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Círculos de lectura: juego, arte y teatro
Círculos de lectura: juego, arte y teatro
Círculos de lectura: juego, arte y teatro
Libro electrónico63 páginas30 minutos

Círculos de lectura: juego, arte y teatro

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Fomento de lectura. En este libro encontrarás tres propuestas. La primera, Juego y lectura nos plantea la importancia del juego y de cómo la lectura es también un juego. El segundo texto, Aprender con arte busca organizar actividades artísticas a partir de la lectura de diversos libros. El tercero, El teatro, la lectura y la puesta en escena propon
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jun 2020
Círculos de lectura: juego, arte y teatro
Autor

Aline de la Macorra

Aline de la Macorra: Fundadora y Directora de Colorines educación. Master de Literatura Infantil por la Universidad Autónoma de Barcelona, Master en Rehabilitation Counseling por la Universidad del Estado de Oregon, Maestría en Educación. Se dedica a la literatura infantil desde hace más de 25 años. Ha coordinado cursos de libros álbum y lectura en la IIF, ISSUE, Difusión Cultural UNAM, ha coordinado cursos para docentes de la Secretaría de Educación Pública en CDMX, Campeche, Durango, Morelos, Quintana Roo y más. Ha publicado libros de actividades de lectura y escritura para niños.

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    Círculos de lectura - Aline de la Macorra

    lectura.

    Juego y lectura

    María Morfín Stoopen

    El niño no vive en un mundo de grandes y chicos, sino de seres humanos, muy secundariamente diferenciados por su tamaño. No vive en un mundo de grandes y pequeñas cosas. No se entretiene, no trabaja, juega.

    Roger Renaud

    Introducción

    Es indudable que el juego es una actividad inherente a la infancia y que hay un acuerdo generalizado sobre la importancia que tiene para el desarrollo, de niños y de personas de todas las edades. Revisaremos los beneficios que la actividad lúdica provee a todos los seres humanos. Así mismo, estableceremos una relación entre el rol del juego en la vida de los

    pequeños, enriqueciendo los procesos de aprendizaje que se generan desde la escuela.

    Por último, reflexionaremos y daremos algunas ideas de cómo la palabra puede ser parte del juego, es decir, cómo con el lenguaje podemos detonar ambientes y exploraciones lúdicas.

    Las fronteras del juego

    Imaginemos a un grupo de niñas y niños jugando a los astronautas, o a la mamá y al papá, o a los coches, o a los exploradores. Imaginemos a un grupo de jóvenes jugando en una fiesta de disfraces. Imaginemos a dos adultos jugando ajedrez. Observemos las escenas. ¿Qué está pasando ahí? ¿Qué tienen en común esas personas?

    Cuando jugamos, establecemos un espacio y un tiempo especiales, pasamos a una realidad en la que alteramos a nuestro antojo los elementos con los que contamos. Esta frontera que se crea al jugar desafía la lógica cotidiana y modifica las normas a las que estamos acostumbrados. Pero salirse de las reglas cotidianas no significa entrar en el caos, por el contrario, se definen reglas dentro de las cuales los jugadores deberán interactuar.

    Se abre la posibilidad de ser otros, de transformarnos según las circunstancias que planteamos de común acuerdo con los otros jugadores. Nos atrevemos a ir más allá de nosotros mismos, ser lo que no somos, explorar sin correr peligro, sin sentir miedo o culpa, porque el juego es un espacio seguro. Sin embargo, en este alejamiento de nosotros mismos, no perdemos nuestra propia identidad, sino que vivimos la paradoja de ser y no ser al mismo tiempo.

    El poder del juego reside en que es una actividad que nos abre opciones, produciendo gozo y placer de la exploración, el riesgo, el descubrimiento y la creación, es decir, la capacidad de usar la imaginación para generar realidades diferentes. Este territorio especial nos alista para la aventura y, por lo tanto, para poner todo nuestro ser en atender lo que pueda suceder.

    Esta alerta o entrega, que surge en las personas dispuestas a jugar, es mucho más observable para los niños, quienes desde muy pequeños se involucran en mente, cuerpo y alma. Para darnos cuenta de esta entrega total, solo basta con observar a un bebé cuando manipula y explora objetos, por ejemplo.

    Los adultos diferenciamos entre el juego y el trabajo, como actividades opuestas y con objetivos distintos. En los primeros años de vida, esta diferencia no existe. Los menores juegan aún en las condiciones más difíciles porque es su forma de expresión y de relacionarse con el mundo. Como adultos a veces lo relacionamos con mundos de fantasía en los que los niños entran para alejarse de la realidad. Sin embargo, la manera en que se conectan con la realidad es precisamente a través del juego. Como dice Renaud (1981), el niño no pide en absoluto vivir en las nubes. No está de ninguna manera en búsqueda de lo irreal y de un mundo artificialmente hermoseado. Es, aunque parezca imposible, toda la realidad la que busca apresar. Simplemente, no la supone áspera.

    Tal vez, a medida que crecemos, los adultos vamos dejando los juegos infantiles para sustituirlos por otro tipo de juegos más complejos, pero que en el fondo

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