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Zapatitos de Cristal
Zapatitos de Cristal
Zapatitos de Cristal
Libro electrónico123 páginas1 hora

Zapatitos de Cristal

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Información de este libro electrónico

Cada uno de los intrincados actos que generan amor u odio, felicidad o tristeza, pueden ser explicados por la psicología… y también por la experiencia de sus protagonistas. "Zapatitos de cristal" es una recopilación de relatos que se inmiscuye en el terreno del desamor, las aventuras sexuales, el aborto, el femicidio, el ateísmo, y un sin número de situaciones donde el humano es analfabeto.

Se vive en un mundo hipócrita, donde tratar de "encajar" en sociedad, es sinónimo de sumisión y de terror a lo diferente; pero la masa siempre sigue al líder, un "distinto", que sin tapujos demuestra que se puede viajar en contra de la corriente.

Para aquellos que no sólo pretenden que les den la razón; para aquellos que desean poner en movimiento sus sentimientos y su razón, para ellos… este libro.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2023
ISBN9798223119524
Zapatitos de Cristal

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    Zapatitos de Cristal - Guillermo H. Pegoraro

    Contenido:

    Primer informe

    Chabacano amor culto

    Zapatitos de cristal

    Temerarios anónimos

    Efecto dominó

    Psicodrama

    Soy humano

    Futuro imperfecto

    El sustituto

    Zoo

    Ironía socrática

    La fantasía del trio

    Ni una menos

    De la nada se aprende...

    8 minutos

    Super Bowl

    Paradoja

    Historieta

    Mentalidad de pobre

    Cenando con la diva

    Primer informe

    Ingresó con sonrisas a la cocina y fue directo a la heladera. A poca distancia, Julián, sentado, vertía agua caliente al mate amargo y de reojo observaba el apetitoso trasero de su amada esposa.

    Dando la espalda y buscando el dulce dietético, Lorena, inocentemente, comentó:

    —Esta noche nos juntamos con las chicas a festejar el título.

    Si alguna vez Se hizo la luz esta vez... se instaló el silencio. El refrigerador entró en modo ahorro de energía; la radio terminó una canción y se tomó un respiro; y no hubo teléfono, televisor, automóviles o animal que aportara un mísero sonido.

    De repente ¡un golpe!

    Lorena se sobresaltó, dejando caer al frasco de vidrio, desparramando la jalea sin calorías. Al darse vuelta vio a Julián con ojos fuera de órbita, apretando los dientes, frunciendo el ceño e insuflando bronca. Su mano derecha todavía exhibía el puño cerrado con el que había martillado la mesa.

    —¿Qué pasa? –preguntó ella con miedo.

    —Pasa... pasa... que me tienes re podrido... con las bolas por el suelo –duro, le contestó.

    Ella hizo un intento de flexionar las rodillas para comenzar a juntar los vidrios, pero el instinto le dictaba que no perdiera mirada del actuar desquiciado de su marido.

    —¿Me puedes explicar esta reacción? —sentenció ella con firmeza.

    Él apretó aún más los dientes y achinó los ojos, buscando concentrar el sentimiento de odio con los hechos que lo provocaban. Había dejado su momento de relax, la zona de confort, el sabor de la buena yerba mate, y los pensamientos eróticos sobre la figura de su mujer; para saltar de manera explosiva a otro escenario, donde sólo cuentan los derechos y el respeto por ellos... a cualquier precio.

    Infló el plexo y con furia se desahogó:

    —¿Te vas de parranda con las atorrantas de tus amiguitas? ¿No te acuerdas que hoy me toca fútbol con mis amigos? ¿Hasta eso me quieres quitar? ¿No fue suficiente el festejo que te hicimos la otra noche? Ah... claro, ahora la señora es toda una profesional y se olvida que tiene una vida con este bruto camionero.

    —Pero... ¿escuchas lo que dices? —argumentó Lorena.

    El combustible vertido avivó el fuego; y con más enjundia, y con la creencia que el permiso de escupir verdades estaba otorgado, Julián dijo lo suyo:

    —Te creí diferente: compañera, amiga, mujer. Te apoyé en todo... y a eso no lo puedes negar. Dejé de visitar parientes, amigos; a disculparme por no asistir a juntadas... para estar contigo. Acepté que resignaras tu trabajo para cumplir el sueño universitario; y durante años trabajé horas extras para cubrir los gastos. Postergué el deseo de ser padre hasta que te recibieras, y soporté la presencia de tus amigotes intelectuales; que más que estudiar... vaya a saber que estupidez, los veía comerte con la mirada; ¿y a mí?... tratarme como cornudo. ¡Sí! Estoy sacado, porque he juntado herrumbre por años y ahora no me guardo nada —aflojó el puño y serenó la voz, para nuevamente litigar—: Me lo has quitado todo. No reconoces mi sacrificio. No me valoras. Sólo piensas en ti... eres egoísta.

    Lorena quedó petrificada. No es que su esposo mintiera, ni que ella desconociera la incomodidad que para él representaban ciertos cambios; pero cuando las cosas no se hablan, se presumen asumidas, y cualquier desborde de ira... señala otro motivo.

