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Luz y sombra
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Luz y sombra

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Hablar de Patrick Vertroue, protagonista de la novela "Luz y Sombra", es describir un alma impregnada de amor a Dios, dispuesto siempre a encontrar en los sucesos de su vida, por más crudos, obscuros e inesperados que sean, la luz que encamina al entendimiento y a la compasión. También es un hombre como todos, expuesto a caer en las tentaciones del mundo en que vive, con debilidades y quebrantos, con miedos, dudas y zozobras.

Siendo niño, fue testigo del asesinato de sus padres por órdenes del régimen del sistema de segregación racial en Sudáfrica llamado Apartheid, pero por azares del destino, fue rescatado del lugar por su abuela, quien lo entregó a un grupo de misioneros jesuitas; ellos lo trasladaron a "La Compañía de Jesús" en Los Ángeles, California donde le dieron cobijo y educación. Con el paso del tiempo, descubrieron en el joven su profunda vocación de servicio y su gran amor a Dios.

En la primera oportunidad que se presentó, la curia decidió enviarlo a la comunidad de "La Casa de Jesús" en Johannesburgo. Llegó cargado de sueños, aferrado a su fe en Dios, sin sospechar que tendría que vivir en carne propia, la más cruenta experiencia de su vida, pero no solo estaría en juego su fe en Dios y su paz interior debido a la crueldad, la intriga y la infamia de los hombres, así como la traición de los suyos, también se encontraría con el amor de Melisa, una joven desdichada y resentida, adicta a las drogas y al alcohol, víctima de la descomposición social occidental y principalmente de un hombre perverso, racista y cruel… su padre, un eminente político con poder para corromper a quien fuera para lograr sus objetivos. Melisa llegó a la vida de Patrick de una manera inesperada, sorpresiva, arrebatándole la paz interior. El joven sacerdote descubrió que el amor tiene mil formas y que ninguna de ellas tiene el poder de vencer a la otra.

En la trama de la novela "Luz y Sombra" se desenvuelven varias historias de personajes especiales que se contrapuntean y que interfieren en las decisiones del sacerdote con sus actos, pero nos enseñan una gama diversa de emociones y actitudes que invitan a la reflexión sobre la forma de pensar y de ver la vida de cada uno de ellos.

La historia del sacerdote Vertroue está plagada de aventura, suspenso y romance, donde su fe en Dios, su vocación como sacerdote, su capacidad de confiar y perdonar penderán de un hilo. Vivirá la encrucijada de seguir las normas del mundo, o permanecer firme con sus convicciones. ¿Sería capaz de vencer el miedo y las tentaciones?, ¿su fe en Dios sería realmente inquebrantable?

IdiomaEspañol
EditorialLAURA ARROYO
Fecha de lanzamiento25 ene 2024
ISBN9798224692835
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    Luz y sombra - LAURA ARROYO

    Prólogo

    Hablar de Patrick Vertroue, protagonista de la novela Luz y Sombra, es describir un alma impregnada de amor a Dios, dispuesto siempre a encontrar en los sucesos de su vida, por más crudos, obscuros e inesperados que sean, la luz que encamina al entendimiento y a la compasión. También es un hombre como todos, expuesto a caer en las tentaciones del mundo en que vive, con debilidades y quebrantos, con miedos, dudas y zozobras.

    Siendo niño, fue testigo del asesinato de sus padres por órdenes del régimen del sistema de segregación racial en Sudáfrica llamado Apartheid, pero por azares del destino, fue rescatado del lugar por su abuela, quien lo entregó a un grupo de misioneros jesuitas; ellos lo trasladaron a La Compañía de Jesús en Los Ángeles, California donde le dieron cobijo y educación. Con el paso del tiempo, descubrieron en el joven su profunda vocación de servicio y su gran amor a Dios.

