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Mi historia: 50 memorias de cincuenta años de servicio
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Libro electrónico440 páginas5 horas

Mi historia: 50 memorias de cincuenta años de servicio

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«Siempre buscamos lo mejor de las personas y nos centramos en desarrollar su potencial para el beneficio de todos. Las crisis no nos pararán y los obstáculos no nos frenarán. La duda no nos hará titubear ni nos detendrá. Así construimos una nación, como verás en estas memorias».
Esta importante colección de anécdotas y recuerdos del jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum se publica con motivo de sus cincuenta años en el servicio público, que comenzó con su nombramiento como ministro de Defensa de Dubái en 1968.
Estas historias cuentan la visión que hay detrás del vertiginoso crecimiento de Dubái, desde un pequeño y bullicioso puerto comercial hasta una metrópolis internacional en el corazón del comercio global. Relatan la evolución de los Emiratos Árabes Unidos desde un ideal compartido hasta una nación donde más de 195 nacionalidades conviven y trabajan en paz, armonía y prosperidad. Y nos revelan los puntos de vista de un hombre cuyo impulso, determinación y voluntad de triunfar se han convertido en leyenda.
Dentro de estas historias se esconde el corazón del jeque Mohammed como hombre de estado, jinete, poeta y líder. Se han escrito con la intención de inspirar e informar a las nuevas generaciones de lectores, y para celebrar los logros de esta joven y dinámica nación y de la gente que la forjó.
Esta celebración de una vida de servicio está inevitablemente incompleta. Como el mismo jeque Mohammed indica, todavía hay mucho por hacer. Sin embargo, solo el registro de los primeros cincuenta años forma parte de un notable legado.
Otros títulos escritos por el jeque Mohammed y publicados por Explorer son Zayed, Reflexiones sobre la felicidad y la positividad, Flashes of Verse (Destellos de poesía) y Two Great Leaders (Dos grandes líderes).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 sept 2019
ISBN9781785965241
Mi historia: 50 memorias de cincuenta años de servicio

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    Es emotivo , inspiracional, habla de el ser humano su relación con la naturaleza los demás hombres y los animales y como el esfuerzo del sí mismo y el trabajo en equipo con un líder dará el mejor de los resultados.

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Mi historia - Mohammed bin Rashid Al Maktoum

01

Desde los comienzos hasta donde estamos hoy

El 6 de diciembre de 2017 es un día que recuerdo especialmente bien. Me levanté temprano, pero no desayuné hasta después de las once porque la mayor parte de la mañana la dediqué a un proyecto nuevo y apasionante: uno que llevaría a nuestra nación en una nueva e inesperada dirección. Me gusta fijar objetivos porque creo que el desarrollo y la evolución llegan cuando exiges lo «imposible». Está muy bien tener la mirada puesta en el horizonte, pero es solo cuando miramos más allá de él que nuestra imaginación se despierta para obtener verdaderos logros.

Este nuevo objetivo era verdaderamente especial y estaba dispuesto a usarlo para avivar la imaginación de la gente. Quería que el mensaje fuera claro: nada es imposible, ninguna barrera se interpondrá en el camino de nuestra nación ni en nuestro espíritu de superación.

Habíamos trabajado en secreto en el desarrollo de este proyecto durante varios años. Formamos nuestro equipo, desarrollamos nuestra capacidad e impulsamos alianzas internacionales. Nos habíamos embarcado en un viaje nuevo y ambicioso: potenciar nuestras habilidades en el campo de la ciencia. Ese día más tarde, anuncié el proyecto a más de 15 millones de seguidores en las redes sociales: enviar a los primeros astronautas de los EAU a la Estación Espacial Internacional.

En casa de mi abuelo el jeque Saeed bin Maktoum Al Maktoum en 2018

Fue la culminación de más de una década de trabajo para implantar una infraestructura integrada de ciencias del espacio, ingeniería espacial y operaciones de misión. Ya habíamos comenzando nuestra misión de enviar una sonda espacial sin tripulación a la órbita de Marte y anunciamos el desarrollo de la primera ciudad del mundo que simularía las condiciones climáticas de nuestro planeta vecino. El proyecto Marte 2117 tiene el objetivo a largo plazo de crear una ciudad habitable y sostenible en el planeta rojo.

