La literatura primero, y el cine con rotundidad después, han contribuido a alimentar nuestra fascinación por la figura de piratas y corsarios. Sus épicas batallas, las astutas argucias atribuidas de manera casi indefectible a su proceder, el constante desafío a la autoridad en el que parecen vivir o los exóticos refugios en los que encuentran resguardo entre fechoría y fechoría, son ingredientes de una narrativa que culturalmente tenemos interiorizada cuando pensamos en esos señores de la mar. Evidentemente, sus historias también lo son de muerte y destrucción, de vidas condenadas a la huida y al miedo a ser ajusticiados.
Canarias, territorio marino estratégico, está especialmente conectada con la piratería atlántica, con una potente presencia propia en el Caribe, viéndose alcanzada también por aquella piratería mediterránea que ponía su foco en el radio de influencia del Estrecho. Nuestro objetivo es navegar a través de este fenómeno histórico y sus principales hitos en Canarias, pero hacerlo posando nuestra mirada en los hechos aparentemente enigmáticos que formaron parte de los mismos.
Es una obviedad que, como en tantos otros asuntos, la ignorancia es la norma en relación al verdadero alcance que la piratería tuvo en Canarias. El archipiélago desempeñó un destacado papel en este fenómeno poliédrico, donde el comercio internacional encontró confluencias con actividades propias de mercenarios e incluso terroristas, llegando a crear alianzas en apariencia imposibles.
ATAQUES A LAS ISLAS
La realidad del corso, la piratería y los ataques navales para Canarias es reveladora, creando, por ejemplo, espacios históricos únicos como las fortificaciones impulsadas por Felipe II para proteger las islas, fortalezas que influyeron en la configuración de las ciudades. O también poniéndonos en contacto con algunos personajes reales nacidos en Canarias que ejercieron la piratería