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Tela de araña
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Libro electrónico455 páginas7 horas

Tela de araña

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En 'Tela de araña', el novelista José Ruivary traza un fascinante relato cuyos personajes se enfrentan a lo más primitivo del ser humano: el deseo de sobrevivir a cualquier precio.

Una novela de intriga, llena de aciertos literarios, en la que un uso elegante de expresiones y vocablos clásicos se mezclan sin pudor al hecho de contar historias cruzadas con habilidad magistral. Obsesiones, fatalidades, existencias atormentadas y acontecimientos obsesivos... Un relato profundo y emocionante sobre las oscuras fuerzas que signan el destino de los hombres.
IdiomaEspañol
EditorialCelya
Fecha de lanzamiento24 jul 2023
ISBN9788418117831
Tela de araña

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    Tela de araña - José Ruivary

    JOSÉ RUIVARY

    TELA DE ARAÑA

    Colección Lunaria, 45

    TELA DE ARAÑA

    © De los textos

    Jose Ruivary

    © De la imagen de cubierta:

    Karef Iris Ruiz de las Varillas

    © De la edición CELYA

    Apdo. Postal 1.002

    45080 TOLEDO (España)

    Tel. 639 542 794

    www.editorialcelya.comcelya@editorialcelya.com

    1ª edición: septiembre, 2012

    ISBN: 978-84-15359-21-0 Dep. Legal: TO. 412-2012

    Imprime CELYA

    Trabajo subvencionado con una de las Ayudas para Iniciativas Culturales de la ONCE en su edición de 2012.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Con cariño y respeto a mi esposa Raquel y a mis hijas Reichell y Karen, a mis hermanos Jesús María, Cesar Miguel y Francisco Javier, a Adela Blanco, Pedro Gil, Rosa María Durán García, Enrique Herranz, a Juan Ramón García de la Calva, Karmele Quintana, Javier Zorrilla, al insigne matemático Juan Medina Molina de la UPCT, Alex Tobalina Losa, Ing. Francisco Varillas Trelles, Santiago Silván, Mario Szichman, Nestor Ikeda, a los profesores Jaime Tucto Ruiz y Luis Ramirez Salinas, al Doctor Luis Castaño Seiquer, al Doctor Oscar Pimentel Cam, a María Medina Barriga y Marta Jiménez de la Universidad de Sevilla, al incombustible profesor Félix Billar, al profesor Pablo Hurtado de la Universidad de Extremadura, María Carpintero (U P V), Mar Pulido Vicente y Estibaliz Zubiete Aranoa.

    En reconocimiento, a monseñor Esteban Puig, rector de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo y a Dean Blazie, de Blazie

    Engineering, división de Freedom Scientific.

    América. Bullente escenario de retóricas dolientes. Como tal nacida de un ultraje –antes fue postrero paraíso de sangrientas miserias humanas–.

    Su ser mestizo es su estigma. Su alma primigenia se ahoga castrada por la retórica de los dominadores. Nada es unívoco en América…, o al menos, en la América que respira y siente, en la América del alma en las entrañas, del Sonco.

    Aun así algo bueno tiene el fruto del ultraje. Merced a la lengua del ultrajador América es permeable. Bien es cierto que sólo para una retórica criolla, precisamente aquella que posee la fuerza… del fuego que arrebata vidas. Aún más, fuerza que en conflictos a pequeña escala culmina el genocidio. Armas que sirven para enfrentar a miembros de una misma etnia entregadas por negociantes que desean vender los recursos en poder de seres desnudos.

    Siempre es lo mismo si bien los personajes poseen identidades distintas. Siempre el dinero, de lo legal o lo ilegal, más bien de esto último, se encuentra al final del ovillo que se engancha al gatillo. En la América del español no hay sino individuos que pululan en una sola lengua y tantas intenciones como ellos son. El área más grande de la tierra en la que se hable un mismo idioma materno. Del Rio Grande a Ushuaia. Bajo esa lengua se articulan el ‘progreso’ y el abuso flagrante del ser humano.

    En esta gran puesta en escena encontramos la deriva de los personajes de la Tela de Araña. En los rincones de la retórica del dominador. Donde el más insignificante de sus miembros culebrea por salir del fango en el que por el azar ha sido relegado. Inmundos seres que degeneran en Lumpen y echan a suertes su vida a diario. Qué otro recurso les queda que ‘tirar p’alante’.

    En la América de los fuertes sólo entran unos pocos. Los dineros del petróleo, el oro, las piedras preciosas y todo aquello que pueda desenterrarse o cortarse, nunca el mar proporcionó grandes réditos, son para unos pocos que se visten con costosos trajes y regalan palabrerío. El lastre de su inmenso territorio y sus múltiples fronteras ha sido demasiado pesado para dar lugar a creaciones del ingenio como las de Europa o los vecinos del norte. Nunca existió masa crítica para motivar la acción creadora de lo útil porque nunca se percibió como tal dentro de cada frontera.