    Se dispuso a presentar defensa; no para vestirse de santa, sino para argumentar a favor de la realidad; siempre necesitada de la pluralidad de voces para existir. Tuvo la intención de argüir que ella aspiraba a contribuir a la par, no solamente con tareas hogareñas, que jamás dejó de hacer; y que, si de sacrificios se trataba, ella estaba al día con las horas de cansancio... pero de nada se arrepentía.

    No alcanzó a decir nada, porque a su cerebro le llegaron dos enunciados: uno saliendo de la radio e impactando en el hemisferio derecho; y el otro de su marido, punzando el izquierdo.

    Mientras Julián, con ironía, prendía la mecha para que su esposa estallara: ¿Y bien? Ahora que eres psicóloga... ¿qué me vas a decir? ¿O acaso estoy equivocado?; la voz inconfundible del guatemalteco aconsejaba en megahertz apuntando al marido A ti que te gusta ir de mártir repartiendo culpas que son solo tuyas. A ti te estoy hablando. A ti porque no hay nadie más que entienda lo que digo; hizo que Lorena, dejara de ser Lorena, para ser la Licenciada que devuelve, como corresponde, la evaluación psicológica solicitada.

    Primero lo observó para tener una pincelada de él. Barrigón, despeinado, mal afeitado, usando una camisa destinada a la basura... un descuidado; miró su entorno, y detectó las huellas del mate por toda la mesa, rastros de yerba en la azucarera y migas de pan por el piso... un desordenado. La actitud tampoco era la mejor: no estaba con empatía, más bien... de ir a la guerra. Respiró hondo, se calzó los lentes para mirar de cerca, fijó la mirada en él, abrió la boca y la volvió a cerrar antes de sentenciar:

    —Me preguntas qué pienso... entonces hablemos de tu personalidad: no hay manera de describirte sin entender cómo logras equilibrio entre lo que deseas y lo que te permiten hacer. En esa lucha interna veremos si eres autónomo o requieres de otros para resolver conflictos; si te adaptas o no a situaciones cambiantes; y, por, sobre todo, si tienes las herramientas psicológicas para sortear los escollos de la vida.

    Julián tragó saliva, no le gustó lo escuchado, y mucho menos... porque poco entendía; pero silenciar a su esposa, cuando él la había impulsado, lo haría intolerante, por lo que se preparó para el resto. Lorena prosiguió:

    —Tu adaptación a la realidad es pobre. Cuándo citas que me apoyaste en mi carrera universitaria, en realidad lo hiciste por tu inercia en aceptar todas mis iniciativas. ¡Y tú careces de iniciativas! Vives con el temor a mi enfado o a perderme, y por ello te enrollas en ti mismo; no opinas, retaceas tu punto de vista y empobreces a la pareja. Con tus palabras demuestras que te adaptaste de manera pasiva a mis sueños profesionales; y no activa, como sería el pretender mi superación y con ello el bienestar de los dos. El modo en que barajas tu mecanismo de defensa en procura de cuidar tu autoimagen, es bastante evidente: disocias los compromisos, te acuerdas de tus hobbies, olvidándote de mis asuntos; proyectas odio en otros por el hecho que me caen simpáticos, para negar que tienes mal genio; niegas que he sido yo la que te ha impulsado a que socialices, porque sabes bien que nunca te hubieran llamado a jugar en un deporte donde eres un perro; introyectas cualidades de tus amigos machistas, repitiendo sin necesidad sus malas conductas conmigo; te muestras infantil, haciendo una rabieta por cualquier cosa; desplazas el disgusto por tu trabajo hacia mi profesión, no reconociendo lo primero. Racionalizas de manera inadecuada, justificando tu ira por una supuesta acumulación de herrumbre. Las pruebas que aportas de la realidad, ¡son ridículas! Para ti valen más tus alocados pensamientos, que lo mostrado por el mundo; y de allí tus enfermizos celos. No logras precisar tus deseos, por lo que tus impulsos para concretarlos no están definidos o estallan sin control ni previo aviso. Y si hablamos de tu menguada tolerancia a la frustración, seguramente se deba a tu historia familiar con pocas experiencias gratificantes, que te permitan hoy buscar otra salida que no sea la agresión. Tu tolerancia a la ansiedad y a la angustia tampoco son las adecuadas, quizás porque tampoco te enseñaron a ser paciente ante situaciones desagradables.

    Ambos se quedaron mirando; y mientras Lorena había rubricado su primer informe clínico, a Julián le había quedado en claro el viejo adagio: Cría cuervos y te sacarán los ojos... discute con un psicólogo y añorarás a los cuervos.

    Chabacano amor culto

    Presente:

    Se encuentra nerviosa, las rodillas le tiemblan... pero se esfuerza en disimular. Mira el centro de la mesa, hacia sus costados, y en especial a la puerta de ingreso. Trata de no prestar atención a los demás; no sea el caso que alguno se acerque y pretenda platicar.

    Pide un primavera sin alcohol, como para honrar el asiento que ocupa en el ruidoso bar. Observa una vez más las manecillas en la muñeca, comprobando que alguien no ha cumplido el trato. Mira de reojo el teléfono, sin encontrar nuevos mensajes.

    Pasado:

    La esbelta señorita de la recepción está por casarse. Ha cursado invitación a todas sus compañeras sin compromisos, porque desea una gran despedida de soltera. No es que no haya disfrutado el tiempo a solas (todo lo contrario); pretende gastar

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