Historia y Vida

HEREDEROS DE LA INFAMIA

Hitler no tuvo hijos. Se ignora si por decisión propia o por alguna imposibilidad fisiológica. El dictador cultivó una imagen pública de hombre dedicado en cuerpo y alma al gobierno de la nación, un padre para todos los alemanes, sin tiempo para formar su propia familia (la relación que mantuvo con Eva Braun fue convenientemente ocultada). El resto de los líderes nazis, sin embargo, sí tuvieron descendencia. Cumplieron con su deber de “buenos alemanes”, contribuyendo a aumentar la tasa de natalidad del Reich, como deseaba el Führer. La mayoría formaron familias numerosas, con cinco (Hans Frank, Joachim von Ribbentrop), seis (Joseph Goebbels, Albert Speer) y hasta diez hijos (Martin Bormann).

¿Cuál fue el destino de estos descendientes? ¿Cómo se enfrentaron al hecho de ser los herederos de unos criminales de guerra responsables del exterminio de millones de inocentes? La mayoría de estos vástagos crecieron durante el régimen nazi. Vivieron, pues, una infancia acomodada, rodeados de todo tipo de privilegios bajo la protección de sus poderosos padres. Eran niños formados en la ideología racista del nazismo, que desconocían los crímenes de sus padres o que, si lo sabían, no eran capaces de entender la dimensión de la barbarie por culpa del marco normativo y moral en el que habían sido educados.

Negación, justificación, condena, culpa, rechazo… Las reacciones de esos descendientes, cuando se enteraron de los crímenes perpetrados por sus progenitores (a quienes, en la mayoría de los casos, no volvieron a ver, dado que se suicidaron o fueron ejecutados), fueron diversas, dependiendo del grado de proximidad afectiva, la edad que tenían cuando terminó la guerra, la relación con sus madres y el nivel de fanatismo de estas y su capacidad para distanciarse emocionalmente de sus progenitores.

Algunos negaron las acusaciones y dedicaron su vida a defender la memoria de sus padres y de la propia ideología nazi. Otros asumieron con culpa, dolor y vergüenza

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