    Y llego la cocaína. Y llegaron otros emprendedores por otras vías con poder como los que basan el suyo en el fetiche de la ley. Estos no pertenecen al grupo de los primeros, no aparentemente, y acortan los procedimientos de toma de decisiones. Siempre hay prisa y nunca garantía de que los acuerdos se respeten. Esa apariencia de estar al margen no siempre queda clara para los peces gordos, para ello está la morralla. Para ello están Larrauri, Estrada, Arana y Macías. Victimarios de otra morralla nunca sabrán a quien sirven de verdad. Aunque, qué más dará. Al alguien hay que servir en esta vida.

    Getxo, a 4 de junio de 2012: Juan Carlos Castillo, Antropólogo. Euskal herriko Unibertsitatea.

    Primera Parte

    Capítulo 1

    BUENOS AIRES: 25 DE FEBRERO DE 1981

    Rina Mazzola parpadea enceguecida. Es que le choca de plano en los ojos el resplandor de un rayo de sol que se descuelga desde lo alto de la ventana del dormitorio. La bella mendocina cierra los párpados, mueve la cabeza de izquierda a derecha y vacila un instante. Aun cuando lo intenta, Todavía está enredada en los postreros ataques de somnolencia. Al fin, después de mucho dudar, consulta el reloj de la mesilla de noche. Al ver la hora, hace un gesto de fastidio, parpadea de nuevo, acopia aire en los pulmones y lo desaloja por la nariz y la boca. Al cabo de unos segundos de respirar y expulsar el aire a bocanadas, se siente más relajada; entonces se despereza estirando los brazos y las piernas. Luego descorre las telarañas del cerebro, abre mucho los ojos, parpadea, cierra los ojos y bosteza varias veces. Sus ojos son oscuros, grandes y achinados. Su rostro es de rasgos finos y de una piel muy tersa y cuidada. Su agraciado rostro conserva rasgos de una belleza bravía y a la par sofisticada. Es una mujer atractiva y bien formada, de risa fácil y buen temperamento.

    Habitualmente suele responder con una carcajada espontánea y cantarina, incluso a los babosos que en el boliche donde canta y baila le arrojan los comentarios más groseros.

    A través de los vidrios de la ventana entreabierta penetra la claridad solar y el aire de la mañana. En el interior de la alcoba, en el baño y en la sala, huele a tabaco y a esencias de perfume francés.

    En el siguiente intento, Rina estira las piernas, retira las cobijas con los pies y salta ágilmente de la cama. Se detiene unos instantes frente al espejo del armario ropero y se embelesa en la contemplación de su espléndido cuerpodesnudo desplegado ante el azogue. Lo primero que le acude a las mientes es que se ve bien y eso le agrada y es una buena señal para empezar el día. Maquinalmente, entorna los párpados y compara lo que ve con lo que le encantaría ver. Hasta cierto punto, sería excesivo calificarla como una figurita de pasarela o una de esas bellezas esculturales, pero carente de alma. Ella es una mujer muy atractiva. Su piel es muy suave y su cuerpo es espigado y fibroso. Sus carnes son prietas, propias de una mujer que cultiva su cuerpo mediante el ejercicio físico. Llaman la atención su cintura de avispa y sus curvas peligrosas –como pregonan sus admiradores.

    Podría afirmarse que está satisfecha de su cuerpo y consigo misma. Sin embargo, si de su cuerpo y de sus cualidades humanas está satisfecha, de lo que le rodea y forma parte de su realidad cotidiana, habría que decir que si no es que está asqueada, al menos alberga muchas dudas y cada vez con más frecuencia.

    A veces le gustaría atreverse a decir, basta, mandar al infierno su trabajo, sus relaciones y lo que le rodea, pues sólo acrecienta la sensación de vacío y de frustración que a veces le hace bordear la nostalgia y la depresión. Es así que le entran ganas de largarse muy lejos de Buenos Aires e incluso de la Argentina y...

    En definitiva, ya no aguanta más y un día será capaz de decir basta, romper con su pasado y emprender otros rumbos. ¿Será verdad? ¿Será posible? Cree que sí, que sólo es cuestión de tiempo y de afirmarse en sus ideas. Es que la atractiva mendocina está convencida de que merece mejor suerte. En el fondo de su conciencia, está segura de que vale mucho más de lo que la gente de su círculo afectivo opina. En suma, ha asumido que está infravalorada, pues se considera dotada de unas apreciables dotes como intérprete de la canción criolla y bailarina de salón.