    El mayor anhelo del joven sacerdote era regresar a Johannesburgo, Sudáfrica, su ciudad natal, convertido en un sacerdote jesuita para coadyuvar en el rescate de cientos de jóvenes negros sometidos a la discriminación contra ellos, al racismo basado legalmente en decir que no eran ciudadanos de Sudáfrica; se le consideraba como transeúntes o población temporal, privándolos de todos sus derechos, reubicando a miles de habitantes negros a una zona llamada Soweto donde la pobreza, la falta de educación y la incipiente atención médica propiciaba una constante rebeldía en muchos, depresión, tristeza y desesperanza en todos. Tanto a Patrick como al resto de los jesuitas, les motivaba el inminente deseo de rescatar sus almas del odio y el rencor que suele generar el racismo, la xenofobia, la falta de libertad y la discriminación en la que sobrevivían tantos seres humanos, solo y únicamente por el color de su piel negra. ¡Johannesburgo era de ellos, Sudáfrica era su país¡, aunque los supremacistas blancos pretendían, insistentemente, arrebatarles su patria desde décadas atrás. Patrick estaba convencido de que la peor discriminación que sufren los pobres, en todo sentido, es la falta de atención espiritual, porque nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión, eso se aprende, pero también se les puede enseñar a amar y a perdonar.

    En la primera oportunidad que se presentó, la curia decidió enviarlo a la comunidad de La Casa de Jesús en Johannesburgo. Llegó cargado de sueños, aferrado a su fe en Dios, sin sospechar que tendría que vivir en carne propia, la más cruenta experiencia de su vida, pero no solo estaría en juego su fe en Dios y su paz interior debido a la crueldad, la intriga y la infamia de los hombres, así como la traición de los suyos, también se encontraría con el amor de Melisa, una joven desdichada y resentida, adicta a las drogas y al alcohol, víctima de la descomposición social occidental y principalmente de un hombre perverso, racista y cruel... su padre, un eminente político con poder para corromper a quien fuera para lograr sus objetivos. Melisa llegó a la vida de Patrick de una manera inesperada, sorpresiva, arrebatándole la paz interior. El joven sacerdote descubrió que el amor tiene mil formas y que ninguna de ellas tiene el poder de vencer a la otra.

    En la trama de la novela Luz y Sombra se desenvuelven varias historias de personajes especiales que se contrapuntean y que interfieren en las decisiones del sacerdote con sus actos, pero nos enseñan una gama diversa de emociones y actitudes que invitan a la reflexión sobre la forma de pensar y de ver la vida de cada uno de ellos.

    La historia del sacerdote Vertroue está plagada de aventura, suspenso y romance, donde su fe en Dios, su vocación como sacerdote, su capacidad de confiar y perdonar penderán de un hilo. Vivirá la encrucijada de seguir las normas del mundo, o permanecer firme con sus convicciones. ¿Sería capaz de vencer el miedo y las tentaciones?, ¿su fe en Dios sería realmente inquebrantable?

    QR Code generator

    https://es.wikipedia.org/wiki/Apartheid

    Capítulo I

    Atónito, Patrick seguía con la mirada fija en aquellos personajes que frenéticamente irrumpieron en la inercia de la gente que iba y venía por la sala del aeropuerto de Johannesburgo. Acababa de bajar del avión que lo trajo desde Estados Unidos. Luego de más de dieciséis horas de vuelo, se sentía cansado físicamente pues no había logrado conciliar el sueño, apenas dormitó un poco; no obstante, su ánimo no se había minado, el anhelo que tenía de años atrás se estaba convirtiendo en realidad, su labor pastoral como Jesuita le llenaba de entusiasmo. Sus ideas eran atropelladas por el caos que repentinamente surgió entre los pasajeros. Sus pies parecían adheridos al piso, inmovilizado por el asombro y sin duda el miedo. 

    Dos hombres salidos de la nada embestían a un incauto turista japonés, uno de ellos lo apuñaló en el estómago, en tanto que el otro le arrebataba violentamente sus pertenencias.  Patrick reaccionó y trató de acercarse al herido, pero la mirada amenazante del atacante lo dejó petrificado. Los gritos de espanto de los transeúntes y el llanto de los niños propiciaron la huida de los ladrones y en tal arrebato, algo de los criminales cayó y rodó a los pies de Patrick. Solo se atrevió a recoger el objeto cuando pudo volver del limbo mental donde se encontraba; era una moneda de cobre, en uno de los lados tenía grabada una calavera y al reverso estaban escritas las letras NS. 

