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La Era De Los Corsarios
La Era De Los Corsarios
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Libro electrónico326 páginas4 horas

La Era De Los Corsarios

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Hacia fines del siglo dieciséis los corsarios eran los amos del mundo, las batallas de caballeros en tierra firme habían dado paso a sagas legendarias que se escribirían en el mar, y es en el mar donde tiene lugar nuestra historia. El comandante corsario Giovanni ha instruido con éxito a dos discípulos, el Capitán Morrigan, de origen inglés, y el Capitán Beltran, de origen español. Cada uno con su estilo único y personal.

 Los dos jóvenes capitanes harán del mar y del océano su vida, disfrutarán de las ventajas de la verdadera libertad, ganarán riquezas sin límite, la admiración y el respeto de todos y el amor de las mujeres. Con el paso de los años se convertirán en formidables luchadores, nada sobre la faz de la tierra se les podrá interponer en su camino, se tornarán leyendas vivientes. Enfrentarán criaturas fantásticas, personajes extrañísimos y peligros que solo ellos serán capaces de vivir para contar.

 Pero algo imprevisto está sucediendo, La Era de los Corsarios está llegando a su fin, nuevos personajes sin códigos ni honor aparecen en escena, son los piratas, estos verdaderos criminales del mar sembrarán el terror, desafiarán a todos, lucharán contra todo, harán de la vida de las personas en las colonias una pesadilla y destruirán de a poco el sueño de nuestros protagonistas, el mar que ellos amaban se torna en una trampa mortal, en su enemigo, y éste enemigo es ineludible, está alrededor en todas partes.

El mundo está cambiando, ellos deberán cambiar también, una era queda atrás, otra comienza.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 dic 2023
ISBN9798223077022
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    La Era De Los Corsarios - Gustavo R. Choves

    CAPITULO I

    EL CALISTO

    En una mañana de mil quinientos ochenta y siete, el Calisto navegaba con una sola vela, la gavia, en el Golfo de México, de este modo se mantenía en la ruta por donde habría de pasar su presa y estaba listo para aumentar su velocidad desplegando las demás velas para perseguirla en caso de evasión por parte de ésta. Esperaba la llegada del Padrón, nave que transportaba personal de España al Nuevo Mundo, pero el objetivo del Calisto no era la carga o las personas abordo del Padrón sino el barco mismo, de ocho cañones a babor y ocho a estribor, iguales características que el Calisto con la diferencia de que éste tenía además ocho cañones menores encima de cada cañón,  ligeramente inclinados hacia arriba para que sus disparos caigan sobre la cubierta de la nave rival, también contaba con dos cañones móviles encima del castillo de popa que pueden disparar sobre la cubierta de cualquier nave desde una posición segura, la quilla reforzada y el espolón blindado con la finalidad de envestir a otras naves, el Calisto había sido un galeón español hasta que fue capturado y reclamado por su actual tripulación, quienes al mando de su capitán lo convirtieron en una nave invencible.

    El capitán Gregorius Morrigan, británico de nacimiento, de elegante figura y serena expresión era respetado por su tripulación como ningún otro capitán, no porque fuera excesivamente sanguinario o generoso sino por sus conocimientos en el arte de la guerra y su pericia en el manejo del sable, Morrigan no era el típico capitán de navío pirata, él  definía la piratería como una disciplina compleja y una actividad comparable con la caballería, el capitán sabía muy bien que los corsarios han sido utilizados en tantas guerras como aquellos soldados.

    Esa mañana el capitán Morrigan era el único hombre que se divisaba sobre la cubierta del Calisto, sus hombres estaban agazapados esperando las órdenes de su comandante, éste era el procedimiento de rutina, el plan era esperar en la ruta de sus víctimas, acercarse a su nave, abrir fuego y saltar al abordaje, el clásico método pirata no variaba a bordo del Calisto pero al mando del capitán Morrigan lo que marcaba la diferencia eran los detalles. Con su catalejo en mano el capitán observaba por donde habría de llegar la nave, cuando la divisó bajó la lente, respiró profundamente, miró hacia su contramaestre el sueco Borg y le indicó:

    —Avisa a los hombres que hay cambio de planes.