    No suele dedicar mucho tiempo a la meditación; menos aún a lamentarse de sus reiterados errores y hacer de su pasado un monumento al paraíso perdido.

    Cuando recapacita en lo que pudo ser y no es, bien que de tarde en tarde y porque está aburrida o atacada de melancolía, las conclusiones a las que suele llegar son bastante desastrosas. El que no le guste mucho detenerse a meditar, para nada significa que sea y que se considere una mujer superficial o una cabeza hueca. Lo que sucede, como ella dice, es que lo que más detesta es ‘llorar sobre la leche derramada’.

    Eso, sí, demuestra un gusto especial por vivir como una reina y adora las cosas bellas. Siempre suele decir a quien le pregunta, en lo que respecta a sus gustos masculinos, que le parece apropiado que una mujer hermosa como ella esté rodeada de hombres dotados de atractivo físico comparable. También asume que la belleza de carácter es muy importante. Desde luego, en lo que respecta a su amante más o menos oficial (y representante artístico o lo que sea), está muy lejos de acercarse al modelo ideal de hombre y equidista milenios de responder a la otra belleza, a la que aspira una mujer cuando el modelo de belleza masculina sería de difícil encaje en sus expectativas.

    En resumen: su modo de vida actual equidista años luz respecto a los sueños que había ido forjando desde la adolescencia. Encima, el hombre que ocupa la porción más importante de su existencia presente, el gran Pito Españi, es la antítesis de su príncipe azul. En cuanto a su palacio de cristal, pues ha quedado reducido a un modesto departamento en la avenida Hipólito Irigoyen, en el centro de Buenos Aires.

    Mención aparte merece su amante y representante artístico, el indefinible Pito Españi. El mentado siempre parece dispuesto a fastidiarlo todo, a convertir una linda velada en la antesala de un velorio, a fundirse su plata y confundir sus ideas. Si se empeñase en hacerlo peor todavía, es posible que lo lograse, para su desgracia.

    A principio ella estaba dispuesta a perdonarle y aceptarlo, e incluso llegaba a desearlo cuando él la deseaba. Pero hace tiempo que las circunstancias han ido cambiando, para mal, Hasta que las reiteradas decepciones han hecho mella en sus relaciones. De la entrega inicial sin condiciones, ha derivado a los celos y de estos al hartazgo y de ahí a una blanda indiferencia. Al cabo de tantos intentos fallidos, tantas ilusiones rotas y tantas tachas en el calendario, no le ha quedado más remedio que entrar en el carrusel de las excusas, luego al de las mentiras, más tarde a jugar a las evasivas y a ver sus relaciones de diferente manera. Como cualquier mujer aburrida y desencantada, está a un milímetro de renegar de su forma de vida presente, de su pésima suerte, de su hombre y de lo que le rodea.

    Ahora atraviesa una de esas etapas en las que la pesadumbre puede con todo, se le quitan las ganas de hacer cosas y coquetea con la depresión. Sus perspectivas de un futuro mejor para ella son más bien tan deprimentes como la realidad presente. El éxito que tanto ha anhelado, brilla por su ausencia. Y como corolario final, le pesa en la conciencia malgastar su talento, de poseerlo, cantando y bailando en salones de barrio o en boliches de mala muerte. Si fuera una puta profesional, estaría más valorada y seguro que le iría mejor. De un tiempo a esta parte, las más de las noches suele terminar la fiesta en la habitación de un hotel o en un departamento privado, fornicando con cualquier baboso, de los que tienen plata, que paga lo suyo por acostarse con ella.

    ...la experiencia me ha enseñado que lo increíble forma parte de la realidad. Dice para sí, pensando que todavía está a tiempo, que es una mujer muy atractiva, hermosa, joven y que cabe un giro de ciento ochenta grados de la fortuna en su favor.

    La última noche que ha dormido con un hombre (con su hombre, con su mal hombre) podría calificarla de extraña. Hace más de tres horas que su amante oficial y representante, el impredecible Pito Españi, abandonó el departamento a la carrera, como si alguien le persiguiese, sin ofrecerle una excusa y menos una explicación coherente.

    Lo chocante del caso, es que a lo largo de la semana apenas si han coincidido unos minutos en un par de ocasiones. Por lo mucho que han discutido y lo poco que han conversado, llega a la conclusión de que su amigo estaba demasiado nervioso y más irritable de lo que en él es habitual.

    ...Mi querido pelotudo alzó vuelo bien tempranito. ¿Qué diablos le pasará? Desde hace unos días lo veo medio raro. Bueno, pues que se vaya a freír papas y me deje en paz.