    Se formó el caos, mientras los asustados testigos trataban de huir de la sala, atropellándose unos con otros, algunos más intentaban acercarse a la escena, movidos por la curiosidad y el morbo. Las alarmas del aeropuerto comenzaron a sonar y en cuestión de minutos, varios policías y paramédicos llegaron para intervenir. Aunque Patrick pudo acercarse al herido, no le fue posible hacer algo por él, ya que fue arrastrado entre el mole de personas desquiciadas que huían despavoridas, de hecho, él fue sacado de allí a empellones. Afuera del Aeropuerto Internacional O.R. Tambo, ya todo estaba atestado de ambulancias y carros policiacos con agentes de seguridad por doquier. El ingenuo religioso seguía al tumulto de personas que intentaban salir del lugar. De pronto, un desconocido le cerró el paso. 

    — ¿Qué fue lo que sucedió?, ¿usted pudo ver algo?

    Patrick miró sorprendido a aquel hombrecillo de características asiáticas que aparentaba menor estatura con el sobrio sombrero inglés, color gris que le cubría hasta la frente; con el trajín, los lentes obscuros que llevaba se habían resbalado hasta la punta chata de su nariz. Patrick lo miró extrañado, no tenía ninguna idea de quién se trataba, de pronto pensó que podría ser un turista, pues de su cuello colgaban una cámara fotográfica y otra de video. Hablaba perfecto inglés, evidentemente era simpático y agradable, aunque a Patrick le pareció, de entrada, bastante inoportuno.

    —Permítame presentarme, soy reportero y corresponsal del periódico Los Ángeles Times y quiero saber si usted logró ver algo de lo que sucedió allí, ¿sabe usted si acaso hay muertos, heridos, detenidos? He querido entrar, pero ya han acordonado el área de acceso

    —Créame que no sé qué decir, todavía estoy consternado con todo esto.  Acabo de llegar de Estados Unidos de Norte América y....

    —Perdón, perdón caballero, me imagino todo el viaje, el cansancio, y ahora el tremendo susto que has pasado dentro de la terminal de pasajeros; lo lamento mucho, no he querido molestarte.  Yo realmente vine a buscar al hermano Patrick Vertroue, quien se supone, debió haber llegado a estas horas.

    —Yo soy, mi nombre es Patrick Vertroue. ¿Y usted quién es?

    —Soy Chan Lee, pero me llaman Spencer Lee.  Soy periodista de corazón y de profesión también. El padre Kruger, quien está al frente de la Congregación de Jesuitas, es mi amigo, me pidió que viniera a recogerte al aeropuerto, por eso estoy aquí; te ruego me disculpes por la tardanza.

    —Mucho gusto, señor Lee —El joven extendió su mano para saludarlo.

    —Spencer, llámame, Spencer y tutéame por favor.  Bueno, ¿qué te parece si nos vamos?, te están esperando —Sin premura, el periodista tomó la única maleta que llevaba Patrick, señalándole el camino hacia el estacionamiento donde había dejado su modesto automóvil.

    El área de aparcamiento del aeropuerto estaba siendo acordonada, pero pudieron abandonar el lugar, luego de un tiempo de interrogatorio donde ambos se identificaron ante los oficiales que resguardaban el acceso. Durante el recorrido, Spencer Lee le describía a Patrick los lugares por los que pasaban antes de llegar a la Congregación, con el afán de ambientar al joven en la nueva región que sería su estancia por algún tiempo.

    —Como verás, estamos situados en una ciudad con características urbanas semejantes a muchas grandes metrópolis del mundo, donde los seres humanos nos desplazamos de un lugar a otro con el único fin de buscar la forma de subsistir. La violencia y el ambiente de inseguridad es constante, lo acabas de ver, creo que cada día empeora más. Bueno, no quiero asustarte, solo alertarte; esta manera de vivir tan estresante no nos permite más que existir, difícilmente convivir. Claro que en tú caso es distinto porque tu trabajo consiste en convivir, no solo con los religiosos Jesuitas, también con la comunidad africana ¿No es así Patrick?  ¡Ah, mira, esa es la Universidad de Johannesburgo! Aquí tenemos de todo, industrias, humo, ruido, tráfico, de todo amigo, y por supuesto también tenemos suburbios marginados... de éstos son los que más hay; en uno de ellos está la Congregación a la que vamos, se llama Braamfontein.

