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Alma de mi Alma: Conde J.W. Rochester
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Alma de mi Alma: Conde J.W. Rochester
Libro electrónico459 páginas6 horas

Alma de mi Alma: Conde J.W. Rochester

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Una novela del reconocido autor espiritual J.W. Rochester que, con su estilo característico, nos transmite hechos emocionantes que se desarrollan en los campos y en el gran San Petersburgo de la Rusia en el siglo XIX. En este período de fuerte malestar social, con las primeras manifestaciones del movimiento de inspiración marxista, se presenta la cautivadora historia familiar del intrépido campesino Iulián, enriquecida con palabras del idioma ruso (identificadas en la nota al pie), que colocan al lector en un escenario más real. Las historias se desarrollan, en momentos inesperados y conmovedores, teniendo como figura central a la joven médium Mayra, siempre tierna y cariñosa - un personaje inolvidable -, portadora de un pasado enigmático y profundamente ligada al fantasma que, materializado, atormenta la gran propiedad rural de Norobod cruel y temible.
¡¡Intégrese en este emocionante relato de Rochester!!

IdiomaEspañol
EditorialJThomas
Fecha de lanzamiento22 ene 2023
ISBN9798215563519
Alma de mi Alma: Conde J.W. Rochester

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    Alma de mi Alma - Conde J.W. Rochester

    Romance Mediúmnico

    ALMA DE

    MI ALMA

    Dictado por el Espíritu

    CONDE J. W. ROCHESTER

    Psicografía de

    MARÍA GERTRUDES

    Traducción al Español:

    J.Thomas Saldias, MSc.

    Trujillo, Perú, Julio 2021

    Título Original en Portugués:

    Alma de Minh’alma

    (C) María Gertrudes

    Traducido de la edición portuguesa

    World Spiritist Institute

    Houston, Texas, USA
    E-mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Del Autor Espiritual

    John Wilmot Rochester nació en 1ro. o el 10 de abril de 1647 (no hay registro de la fecha exacta). Hijo de Henry Wilmot y Anne (viuda de Sir Francis Henry Lee), Rochester se parecía a su padre, en físico y temperamento, dominante y orgulloso. Henry Wilmot había recibido el título de Conde debido a sus esfuerzos por recaudar dinero en Alemania para ayudar al rey Carlos I a recuperar el trono después que se vio obligado a abandonar Inglaterra.

    Cuando murió su padre, Rochester tenía 11 años y heredó el título de Conde, poca herencia y honores.

    El joven J.W. Rochester creció en Ditchley entre borracheras, intrigas teatrales, amistades artificiales con poetas profesionales, lujuria, burdeles en Whetstone Park y la amistad del rey, a quien despreciaba.

    Tenía una vasta cultura, para la época: dominaba el latín y el griego, conocía los clásicos, el francés y el italiano, fue autor de poesía satírica, muy apreciada en su época.

    En 1661, a la edad de 14 años, abandonó Wadham College, Oxford, con el título de Master of Arts. Luego partió hacia el continente (Francia e Italia) y se convirtió en una figura interesante: alto, delgado, atractivo, inteligente, encantador, brillante, sutil, educado y modesto, características ideales para conquistar la sociedad frívola de su tiempo.

    Cuando aun no tenía 20 años, en enero de 1667, se casó con Elizabeth Mallet. Diez meses después, la bebida comienza a afectar su carácter. Tuvo cuatro hijos con Elizabeth y una hija, en 1677, con la actriz Elizabeth Barry.

    Viviendo las experiencias más diferentes, desde luchar contra la marina holandesa en alta mar hasta verse envuelto en crímenes de muerte, la vida de Rochester siguió caminos de locura, abusos sexuales, alcohólicos y charlatanería, en un período en el que actuó como médico.

    Cuando Rochester tenía 30 años, le escribe a un antiguo compañero de aventuras que estaba casi ciego, cojo y con pocas posibilidades de volver a ver Londres.

    En rápida recuperación, Rochester regresa a Londres. Poco después, en agonía, emprendió su última aventura: llamó al cura Gilbert Burnet y le dictó sus recuerdos. En sus últimas reflexiones, Rochester reconoció haber vivido una vida malvada, cuyo final le llegó lenta y dolorosamente a causa de las enfermedades venéreas que lo dominaban.