    En efecto, la nave en cuestión no se trataba del Padrón sino del Crucero, nave de transporte que había sustituido al Padrón, el Crucero no sólo estaba mejor equipado para satisfacer las necesidades de los viajeros transoceánicos sino que tenía el doble de tamaño que la nave que planeaba capturar Morrigan, armada con doce cañones a babor y a estribor, el casco acorazado y una tripulación acostumbrada a repeler ataques de piratas famosos planteaba varios inconvenientes, para empezar el Calisto tendría que desplegar sus velas para igualar la velocidad del Crucero. De todos modos el capitán Morrigan estaba dispuesto a capturar ese barco, los artilleros esperaban a estar a distancia de disparo, pero el Crucero tenía mayor rango de fuego y como reconoció al Calisto disparó primero, doce cañonazos, algunos dieron en cubierta otros en el casco de la nave, no hubo bajas, la mayoría de los disparos se perdieron en el agua del océano, el Calisto aún no estaba lo suficientemente cerca para abrir fuego, el Crucero disparó de nuevo, seis cañonazos, uno impactó en cubierta, otro en el espolón, sin dañarlo, el resto pasó silbando el aire o dieron en el agua, el crucero se guardaba de ésta carga seis disparos para apuntar mejor al casco del Calisto, pero antes de poder disparar se escuchó la orden del Capitán Morrigan de abrir fuego y los ocho cañones de babor dispararon contra el Crucero, todos los impactos dieron en el casco, el Crucero logró responder con dos disparos los cuales dieron contra el casco del Calisto, los impactos balancearon a la nave de Morrigan de estribor a babor lo que les sirvió para tomar impulso y acercarse al Crucero más rápido de lo planeado dejando una estela que describía la forma de una media Luna, durante esta maniobra el Calisto disparó de nuevo sus ocho bocas de fuego con éxito contra su presa la cual ya evidenciaba principio de incendio en sus cubiertas de artillería, Borg ordenó a los corsarios que se encontraban agazapados a babor que dispararan sus armas contra los defensores del Crucero quienes ya habían sufrido numerosas bajas y habían advertido que la batalla no sería fácil, los hombres del Calisto obedecieron con la inmediatez de costumbre, los cañones móviles ubicados sobre el castillo de popa dispararon contra los defensores que esperaban el abordaje con armas a dos manos, mucho perdieron la vida en este ataque. Cuando el Crucero estaba en condiciones de abordaje el capitán dio la orden de que así se hiciera y tres decenas de corsarios saltaron al abordaje, cayendo sobre cubierta donde los esperaban los maltrechos marinos españoles quienes presentaron dura pelea como podían mientras sufrían el constante ataque de los cañones del castillo de popa del Calisto, otra decena de corsarios saltaron sobre la cubierta del Crucero, los corsarios daban cuenta de los marinos defensores con relativa facilidad y las bajas de éstos se contaban por medio centenar mientras que los corsarios solo habían perdido doce hombres, los que saltaban al abordaje eran los más hábiles con el sable de abordaje mientras que el resto abría fuego desde la cubierta del Calisto.

    Los defensores estaban perdiendo la nave, el contramaestre Argil salió del castillo de proa donde conferenciaba con su capitán y el artillero, en ese momento los cañones del castillo de popa del Calisto dispararon contra el de proa del Crucero, Argil alcanzó a advertir a sus oficiales mayores pero estos no pudieron salir a tiempo y murieron en la explosión, el nuevo capitán del Crucero mandó seis marinos a custodiar el castillo de popa y se dirigió con sable en mano contra los corsarios, dos se le cruzaron en el camino y los despachó a ambos con golpes tan rápidos como la vista, otro cayó al enfrentarlo con su pistola, un cuarto recargaba la suya y corrió la misma suerte, otro fue sorprendido, Argil cargó sus pistolas y disparó contra los hombres a bordo del Calisto, Borg lo notó, ordenó que lo cubrieran y saltó al Crucero dispuesto a enfrentar a su capitán pero éste lo recibió con un golpe ascendente de su sable hiriendolo en el pecho, bajó con fuerza el mismo y cortó el muslo izquierdo del sueco, se dispuso a terminar con el oficial del Calisto con un tercer golpe  al abdomen de su adversario cuando un disparo de pistola le desvió el sable y solo hirió al contramaestre del Calisto en su hombro izquierdo, Argil dirigió la mirada al Calisto y divisó al mismísimo capitán Morrigan con una de sus pistolas en mano, con su semblante calmo enfundó la pistola, desenvainó su sable oriental en desafío al comandante defensor.

