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La vida secreta de Adolf Hitler
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Libro electrónico93 páginas1 hora

La vida secreta de Adolf Hitler

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Durante muchos años, pocas certezas se tuvieron sobre la vida íntima, las creencias personales, la familia y la niñez de Adolf Hitler, el colosal dictador de Alemania que en algún momento vivió como vagabundo y artista fallido en Viena. Poco se sabía también sobre su verdadera actuación en la Primera Guerra Mundial como soldado regular, o los pormenores de su ascenso al poder, cuando se enamoró perdidamente de su sobrina de 21 años. Su maquinaria propagandística lo había repintado todo con gloriosos colores. Algunos de sus biógrafos más importantes han atribuido su celo casi obsesivo por borrar su pasado a su mente de experto propagandista. Irónicamente, si ha habido algún personaje en la historia estudiado hasta el mínimo detalle no sólo por los historiadores, sino también por médicos, psicólogos, artistas, sociólogos y hasta arquitectos, es justamente él. Originalmente fue sólo un niño sobreprotegido por su madre, un artista idealista y fracasado. No es ésta otra historia de la Segunda Guerra Mundial —sobre la cual ya se ha escrito abundantemente— sino sobre aquello que el Führer quisiera que se hubiera olvidado para siempre: su intimidad, su camino hacia la locura y la historia de sus últimos días.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 sept 2023
ISBN9798223040798
La vida secreta de Adolf Hitler

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    La vida secreta de Adolf Hitler - Libros de México Editores

    Presentación

    Durante muchos años , pocas certezas se tuvieron sobre la vida íntima, las creencias personales, la familia y la niñez de Adolf Hitler, el colosal dictador de Alemania que en algún momento vivió como vagabundo y artista fallido en Viena. Poco se sabía también sobre su verdadera actuación en la Primera Guerra Mundial como soldado regular, y los pormenores de su ascenso hacia la cumbre del poder político, cuando se enamoró perdidamente de su sobrina de 21 años, Geli Raubal. Su maquinaria propagandística lo había repintado todo con gloriosos colores. Hasta el final de su vida, Hitler hizo todo lo posible por ser un símbolo, pero desaparecer como persona. Antes de suicidarse en el búnker de Berlín, su orden final fue que lo incineraran para que nadie pusiera mano sobre él, ni los rusos ni los historiadores.

    No es por tanto ésta otra historia de la Segunda Guerra Mundial —sobre la cual ya se ha escrito abundantemente— sino del hombre, un ciudadano austriaco que antes de ser el responsable de la Segunda Guerra y el Holocausto, tuvo como todos una infancia y una juventud, un padre y una madre, y sobre todo, un momento en que nació libre de culpa, como cualquier ser humano. A principios de siglo, como muchos alemanes, pasó una juventud llena de conflictos y estrechez económica, además de su complicada vida psíquica y amorosa. ¿Fue Hitler, como se pregunta el historiador Ian Kernshaw, una consecuencia natural de la historia de Alemania, o una aberración? Muchas personas que lo conocieron en su juventud, en refugios y casas de asistencia no pudieron recordar haberlo visto años después, cuando las riendas de Alemania y de Europa estaban en sus manos. Algunos de sus biógrafos más importantes como Joachim Fest han atribuido su celo casi obsesivo por borrar su pasado de la vista del público a su mente de experto propagandista. Irónicamente, pasada su época y momento de poder, si ha habido algún personaje en la historia que ha sido estudiado hasta el mínimo detalle no sólo por los historiadores, sino también por médicos, psicólogos, artistas, sociólogos y hasta arquitectos, es justamente él. Lo cual es de entrada la más grande jugarreta del destino para un hombre que montaba en accesos incontrolables de cólera cuando alguien publicaba una foto de su familia o sacaba a colación algún aspecto de su juventud.

