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Había una vez un Crimen
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Libro electrónico380 páginas4 horas

Había una vez un Crimen

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¿Qué pasa si un depredador se convierte en la presa? ¿Qué pasa si un cazador tiene ojos en tu hijo? En un juego retorcido del gato y el ratón, la detective Madison Chase debe burlar a una asesina en serie que apunta a los delincuentes sexuales, antes de que su propia hija se convierta en la próxima víctima.

Octubre en Fort Worth adquiere un tono siniestro para Penny Grimes. No es solo una justiciera; es una verdugo poética, dejando a pedófilos sin cabeza como sus horribles tarjetas de visita. Cada escena del crimen está adornada con una rima escalofriante, burlándose de la policía y, en particular, acosando a la veterana detective de homicidios Madison Chase.

Pero Penny tiene una agenda más oscura. Ha puesto su mirada en la hija de Chase, Emily, una rubia de cuatro años de ojos azules que es la imagen viva del niño que Penny siempre ha anhelado. Sin que Chase lo sepa, mientras ella sigue la pista de la asesina en serie más escurridiza de Fort Worth, Penny está planeando secuestrar a Emily.

Para despistar a Chase, Penny la incrimina magistralmente por uno de los asesinatos. Ahora, Chase no solo está luchando para resolver el caso; está luchando para limpiar su nombre y proteger a su hija de las garras de una depredadora trastornada. En una carrera de pulso contra el tiempo, Madison Chase debe recorrer un laberinto de engaño, venganza y motivos oscuros. ¿Puede detener a la asesina más mortífera de Fort Worth antes de que su familia sea destrozada para siempre? Las apuestas nunca han sido más altas

IdiomaEspañol
EditorialAlan Brenham
Fecha de lanzamiento16 feb 2024
ISBN9781667468693
Había una vez un Crimen
Autor

Alan Brenham

Alan Brenham is the pseudonym for Alan Behr, an author and attorney. He served as a law enforcement officer before earning a law degree and working as a prosecutor and a criminal defense attorney. He has traveled to several countries in Europe, the Middle East, Alaska, and almost every island in the Caribbean. While working with the US Military Forces, he lived in Berlin, Germany. Behr and his wife, Lillian, currently live in the Austin, Texas area.

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    Había una vez un Crimen - Alan Brenham

    Había una vez un crimen (2)

    Alan Brenham

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y hechos son producto de la imaginación del autor o utilizados de forma ficticia, y cualquier similitud con personas, vivas o muertas, negocios, organizaciones y hechos son mera coincidencia. Todas las marcas comerciales, marcas comerciales registradas, marcas de servicio, marcas de servicio registradas son propiedad de sus respectivos propietarios y se utilizan aquí solo para fines de identificación. El autor no tiene ningún control ni asume ninguna responsabilidad por los sitios web de los autores o de terceros o de sus contenidos.

    HABÍA UNA VEZ UN CRIMEN

    Copyright © 2023 por Alan Brenham

    Diseño de Portada por Maddee James Xuni.com

    Todos los derechos reservados

    Primera publicación: Septiembre 2023

    Todos los derechos reservados bajo las Convenciones Internacionales y Panamericanas de Derechos de Autor. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopiado, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin autorización por escrito del editor.

    ––––––––

    ADVERTENCIA: La reproducción o distribución no autorizada de esta obra protegido con derechos de autor es ilegal. La infracción criminal de los derechos de autor, incluyendo la infracción sin ganancia monetaria, es investigada por el FBI y se castiga con hasta 5 años de prisión federal y una multa de $250,000.

    ACERCA DE LA VERSIÓN IMPRESA: Si usted compró una copia impresa de este libro sin la portada, dese por enterado que el libro es propiedad robada. Fue reportado como sin vender y destruido al editor, y ni el autor ni el editor ha recibido ningún pago por este libro despojado.