    Cuando los marinos del Crucero vieron al capitán Morrigan a bordo de su nave dos le salieron al encuentro, Morrigan los evadió con un movimiento rápido y se abalanzó contra Argil quien lo recibió con un golpe ascendente como el que utilizara para poner fuera de balance al sueco Borg pero Morrigan lo detuvo y contraatacó con una serie de golpes cruzados de su sable y obligó al capitán del Crucero a retroceder, siguió la secuencia con una estocada profunda que Argil apenas pudo evitar. Lanzó otra y otra y otra andanada de golpes curvos, cuando su oponente estuvo a menos de un metro del palo mayor Morrigan esgrimió un golpe bajo que hirió las piernas de Argil, con su puño izquierdo golpeó la quijada del marino con tal fuerza que sonó el ruido de huesos rotos, Morrigan giró sobre sí mismo a gran velocidad y con una estocada final clavó a su oponente contra el gran palo mayor del Crucero.

    La tripulación del Crucero se rindió al perder a su último oficial, los hombres de Morrigan los reunieron en la bodega de carga  mientras otros comenzaban con el inventario del cargamento del navío, Morrigan había dispuesto que Borg se hiciera cargo de comandar al Crucero hasta su destino y puso a un tercio de la tripulación del Calisto a su mando, de pronto se presentó Voldo requiriendo la presencia del capitán de vuelta en el Crucero, Voldo era uno de los hombres mas respetado a bordo del Calisto, mas aún que el sueco Borg, Voldo era un inmenso africano de dos metros de altura dotado de una musculatura impresionante y era quien se encargaba de disparar los cañones situados sobre el castillo de popa del Calisto y cuando combatía en tierra esgrimía una gigantesca cimitarra turca con la que cortaba a sus oponentes con la misma facilidad con la que Morrigan cortaba una pieza de pan. La razón por la que había requerido la presencia se reveló inmediatamente cuando el negro y el capitán llegaron al castillo de popa del Crucero, un joven espada en mano y una mujer con aspecto de oso guardaban celosamente la entrada a la habitación que daba a babor, cuando Morrigan los encaró el joven le advirtió:

    —¡Si pretendes poner tus manos sobre la Señorita Joanna tendrás que batirte conmigo!

    —¿Quién eres tú? —inquirió el corsario.

    —Armando Castellanos —respondió el joven.

    El capitán Morrigan miró por sobre el hombro de Armando y alcanzó a divisar el lujoso vestido de viaje de una joven, Morrigan ya sabía de que se trataba el asunto, y preguntó:

    —¿Es que tanto vale vuestra señora que su padre pretende que mueras por ella para no pagar rescate?

    —¡Vale más que tu reputación! —gritó Armando levantando su sable.

    Morrigan desenvainó el suyo y lo cruzó con el del joven.

    —Ya veremos lo que vale mi reputación —respondió el corsario.

    Armando desvió el sable del capitán y lanzo una estocada de esgrima y tres ataques profundos contra Morrigan, el corsario retrocedió, se plantó donde estaba y respondió con un golpe curvo de su sable, el joven hizo lo mismo, Morrigan le respondió con una estocada y siguió con una embestida, Armando saltó hacia atrás y contraatacó con una serie de golpes que sorprendieron al corsario, éste giró sobre sí mismo y lanzó un golpe bajo a las piernas del joven, Armando saltó sobre el sable del capitán y extendiendo su pierna izquierda en el aire pateó la cabeza del corsario arrojándolo al suelo, Morrigan no volvería a subestimar a su adversario, se incorporó y lanzó una serie de estocadas combinadas con golpes curvos tan veloces que obligaron a Armando a retroceder desesperadamente  varios metros contra el castillo de popa del Crucero, Morrigan lanzó otro golpe bajo y esta vez acertó al muslo izquierdo de su oponente, otro golpe curvo al hombro y una patada al pecho que lo arrojó contra la pared donde quedó irremediablemente acorralado y vencido, con el sable del capitán en su garganta gritó:

    —¡Qué esperas! —¡Termina de una vez!