    Como todos los grandes líderes, Hitler fue el producto de fuerzas más grandes que él, pero supo asimilarlas y lanzarlas contra el objetivo adecuado con la promesa de solucionar los problemas de su gente de forma definitiva, recurriendo a dos ingredientes esenciales para su fórmula: el miedo y la admiración. Hitler logró que una sociedad ilustrada, avanzada y culta como lo era Alemania se sumiera en la barbarie y el genocidio. Para quienes estudian los movimientos de masas resulta de particular interés, incluso un misterio, cómo Hitler, que no pudo haber hecho nada por sí mismo, pudo aglutinar y conducir la voluntad de toda una nación —descartando la ridícula noción de que estaba poseído por el diablo, o la simplista explicación de que estaba loco. Como se ha señalado en distintas ocasiones, de no existir las innumerables cintas que muestran el entusiasmo y la histeria que Hitler despertaba en la gente en sus apariciones públicas, tal vez hoy sería difícil aceptar que, efectivamente, el führer gozaba del apoyo de buena parte de los alemanes.

    El psiquiatra Gustav Jung —que en alguna ocasión intentó hacer que un respetable galeno declarara loco a Hitler— después de verlo dirigirse a la multitud, observó cómo Hitler, a diferencia de Mussolini, a quien Jung veía como un simple humano, se podía confundir con el alma colectiva de su nación, y ser poseído por su inconsciente colectivo (...) no sólo por el inconsciente colectivo de una nación, sino de una raza entera (...) él los representa a todos, él habla por ellos. Y si para hacerlo grita, es porque una nación entera, una raza entera, se está expresando a través de él. Por su parte, Hitler escribió: La lucha permanente es la ley de la vida, aquél que quiera vivir, debe pelear. Uno puede asumir con confianza de que con esas palabras no se estaba refiriendo solamente a asuntos militares; sus palabras estaban motivadas por el camino tortuoso que, como muchos alemanes, tuvo que recorrer en las complicadas primeras tres décadas del siglo veinte.

    A pesar de los años transcurridos, Adolf Hitler es uno de los nombres y rostros que a la fecha sigue despertando los más fuertes sentimientos entre la gente: repulsión, incredulidad y en algunos casos fanatismo. Originalmente fue simplemente un niño sobreprotegido por su madre, abusado por su padre, y más adelante un artista idealista y fracasado. Es el camino hacia la locura —que comenzó aquel día en que ordenó a toda la nación jurar lealtad hacia él, y sólo a él— y de sus últimos días de lo que trata este libro.

    PRIMERA PARTE  — ORÍGENES

    De esta forma he trazado el retrato del joven Hitler lo mejor que he podido a partir de mis recuerdos. Pero de la pregunta que entonces no nos hacíamos ni expresábamos, y que colgaba sobre nuestra amistad, aún no he podido encontrar la respuesta: ¿Qué quería Dios de esta persona?

    August Kubizek, amigo de la infancia de Hitler, The Young Hitler I Knew

    EL HIJO DE ALOIS Y Klara

    Uno de los mayores retos a los que se enfrenta el biógrafo de Adolf Hitler es la reconstrucción de sus primeros años con base en las no muy abundantes fuentes y testimonios, casi siempre filtrados a través de su actuación futura. A partir del tercer cuarto del siglo XX, los historiadores comenzaron a poner mayor énfasis en los años formativos de la infancia y la adolescencia de las grandes figuras —en la medida en que estuvieran al alcance de ellos— si no para hacer un psicoanálisis, sí para tratar de entender las fuerzas que moldearon a los adultos en los que se convirtieron. Bosquejar objetivamente los orígenes del Führer requiere una labor detectivesca —la objetividad ha quedado oscurecida, a pesar del relativamente poco tiempo que ha transcurrido desde su muerte, no tanto por falta de información, sino por dos posturas igualmente radicales: la primera la forman quienes ven en él desde niño a un monstruo en ciernes, el mal encarnado, una especie de anticristo psicológica y espiritualmente lisiado, relatado bajo la peor luz posible más de cincuenta años de haber caído en desgracia. Al otro extremo están los simpatizantes y la propaganda nazi que sobrevive en forma de revisionismo en varios tomos que han aparecido recientemente sobre su vida, que lo muestra desde su temprana juventud como un adolescente fuerte, determinado y brillante en camino a convertirse en uno de los más grandes líderes de su siglo, no peor que otros estadistas de su época. En esta reconstrucción hay que lidiar además con el testimonio del propio Hitler y la exagerada glorificación que hace de sí mismo en su autobiografía e ideario titulado Mi lucha, escrito en la prisión de Landsberg.

    La historia comienza en un pueblito del sur de Austria llamado Strones, actualmente borrado del mapa. Ahí

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