    Posiblemente Spencer no lo notó, pero Patrick no escuchaba seriamente sus relatos. Buscaba habitualmente momentos para orar y eso estaba haciendo, orando en silencio durante el camino, mientras miraba discretamente la insignia con la calavera que recogió durante el atraco. Patrick era especialmente espiritual. A sus veinticinco años ya era sacerdote; seis meses atrás, su ordenación sacerdotal fue en Los Ángeles, California. Huérfano de padre y madre, Patrick fue entregado por su abuela materna a la orden de sacerdotes Jesuitas, entonces venidos de España, cuando solo tenía dos años. Después del asesinato de sus progenitores en Johannesburgo, la vida le cambió totalmente; de un ambiente lleno de miseria y de ignorancia, pasó a formar parte de los niños huérfanos que la Congregación socorrían en Johannesburgo. Al cumplir los cinco años, el sacerdote Xaba, quien ahora, a sus setenta y dos años, dirigía y supervisaba la labor social y religiosa de la Congregación Jesuita en Sudáfrica, lo llevó con él a Estados Unidos de Norteamérica, donde recibió instrucción académica, principalmente en inglés, así que no le estaba siendo difícil comprender y hablar el afrikáans, además del español. Sabía mucho de sus orígenes, pues junto con él, emigraron también a América, varios misioneros africanos como el padre Xaba, quienes sabiamente lo mantuvieron cerca de su idiosincrasia. Al trasmitirle mucho de la cultura de este País, ahora que regresaba, todo el conocimiento le sería útil para su misión. Patrick, desde pequeño, insistió sin vacilar, sobre su vocación sacerdotal, siendo el padre Xaba, su tutor, quien descubrió en Patrick los dones de la humildad, la sencillez y el espíritu de servicio; así que decidió apoyarlo.

    La Congregación Jesuita, tiene cuatro edificios independientes medianamente amplios, pero indiscutiblemente modestos, resguardados por una barda de piedra, conectados a través de largos pasillos adornados con varios árboles de jacarandas que llenan de morado el paisaje. Cuentan con una capilla equipada con bancos y piso de madera y al fondo puede admirarse la inmensa cruz de ébano, traída de España, bellamente labrada con la figura de Cristo moldeada en hierro y bronce, sobresaliendo por su brillo y gran tamaño. En el primer piso de uno de los edificios, están dos oficinas; la clerical destinada a la parte administrativa y la sala de juntas. Los dormitorios de los Jesuitas y dos baños están en el segundo piso. El edificio de mayor tamaño está dividido en dos grandes áreas, una es utilizada para usos múltiples, donde se imparten clases de alfabetización, los talleres de artes y oficios, al igual que la catequización y enseguida está el comedor comunitario, la cocina donde se preparan los alimentos y el almacén. Las comidas no son solo para los frailes y quienes trabajan o sirven en la Cofradía, también para los nativos del lugar, quienes acuden al menos dos veces al día, debido a las condiciones de pobreza en las que viven los lugareños. Afortunadamente tienen una clínica-hospital que atiende a quien lo necesita; está a cargo del Dr. Bernard Stanley y un equipo de enfermeros, así como laboratoristas y asistentes. A pesar de sus limitaciones, los recursos materiales y humanos de La Compañía de Jesús, son aprovechados con cierta eficiencia.  Patrick fue recibido con júbilo por el padre Kruger, que lo esperaba reunido con algunos miembros más de la Congregación Jesuita.

    —¡Bienvenido mi joven amigo, ya lo estábamos esperando hacía tiempo – El padre Kruger abrazó afectuosamente a Patrick, se puso de pie con marcada dificultad, luego de verle entrar al salón donde lo esperaban algunos de los miembros que conformaban la Compañía de Jesús. Colocó con sus manos temblorosas, las gafas que llevaba sujetas con cintilla alrededor de su cuello para distinguir con mayor claridad al recién llegado. Con voz carraspera, pero afable, inició la presentación. —Por acá encontrarás a tus nuevos compañeros. Mira... éste es nuestro viejo amigo el Dr. Bernard Stanley, quien presta sus servicios a la comunidad desde que se fundó esta misión hace algunos años.