    El corsario lo desarmó con un movimiento rápido y lo derribó con otro, Voldo se encargó de él, el capitán Morrigan se dirigió a la puerta del castillo de popa donde lo esperaba la mujer de considerable volumen físico, ¿sería un problema, como una osa protegiendo a su osezno?, la mujer no tardó en demostrarlo, se lanzó contra el capitán y lo abrazó como aquel animal al que recordaba su aspecto con tal fuerza que los brazos del corsario se hundieron en su cuerpo y comenzaron a crujir, Borg que acababa de abordar la nave disparó con su pistola contra la mujer hiriendola en un hombro, pero ésta no se inmutó, la joven que se resguardaba en el castillo de popa se abrió paso entre los corsarios, se dirigió hacia la borda de estribor y exclamó:

    —¡Es suficiente! —¡Abordaré con usted a su nave! —Seré su prisionera hasta que se pague rescate como es la costumbre de vuestro oficio.

    CAPITULO II

    LA BESTIA

    Cristóbal, conocido como el terror de los mares, era la antítesis del capitán Morrigan y en verdad era la antítesis de cualquier hombre que haya existido, el único motivo aparente para vivir que tenía Cristóbal era la muerte y la destrucción, hombre experto en esta tarea había mandado a pique a más de veinte navíos, españoles, franceses, ingleses, piratas, era indiferente para él. Para los extranjeros Cristóbal era más un mito que una realidad, en verdad no sabían que pensar de él, pero para los corsarios de la región Cristóbal era un personaje conocido, alguna vez había sido un mercader modesto que capitaneaba su nave, Danubio, en sus viajes a través del océano, en una época poco favorable para su empresa Cristóbal llevaba su nave en viaje desde España hacia Isla de Cuba cuando fue atacado y abordado por un conocido pirata de esa época.

    Hacía dos años que La Bestia había aparecido, al mando de Cristóbal quien se dedicó a vagar por el océano e interceptar naves de cualquier origen que encontrara en su peregrinaje a ningún lado, las autoridades habían enviado dos flotas a darle caza pero ambas fueron destruidas al enfrentar a Cristóbal, quien parecía invencible, quien se convirtió en el terror de los mares, de quien se decía que había hecho un pacto con el Diablo para sembrar la muerte en los mares y el temor en el corazón de los marinos.

    Aquella noche La Bestia fue avistada cerca del puerto de la flota del Almirante Bermúdez en el Golfo de México, el almirante había ordenado el despliegue y la alerta de todas sus naves, dieciséis en total, galeones, corbetas y fragatas, Bermúdez creyó estar de suerte, Cristóbal caería en sus manos por su propia arrogancia y se presentaba una oportunidad inmejorable de acabar con él, el almirante no creía en las cualidades sobrenaturales o místicas atribuidas a Cristóbal y a La Bestia, y descreía que el navío tuviera un aspecto fantasmagórico y el doble del tamaño de su nave más poderosa pero sabía que estaba armado con catorce cañones a babor y a estribor.

    Esa noche cuando el primer navío avistó a La Bestia todas las luces del puerto se apagaron repentinamente, las de los muelles, las de los astilleros y las de los locales aledaños por igual, solo la Luna iluminaría la batalla. En efecto cuando la nave El Bastión dio la alerta las luces de a bordo de todas las naves se extinguieron, el mar se había cubierto de una extraña neblina que apenas permitía el paso de la luz del astro nocturno y un reconocible olor a muerte se sintió en el aire. El plan del almirante Bermúdez era sencillo pero efectivo enviaría a todas sus naves en dirección a La Bestia, estas descargarían sus cañones contra la nave de Cristóbal y se dirigirían a tomar cada una su posición predeterminada alrededor de la nave enemiga para luego de tenerla cercada y dañada pudieran exigir la rendición y llevar a los piratas a la horca.