    El haber aceptado la tutela y protección de Españi, ni de lejos fue su más atinada decisión y lo más agradable que pudo ocurrirle. La historia comenzó alrededor de tres años atrás, cuando ella arribó a la ciudad de Buenos Aires. En esa época, confiaba en su talento, estaba cargada de ilusiones y esperaba triunfar en la canción criolla. La pena fue que pasó por alto que había salido de su tambo, en la provincia de Mendoza, con la cabeza sobrada de sueños, con un cuerpo muy atractivo, una belleza agreste tentadora, sin plata en los bolsillos y sin una persona de confianza que se ocupara de ella en la capital. Tampoco tuvo en cuenta lo que implicaba el hecho de ser una jovencita demasiado ingenua y provinciana todavía no maleada.

    De las promesas iniciales de apoyo a las segundas obligaciones, su representante artístico demoró lo justo en cercenar sus ilusiones, exigir pagos a cuenta, enviarla de acá para allá de cafetín en cafetín, de prueba a prueba (más de piernas que de voz y talento artístico), hasta que vio cómo iba descendiendo peldaño a peldaño en su dignidad y en sus esperanzas de triunfar en una urbe monstruosa.

    En menos de un año de ir de mal en peor, de entrar por una puerta que no llevaba precisamente a la fama, sino a la cama del productor o el mecenas de turno, consiguió (y no era poco) contratarse de bataclana en los hoteles del amor y como cantante de relleno en un cabaret de cuatro pelos.

    Desde entonces, ha ido regalando tangos y piernas a todo quisque en una interminable rueda de vientos contrarios. Y como le recuerda su representante: Más valé que te conformés, porque si no es por mí, podías estar mucho peor. Recordá que yo te saqué de la Villa-miseria de Bajo Flores, donde fuiste a recalar. ¿Lo recordás? De las Villa-miserias no se sale, así, nomás. Pues de no ser por mí, ahorita estarías tumbada en el arrollo, serías la barragana de un pelado o te habrían metido un balazo.

    Con el transcurso del tiempo, ha ido aparcando los sueños, desconfía hasta de su sombra y, para peor, los negocios de su incompetente representante, van mermando sus ilusiones, la bolsa, la voz, e incluso sus apetencias sexuales. Para complicar más la situación, su amoroso padrino, su lindo benefactor, el gran Pito Españi, es un atorrante de porquería, como representante artístico no vale una mierda, le aloca la plata fácil, no sale de un embrollo cuando ya está metido en otro y se ha vuelto un receloso de mucho cuidado y un gruñón insoportable.

    Lo más delirante de la historia, y a pesar de los desastrosos antecedentes, es que Rina reconoce que está amarrada de pies y manos a su hombre, a su mal hombre. A veces le odia a muerte; en cambio, en otras ocasiones estaría dispuesta a entregar la vida por él. En más de una oportunidad ha llegado a preguntarse si le habrá hecho un filtro de amor o si estará embrujada. De lo contrario, sería de locos tratar de entender lo que acontece con ella y con Pito Españi.

    Dicho de otro modo: Españi es un cero a la izquierda como hombre, como representante artístico, como amante y como compañero. También es un incorregible embustero, un lenguaraz de mucho cuidado, un delirante fanfarrón y un antipático insoportable. En la cama hace lo justo y exige más de lo que entrega. Rina Mazzola está muy confundida. Le cuesta Dios y ayuda entender si le ama o si sigue con él porque necesita sentirse protegida. Si transcurren varios días sin verle, está que rabia de celos, le entran deseos de arrancarle los ojos a la ladrona de turno y matarle a él; aunque al punto se arrepiente y le añora, y eso es lo lamentable. Si le viniese en gana, podría conseguirse los amantes que quisiera, y mucho más amorosos. Entonces, si la realidad es tan deplorable como la pintan sus amistades y como ella misma la experimenta, ¿por qué permanece a su lado? La conclusión es que el neuquino le ha suministrado una pócima de amor. De ser cierto, ella desconoce cómo encontrar el antídoto y desatar el amarre.

    En cuanto a Pito Españi, Rina si no es la mujer de su vida, al menos es mucho más que su pupila favorita. Cuando los negocios le pintan en bastos (circunstancia harto frecuente) su Rina suele rescatarle de la quiebra e impide que sus acreedores le proporcionen un buen escarmiento.

    El camaleónico Pito Españi es un cero a la izquierda como representante artístico; no obstante, en su profesión de protector (o sea, de proxeneta), se desempeña con diligencia y conoce los entresijos de su oficio a la perfección. Con ella, al igual que con sus otras chicas, tensa la cuerda siempre que le conviene o la somete a un juego de dependencias y celos, deberes y amenazas no tan sutiles.