    DEDICATORIA

    Para mi esposa Lilian. Sin dudas, una de las mujeres más inteligentes y talentosas que he conocido en mi vida. Tienes la paciencia de una santa y haces mi vida mucho más fácil.

    Para Wayne Corley, tuve el placer de hacer la investigación de tus antecedentes en la policía de Temple. Ahora estás retirado, pero eras todo lo que se esperaba de un buen oficial de policía.

    CAPÍTULO UNO

    Sábado, 31de Octubre

    Agachada en la parte posterior, Penny Grimes oyó al conductor. Ah sabroso. Un par de jóvenes allí.

    Sintió que el auto se detenía mientras la ventana se abría.

    "Wow, señoritas, esos atuendos asesinos. Tuve que parar porque ambas podrían ser Lady Gaga. Ustedes serían estrellas en la fiesta de disfraces a la que voy en River Oaks. Súbanse.

    Beyonce va a estar ahí."

    Grimes giró los ojos cuando escuchó risas.

    No, hablo en serio, dijo. Beyonce estará ahí.

    Oyó la inconfundible voz de una joven. Piérdete, asqueroso, antes que llamemos al 911.

    Váyanse a la mierda, perras engreídas, gritó el conductor.

    Eso fue suficiente. Grimes guió la aguja hacia el costado de su cuello. En menos de un minuto, su cabeza decayó hacia la derecha. Tomando un puñado de su pelo, ella lo arrastró a través del asiento.

    Levantándose, se dejó caer detrás del volante.

    Media hora después...

    ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estoy? preguntó él mientras ella deslizaba un arnés sobre su cabeza abrochándolo firmemente sobre su pecho. Grimes no respondió, mientras lo miraba sardónicamente como se retorcía y tiraba de las ataduras que lo sujetaban contra el árbol. Ella bostezó.

    Bien. Se levantó y tiró de una cuerda colgando conectada a una polea sobre su cabeza. ¿Qué estás haciendo? preguntó Robert Stewart mientras ella sujetaba la cuerda al arnés. Déjame ir, gritó, tirando de las correas. No puedes hacer esto.

    Puedo y lo haré, dijo ella, tomando una longitud de cuerda convertida en una horca del tamaño del bolsillo de su chaqueta.

    No me puedes colgar.

    Silencio. No tomará mucho tiempo. Grimes hizo un bucle con la cuerda sobre su frente y la aseguró alrededor del árbol. ¿No tomará mucho para qué? Ella no respondió.

    ¡Detente! No puedes hacer esto, gritó él, meneándose y luchando contra las ataduras.

    Sí, sí, claro, dijo ella agarrando un machete. Lady Gaga y Beyonce, que original.

    No. Alto. Espera. Te pagaré.

    Nah-ah.

    Espera ¿Por qué haces esto?

    ¿Por qué? Acariciaste a una niña de trece años. El jurado te encontró inocente. Aparentemente, pensaron que ella mintió. Tú y yo sabemos que es lo opuesto, ¿no?

    Fui inocente. No, inocente no. No había suficiente evidencia para condenarte. Bueno. Hora de ir al grano.

    Tres minutos más tarde, con el machete colgando a su lado, Grimes admiró su trabajo, sosteniendo por el pelo su cabeza cercenada. Era como la adrenalina que había sentido al hacer salto bungee.

    Grimes se acercó al ahora asustadizo caballo, murmurando palabras suaves mientras acariciaba el músculo en su cuello. El caballo de 1,30m de altura resopló mientras ella clavaba la jeringa que contenía Rompun en el músculo. No pasaron más de dos minutos antes de que el blanco aterrorizado de sus ojos fuera velado por párpados caídos, y dejara salir un suspiro reconfortado.

    Menos mal que Stewart era un peso ligero a pesar que ella estaba acostumbrada a levantar objetos pesados durante su trabajo diario. Grimes lo levantó lo suficientemente alto usando el sistema de poleas y luego lo montó en la silla. Ella aseguró el cuerpo usando cuerdas de nylon y un corsé trasero para que quedara erguido y ajustado a la silla.