    Conde de Rochester murió el 26 de julio de 1680. En el estado de espíritu, Rochester recibió la misión de trabajar por la propagación del Espiritismo. Después de 200 años, a través de la médium Vera Kryzhanovskaia, El automatismo que la caracterizaba hacía que su mano trazara palabras con vertiginosa velocidad y total inconsciencia de ideas. Las narraciones que le fueron dictadas denotan un amplio conocimiento de la vida y costumbres ancestrales y aportan en sus detalles un sello tan local y una verdad histórica que al lector le cuesta no reconocer su autenticidad. Rochester demuestra dictar su producción histórico-literaria, testificando que la vida se despliega hasta el infinito en sus marcas indelebles de memoria espiritual, hacia la luz y el camino de Dios. Nos parece imposible que un historiador, por erudito que sea, pueda estudiar, simultáneamente y en profundidad, tiempos y medios tan diferentes como las civilizaciones asiria, egipcia, griega y romana; así como costumbres tan disímiles como las de la Francia de Luis XI a las del Renacimiento.

    El tema de la obra de Rochester comienza en el Egipto faraónico, pasa por la antigüedad grecorromana y la Edad Media y continúa hasta el siglo XIX. En sus novelas, la realidad navega en una corriente fantástica, en la que lo imaginario sobrepasa los límites de la verosimilitud, haciendo de los fenómenos naturales que la tradición oral se ha cuidado de perpetuar como sobrenaturales.

    El referencial de Rochester está lleno de contenido sobre costumbres, leyes, misterios ancestrales y hechos insondables de la Historia, bajo una capa novelística, donde los aspectos sociales y psicológicos pasan por el filtro sensible de su gran imaginación. La clasificación del género en Rochester se ve obstaculizada por su expansión en varias categorías: terror gótico con romance, sagas familiares, aventuras e incursiones en lo fantástico.

    El número de ediciones de las obras de Rochester, repartidas por innumerables países, es tan grande que no es posible tener una idea de su magnitud, sobre todo teniendo en cuenta que, según los investigadores, muchas de estas obras son desconocidas para el gran público.

    Varios amantes de las novelas de Rochester llevaron a cabo (y quizás lo hacen) búsquedas en bibliotecas de varios países, especialmente en Rusia, para localizar obras aun desconocidas. Esto se puede ver en los prefacios transcritos en varias obras. Muchas de estas obras están finalmente disponibles en Español gracias al World Spiritist Institute.

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc, nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80's conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrada en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Peru en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    ÍNDICE