Habíamos desarrollado el primer programa de fabricación del satélite árabe con la capacidad de diseñar, construir y controlar nuestros propios satélites, y desarrollamos una comunidad en continuo crecimiento de ingenieros, científicos espaciales y técnicos emiratíes. Ahora enviaríamos a nuestros astronautas a llevar a cabo experimentos científicos en la Estación Espacial internacional: experimentos diseñados por instituciones académicas de los EAU para fomentar nuestra comprensión y conocimientos científicos. Teníamos unas metas firmes para que nuestros astronautas lograran algo más que simplemente embarcarse en un viaje. Vi las reacciones de la gente a la noticia y observé un aumento significativo de felicidad y orgullo por nuestra nación. Los jóvenes en particular se entusiasmaron con la idea. Teníamos una nueva meta, lo sabía, pero también sabía que esto era solo el principio. Aquella preciosa mañana, con nuestra mirada puesta en el espacio, mi mente retrocedió a mis propios comienzos. ¿Cómo habíamos llegado tan lejos?

Nací en la casa de mi abuelo, el jeque Saeed, en Al Shindagha. Recuerdo las paredes de arcilla mezclada con piedras coralinas entre las que pasaba el aire fresco, las habitaciones de techo bajo, el patio y las habitaciones

Me gusta fijar objetivos porque creo que el desarrollo y la evolución llegan cuando exiges lo imposible

Lanzamiento de la misión Emirates Mars Mission en 2015

de mis padres y hermanos. Recuerdo a mi abuelo con su gran barba y cara sonriente. El recuerdo que tengo suyo es el de un hombre que se ganó el respeto por su buen corazón y fe firme. En cierto modo, la historia de Dubái comienza con él ya que él contribuyó a la diversificación de la ciudad y a la búsqueda de nuevos mercados. Abrió nuevas rutas de comercio en Dubái y abrió la puerta a la prosperidad. Pero su mayor logro fue su relación con el pueblo. Él los quería y ellos le querían a él, muchísimo. Decían que solía despertarse antes del Fajr (oración al amanecer), iba a un pozo lejano, llenaba un gran cubo de agua y lo llevaba a la mezquita para que los devotos pudiesen realizar el Wudu (ablución) antes de rezar. Mi abuelo nunca juzgó ni gobernó con miedo, solo con gran amor y compasión. En el majlis (Parlamento) compartía su sabiduría y escuchaba las quejas de sus conciudadanos, y se aseguraba de que la justicia prevaleciera. Quizás por esto su recuerdo vino a mi memoria el día que anunciamos que enviaríamos a los primeros emiratíes al espacio exterior, ya que la piedad y el amor nunca se olvidan ni se borran con el tiempo.

Casa del jeque Saeed bin Maktoum Al Maktoum en Al Shindagha

El día que falleció, yo tenía casi nueve años. Dio su último aliento poco después del Fajr, con mi padre a su lado. Recuerdo el lamento de las mujeres y el llanto de los hombres. Nunca pensé que vería llorar a aquellos orgullosos hombres. Recuerdo que las banderas ondeaban a media asta y las grandes multitudes le dieron el último adiós en su lugar de descanso. Su imagen permanece grabada en mi memoria: antes del Fajr, con su cubo de agua esperando a su gente en la mezquita.

Abu Rashid, ¡nos enseñaste cómo servir al pueblo! Que Dios se apiade de tu alma.

02

Una lección de muchas, del rey de reyes

Aniversario que marcó los 2500 años de la fundación del Imperio Persa en 1971

Él es el rey de reyes. Él padece y todo lo demás perece. Ningún alarde durará para siempre, puesto que la grandeza solo pertenece a Dios.

Como un poeta dijo una vez:

¿Dónde están los proclamados reyes de Yemen,

y dónde están las coronas y tiaras decoradas con joyas?

¿Dónde están los edificios que Shaddad levantó en Irán,

y dónde está el imperio que los sasánidas gobernaron en Persia?