    En definitiva, Rina, que ya no aguanta más, según dice, lo mismo le odia, cree sentirse relegada, como arrebatada de pasión. De cualquier manera, enamorada, embrujada o engañada, está claro que bajo la protección de Españi, su futuro como artista es más que cuestionable, lo mismo como barragana y como amante.

    Para echar más leña al fuego, la situación empieza a ser muy preocupante en lo que concierne a Españi, como consecuencia de los embrollos en los que anda metido, en especial desde hace cosa de un año o año y medio.

    En los prontuarios de la policía metropolitana de Buenos Aires, figura la ficha de Españi con los siguientes datos: varón, mestizo, de unos treinta años de edad; tez cetrina; alrededor de 182 centímetros de estatura; delgado, hombros caídos; el pelo negro y lacio; ojos color de plomo; nariz ganchuda; pómulos pronunciados; boca un tanto torcida, como consecuencia de haber sufrido algún tipo de parálisis facial en la infancia. Ha sido detenido numerosas veces acusado de tráfico de carne blanca, difusión de material pornográfico y conducta deshonesta. Ha cumplido condenas por delitos menores en prisiones de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.

    Desde hace no se sabe cuántos meses, ejerce de chivato y alcahuete extraoficial para el Comisario del Distrito 11, Isaías Venetti.

    La policía metropolitana sospecha que el neuquino negocia cocaína en los aledaños de los hoteles de La Florida, San Cristóbal, La Recoleta y San Isidro. Si las sospechas son veraces y no simples rumores, lo cierto es que todavía no han querido o no les ha interesado atraparle. A este respecto conviene indicar que su principal fuente de ingresos, consiste en nutrir los hoteles del amor con delicias provincianas, paraguayas, bolivianas e incluso exóticas polinesias e hindúes.

    En definitiva, Carlos Javier Españi es un jugador de fortuna, un tipo camaleónico y escurridizo que casi a diario bordea el abismo y baila en la cuerda floja. Cuando está a punto de precipitarse al abismo, por arte de birlibirloque o porque la fortuna está de su parte, recupera el equilibrio y prosigue su marcha, aunque en perpetuo estado de provisionalidad.

    En cuanto a lo que concierne al reclutamiento de carne femenina, es, sin ningún género de duda, un aventajado profesional que sabe ofrecer a sus clientes lo que le piden. En su contra pesa que se pasa de embustero, lenguaraz y fanfarrón, le gusta pavonearse, le vuelven loco los carros de lujo, y, la mayor parte de las veces despilfarra en las apuestas clandestinas lo que recauda de sus pupilas. Sus flancos débiles son la impericia en el manejo de las armas de fuego, el desagrado por los puñales y que sólo pelea de frente si está en situación ventajosa.

    En lo que respecta a sus chicas, suele mostrarse muy duro y en algunas ocasiones incluso cruel. De cuando en cuando, si alguna de las "hetairas a su cargo osa rebelarse o es reticente a la hora de atender a los clientes, ningún remilgo demuestra en propinarle una golpiza, por aquello de atemperar los ánimos y servir de ejemplo a las compañeras. En previsión de que le metan en problemas, siempre lleva consigo una cuchilla automática y su pequeño revólver.

    –Oyéme, loquita. Vos no sabés con quién te la jugás...

    Mediante esa imprecación y otras de similar guisa, advierte a la descarriada. Si la advertida es remisa a la hora de entender, le suelta una guantada o la amansa a latigazos, en casos extremos. Por regla general, le basta con lo primero para que la susodicha humille la cresta, recupere la cordura y lo medite a conciencia antes de cometer otro error.

    Si su desmedida afición al juego y las apuestas clandestinas le han ocasionado más disgustos que beneficios, al final cometió un grave error de cálculo, cuyas consecuencias marcarán un antes y un después en el discurso de su biografía. En esa oportunidad, su caballo ganador le dejó como premio una deuda de varios miles de dólares y un futuro más que negro. Ante la imposibilidad real de acercarse siquiera al diez por ciento de la deuda, sólo le quedaban tres alternativas: que sus acreedores le descerrajasen un balazo, le arrojaran al río de La Plata con una piedra de cien kilos amarrada al pescuezo o le sepultasen bajo dos metros de hormigón armado.

    Como es obvio, no estaba por la labor. Antes que terminar su perra existencia de un modo tan horripilante, no tuvo más remedio que someterse a la "autoridad o el padrinazgo de su principal acreedor, es decir, el comisario Isaías Venetti.