    1  UN RETOÑO

    2  LA MENTIRA

    3  MAYRA

    4  EL NACIMIENTO

    5  EN UNA NOCHE DE FELICIDAD

    6  DÍAS TRANQUILOS

    7  ANNOCHKA

    8  EN LOS DOMINIOS  DE NOROBODVISKI

    9  SONIA

    10  EL FANTASMA DE  LA HACIENDA

    11  MARÍA ALEXANDROVNA NOROBOD

    12  PIOTR ALEX NOROBOD

    13  UNA PROPUESTA PARA PENSAR

    14  CATIENKA

    15  LOS SUMAROKOVSKI

    16  PROFESOR SEMIÓN ANDREIEVISK

    17  OTRA VEZ EL FANTASMA

    18  MAYRA SUMAROKOV, MÉDIUM

    19  SEÑORA NOROBOD Y MAYRA

    20  EL DIABLO NO ES TAN TORPE  COMO LO PINTAN

    21  KÓSTIA

    22  ALEX NOROBOD,  UN IDEALISTA

    23  NOROBOD Y  EL FANTASMA

    24  SERGEI Y LOS SIRVIENTES

    25  NO TODO LO QUE SE PRESENTA  ES VERDADERO

    26  LA FIESTA DE  SASHA ALEXNOVITCH

    27  LA HISTORIA DE SASHA  POR SU MADRE

    28  LA PROPUESTA

    29  IULIÁN ENAMORADO

    30  IAHGO

    31  LOS NOVIOS

    32  WLADIMIR ANTÓN BOROSKI  ES KÓSTIA

    33  TRES HOMBRES Y UN IDEAL

    34  LA EMBOSCADA

    35  KRÉSTIAN NIKOLAI

    36  LAS COOPERATIVAS

    37  LIBERTOS Y CAUTIVOS

    38  KÓSTIA Y IAHGO

    39  TESTIMONIO DE KARINE

    40  SASHA NO DESCANSA

    41  EN LA ISBÁ DEL RECINTO

    42  EL TESTIMONIO DE WLADIMIR

    43  EL CAMARADA KÓSTIA  SE ENAMORA

    44  AZUL DE LOS BOSQUES

    45  NICOLÁS NIKOLAI SUMAROKOV

    46  LA BODA

    47  EL PASEO

    48  KÓSTIA ENAMORADO

    50  MAYRA, NOVIA

    51  LOS SUMAROKOVSKIS HUYEN

    52  ALEX NO SE RINDE

    53  LA SEÑORA NOROBOD  INCONSOLABLE

    54  SASHA, UNA HIJA REBELDE

    55  LA NOTA

    56  SUMAROKOV SIEMPRE MUZHIK

    57  UNA GITANA

    58  NUEVOS SUEÑOS

    59  MADJEKA

    60  EL ESPIRITISMO EN RUSIA

    61  NICOLÁS Y MAYRA,  PRECURSORES

    62  EL JUEGO DE LAS ALMAS

    63  SAN PETERSBURGO

    64  DMITRI NABOR,  ESPIRITISTA

    65  REVELACIÓN EXTRAÑA

    66  FIN DEL LARGO MARTIRIO

    67  La Verdad

    68  DECIDIENDO EL FUTURO

    69  EL ATAQUE

    70  NICOLÁS Y MAYRA

    71  DECIR ADIÓS AL PASADO

    72  TESORO DE MI ALMA

    73  PADRE...

    74  ALMA DE MI ALMA

    1

    UN RETOÑO

    El llanto de un niño atravesó la fría noche. Aparecieron rayos tímidos, anunciando el amanecer. Nadie para ayudar al pequeño ser que se debatía entre los harapos, tratando de limpiar la sangre que goteaba de su cordón umbilical, como si hubiera sido arrancada violentamente del vientre de su madre.

    Era una niña. Sus pequeños dedos estaban abiertos, suplicando ayuda al cielo.

    Aquí estaba otro niño abandonado, víctima de la ignorancia y la irresponsabilidad.

    Sin embargo, a la Paternidad Divina nada queda sin registrar.

    Una entidad espiritual, casi materializándose, se acercó y miró con inmenso cariño a esa frágil criatura, qué inmenso era el amor que le dedicaba, y le acarició tiernamente la frente sudorosa.

    La niña gritó, dando rienda suelta a sus reflejos, cumpliendo con las exigencias de la vida. Al darse cuenta de la presencia de ese ser espiritual, pareció calmarse, luego reaccionar, gritando más fuerte, ahora con todas sus fuerzas. Era la única forma de llamar la atención. Su grito, en el silencio del amanecer, atrajo a alguien que pasaba.

    Era un campesino ruso que, desde temprano, buscaba trabajo. Esperaba continuar con su paso, pero el llanto insistente lo invitaba a volver.

    - ¿Quién llora en esta oscuridad?

    Interrumpiendo su itinerario, giró a la derecha y, siguiendo el grito, se acercó a una humilde choza entre los árboles.

    Inexplicablemente, una luz iluminó el lugar, sobresaltándolo.

    - ¡Dios mío! ¡Un niño!

    Guiado por la luz repentina, la vio perfectamente. Luego, el resplandor desapareció, dándole tiempo solo para distinguir su carita. Después, todo volvió a la oscuridad, pero tus ojos parecían ver más allá o ¿era el efecto de tu retina? ¿Era el pequeño ser el que brillaba?

    Se inclinó para sacarlo de una camita áspera.

    El amanecer no tardaría y con él la oscuridad desaparecería.

    Iulián Sumarokov sintió lástima por esa frágil criatura y, movido por una extraña compasión, su cuerpo varonil se estremeció. Apenas pudo controlar la repentina emoción; tomó a esa niña en sus brazos, recogió las telas, palpó alrededor y lo cubrió, metiéndola en el calor de su pecho.

    La niña dejó de llorar y él, todavía medio aturdido, sin saber qué decisión tomar, miró el amanecer que tiñó de rojo el horizonte. Siguiendo el impulso de su corazón, se fue, llevando la pequeña carga. Nadie más existía en esa soledad.

    - ¡Pobre, te abandonaron! ¿Quién tendrá un corazón tan cruel?

    Iulián era una especie de empleado independiente que trabajaba, aquí y allá, para mantenerse a sí mismo y a su familia.