    Tomando un alfiler de seguridad del bolsillo de sus jeans, Grimes clavó el poema que había escrito antes al pantalón de Stewart. Cuando hubo finalizado, dio un paso hacia atrás y admiró su proyecto. Perfecto.

    Faltando ocho minutos para las nueve,  Grimes llevó al caballo a una calle cercana de la ciudad. Esto es lo que el dulce o truco a tu edad te consiguió.

    Golpeó al caballo en su cuarto trasero y gritó, Ya.

    Salió despedido, trotando por el camino que conducía a un grupo de casas. Tan pronto como un conductor  un grupo de personas jugando dulce o truco vieran al pony con él montado encima, habría una fuerte infusión de policías, unidades caninas, y cualquier otra cosa.

    Grimes silbó la melodía de Takin Care of Business e incluso bailó unos pasos al ritmo de su cabeza mientras regresaba al claro y al árbol.

    Recogió sus herramientas y equipo seguida de una lista mental para asegurarse de que no había olvidado inadvertidamente algún detalle. No quiero que la policía vega a tocar a mi puerta, dijo.

    Antes de ir a casa, la mujer enguantada colocó la cabeza cortada en el asiento del conductor del auto estacionado de Stewart, luego limpió el interior con un paño con Cloro. Eso debería encargarse de todo.

    Una hora más tarde, en casa, Grimes se desnudó, tiró la ropa en la lavadora, y luego se dio una ducha caliente. Limpia y seca, se preparó un whisky con agua y puso los pies sobre la mesa de café. Usando una impresión del sitio web de Fiction Writers, la mujer comenzó a planear su segundo proyecto. La historia de un dentista era particularmente intrigante, ya que le recordaba al que se escapó. Penny Grimes igualaría el marcador con él otro día.

    CAPÍTULO DOS

    La detective Madison Chase abrió la puerta del auto y se deslizó fuera. Cuando vio el cuerpo sin cabeza montado en un caballo, su cara palideció y su boca quedo abierta como la de un pez en un gancho. ¡Oh mierda!

    Chase sintió escalofríos. El horror montado en un caballo hizo que todas las horribles evidencias que había visto infligidas por asesinos parecieran casi vulgares. Esta era una nueva clase de locura. Sacudió su repulsión y se concentró en hechos reveladores; así era como ella atraparía a este monstruo.

    Sintió un golpecito en su hombro y al voltear vio la cara temblorosa de su compañero, Terry Wise. Hola.

    Acabo de llegar. Él se detuvo a medio camino, Jesucristo, ¿Puedes creer esto?

    Sí. Alguien acaba de traer una vieja historia a la vida.

    Ella y Wise caminaron asta donde se encontraban los miembros del equipo forense tomando fotos del cuerpo y del animal. ¿Cómo demonios consiguió el asesino montarlo en ese caballo? Se preguntó ella. Se agachó por debajo de la cinta amarilla de escena del crimen.

    Un joven oficial se acercó con un portapapeles. Ella abrió su chaqueta para mostrarle su placa.

    Nombre y número de placa, dijo este.

    Chase, número de placa 134.

    El oficial anotó su nombre y número de placa en el portapapeles.

    Wise hizo lo mismo.

    Cuando se acercaron al caballo, uno de los oficiales uniformados se quejó, Esto es la broma enferma de alguien.

    Enferma sí. Broma no respondió Chase al oficial mientras observaba al animal. Ve qué puedes averiguar de los uniformados.

    Mientras Wise estaba recopilando información de los oficiales, Chase notó un trozo de papel clavado en la pierna derecha del cadáver. Se puso un par de guantes y se dispuso a sacarlo. ¿Alguien sacó una foto de esto?

    Uno de los recolectores de pruebas miró mientras terminaba de tomar primeros planos de la silla. Sí. Es un poema. Un poco tonto si me pregunta.

