeño en la vida personal y en la vida profesional?

    La respuesta es, nuevamente, sí. La actitud jugadora es una herramienta no solamente desaprovechada, sino altamente menospreciada en nuestra realidad actual. Quienes toman la decisión de jugar un poco más, tienen una ventaja real sobre quienes juegan menos.

    Pero, ¿por qué jugamos? ¿Es un mecanismo para evitar morir abrumados por las presiones y las responsabilidades? ¿Es una forma de distracción? O quizá, como habíamos dicho, solo es un mecanismo para adquirir nuevas capacidades.

    DISTRACCIONES

    Distracción es la falta de concentración, la falta de foco. Buscamos distracciones cuando no queremos ocuparnos en algo específico. Alguien que no está poniendo todos sus sentidos en lo que el profesor enseña y, por el contrario, mira por la ventana imaginando mundos fantásticos, está distraído. Alguien que evita realizar una tarea abrumadora y, en cambio, revisa sus redes sociales, organiza sus zapatos en el armario, o enciende su consola de videojuegos está procrastinando, se está distrayendo de su objetivo principal.

    En ocasiones, las distracciones se asocian con consecuencias catastróficas. Un conductor de un autobús se distrae y puede ocasionar un accidente terrible. Algo distrae a un cirujano durante una operación y…

    Los juegos suelen ser clasificados como distracciones. Juegos y otras distracciones, decía un aviso que vi recientemente en una tienda.

    En su definición como distracción, el juego nos aleja de los objetivos importantes. Es perjudicial porque desvía recursos escasos, que deberíamos estar utilizando en el cumplimiento de objetivos serios e importantes. Y como las distracciones pueden traer consecuencias terribles, los juegos heredan, en muchas ocasiones, tal connotación negativa.

    Pero hay una contradicción. En muchas personas, los juegos logran niveles de concentración asombrosos. Durante cada uno de los sets de un partido de tenis, el jugador está completamente concentrado. En ningún momento saca su teléfono celular para pagar una cuenta que ha olvidado pagar, o para llamar a su esposa y decirle que no recuerda lo que tiene que comprar camino a la casa. El atleta está concentrado en su juego. De principio a fin. De hecho, la concentración se convierte en sinónimo de juego. Si algo llegase a desconcentrar al jugador, ya no estaría jugando. Si algo le distrae, se interrumpe su actividad lúdica.

    ¡Qué raro! Algo puede distraernos de lo que, por definición, es una distracción.

    Así que, para el jugador, jugar es la lucha contra la distracción. Jugar es un juego de concentración.

    Cuando un jugador está concentrado puede entender lo que está pasando en el juego. Si está concentrado puede identificar pistas que le proveen información valiosa. Si está concentrado sabe cómo aprovechar una oportunidad única, o cómo reaccionar a tiempo a un ataque imprevisto. Su desempeño en el juego depende de su nivel de concentración.

    Pero, al mismo tiempo, un juego en sí mismo es un mecanismo diseñado para generar concentración. El juego provee el entorno y las condiciones requeridas para que el jugador pueda concentrarse; es decir, para que el jugador pueda jugar. Por lo tanto, el juego es una herramienta diseñada para producir altos niveles de concentración.

    ¿Cómo lo hace? ¿Cómo logra un juego convertirse en un proveedor de concentración?

    Lo hace tomando provecho de tres elementos fundamentales: un objetivo emocionante, un campo de juego envolvente y mecanismo para poner en evidencia el progreso.

    Si un jugador tiene claro su objetivo principal y sus objetivos inmediatos, su cerebro puede concentrarse en aquello que debe hacer para lograrlo. El jugador de tenis tiene claro su objetivo principal: ganar el partido. Y con eso en mente, su cerebro puede concentrarse en el objetivo inmediato: lograr que el contrario no pueda responder la siguiente bola. El espacio en el que se mueve el jugador le ayuda a aislarse de las distracciones. El jugador de tenis, en mitad de la cancha, con el público alrededor suyo, no tiene la oportunidad de escuchar una alerta de su celular diciéndole que alguien le ha escrito. Todo a su alrededor le ayuda a mantenerse concentrado. El único sitio al que mira, cuando logra un punto, es al tablero de puntuación, para comprobar que su esfuerzo se está reflejando en avance. Que ha dado un paso más en el camino a conseguir su objetivo más importante. Ese tablero de puntuación es la manera en que el juego le muestra su progreso.

    Cualquier persona que logre identificar un objetivo emocionante, construir espacios de juego envolventes, y diseñar tableros de progreso claros, está por lograr cosas increíbles. Un diseñador de juegos, que crea juegos para sí mismo o para otros, es maestro en encontrar la forma de proveer estos tres elementos.