    El neuquino pasa de repente de ejercer el oficio de traficante de carne blanca, negociar apuestas clandestinas y trapichear con objetos robados, a convertirse en un correo de tercera clase en el negocio de la coca, la extorsión a comerciantes, el tráfico ilegal de capitales financieros y otras menudencias. En su caso, sólo en ocasiones especiales recibe el encargo de recaudar los impuestos a los comerciantes de su sector, colocar el polvo blanco a clientes selectos de La Florida, San Isidro y La Recoleta, nutrir los putarrales porteños con prostitutas de mediana categoría y atravesar la frontera del Uruguay trasladando dinero negro, gris, sucio o adecentado.

    Con el transcurso de los meses, el comisario Venetti le ha ido tomando confianza y, aunque no le perdona la deuda, le asciende de categoría y le nombra su lugarteniente, su confidente particular y su hombre de confianza (en el caso de que Venetti haya confiado alguna vez en un hombre).

    Una semana antes del 25 de febrero, es hallado el cadáver de Isaías Venetti en los aledaños del antiguo Puente Sarmiento. Al parecer, los asesinos le mutilaron bestialmente y, después de coserle a balazos, le metieron fuego, con el auto incluido. Como cabía esperar, las especulaciones dieron para todos los gustos. Sin embargo, la policía bonaerense no encontró pistas y sospechosos implicados en el asesinato o el ajuste de cuentas.

    En cuanto a Españi, desde que tuvo noticias del trágico fin de su jefe, sospechó que quienes lo habían puesto fuera de circulación" fueron los capos de su propia organización mafiosa. La muerte o el ajusticiamiento del comisario Venetti, más que un alivio, será a la larga –en el caso del neuquino–, la más horrenda de las pesadillas o su Vía Crucis fatal.

    Las alarmas saltan cuando sus colegas le advierten de que "unos tipos bastante extraños están muy interesados en dar con su paradero. Algunos indicios, sus naturales sospechas y sus enlaces en la zona de aprovisionamiento del clorhidrato de cocaína, confirman el peligro que corre. El hecho de haber ejercido de correo, hombre de confianza y la mano derecha del comisario Isaías Venetti, son motivos suficientes para ser puesto en el punto de mira de sus victimadores.

    El punto de inflexión acontece una noche en que se apresta a entrar en su domicilio oficial y descubre (desde la ventanilla del taxi que le transporta) a unos individuos merodeando por las cercanías del edificio de departamentos. Hay dos autos estacionados enfrente de la puerta del edificio y le parece ver luces encendidas en su departamento. Afortunadamente para él, sólo sus amigos íntimos son conocedores del departamento que comparte con Rina en Hipólito Irigoyen, y a ese sitio encamina sus pasos. Después de las advertencias y de lo que imagina haber visto, es un secreto a voces que es objetivo de los individuos que ajusticiaron al comisario Isaías Venetti, su antiguo acreedor y ex jefe.

    Rina Mazzola no ha tenido ocasión de dormir con Pito una sola noche a lo largo de la última semana. Salvo la noche anterior, tampoco ha aparecido en el departamento en Hipólito Irigoyen. En la última noche han discutido como siempre, han conversado lo justo y han echado un polvo de mala manera, con desgana. Antes de que el reloj de la mesilla de noche marque las cinco de la madrugada, Españi acomoda en un bolso de viaje su ropa interior, los útiles de aseo y sus documentos. Media hora más tarde, sale de la casa a toda prisa, sin informar a Rina de cuál es el rumbo que está en trance de emprender.

    –––––

    Rina deja la sala, entra en el cuarto de aseo y toma un baño de agua caliente. Media hora más tarde, sale de la bañera envuelta en una toalla playera y se sienta en el piso de baldosas, frente al balconcillo que se asoma a la avenida. En el alféizar, en los tres maceteros colgados de la pared, asoman los brotes de los geranios. Las flores recién nacidas respiran el smoke emponzoñado de la urbe monstruosa; aun así resisten el abandono, la calorina y la polución.

    La melena de la mendocina es de un negro azabache y le resbala en una cascada ondulante desde los hombros y la espalda hasta el pecho. El sol mañanero acaricia su piel tersa, fragante. El cuerpo desnudo es propio de una mujer atractiva, elástica, fibrosa, aunque no escultural. Salta a la vista que exhala sensualidad por cada uno de los poros de su piel. Su rostro es de una belleza exótica muy especial. Sus labios son ligeramente abultados, carnosos, rojísimos. Los pechos, abundantes y firmes, están coronados con unos pezones oscuros, pronunciados. Cada detalle de su anatomía es un derroche de sensualidad y de picardía, que Rina cultiva con mimo.

    Desde lo alto del ventanal, un rayo solar madrugador y atrevido salta sobre su pelo húmedo. La claridad de la mañana alumbra la salita, casi huérfana de muebles. Huele a jabón de tocador, a cosméticos finos y a ese hedor ácido que deja el humo del tabaco. También y sobre todo, en el pequeño departamento huele a rútila existencia o a ganas de vivir.