¿Dónde está el oro que Qarun poseyó una vez,

y dónde están ‘Ad y Shaddad y Qahtan?

Se dice que los reyes de la Tierra son cuatro: Nimrod, Bakht Nasr, Dhul-Qarnayn y Salomón, el más grande de todos. Se dice que una vez un hombre intentó detener el desfile del rey para hablar con él, pero los guardias del rey se interpusieron y le echaron para atrás.

Él gritó: «¡Oh, rey! Al profeta Salomón le detuvo una hormiga. Él se detuvo y habló con ella. ¿Soy más despreciable que una hormiga? ¿Y Dios le aprecia más a usted que a Salomón?».

El rey se bajó de su caballo, fue hacia el hombre y habló con él.

He recordado con frecuencia estas líneas con los acontecimientos de los últimos años, los cuales también me han remontado a una experiencia valiosa y clave de mi juventud. Cuando mi padre, el jeque Rashid, fue proclamado gobernante de Dubái, empecé a acompañarle a las reuniones internacionales. Fui con él a visitar a Mohammad Reza Pahlavi, el sah de Irán, «emperador» o Shahenshah («rey de reyes»), como él se proclamó más tarde sentado en su Trono del Pavo Real.

Tenía 11 años. No entendía mucho de la mareante grandeza ni de los elementos que utilizaban los reyes para distinguirse de su gente.

Hasta el día de hoy, sigo desconcertado por la necesidad de algunos líderes de infundir en su pueblo el engaño de tal distinción de clases: la idea de que ellos son los elegidos, idea que los aleja de la ciudadanía hasta aislarse en sus propias cárceles autoimpuestas.

Volví a ver este deslumbrante mundo en 1971 cuando visité al sah para celebrar los 2500 años de la fundación del Imperio Persa. Los iraníes gastaron más de 100 millones de dólares, una cantidad descomunal en aquella época y equivalente a unos 750 millones de dólares hoy en día, en una ceremonia grandiosa en la antigua ciudad iraní de Persépolis. Fueron invitados a esta ceremonia jefes de estado de todo el mundo. Casi 60 carpas cubrían más de 64 kilómetros, en medio de las cuales se instalaron grandes pabellones reales situados en un exuberante jardín, construido para la ocasión. Chefs franceses prepararon platos de carne de pavo real, servidos en porcelana de Limoges, y las bebidas se ofrecían en vasos de cristal de Baccarat. Cientos de soldados estaban presentes, vestidos con sus trajes históricos de Persia que reflejaban el esplendor real.

La gran celebración de los 2500 años de la fundación del imperio Persa en 1971

Disfruté de la ceremonia, los espectáculos y hablar con los invitados y asistentes. También pude ver a los ciudadanos iraníes, los más pobres y necesitados, que vivían en las calles. Reafirmó mi impresión de aquella primera visita cuando era niño: que la reluciente opulencia que disfrutaba el líder se hacía a expensas del pueblo.

En aquel momento, Dubái era todavía una pequeña ciudad de medios limitados y la vida era dura para muchos, pero mi padre no vivía en un palacio. Comenzaba su día muy temprano, reuniéndose con gente y haciendo seguimientos de los proyectos con los trabajadores e ingenieros, consultando y asesorando al ciudadano, con una comida sencilla con sus invitados. Tenía un despacho encima del muelle en el Dubái Creek, donde los veleros árabes descargaban sus mercancías. Era un hombre modesto. Los que le visitaban solían pensar que era un trabajador más. Los ingenieros de proyecto incluso le llamaban «el capataz», por sus frecuentes y constantes visitas. Mi padre y el sah mantenían una buena relación, y le visitó en muchas ocasiones, pero existía un evidente contraste entre las vidas de los dos hombres.

Después de la ceremonia, aquella paradoja nunca se fue de mi mente. No podía imaginarme al jeque Rashid sentado en el Trono del Pavo Real con una corona en la cabeza. Distaba mucho de eso; él era más simple, más cercano a su pueblo. Sí, el secreto de ser un líder de éxito es estar cerca de tu pueblo. Esta es la lección más importante de todas.