    Ella desabrochó el papel de la pierna del pantalón y leyó la nota.

    Vengan, mis amigos, y escuchen mi leyenda,

    La del jinete sin cabeza que andaba su senda

    De arriba a abajo las calles recorrió,

    Cazando niños para hacerlos su posesión.

    Pero esta noche encontró su destino

    Y rodó al infierno con su plato vacío.

    P.G.

    Si la victima era un pervertido, ya no molestará niños de nuevo murmuró Chase mientras llenaba la etiqueta en una bolsa de pruebas antes de asegurar el poema dentro.

    Otro hombre con ropas casuales se acercó y señaló la bolsa de pruebas. ¿Qué es eso?

    El hombre era su su sargento de piel oscura, el sargento James Tolliver. ¿Qué tienes?

    ¿El último paseo de Roberto el Molesto? Chase le entregó la bolsa. Tal parece que nuestro asesino se cree que es la segunda venida de Washington Irving.

    Es él... O Stephen King, dijo Tolliver luego de leerlo.

    No creo que King escriba poemas, pero si lo hiciera, apuesto a que él amaría este.

    Una cosa es segura. Habrá un interés infernal de parte de los medios sobre esto.

    Me imagino.

    ¿Alguno encontró la cabeza cortada?

    La verdad no sé. Chase vio como el equipo forense sacaba la víctima de la silla y la ponía en una camilla. Cuando le quitaron la billetera, Chase la revisó buscando su Identidad.

    Adentro había una licencia de conducir y tarjetas de crédito, una tarjeta de seguridad social, papeles de seguros, fotos y dinero en efectivo. Robert James Stewart. Cuarenta y siete años. Da su dirección como Aspen Circle, Haltom City.

    Es interesante que haya acabado aquí dado que Haltom City está en la zona norte, musitó Tolliver.

    Dudo que estuviera fuera buscando dulces. Una suposición basada en el poema sería que era un pedófilo de cacería. Revisaré su nombre en la base de datos de delincuentes sexuales cuando vuelva a mi auto.

    Al abrir un pequeño bloc de notas, Chase anotó información de la licencia. Luego aseguró la billetera y la licencia en dos bolsas de pruebas separadas y llenó el formulario para cada una. Determinar quién era el dueño del caballo era lo siguiente. Una vez hecho esto, se abriría toda una gama de posibles pistas.

    Se acercó al sargento uniformado. ¿Sabemos a quien pertenece Trigger?

    No. Los de Control de Animales tienen un método para identificarlo. Deberían estar aquí en cualquier minuto.

    Bien. ¿Sus hombres tienen algún testigo?

    El sargento señaló a un hombre de piel oscura de pie junto a una patrulla. Bernard Appleton. Revisó su bloc de notas y señalo hacia el oeste. Dijo que vio al caballo caminando desde esa dirección. Pensó que el jinete estaba jugando una broma.

    No es tan gracioso ahora, murmuró ella, dirigiéndose hacia Appleton. Tan pronto como se acercó a él, Chase notó al hombre meneando su cabeza lentamente. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Señor Appleton, soy la detective Chase. Entiendo que vio al caballo. ¿De dónde lo vio por primera vez?

    Appleton apuntó en la misma dirección que el oficial. No le presté mucha atención, ya que es Halloween. Me imaginé que algún payaso se había vestido como ese personaje de la película. Nunca pensé que era un verdadero jinete sin cabeza hasta que lo vi más detenidamente.

    Sí bueno, no es algo que uno vería venir por las calles de Fort Worth. ¿Vio a alguien con él o cerca?

    No. Agitó su cabeza. Realmente no revisé por nadie. Solo mantuve mis ojos en ese caballo.

    Necesitaremos una declaración escrita de usted.

    Ya la hice. asintió apuntando a un oficial que estaba cerca de la cinta amarilla. Se la di a él.