    Esta mañana, se dirigía al trabajo más temprano de lo habitual. Le gustaba el silencio de la naturaleza y sobre todo las mañanas de otoño. Era un hombre corpulento y torpe con un corazón dulce y tierno. Su rostro afable y afectuoso contrastaba con su físico. Los ojos azules parecían sonreír, no había maldad en ellos. Su gesto de simpatía cambió su destino para siempre.

    Iulián Sumarokov regresó a la carretera, y en lugar de caminar hacia el trabajo, regresó a la casa. Entre su casa y la choza había unas cinco verstas¹ y era muy rápido. Acostumbrado a las curvas y accidentes de la carretera, antes del amanecer, estaría en su casa con el bulto pequeño.

    Cuando llegó a la entrada, llamó a su esposa:

    - Anna, matuchka², ¡mira lo que encontré!

    - ¿Qué es eso, Iulián?

    - La encontré llorando sola en una choza al costado de la carretera.

    La mujer tomó a la niña de los brazos y la examinó, quitándole los paños.

    - ¡Dios mío, Iulián, está sangrando, es una niña!

    La pareja le dio primeros auxilios y, tomando una palangana con agua tibia, la limpió. Después del vendaje, Anna Sumarokov detuvo la sangre y le vendó el ombligo, como si fuera una enfermera experta. La mujer tenía experiencia en el asunto: tenía tres hijos. Luego comenzó a alimentarla. Iulián, interesado, siguió cada paso de la mujer, tratando de ser útil.

    - ¿De quién será, Iulián?

    Examinaron los paños que no les dijeron nada sobre su identidad.

    - ¿Será de alguien en los alrededores? ¿Alguna chica que quisiera ocultar su embarazo a sus padres?

    - No lo sé, Annochka³, estaba llorando en voz alta cuando la encontré. La seguí llorando y la encontré dentro de una choza deshabitada en la carretera, cerca del campo de trigo de la familia Norobod.

    - Si la abandonaron es porque no quieren tener nada que ver con ella. ¡Solo alguien, sin corazón o muy desesperado, podría dejar a esta pobre niña! - argumentó la mujer, mirando tiernamente a la niña que ahora dormía en su regazo.

    Tenían tres hijos, pero sus corazones estaban abiertos para recibir a esa niña que les vino como un regalo del cielo.

    El sol rojo de Osiris aun no había salido del todo en el horizonte y sus rayos luminosos ya anunciaban su esplendor.

    - Anna - dijo Iulián con entusiasmo -, siempre quise tener una niña. Dios nos ha dado tres hermosos hijos y yo estoy feliz con nuestros muchachos, te lo confieso. Cuando llegó Iulián, mi corazón se llenó de alegría; cuando tuvimos el segundo, estaba esperando ansiosamente a que una chica encantara mis días, pero Dios nos envió a Pavel. Cuando te quedaste embarazada por tercera vez, pensé, ahora será una niña, pero, aun así, Dios no escuchó mis súplicas y nos envió a Nicolás; cuando el médico declaró que ya no podrías tener más hijos, se me entristeció el corazón, porque sentí que había perdido la oportunidad de tener una hijita...

    La voz de su marido era dulce y tierna, sus ojos azules tenían un brillo diferente, una chispa nunca antes vista. Una punzada de celos la empujó, hiriendo su corazón.

    - Nunca me dijiste esto, mi amor, ¿por qué solo ahora, escucho tal arrebato?

    Sin pensar que podría lastimar a su esposa, Iulián, ansioso por albergar al niño, argumentó impetuosamente:

    - Cariño, adoptemos a esta chica y mantengamos el secreto, porque creo que nadie me vio esta mañana.

    Anna miró a su esposo con complicidad, notando el brillo en su mirada nuevamente. A pesar de los celos inesperados que brotaron de su corazón, vio al pequeño ser durmiendo tranquilamente en su regazo, tan indefenso y necesitado que se avergonzó y alejó ese sentimiento para dejar que el amor maternal se apoderara de su alma. Estaba feliz con sus tres hijos y su esposo. Su alegría era completa y, amando a Iulián como nunca antes, conociendo la dulzura de su alma, jamás le negaría esa felicidad.

    - Iulián, mi amor, solo me temo que después de un tiempo, después que nos hayamos encariñado con ella, alguien la reclame. Mira, amigo, estaba oscuro y tal vez alguien te acechaba.