Deseaba entonces que el sah hubiese echado un vistazo a su alrededor con un poco más de sensatez. Durante las dos décadas anteriores, varios tronos y monarquías, que pensamos que serían inalterables, fracasaron a su alrededor. En 1952, el ejército egipcio había liderado un golpe militar contra el rey Farouk, quien abdicó y huyó al exilio. En 1958, el rey Faisal de Irak fue asesinado junto con otros miembros de su familia. Cuatro años más tarde, el imán Muhammad Al Badr fue destituido en Yemen y en 1969, el rey Idris de Libia fue derrocado en un golpe militar liderado por Muamar al Gadafi ¿Estos precedentes históricos habían pasado desapercibidos?

El rey de reyes no dio mucha importancia a estos cambios tan rápidos y confió en el apoyo británico y estadounidense en vez de confiar en el amor de su pueblo. Era distante, le preocupaban sus palacios y su disparatado estilo de vida. En 1979, solo ocho años después de aquella gran celebración, el rey de reyes perdió el Trono de Pavo Real tras los altercados y manifestaciones que tuvieron lugar en su país, que derivó en una revolución islámica organizada por los mullah. Debido a la falta de apoyo de sus antiguos amigos, el sah huyó de su país a Egipto.

Como suele ocurrir en países devastados por la revolución, los revolucionarios se convirtieron en un tipo diferente de «reyes», y nombraron a sus países «repúblicas» en lugar de «monarquías». Igual que los anteriores reyes o emperadores, construyeron palacios majestuosos para ellos mismos y vivieron lejos del pueblo rodeándose de aquellos que aplaudían sus logros.

Años después, en 2004, me dirigí a estos últimos líderes árabes diciendo: «Vosotros trajisteis la revolución; ahora continuad haciendo cambios en la economía, construcción, reconstrucción y provisión de una vida decente para vuestro pueblo. Cambiad, o vosotros seréis cambiados. He sido testigo de esto antes y puedo verlo venir de nuevo».

Desafortunadamente, no escucharon. Sus países entraron de lleno en la oscuridad, la revolución, el desorden y el caos que llevó directo a un daño aún mayor. ¿Dónde se encuentran los EAU y estos países

El dominio solo pertenece a Dios. La grandeza solo pertenece a Dios

hoy en día? ¿Dónde están Zayed y Rashid y su sueño de la Unión de los Emiratos Árabes Unidos, y dónde está el rey de reyes y sus iguales hoy en día?

Existe una diferencia fundamental entre nuestro gobierno y el de aquellos países, y es la proximidad a nuestro pueblo, siendo modestos y asegurando su felicidad. Esta es la pequeña diferencia entre prosperidad y colapso, éxito y fracaso, decencia y deshonor.

03

Durmiendo con escorpiones

Tenía siete u ocho años cuando mi padre comenzó a llevarme al desierto a visitar a uno de los ancianos de la tribu Manasir, Humaid bin Amhi, para aprender el arte de la caza. Humaid no vivía cerca del agua como el resto de los beduinos, sino que vivía apartado en el desierto junto a un camello, un halcón, un perro de caza y tiendas, junto a su mujer; una mujer cuya fortaleza todavía recuerdo con asombro. Tenía fuerza para llevar la leña, la leche de los camellos y sacrificar y cocinar las ovejas sin ayuda, además de otras habilidades de caza y cetrería que había conseguido dominar. Todavía recuerdo la comida que solía preparar cuando no estábamos de caza: un pan consistente horneado bajo el carbón y las cenizas y que comíamos con mantequilla y miel. Lo acompañábamos con leche de camello. Era una comida deliciosa que disfrutaba junto al frío del desierto en invierno.

Mi padre acostumbraba dejarme con Humaid varios días. Gracias a él aprendí a cazar con halcones y perros y me enseñó el movimiento, las costumbres y muchos trucos sobre el camuflaje de los animales. Me enseñó cómo caza un depredador y cómo los débiles son derrotados.