    —¡Mucho gusto padre Vertroue, bienvenido! – Él es de origen irlandés, egresado de Trinity Collage de Dublín. Decidió ofrecer sus servicios a la comunidad, al tiempo que conoció, por azares del destino, el apostolado social de los Jesuitas en el mundo. Con una larga trayectoria profesional en hospitales de gran importancia y a través de su propia clínica en Inglaterra, que lo habían llenado no solo de prestigio y reconocimientos, sino también de dinero, de pronto se sintió vacío; había perdido a su esposa por veinticinco años, debido a un cáncer terminal y su única hija, Alice, se había casado y mudado a América del norte. Encontró que el sentido de su vida era el servicio y se ofreció como voluntario en la Congregación.

    —¡Gracias doctor Stanley, el gusto es mío!

    —También nos acompaña la señorita Wenda Rimmelu quien nos asiste con la alfabetización y catequesis de nuestros chicos— – Ella es nativa del lugar, la joven negra traía, como siempre, su cabello negro recogido hacia atrás, sujetado con una gruesa liga que mantenía en cierto orden lo crespo y grueso de su melena; vestida modestamente con un vestido a cuadros, de colores blanco y marrón que le llegaba debajo de sus rodillas que disimulaban un poco la delgadez de su figura. A primera vista, a pesar de tener solo diez y ocho años lucía una mujer mayor por su evidente apocamiento y seriedad.

    Patrick extendió la mano para saludar a Wenda, pero ésta, presa de su timidez, sonrió levemente y corrió a refugiarse atrás del hermano Samuel Fox, un joven inglés de cabello rojizo y rizado, de gesto adusto, poco expresivo y distante. Aunque discrepaba en apariencia de ser afable, como los demás frailes, todos reconocían en él sus capacidades y aptitudes para administrar y organizar proyectos en la comunidad; su integración con los Jesuitas era de poco más de un año, pero rápidamente logró ganarse la confianza del padre Kruger. Aunque enigmático y ensimismado, aprendió a congeniar con los demás con cierta disposición, gracias a las múltiples charlas con el padre, quien no desistía en su empeño por ayudarlo a vencer sus defectos de carácter y sus miedos.

    —¡Bienvenido Patrick, necesitamos mucha ayuda! —Lo saludó estrechándole la mano; Patrick sintió el frío de las manos huesudas y translucientes de Samuel.

    Todo el día había sido de muchas emociones para Patrick: el viaje, el atraco en el aeropuerto, el recibimiento y, sobre todo, el acercamiento al gremio resultó estimulante. Esa tarde conoció las instalaciones y a los demás miembros; como las enfermeras del hospital, los nativos que asisten en la cocina, en la escuela, talleres y en la catequesis; todos le dieron la bienvenida con júbilo.

    Cuando las actividades diarias terminan, los sacerdotes, así como los misioneros se reúnen en la sala de juntas para charlar y tratar asuntos pendientes. El padre Kruger separó discretamente a Patrick del grupo y ambos salieron al pórtico del edificio.

    — Escucha Patrick, necesitamos empezar a platicar sobre el proyecto de integración juvenil que se te asignó. Aquí en Johannesburgo, como habrás visto durante el trayecto, hay mucha pobreza y marginación. En todo el país, desafortunadamente, existe el odio racial, la discriminación al más pequeño de las criaturas del Señor, el negro. El solo hecho de tener ese color de piel, es suficiente para adquirir los otros adjetivos despectivos que, a través de los siglos, parece que se agigantan en lugar de disminuir. El blanco se ha encargado de fomentar el divisionismo entre los mismos negros, tan es así que la población bantú, es decir, la población negra, está dividida en nueve grupos, existen los Zulúes, Xhosas, Sothos, Septentrionales, Meridionales, Tswanas, Vendas, Ndebeles, Shangaanes del norte y Shanggganes del sur, existe también el grupo de los Bosquimanos y los Hotentotes, quienes hablan otra lengua y tienen otras costumbres muy distintas unos de otros. Han muerto muchas personas por el odio y el rencor desenfrenados, y los que más nos preocupan son los niños y los jóvenes, quienes, aparte de heredar el color de sus padres, heredan también sus odios y deseos de venganza, o sus miedos y su desolación. Entenderás que tenemos bastante labor espiritual por realizar; es indispensable que sembremos en sus corazones a través de la evangelización, la semilla del Amor de Dios, para que, sabiéndose amados de manera individual por él, aprendan a amar a su prójimo, sin importar su apariencia y su color. Sé que muchos a través de los tiempos, han luchado por esto, que han conseguido mínimos avances, sobre todo, por estos lugares tan inhóspitos; sin embargo, tenemos que seguir luchando por rescatarlos de la oscuridad espiritual en la que viven.  ¿Comprendes?