    El primer paso de la operación constituía en divisar a La Bestia, este paso se cumplió cuando El Bastión dio la alerta a la flota y junto a su nave escolta, el galeón Gibraltar, retrocedía hacia su posición frente al puerto donde la flota se preparaba para hacer su movimiento desplegando la estrategia de Bermúdez, quien a bordo del galeón Buenaventura dirigía la flota paso a paso, una vez que La Bestia entrara en la trampa la flota se movería a rango de fuego nave a nave, pero de repente se escucharon cuatro estruendosas explosiones provocadas por la nave de Cristóbal la cual había lanzado cuatro bolas de fuego desde sus cañones contra El Bastión haciéndolo estallar en pedazos, el siguiente fue el Gibraltar el cual sufrió el mismo destino impactado por cinco disparos de La Bestia, el almirante estaba sorprendido, no solo por la potencia de la nave enemiga sino por su alcance, de inmediato ordenó a sus naves ponerse en marcha y así lo hicieron, una a una se dirigieron hacia La Bestia, la nave era realmente majestuosa, descomunal, era la nave de batalla más formidable que el almirante había visto en su vida, bajo la luz de la Luna la nave de Cristóbal se veía en su totalidad gris con todas sus velas desplegadas avanzaba frente a la costa disparando sus bolas de fuego hacia las naves del almirante a medida que se acercaban a ella, era realmente impresionante ver esas llamaradas encender el oscuro aire de la noche,  iluminar a su objetivo y hacerlo estallar como un barril de pólvora que es impactado por una flecha de fuego. El Caribe y la fragata Corregidor fueron las primeras naves en tomar posición frente a la nave de Cristóbal y fueron recibidas por la artillería del pirata muerto, le siguieron El Destello y La Elegante, destruidas cada una de las fragatas por tres impactos de las llamaradas de La Bestia, la cual ya se encontraba frente a la nave del almirante hacia la cual se dirigía a media velocidad, dos naves de la flota pasaron a babor y a estribor y cuando estuvieron a distancia de fuego dispararon siete veces una y ocho la otra, doce balas de cañón dieron en el blanco, La Bestia respondió con cinco descargas a cada una destruyendo a ambas naves, las explosiones iluminaron al oscuro Buenaventura, el rostro del almirante reflejaba su estado de asombro, un minuto atrás la nave enemiga había sido ferozmente impactada pero no sólo no presentaba señales de daño sino que respondía al fuego destruyendo a sus atacantes, dos corbetas cerraron el paso de la nave fantasma, dispararon sus cañones y recibieron la estruendosa respuesta, una con cinco impactos en el casco voló en pedazos por los aires y la otra con dos impactos en la popa se incendió al instante como una hoja de papel quemada por la llamarada de una vela, La Bestia viró y pasó frente al Buenaventura sin abrir fuego contra esta nave, las llamas del galeón que se hundía frente a la escena le permitió al almirante Bermúdez ver en la borda de la nave pirata una figura humana, era el mismo Cristóbal en persona, con su respetable estatura, su vestimenta más elegante, su cabello largo, su barba corta y su bigote grises no por sus sesenta años vividos sino por la extraña visión que representaba aquel hombre entre el humo de la flota devastada y la neblina que seguía la estela de su nave, el almirante llegó a levantar su pistola, pero antes que apuntase hacia el pirata éste desenvainó su sable, lo esgrimió al viento y una ráfaga de aire cortó el sepulcral silencio y dio en el pecho del segundo oficial del Buenaventura quien se encontraba parado junto al almirante, la ráfaga le abrió el pecho, Bermúdez lo vio desplomarse, ahora sí, el desconcierto se había apoderado de aquél hombre de mar pero no le impidió disparar su arma contra el corsario, acertó en el corazón de Cristóbal, ante la expectante mirada del almirante su herida se cerró en segundos, cuando La Bestia se encontraba a prudente distancia dando la popa al Buenaventura el almirante Bermúdez ordenó que se disparasen los ocho cañones de babor contra el navío de Cristóbal, los ocho disparos dieron en el blanco, la popa entera de La Bestia voló en pedazos tan rápido como se reconstruiría cinco segundos después frente al testimonio de los marinos sobrevivientes.