    Chase escaneó a la creciente multitud reunida en la cinta amarilla de la escena del crimen, buscando a alguien actuando extraño. Ella sabía que algunos perpetradores a menudo se mezclaban con la multitud en la escena del crimen para ver a la policía averiguar cómo sucedió y quién lo hizo. Nadie le llamó la atención.

    Una camioneta propiedad de la ciudad, remolcando una caravana de caballos, aparcada junto a la cinta. Dos tipos en bata salieron. Se acercaron al uniformado más cercano, quien los dirigió a Chase. Ambos se detuvieron en seco tan pronto como vieron el cuerpo sin cabeza descubierto en la camilla.

    Puta madre, dijo el más flacucho. ¿Eso es real?

    Sí, dijo Chase ¿Tienen alguna forma de identificar al caballo? Necesito saber quién es el dueño.

    Apuesto a que sí, dijo el flaco. Lex, ve a buscar ese lector del casillero. Miró fijamente el cuerpo. ¿A quién demonios hizo enojar?

    No lo sé todavía.

    Apuesto a que era su mujer.

    Todos especulan en este punto.

    Bueno, si fuese ella, seguro que no quiero cruzarme con ella.

    Es dudoso que lo hiciera una mujer, dijo Chase viendo la camilla. No sola al menos.

    ¿No será usted casada o sí?

    Era.

    Sí, bueno voy a aclararle algo. Pero usted ya lo sabe, al ser una mujer y todo eso. Cuando una mujer se vuelve lo suficientemente loca -me refiero a super enojada- le digo que, ella puede saltar edificios altos en un solo salto y doblar el acero con sus putos dientes.

    Chase sonrió ante el comentario del hombre, ¿Y usted lo sabe por experiencia personal?

    Algo así.

    Chase comenzó a alejarse. Escuche, tengo que entrevistar testigos. ¿Por qué no descubren quién es el dueño de ese caballo y luego me lo dicen. Se dirigió a la furgoneta del forense donde los despachantes se preparaban para cargar la camilla. Levantó la sábana para ver más de cerca el cuello. No hay bordes dentados obvios. Parecía ser un corte limpio. Probablemente hecho con un cuchillo de caza grande.

    Un uniformado se acercó a Chase. ¿Eres la detective en jefe?

    Desafortunadamente. Chase estaba tratando de entender porqué alguien sintió la necesidad de hacer algo tan horrible, incluso si el tipo era un depredador infantil. ¿Qué  ocurre?

    Algunos miembros de los medios quieren hablar con usted.

    Conmigo no, dijo. Señalando al sargento Tolliver, ella le dijo. Él es el más antiguo aquí. Era mejor que Tolliver no la llame. Él sabía lo mucho que odiaba responder las preguntas tontas de los medios. Decir Sin comentarios una y otra vez a un montón de preguntas estúpidas era una pérdida de tiempo. Tenía un caso de asesinato que resolver. El más espantoso en el que haya trabajado.

    CAPÍTULO TRES

    DOMINGO, 1ro DE NOVIEMBRE

    El ex marido de Madison, Don Wilson se sentó en una cabina en su lugar favorito para desayunar, La cafetería de Russo, disfrutando de un plato de huevos fritos y jamón cuando una transmisión de noticias llamó su atención. El locutor habló de un caballo encontrado en calles residenciales del noroeste de Fort Worth con el cuerpo sin cabeza de un hombre desconocido montado en él.

    Apuesto a que Maddie está trabajando en ese caso y Emily está en casa con algún estudiante de secundaria con la cara llena de granos. En su mente, vio a Maddie ir de puerta en puerta por la noche, preguntando si alguien vio algo o conocía al tipo muerto.

    Una camarera se detuvo en su mesa con una taza de café. Eso es tan terrible, dijo viendo la televisión. Quien lo hizo está enfermo. Deberían de cortarle la cabeza.

