EL ENIGMA DEL RELOJERO DE KIRKWALL
l comienzo de la Segunda Guerra Mundial no resultó nada halagüeño para el arma submarina alemana. Su inferioridad material era evidente. Únicamente contaba con 57 sumergibles, de los que solo 26 estaban capacitados para operar en aguas atlánticas. Los demás eran costeros. Para colmo de males, el mismo 3 de septiembre, fecha de la declaración de guerra por parte de Gran Bretaña y Francia, el submarino U-30 hundía al paquebote británico SS-Athenia tras confundirlo con un crucero auxiliar. Ello no solo contravenía la Declaración de Washington sobre ataques a naves mercantes en vigor, sino que 28 de los 112 muertos eran norteamericanos, lo que despertó una oleada de indignación entre los intervencionistas del otro lado del Atlántico. Una oleada que recordaba, aunque fuese de lejos, lo ocurrido el 7 de mayo de 1915 con el RMS Lusitania durante la Gran
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