    Rina se recorta con mimo las uñas de los pies. Luego se sienta en cuclillas y comienza a cepillarse la melena en un gesto indolente, acariciada por los resoplos de la brisa matinal que remueve las cortinas. La toalla enroscada al cuerpo resbala de su espalda al piso, a impulsos de los movimientos de sus brazos. A los dos o tres minutos de cepillarse la cabellera, cierra los ojos y se deja mecer por el dulce sopor que produce el calor del sol. Cuando la bella mendocina sonríe, provoca la impresión de que el sol hubiera proyectado sobre ella un rayo especial que ilumina desde dentro cada una de sus facciones.

    De repente, sus pensamientos confluyen en su representante y amante oficial, el camaleónico Pito Españi. Sin ser consciente de ello, se ve a sí misma dialogando con Españi, como si éste aún estuviera presente en la estancia.

    –Che, Pito, amorcito; pésimo negocio me cayó con vos desde el mismo día que te conocí. Vos sos un atorrante, un embustero y un pendejazo, ¿viste? sí, el mayor pendejazo, atorrante y embustero de todos los hombres del mundo.

    –Ya, pues, Rina, amorcito; ¿por qué me decís eso?

    –¿Por qué será, pues? Vos siempre me decís lo mismo: que si los negocios, que si la plata, que si lo uno y lo otro... Y una, ¿qué? ¿Dónde me colocás a mí, ah?

    –En el primer lugar de mi corazón, pues. Lo que pasá es que vos no sabés lo complicado que es sacarse la guita en esta perra jungla.

    –¿Vos, sacándote la guita? Ah, no, cariñito; por mí que no será. Te recuerdo, amorcito lindo, que yo no necesito de vos. Yo me las apaño solita para conseguirme rica plata, entregarte a vos la comisión, pagar la comida, la renta del departamento y comprarme mis trapitos. ¿Viste mi palmito? Con esta mata, ni cómo para pasar apuros.

    –Carajo, Rina; callá la boca. Ya está bien. Vos sabés que me fastidia que me repasés por las narices tus cochinadas.

    –¿Por qué te fastidiá escucharme? ¿Es qué notás los bultos en la frente? Vos sos mi lindo cornudo, ¿qué te parece, amorcito?

    –¡Pucha! ¡Callá la boca! ¿Quién te pidió explicaciones, carajo? No te equivoqués de boludo; a mí me sienta muy mal el traje de huevón, mamita.

    –Miráte. ¿Te viste la cara? Bien feo te pones cuando te enfadás. Andá, alegrá esa cara, ¿sí? Me gustás más cuando ponés la carucha de perrito apaleado que cuando andás hecho el idiota con tus amigotes, ¿viste?

    Esa mañana parece que será igual a las anteriores. A cada segundo aumenta el tráfico en la avenida. También aumentan los gritos y los murmullos de los viandantes que atraviesan debajo del balconcillo. Dos vecinos discuten a grito pelado en el piso superior. Otro ha puesto la música del tocadiscos a todo volumen. Es la fotografía de lo de siempre. A Rina los gritos, las peleas y la música a todo volumen le traen sin cuidado.

    Rina interrumpe de sopetón la labor del cepillado de la melena. Acopia una profunda bocanada de aire por la nariz y la expulsa por la boca. Relaja la tensión muscular, echa hacia atrás la cabeza y deja correr de nuevo las evocaciones. Se ríe entre dientes mientras recuerda la irritación expresa en el rostro de Españi. ¿A qué se habrá debido? Ella la noche pasada no es que haya sido muy apasionada; en realidad se ha limitado a ser tan poco creativa como él y haberle pagado con la misma moneda. La mediocre coyunda de la última noche quizá sea el colofón a una larga serie de desencuentros amorosos. Como si hubiera esperado de ella que le ofrecería algo diferente. Ella ha estado más fría y distante de lo habitual, lo mismo que si se acostara con un extraño. Es que su mal hombre es incapaz de comprender que para ella, al final, la única cosa que puede tener importancia es que al menos él la respete y aprenda a verla como otra cosa diferente a un objeto sexual. Para esos papelones están sus clientes, y si exigen de ella una fingida entrega, es porque pagan por acostarse con ella.

    Tal vez ha reaccionado con exageración en este caso, reflexiona ahora con más calma; al mismo tiempo, sin embargo, cree que se ha visto obligada, después de tantos desencuentros, a demostrarle su hartazgo y la insatisfacción que colma su ánimo. Porque ya no puede más y porque cree que sólo debe ser fiel a sí misma: ya no debe su fidelidad a ese hombre que, lejos de ser un amigo comprensivo y un amante complaciente y que podía rescatarla de tanta mediocridad, contribuye decisivamente a su decadencia como artista y a su decepción como mujer.