    - Eso no te lo puedo decir, apenas había comenzado el amanecer, todavía estaba muy oscuro, aun así, creo que mi gesto pasó desapercibido a los ojos del mundo.

    - Esperemos, Iulián. Nuestros hijos tendrán que saber la verdad... ¿Qué les diremos y cómo hablaremos de una nueva niña en nuestra casa, sin explicar a los vecinos?

    La imaginación de Iulián se desbocó. No tomó un minuto y se le ocurrió un plan sutil:

    - Es fácil. Les pediremos a los niños que se callen; ocultaremos el hecho a los vecinos y podremos decir que estás embarazada y, a los pocos meses, daremos a luz a nuestra hija. Como los niños son todos iguales al nacer, diremos que fue prematuro y que no podrás recibir visitas. De esa manera ocultaremos la verdad a los ojos de los demás.

    - Tu plan parece viable - asintió Anna, algo molesta -. Puedo someterme a un embarazo falso, cosa fácil; engañaremos a los niños. Los niños ni siquiera guardan secretos.

    Marido y mujer combinaron la trama con todo lujo de detalles para ocultar el hecho a todos, incluidos los niños: a partir de ese día, Anna demostraría el embarazo y, después de unos meses, daría a luz.

    El plan de la pareja parecía un poco ingenuo, pero ambos estaban tan comprometidos que, de ser necesario, sacarían a sus hijos de la casa por unos meses para no despertar sospechas y así lograr esconder a la niña, hasta que el tiempo les diera condiciones. para presentarla como una hija legítima.

    - Nadie, nadie, necesitará saber la verdad - pensó Iulián. Su hijo mayor tenía ocho años y el menor tres y deseaba tanto a esa hija.

    Iulián, ese día no fue a trabajar. Inmediatamente arregló el sótano de la casa; lugar deshabitado, ideal para albergar a su princesita. Quería que ella creciera como su verdadera hija. En un instante, limpió y organizó la habitación, donde nadie escucharía su llanto, aunque fuese por poco tiempo. Proporcionó una gran olla de hierro con brasas crepitantes para calentar el sótano.

    Su corazón se regocijó. Nunca en su vida había sentido tanto cariño y tanto amor. Esa niña frágil y abandonada se apoderó de su alma para siempre y, por ella, lucharía contra un ejército. Se sintió recompensado por el Dios que lo había llevado a la choza en el camino. ¡Infeliz el que la rechazó, porque la quería, y como la quería...!

    Todo estaba planeado, hasta el más mínimo detalle, en la mente de la pareja. Fue por poco tiempo el disfraz y pronto pudieron presentarla a los ojos del mundo, sin miedo.

    Anna ocultó lo que necesitaba, sin dejar rastro, antes que los chicos se despertaran.

    - Iulián, ¿no sería mejor si lleváramos a los niños a la finca del tío Nicolás, ya que quieres esconder a la niña de ellos? Aunque, todavía preferiría que les dijéramos la verdad.

    - No, Anna, es bueno que crezcan como si fueran hermanos, aunque no existan verdaderos lazos de sangre. He escuchado muchas opiniones sobre la fuerza de la sangre en las relaciones de las personas.

    - Tienes razón, por un lado, Iulián, pero nuestros hijos aprenderían a amarla y respetarla como a su hermanita...

    - No confío, Anna, e incluso podrían soltar la lengua diciendo que ella no es realmente su hermana. Tarde o temprano esto podría suceder, y prefiero que este secreto se quede solo entre nosotros dos. En ti confío plenamente.

    Su marido la derrotó con sus argumentos y Anna se sometió, desde ese día en adelante, al falso embarazo y al malabarismo de esconder a la recién nacida. Colocó una pequeña almohada sobre su estómago, sugiriendo que ya estaba embarazada de seis meses. Las gruesas faldas con volantes disfrazaron y engrosaron su cintura.

    Iulián, más tarde, volvió a pasar por el mismo lugar, el camino que lo llevó a la finca de Norobod. Ahora, a la luz del día, fingiendo buscar una herramienta vieja, entró en la cabaña. Fue a comprobar que no quedaba rastro de ese amanecer que indicara que había estado allí un niño.

    Sin embargo, se sorprendió con una nota encima del miserable lecho. ¿Lo pusieron más tarde o no se había dado cuenta?

    La duda oscureció su rostro.

    La oscuridad le había impedido ver a su alrededor. No se había fijado en el papel, solo se había encargado de cuidar a la niña. Miró debajo del lecho, no había ninguna señal, pero ese papel cuidadosamente doblado lo asustó.