    Si los policías atrapan al asesino, probablemente le darán una palmada en la muñeca.

    Lo dudo. La camarera se retiró a la siguiente mesa tras rellenarle su taza.

    Un hombre calvo y con sobrepeso se detuvo en la mesa para escuchar el informe de noticias. Meneó la cabeza ante la televisión. ¿A qué demonios está llegando el mundo?

    Buena pregunta. Me he estado haciendo esa misma pregunta durante mucho tiempo.

    Tomando su café, Wilson vio la noticia mientras se desplazaba una escena de callejón sin salida con varios policías. Una cara familiar le tocó una fibra sensible cuando el equipo de cámaras de la televisión se acercó a la detective rubia de treinta y cuatro años. Me pregunto, dijo bajando la taza. ¿Me pregunto quién está cuidando a nuestra hija mientras está jugando al detective?

    Limpió los últimos restos de yema de huevo del plato con un trozo de pan tostado antes de tomar el café. Le dio al noticiero una última mirada cuando el reportero pidió a cualquier persona con información sobre el incidente que se pusiera en contacto con la policía de Fort Worth. Apuesto a que habrá una recompensa infernal para ese asesino. Todo lo que hará es sacar a los charlatanes de la nada, todos afirmando tener información demoledora sobre el asesino.

    Comenzó a limpiarse la boca, pero se detuvo cuando la cámara de noticias mostró a Chase leyendo un pedazo de papel. Wilson resopló. Debe haber instrucciones que le digan que hacer a continuación. Se frotó la boca con una servilleta de papel, la dejó caer en el plato y recogió la cuenta.

    ***

    A las nueve de la mañana del lunes, Grimes estaba sentada en un banco de madera justo detrás de la mesa del fiscal en el Tribunal del Tricentésimo Septuagésimo Segundo Distrito. La sala estaba llena de una mezcla de asesinos, ladrones, asaltantes, drogadictos y pervertidos sexuales. Vio como los abogados se apresuraban a leer los archivos del caso del fiscal, persuadiendo a sus clientes para que aceptaran un acuerdo con la fiscalía, o encerrados en negociaciones con uno de los fiscales de la corte. Cuando comenzó la lectura de cargos de los acusados, no estaba segura de qué hacer bis después del episodio de Halloween. Aunque la conciencia le advirtió que cancelara antes que un error culminara en una sentencia de por vida en prisión, el cerebro aún preguntaba, ‘¿Quién es el siguiente?’

    A Grimes le gustaba asumir que sus visitas a la corte era como ir de compras, excepto que no estaba en el centro comercial buscando un nuevo guardarropa. Se trataba de buscar un nuevo proyecto; y había bastantes posibilidades ese día: ladrones, asaltantes, traficantes de drogas, e incluso un par de tipos acusados de asesinato.

    Pero el que más atención obtuvo fue el acusado de intento de violación. Era un hombre de mediana edad vestido con una camisa tropical de manga corta y pantalones chinos bronceados. Era bajo, con la cabeza rapada y una gruesa barba negra y plateada.

    Inclinándose hacia adelante en la barandilla, Grimes se esforzó por escuchar lo que el joven fiscal le dijo al abogado defensor sobre el caso de violación. Por lo que escuchó, el violador había irrumpido en una casa a altas horas de la noche y había atado a su víctima, amenazándola con un cuchillo. Su cliente le había quitado la ropa y comenzó a violarla cuando su marido llegó a casa.

    Fue casi ridículo cuando el abogado defensor trató de persuadir al fiscal para que aceptara una fianza baja, diciéndole que el violador no era un riesgo de fuga o un peligro para el público. ¿En serio? Dame un respiro.