    No obstante, contra lo que cabría esperar, si recuerda episodios similares, en ese instante es consciente de una profunda tranquilidad interior mientras evoca a un individuo que irrumpió de un modo tan decisivo en su vida. Sacude la cabeza de nuevo y acomoda sus largos cabellos echándolos hacia atrás. Cierra los ojos y se pregunta qué sucedería a continuación si decidiese separarse de él y largarse de Buenos Aires. En lugar de responder a lo que piensa, se nota irritada por el hecho de que el interés de su desastroso amante y nefasto representante se haya esfumado repentinamente y de que su protección ya no resultara fundamental. Entonces, lejos de verse libre, lejos de escalar la cima de la fama, se siente sola y naufraga en una jungla atroz. De ahí empieza el nerviosismo y advierte que se le forma un nudo en la garganta.

    En ese preciso instante, repicotea el timbre del departamento. El estridente sonido le produce un sobresalto y un pálpito de inquietud. Abre los ojos y atisba desconcertada hacia la puerta. De nuevo repicotea el timbre. El reiterado timbrazo inoportuno arranca de cuajo sus evocaciones, lo que le fuerza a contener la respiración y apuntar un mohín de fastidio. Duda entre responder a la llamada o quedarse callada y que quien llama entienda que en la pieza no hay nadie. Al final, se incorpora de pésimo humor y cubre su cuerpo desnudo con una bata de seda. Se queda meditando un instante en silencio antes de decidirse a abrir. Después clava su mirada en la puerta del departamento y se incorpora de un salto, incómoda, caminando a zancadas pasillo adelante. Frunce el entrecejo, y se detiene junto a la puerta del departamento. Está molesta y parece decidida a echar con cajas destempladas al inoportuno visitante.

    –Ya va. Menos prisa.

    La bata de seda ceñida a la piel acentúa las curvas y relieves de su cuerpo. Sus pasos al caminar activan una sensualidad insinuante y cálida en cada roce y contoneo.

    –¿Quién es?

    –Policía. ¿A qué esperás? Abré la puerta –responde una voz acerada, con tajante entonación.

    Un escalofrío de pavor le recorre la espalda. Sus manos tiemblan de aprensión al descorrer las cerraduras y quedar al descubierto. Durante unos segundos, se queda en suspenso, sin decidirse a descorrer la pestilla. En un súbito relámpago de lucidez le surge un pálpito desagradable: ¡Pito Españi y el comisario Venetti! ¡Perra suerte!

    Apenas abre la puerta, irrumpen en la pieza dos individuos de complexión atlética, movimientos acelerados y pésimos modales. Los dos tipos no van uniformados, sino que visten ropas deportivas. Apenas traspasan el umbral, cierran la puerta de un empellón, se plantan en medio del recibidor y arrojan a la bella mendocina miradas despreciativas. El más alto de los dos (el de ojos saltones y galones de mando) atraviesa el breve pasillo e irrumpe en la sala, despejando a patadas lo que encuentra a su paso, sin miramientos, con ademanes imperativos. El otro (un fornido cabezón cortado de la boca), aplasta a Rina contra la pared. Tras un breve y violento interrogatorio, le propina un manotazo y la empuja hasta la salita.

    –Decime, puta del carajo, ¿dónde está tu hombrecito?

    –¿Oiga, qué es este atropello? ¿Quiénes son ustedes? ¿Es que no ven que en esta pieza solo estoy yo? Acá no hay nadie. Estoy sola.

    –¡Sola, decís! ¿Es qué pretendés tomarnos el pelo? ¡Puta cochina! ¡No me jodás, puta de mierda! ¿Y estos pantalones? ¿Y este saco? Andá, zorra; decime dónde está escondido tu amiguito, si no querés vos meterte en problemas.

    El de ojos saltones y galones de mando reaparece en la sala, hecho un huracán, puesto que no ha encontrado lo que buscaba. En un arranque de cólera lanza por el aire de un puntapié una silla, da un paso al frente y envuelve a la joven en un mohín despectivo. Ahí mismo y sin mediar palabra, le sacude un guantazo en la mejilla.

    –Vamos. ¡Contestá, pues! Dejate de estupideces, mina de caca. ¿Dónde está ese desgraciado, pues? –ruge el de galones de mando, con los brazos presa de un temblor incontrolable.

    Rina está acicateada por el instinto de supervivencia y contrae los músculos, acopia todas sus energías y la emprende a mordiscos y pateaduras contra

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