    Estaba escrito:

    "Esta niña es fruto de un amor prohibido, tengo que abandonarla... al destino que Dios le dará... Mamá no sabe lo que está pasando.

    Por amor, dele la bienvenida, un día serás debidamente recompensado."

    La letra de la nota, sin firmar, se había disfrazado porque, además de temblar, tenía varios matices.

    Iulián lo guardó cuidadosamente.

    La choza, sin puertas ni ventanas, era un nido de serpientes, lagartos, murciélagos y otros animales venenosos. A su alrededor reinaba el silencio, solo el siseo del viento otoñal.

    Alma campesina, astuta y prudente, Iulián comenzó a examinar el terreno y sus alrededores, buscando alguna pista porque, en realidad, lo que quería saber era si alguien lo había visto. En la fina nieve había señales de tacones de botas, algunas ramas rotas, paja aplastada y pies de caballo. Estas pistas no le dijeron nada, tal vez lo hizo un experto. Solo le dijeron que alguien, en secreto, había dejado a la niña allí y se había ido corriendo, temiendo ser descubierto.

    - Al menos espero que nadie más lo sepa; de esa manera puedo estar tranquilo con mi secreto - reflexionó.

    Satisfecho, continuó su camino hacia la finca, donde tendría que prestar servicios, para justificar su ausencia y el estado de su esposa.

    2

    LA MENTIRA

    Ima Ivanovna Sumarokov, en casa, trató de calmarse y esconder a la niña abandonada de sus hijos.

    Pavel, el segundo hijo, tenía seis años, de los tres, era el más apegado a ella, desde que nació era un niño diferente a los demás, extremadamente delicado en sus modales, rodeándola de mimos, como si fuera un principito, haciendo de todo para complacerla, demostrando su inmenso cariño.

    Pavel era uno de esos chicos que ilumina la existencia de cualquier madre. Al verla cansada o triste, le tomaba una flor o le besaba las manos y le acariciaba la cara, alisándole el cabello. Se pudo notar la preferencia que Anna tenía por él, de hecho, preferencia exclusiva, que conquistó día a día. Son estas pequeñas atenciones las que, poco a poco, van definiendo las preferencias emocionales entre padres e hijos y establecen la simpatía entre las relaciones familiares.

    Por otro lado, Iulián, el primogénito, muy parecido a su padre en temperamento y físico, afable, alegre, algo ingenuo, era un chico guapo, musculoso y tierno, tenía ocho años y parecía un hombre, imitando a su padre en todo.

    Nicolás, el más joven, era diferente a todos los demás, silencioso y serio, siendo demasiado pequeño para demostrar sus habilidades. No estaba claro a quién se parecía, era una mezcla; la cara, un poco más oscura que los demás, el pelo rizado. De todos, parecía ser el más guapo y galante con sus grandes ojos negros, sombreados por cejas largas y gruesas.

    Anna tenía una devoción maternal por los tres, pero Pavel era ese niño del corazón que ablandaba su alma y sabía cómo calmarla. En ocasiones, esta preferencia despertaba celos en los demás e incluso en el cónyuge, pero no constituía grandes problemas entre ellos. Pero su predilección no pasó desapercibida a los ojos de los otros niños y su esposo, quien a veces los miraba con fastidio, sobre todo cuando estaban juntos en esa relación en la que dos almas se unen y son suficientes, nada más interesante para ellos aislándose de los demás.

    Con la llegada de la niña, Pavel, debido a su gran afinidad con su madre y su preocupación por ella, atento a sus más pequeños gestos, sintió que ella estaba diferente ese día. Sin darse cuenta de la razón, pudo ver claramente que su madre lo evitaba, pero sus ojos negros la seguían en su trabajo, queriendo adivinar. Anna intentó por todos los medios alejarlo, hacerle pequeños recados y ganar tiempo para atender a su nueva invitada:

    - Iulián y Pavel, quiero que vayan a la casa de Larissa a buscar un puñado de harina; hoy tengo la intención de hornear pasteles - dijo, entregándoles una vasija. No lleguen tarde.

    Entre su casa y la de su amiga la distancia era larga, más de tres verstas. Calculó al menos dos horas, contando el viaje de ida y vuelta, tiempo suficiente para amamantar a la niña.