    CAPITULO III

    EL CRUCERO

    El Calisto y su presa, el Crucero navegaban hacia la fortaleza de los corsarios en Isla Tortuga, el Calisto guiaba y el Crucero le seguía, la ley de los corsarios ordenaba que toda nave capturada, todo su cargamento inventariado, su tripulación y sus eventuales pasajeros debían ser transportados de regreso a la fortaleza donde el capitán de la nave y el administrador de la fortaleza, en aquel tiempo un hombre de inmejorable reputación, como corsario por supuesto, conocido como El Genovés, decidían el destino de todos aquellos componentes de interés, la nave por lo general era reparada y reclamada por los piratas quienes lo vendían a cualquier corsario  que estuviera interesado en la nave en cuestión. En cuanto al cargamento era distribuido en partes proporcionales entre la administración, el capitán de la nave y la tripulación, la fortaleza se quedaba con el diez por ciento, el capitán con el veinte por ciento, los primeros oficiales con el diez por ciento y el resto se distribuía entre todos los hombres de la tripulación, este aspecto de la economía de los corsarios era de estricta aplicación y su violación era castigada con la muerte, de este modo se aseguraba que cada hombre supiera de antemano la parte del botín que le correspondía y se evitaban los conflictos entre los hombres de mar.

    Otro rubro importante en la ganancia de los corsarios era el cobro de rescate por los pasajeros y por los tripulantes de la nave capturada, por lo general el rescate cobrado por la tripulación no alcanzaba a cubrir los gastos de alimentación de la misma, pero el rescate por los pasajeros casi siempre dejaba jugosos dividendos, los prisioneros eran retenidos hasta por dos meses antes de ser arrojados al mar en caso de que no se pagase el precio del rescate.

    Esa mañana el capitán Morrigan luego de asegurarse que las reparaciones al Calisto estuvieran terminadas hizo llevar a la principal prisionera del crucero a su cabina, Voldo entró cinco minutos mas tarde con la mujer y la dejó en presencia de su capitán. La joven era una doncella de una belleza deslumbrante, una figura increíblemente torneada, cabellera rubia y rostro angelical. Morrigan se tomó su tiempo para admirarla y cuando la joven le clavó la mirada al corsario este le explicó la situación:

    —Señorita, me presento, soy Gregorius Morrigan, capitán de esta nave de bandera pirata llamada Calisto—.  Lamento informarle que ha caído usted en mano de los afamados corsarios de la Hermandad de Isla Tortuga, y que debo interrogarla para obtener la información que requiero para determinar cual será el monto del precio de rescate que pediremos para devolverla a salvo con vuestra familia—.  Decidme cuál es vuestro nombre, el de vuestra familia y quién pagará rescate por vuestra libertad—Morrigan pronunció las palabras solemnes.

    La joven lo contempló y con marcada indiferencia de respondió:

    —Mi nombre es Joanna Weiss, soy hija de Abraham Weiss y estoy segura que mi padre pagará por la suma que le pida, pero le pido que sea comprensivo con mi anciano padre, él no está acostumbrado a tratar con gente como vos.

    Estas palabras lastimaron los oídos del corsario, quien como sucede de vez en cuando guardaba más que compasión por las jóvenes cautivas. El capitán siguió:

    —¿Vuestro padre es Abraham Weiss, el judío mercader de Portugal?

    —Así es —respondió la joven.

    Morrigan estaba intrigado, ¿por qué el próspero mercader del Reino de Portugal enviaría a su hija al continente del Nuevo Mundo?, ¿Estaría la joven mintiendo sobre su parentesco, poniendo en juego su vida?

    Lo que Morrigan sabría recién un año después es que Abraham Weiss se encontraba hacía seis meses que se había instalado en Yucatán, las razones que se daban a los curiosos variaban mucho, eran sólo rumores del viejo mundo. La verdad es que el portugués había prometido a su hija en matrimonio a un conde de Castilla, quien luego de ser puesto en vergüenza con el florete por la propia Joanna se las había arreglado para expulsar al judío de la península. Abraham emigró al continente americano a salvar su fortuna continuando con sus negocios en México, ahora el hombre había mandado a buscar a su hija para que se reúna con él en Yucatán.

    A bordo del Crucero, al mando del sueco Borg, quien se recuperaba de sus heridas continuaban las reparaciones, Morrigan quería que la nave estuviera en buenas condiciones al llegar a la fortaleza, la tarea no era sencilla, varia cubiertas presentaban principios de incendio por los impactos recibidos del Calisto, la tripulación debía ser mantenida en la bodega de popa y la mercadería que se encontraba allí transportada hacia la bodega de proa donde era inventariada, los hombres caídos de ambas naves eran sepultados en el mar donde habían vivido, las cubiertas limpiadas una por

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