Por ejemplo, no sirve de nada intentar cazar conejos cuando están comiendo porque huyen. Se pueden atrapar mucho más fácilmente cuando se ocultan bajo la tierra. En verano, excavan madrigueras más profundas y descansan entre los arbustos que asoman en la arena. La mejor forma de cazar conejos es seguir el rastro que dejan hasta las madrigueras. Pueden escapar saltando de manera cautelosa, como si fueran un algodón en la arena, hacia su lugar de descanso sin dejar ningún tipo de rastro que los enemigos puedan seguir. Solo un experto en estas especies y sus costumbres, y del desierto y el movimiento de sus arenas, puede detectar estas leves pisadas.

Con Humaid bin Amhi, uno de los ancianos de la tribu Manasir

También aprendí mucho, gracias a Humaid, sobre halcones y sus costumbres, sobre perros de caza y su naturaleza. Puedes entrenar perros para que cacen ciervos salvajes y, al mismo tiempo, entrenarlos para que convivan con el ciervo que has criado. Puedes entrenar a un ciervo para que paste con las ovejas y que no tenga miedo del perro cazador. Muchas personas, por ejemplo, no saben por qué los beduinos siempre ponen el halcón en sus brazos y lo elevan hasta el nivel del ojo. Lo hacen porque el halcón siente el peligro si está por debajo de otro animal; el águila es el enemigo del halcón y ataca desde arriba. Por eso un halcón atacará a cualquier pájaro que vuele por encima de su cabeza.

Después de un día cazando y aprendiendo, nos reuníamos alrededor del fuego para cenar y hablar durante horas. Aquellos recuerdos de momentos bonitos, apasionados e incluso dolorosos siguen grabados en mi mente.

El calor de la cama en medio del frío desierto es algo inigualable. Solía despertarme varias veces por la noche debido a los picotazos de pequeños escorpiones. Parecía que los escorpiones también buscaban

No todo lo que te hace daño es malo. A veces el dolor nos enseña y nos protege

el calor de mi cama. Me despertaba de dolor, mucho dolor. Entonces Humaid me acercaba al fuego y ponía ceniza en la herida para reducir y absorber el veneno. El calor de la ceniza también aliviaba el dolor, que regresaba cuando se enfriaba.

¿Te imaginas despertarte tres o cuatro veces por la noche agonizando de dolor? ¡Siempre era yo el que recibía las picaduras de los escorpiones! ¡El único!

Con el tiempo supe que existían dos razones. La primera era mi culpa: no había prestado atención a los consejos de los beduinos de comprobar la cama antes de dormir en el desierto. La segunda era que Humaid solía coger 10 o 12 escorpiones jóvenes ¡y los metía en mi cama adrede!

Quería que me hiciera inmune a las picaduras letales de los escorpiones. Tenía razón: hasta ahora, sigo siendo inmune al veneno del escorpión. No todo lo que te hace daño es malo. A veces el dolor nos enseña y nos protege.

Hace unos años, estaba en el desierto persiguiendo un escorpión grande que se metió entre unos pequeños arbustos y se volvió hacia mí. Di un paso atrás sin darme cuenta y me picó.

No me gustan los chismosos y conspiradores. Son tóxicos, te incitan a actuar contra la humanidad, destruyen la moral grupal, subestiman los logros y solo se centran en lo negativo sin ver lo bueno en los demás. Son hipócritas, personas de dos caras conducidos por la ira y los celos

Me vendé la pierna y puse ceniza y agua caliente sobre ella. Sobreviví a la picadura, gracias a la simple sabiduría de Humaid y a la misericordia de Dios.

Es más sencillo manejar a los escorpiones del desierto que a sus equivalentes humanos. Los escorpiones del desierto solo buscan el calor por la noche y, en vez de atacar, prefieren irse cuando el frío empieza a desaparecer. Solo pican cuando sienten peligro. Al escorpión humano, sin embargo, le encanta morder y hacer daño. Se dice que los escorpiones humanos viven en la Tierra en forma de chismosos y conspiradores, que molestan a las almas, destruyen relaciones y subvierten el espíritu de comunidades y equipos. No me gustan los chismosos y conspiradores. Son tóxicos, te incitan a actuar contra la humanidad, destruyen la moral grupal, subestiman los logros y solo se centran en lo negativo

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