    Los dos muchachos salieron en una carroza con el cuenco y fueron seguidos por Pregóv, su perro. Al verlos desaparecer por el camino, notó que el pequeño Nicolás estaba jugando con un cachorro. Aliviada, ahora podía cuidar a la pequeña, sin temor a ser descubierta.

    Sería imposible esconder a la niña de los niños por mucho tiempo, ellos jugaban a registrar toda la casa y si lloraba en voz alta seguramente la encontrarían. Lo mejor sería llevarlos a la finca del tío Lau, para pasar unos días y así ganar tiempo.

    Anna corrió hacia el sótano. Allí estaba el bebé, los pañales mojados, era hora de alimentarla.

    A solas con la niña, la examinó de cerca. Todavía no podía identificarla, era demasiado pequeña, solo el tiempo suficiente para definir el color exacto de sus ojos y los rasgos de su rostro. No sentía una inclinación verdaderamente maternal hacia ella, solo estaba cumpliendo con un deber. Su instinto protector; sin embargo, superó cualquier sentimiento desafortunado. Era una criatura solitaria y abandonada y la necesitaba. Su generoso corazón daría la bienvenida incluso a un perro abandonado, ¡y mucho menos a un niño!

    La pobre rechazada parecía comprender su situación y lloró lo menos posible, como para no comprometer a sus futuros padres, respetando sus decisiones. Bebió las gotas de leche con avidez, luchando por sobrevivir.

    - Pobrecita, ¿cómo lo vamos a hacer? No podemos esconderte todo el día. Iulián está exigiendo mucho, podríamos decirles a los niños, no haría ningún problema - reflexionó.

    Después de amamantarla, la cambió y, calentándola, la acurrucó contra su corazón, haciéndola quedarse dormida.

    - Parece ser tan simpática, no me da trabajo - y empezó a pensar en su verdadera madre:

    - ¿Quién sería esa pobre mujer con tanto coraje para abandonar a una criatura tan frágil... ¿Quién sería...? ¡Ah! Bien podría averiguarlo husmeando, pero ¿cómo? Si no puedo irme. ¡Ah! Bien podría llamar a uno de mis amigas y especular.

    No se le pasó por la cabeza que esta chica no pertenecía al barrio, sino a alguien que vivía en la ciudad, que no estaba tan lejos. Había pocas chicas en la zona y ninguna de ellas mostraba una relación cuestionable o un aire de embarazo.

    Los pensamientos que le pasaban por la cabeza eran los más interesantes. Anna Ivanovna era una buena mujer y esposa, se había casado joven, tenía sus tres hijos y aun no había cumplido los treinta; no era una belleza, pero sus delicados rasgos le daban la apariencia de cierta nobleza. Su cabello ondulado y sedoso marrón dorado, brillaba al sol, siempre atado con una cinta de terciopelo o con un pañuelo de seda. Los ojos castaños, perfilado con pestañas largas y gruesas, amoldaban su semblante. La pequeña boca rosada, cuando estaba cerrada, tenía la forma de un corazón. Trabajadora, hizo todos los quehaceres domésticos para ayudar a Iulián, que no podía permitirse tener un sirviente; y gracias al rudo servicio y los constantes ejercicios de limpieza, se mantuvo esbelta, encontrando poco tiempo para descansar. Por la noche; sin embargo, sentía fuertes dolores en las piernas y el vientre, pero rara vez se quejaba, porque Iulián se dedicaba igualmente a trabajar en el barrio, a realizar trabajos duros y enfrentarse a los azotes de la lluvia, la nieve y el viento.

    Se fueron a la cama en el crepúsculo vespertino y se levantaban antes del amanecer; el día, para ellos, comenzaba con el amanecer. Trabajaron para ahorrar dinero y comprar su propia finca, donde cultivarían centeno y criarían aves. Este era su sueño y estaban cerca de lograrlo.

    Iulián, el primogénito, recibió sus primeras lecciones de un maestro que venía semanalmente al pueblo. Pavel seguiría al hermano ese año. Anna pasaba gran parte de su tiempo a solas con Nicolás. La llegada de la niña cambiaría todos sus planes. Ella se sintió muy inquieta. Esa mentira, en cierto modo, la desconcertó; de temperamento sincero, le gustaba todo abiertamente, pero jugaba el juego del marido al que amaba y a quien no sabía rechazarle nada.