    Grimes se sentó a la vez que el juez escuchó los argumentos de fianza de ambos lados. El fiscal quería que se fijara alto, citando la naturaleza del crimen.  La defensa, como era de esperar, redujo el peligro del violador, enfatizando que su cliente vivió en Fort Worth toda su vida. Supongo que el crimen no importó, se dijo a sí misma. Grimes agitó su cabeza con incredulidad cuando escuchó que el juez  fijó en la fianza en cincuenta mil dólares. ¿Por qué no le da uno de esos bonos de relaciones públicas para que no se moleste, juez?

    Haciendo las cuentas, pensó que el violador tendría que conseguir por lo menos cinco mil en efectivo o propiedades que valieran tanto para salir de la cárcel. Si tanto querías sexo, idiota, deberías haber pagado una por una puta. El nombre del hombre fue puesto en su memoria justo al lado de un dentista hasta que salió bajo fianza.

    Una conmoción desvió la atención a un hispano gritando una serie de blasfemias a su abogado. El juez golpeó su mazo cuatro veces.

    Así se hace, idiota, pensó Grimes. Ese arrebato debería meterte en una celda.

    Si vuelve a actuar así, le advirtió el juez. Lo detendré por desacato. ¿Lo entiende?

    Claro.

    No creo que lo entienda. Quizás le ordene al fiscal que agregue otro cargo. Obstaculizar el proceso por conducta desordenada. ¿Lo entiende ahora?

    Las discusiones entre los fiscales y los abogados defensores y la charla de los espectadores impidieron que Grimes escuchara mucho más que eso.

    Orden en la corte, gritó el juez a la multitud de la corte mientras golpeaba su mazo. Si quieren tener una discusión, háganlo afuera. Si escucho algo más de cualquiera que no sea un oficial de la corte, haré que el alguacil los saque de mi sala.

    Con la multitud callada, Grimes escuchó más de los procedimientos del hispano frente al juez.

    ¿Es usted Enrique Hernández?, preguntó el juez.

    Se le acusa de indecencia con una niña. ¿Entiende la naturaleza del cargo?

    Sí, señor.

    ¿Le ha explicado su abogado que el rango de castigo si es condenado es de dos a diez años en la División Institucional del Departamento de Justicia Criminal de Texas?

    Sí, señor.

    El abogado de Hernández, el fiscal y el juez tuvieron una discusión susurrada que Grimes no pudo escuchar.

    Ya que esta es su primera vez en la corte y por recomendación de ambos abogados, aceptaré a regañadientes darle una fianza personal. El juez señalo una mesa auxiliar. Hable a la gente en esa mesa.

    No es de extrañar que los crímenes sexuales aumenten, pensó Grimes, recordando un artículo de prensa sobre el repunte de 275 crímenes sexuales forzados de julio a septiembre.

    El juez golpeó. Próximo caso.

    Grimes anotó el nombre mientras los alguaciles escoltaban al joven a una mesa auxiliar donde un hombre y una mujer estaban esperando. Hernández parecía escucharlos entonces, y, con la ayuda de su abogado, completó algunos formularios. Una vez que Hernández terminó de completar los formularios, fue liberado. Salió de la sala al mismo tiempo que ella.

    Grimes pretendió ser un alma bondadosa empujando la puerta para Hernández. Eso le dio una buena mirada de cerca a su pendiente y el perno en su nariz. Me pregunto cómo te verías si los arrancara. Subieron en el mismo ascensor hasta el primer piso, aunque Hernández no se dio cuenta del ceño fruncido de Grimes.

    Siendo que Hernández era un nombre común y que cualquier posibilidad de encontrar a este pervertido era casi nula, ella lo siguió. Abordó el mismo autobús que Hernández, esperando averiguar dónde vivía o trabajaba el tipo.

    Grimes lo siguió hasta una dirección a pocas  cuadras de los corrales. Anotó la dirección de Hernández después que este entrara. Consideró golpear en la puerta de la casa de un vecino. Me pregunto si conocerán a Hernández.

    Grimes sacó la placa de policía que se había apropiado un rato antes. Apuntando primero al vecino y luego a la casa donde Hernández había

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