    — Lo entiendo padre Kruger —Era obvio que Patrick no se refería al entendimiento de la situación real en la que viven las personas marginadas, lo que entendía y alcanzaba a percibir, era la preocupación y la premura por cambiar las condiciones, sobre todo espirituales, de las personas que, al parecer, estaban francamente hundidas en la desesperanza, según lo que el padre Kruger le manifestó. —Mañana mismo visitaré el suburbio junto con el hermano Fox para empezar a conocer a los jóvenes y encontrar la forma de que se integren a esta comunidad.

    —¡No!, acabas de llegar y no es prudente todavía que salgas de la Congregación, además, el hermano Fox no podrá ir contigo, tendrás que hacerlo solo. —le dijo con voz tajante.

    —Pero padre, necesitaré orientación y dirección, yo no conozco aún estos lugares y....

    —¡Entiende Hijo! ¡Por eso mismo!, necesitas tiempo para ambientarte, para prepararte. Si te presentas con el hermano Fox, será como correrlos, él es blanco y su apariencia los irritaría.  Después... después, cuando sea oportuno, incluiremos al hermano Samuel; por ahora tendremos que estudiar otra manera de acercarnos a ellos, tal vez encontremos otro camino más seguro, sería muy riesgoso para ti que te acerques a ellos tan pronto; tú también necesitas familiarizarte con todos nosotros primero.

    —Está bien padre, como usted diga —Patrick se llenó de preguntas, sabía que el hermano Samuel Fox, siendo joven como él, podría ayudarlo mucho con su experiencia. ¿Qué sucedía realmente en la región? Patrick venía de un país donde ciertamente existía el racismo, pero se podía vivir más o menos con justicia social. Personalmente él no había sufrido ni discriminación, ni rechazo alguno, su vida había sido hasta ahora, armoniosa y tranquila; convivió siempre con los Jesuitas y no conocía el odio todavía, al menos no en carne propia.

    Regreso a mi patria, si... mi patria. Siempre que hablaba con mis maestros y compañeros del seminario respecto a Sudáfrica, sentía una inmensa emoción muy dentro de mí, y a través de los años nació el anhelo de volver un día. Como nunca experimenté el sentimiento de agradecimiento a todos los que, de alguna manera me habían sembrado este amor; a los que, con su historia, quisieron un día que yo pudiese hacer la mía propia. Llevaba conmigo muy poco equipaje, solo lo indispensable. Había vivido siempre en la pobreza, creo que uno no es lo que tiene, y no me costaba ningún trabajo el desprenderme de lo material. No había heredado nada de nadie y los obsequios que recibí hasta ahora, eran algunos libros, pañuelos, detalles religiosos; los libros, después de leerlos, los pasaba a los demás para que los disfrutaran y aprovecharan como yo, y los pañuelos se han gastado con el uso; de los regalos religiosos... traigo conmigo el rosario de cuentas hechas con palo de rosa, la Biblia y el crucifijo especial que recibí en la ordenación sacerdotal; lo demás se quedó en mi pequeña celda del seminario. Creo que hasta tengo obsesión, por decirlo de alguna manera, en desprenderme lo más pronto posible de todo cuanto puedo, tal vez es que, en el fondo, tengo un inmenso temor a la esclavitud y, el deseo de poseer cosas no es más que una trampa, pues tanto se impregna valor a esas

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