    Trató de parecer natural, encontrando difícil disimularlo todo el tiempo, especialmente frente a Pavel. Compartía las tareas del hogar con sus dos hijos, alejándolos del sótano y manteniendo su puerta siempre cerrada, libre de sospechas.

    Fue con gran alivio recibir a su esposo por la tarde. Los chicos, al ver a su padre, corrieron a abrazarlo, era raro verlo tan temprano.

    - Papá, ¿tan temprano y ya estás en casa? - se preguntó Iulián.

    - Es solo que tenemos novedades...

    - ¿Noticias? ¡Cuéntanos, padre!

    Abrazó a Anna y, reuniendo a sus hijos, anunció:

    - Hijos míos, tendrán otro hermanito.

    Los chicos, sorprendidos por la noticia, no sabían si la noticia era buena o mala. Se podía ver en sus rostros que la sorpresa los había dejado sin respuesta. Pavel; sin embargo, fue el único que mostró una pizca de molestia; no estaba en sus planes compartir el amor de su madre con otro hermano. Instintivamente, miró el útero de su madre, que de repente había crecido y dijo:

    - Nunca te había visto tan gorda... - La abrazó y Ana lo empujó suavemente, temiendo que su hijo se fijara en la almohada.

    Recordó a una mujer gorda que tuviera gemelos. A pesar de su corta edad, sabía cómo era el nacimiento. La mujer engordó como una cerda y luego se encerró en su habitación antes de que, días después, apareciera con un bebé rojo llorando. Esta fue su concepción del embarazo y el nacimiento. A Pavel le dolía pensar que su madre engordaría tanto y luego se trancaría en el dormitorio.

    - Ahora, Pavel, esto de engordar es relativo. De repente, aparece la barriga - y salió a la casa, cuidando sus panes -. Veré el horno y si mis bollos no se están quemando.

    - Mis valientes hijos, ustedes cuidarán de su madre en mi ausencia, no dejen que suba peso y ayúdenla en todo. Si hay algún imprevisto, corran a llamarme si estoy lejos. ¿De acuerdo? Ustedes son mis hombrecitos y, con suerte, ahora viene una niña. ¿Qué tal? ¿Les gustaría tener una hermanita?

    - Eso es lo que más quería, padre, es tener una hermanita - dijo Iulián.

    - Y tú, Pavel, ¿no dices nada?

    - Me da igual. Niñas. ¡Ah! No lo sé, papá, ¡es lo mismo!

    Iulián jugaba con sus hijos y tejiendo ideas para el futuro, mientras esperaban los panes que ya olían en el horno.

    3

    MAYRA

    Iulián estaba ansioso por preguntarle a Anna por la pequeña. Esperando una señal y escabulléndose al sótano. Los chicos estaban inquietos y atentos como nunca antes. Anna los estaba esperando con una mesa llena de cosas que amaban: un cuenco de pan, miel, mantequilla, queso fresco, té caliente y kvas⁴ para su esposo.

    Esperó pacientemente a que se lavaran y comenzaran a comer. Al verlos entretenidos, desapareció discretamente. Fue al sótano para ver si la pequeña seguía durmiendo. Descubrió que ella dormía tranquilamente, tan indefensa, ajena a su entorno y su suerte. Vio que respiraba con calma y regresó rápidamente para no despertar sospechas.

    Iulián estaba entreteniendo a los niños, comiendo y contándoles historias sobre el bosque, el río helado y los animales, cuando entró Anna. Su mirada se posó en ella en muda indagación. La complicidad entre los cónyuges aumentó de tal manera que los gestos más pequeños constituían verdaderos códigos. Se había establecido una forma inesperada de comunicación entre ellos que los divertía y los acercaba. Los niños no desconfiaban de nada y estaban encantados con el nuevo comportamiento de sus padres.

    Por la noche, después que sus hijos se hubieran quedado dormidos, llevaban a la pequeña a su habitación y cerraban la puerta con llave. En esta discreta hazaña pasó una semana.

    - Iulián, ¿cómo lo llamaremos?

    - Estaba pensando en esto... ¿Qué nombre sugieres, querida?

    - Debería tener un nombre que combine con su piel suave, ¿por qué no poner Lara? - y el marido guardó silencio -. ¿No te gusta, Iulián? ¿Qué nombre tienes en mente?

    Iulián había perdido a su madre cuando tenía cinco años, pero aun recordaba su rostro. Se llamaba Mayra y él siempre soñó que, si tenían una niña, la honraría con

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