    La doble y contradictoria naturaleza de los juegos, que los hace, simultáneamente, distractores y generadores de foco, es en gran medida la culpable de la discriminación de la que suelen ser víctimas estos artefactos culturales.

    LOS JUEGOS Y EL CEREBRO

    Las pobres ratas han sido protagonistas de primer orden en el camino de entender mejor el cerebro. Uno de los experimentos más reveladores (e inquietantes) fue el que realizaron un par de científicos² de la universidad de California, Mark Rosenzweig y Edward Bennett. Ellos, que ya habían trabajado en mostrar que el aprendizaje se produce cuando se crean conexiones entre neuronas, y que las neuronas siguen naciendo incluso en la edad adulta, ahora querían descubrir si la actividad lúdica ayuda al desarrollo del cerebro. Y, ¿qué fue lo primero que hicieron? Pues pedir un buen suministro de ratas para el laboratorio.

    El experimento que se le ocurrió a las retorcidas mentes de Rosenzweig y Bennet fue poner ratas en dos entornos diferentes: una jaula en la que la rata permanecía solitaria y sin juguetes, y otra llena de compañeras y juguetes. ¿Y luego qué hicieron? Dejaron que las ratas pasaran un buen tiempo allí y, posteriormente, las… mmm… ¿Cómo decirlo?... Las sacrificaron por el bien de la ciencia.

    Pusieron los cadáveres en una bolsa (esta parte de la bolsa es suposición mía) y se la llevaron a un desprevenido forense de roedores para que analizara sus cerebros. Los cerebros de las ratas, claro. Aunque hubiese sido interesante un análisis del cerebro de los científicos también.

    Bueno, el hecho es que sin saber nada sobre la vida previa de los roedores, el cirujano descubrió que unas ratas tenían un cerebro más grande y complejo. Sus cerebros pesaban entre siete y diez por ciento más que los del otro grupo y tenían cerca de un veinte por ciento más de conexiones sinápticas. Adivinen a cuáles ratas pertenecían estos cerebros…

    Los mecanismos que llevan a que un cerebro aproveche los juegos para acelerar su desarrollo están muy relacionados con la experimentación que, justamente, es uno de los componentes fundamentales de los juegos. A ninguna rata de los experimentos de Rosenzweig se le entregó un manual para que aprendiera a utilizar los juguetes suministrados. Su uso y aprovechamiento se hizo mediante la exploración, la experimentación, la prueba y el error.

    Más adelante veremos cómo podemos tomar ventaja de este poderoso recurso para desarrollar capacidades asombrosas.

    LA CONFIANZA

    Hemos visto que un buen juego debe tener objetivos emocionantes, espacios de inmersión y mecanismos de realimentación. Pero dentro del jugador también hace falta algo. Hay un requisito interno. Se trata de la confianza. La confianza en sus propias habilidades.

    El jugador de tenis está concentrado y atento a la jugada del adversario porque sabe que tiene la capacidad para reaccionar. Está en un escenario que conoce, sabe que puede ser creativo al responder la próxima jugada porque tiene lo que se requiere para serlo. Le emociona pensar que puede idear una estrategia original y demoledora. Sabe que puede hacer experimentos y aprender de ellos. No necesita nada más.

    Sin la confianza no es posible jugar. Los buenos jugadores de la vida se mueven en espacios en los que tienen confianza. En estos espacios, ellos saben que pueden usar sus capacidades para hacer buenas jugadas. Saben que si pierden la confianza no hay motivación para seguir adelante. Solo se hacen planes cuando hay esperanzas.

    Es triste ver cuando un jugador ya no tiene esperanzas de victoria y su cara refleja su impaciencia porque el juego termine pronto. Si se está jugando ajedrez, ese jugador sabe que ha llegado el momento de inclinar su rey y retirarse.

    En la vida también es posible abandonar aquellos juegos en los que no hay esperanzas de hacer un buen papel y, con todas las energías, enfocarse en aquellos en los que podremos divertirnos y construir historias memorables.

    La confianza no se refiere a tener grandes capacidades o acceso a recursos valiosos. La confianza del jugador se refiere a futuros. Se refiere a la seguridad de que esas capacidades se pueden construir, o de que las condiciones del juego pueden ser alteradas de tal manera que convengan a nuestras capacidades actuales.

    ¿En cuáles juegos (objetivos que usted está persiguiendo en cualquiera de los escenarios en los que se mueve) tiene usted altas posibilidades de construir historias emocionantes y lograr cosas dignas de mencionar? ¿En cuáles juegos la situación es la opuesta?

    Enfóquese en los primeros. Renuncie a los segundos.

    Haga un plan de juego (plan de vida) en el que usted se mueva solo en escenarios en los que tiene confianza. Recuerde que puede elegir aquellos escenarios en los que aún no es fuerte, pero en los que sabe que puede progresar y lograr cosas maravillosas. Recuerde que la confianza no

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