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Veracruz, 500 años de cara al mundo a través del mar: Publicación conmemorativa
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Libro electrónico591 páginas8 horas

Veracruz, 500 años de cara al mundo a través del mar: Publicación conmemorativa

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Una historia que se dice de 500 años, pero que está anclada en los añejos devenires de los dos lados del océano, dio por resultado, entre otras cosas, a Veracruz: ayuntamiento, ciudad y puerto y aunque muchos de los hechos narrados se podrían explicar a partir de la inserción en la economía mundo, los autores de este mosaico en su mayoría p
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 sept 2023
ISBN9786075396569
Veracruz, 500 años de cara al mundo a través del mar: Publicación conmemorativa

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    Veracruz, 500 años de cara al mundo a través del mar - Ignacio Rodríguez García

    Agradecimientos

    ———•———

    Toda obra nunca puede ser atribuida a una sola persona o conjunto de ellas. En quien detenta la autoría o coordinación de la obra en cuestión reside una multitud de experiencias e influencias, y en el transcurso del hacer particular de un producto como el que presentamos ahora también hay muchos acompañamientos e inspiraciones. Quizá no los recuerde todos y por ello ofrezco una disculpa a quienes hayan podido ser injustamente omitidos.

    En este conjunto de historias diversas articuladas, en el eje de la ciudad y puerto de Veracruz, está presente el impulso inicial del arqueólogo Jaime Cortés Hernández, quien pese a haber suscitado las primeras discusiones en torno a la necesidad de una voz propia del Centro inah Veracruz para la conmemoración de los 500 años de la creación del ayuntamiento, todavía no ve realizado su objetivo de obtener, para los vestigios de la primera Villa Rica, un señalamiento y el mantenimiento dignos de la importancia histórica de ese asentamiento.

    Bajo la dirección del licenciado Esteban Rodríguez Flores dieron inicio los trabajos para estructurar este libro a finales de 2016. Yo recién me integraba al inah Veracruz y sabía poco, pues me había especializado previamente en otras regiones del país. Después de varias reuniones de trabajo, la coordinación de este libro recayó en quien suscribe. La elaboración de un índice guía para establecer temas e invitar autores no hubiera sido posible sin el inestimable apoyo de la doctora Judith Hernández Aranda, quien, en el transcurso de frecuentes y ricas conversaciones en torno al asunto, me dio un curso intensivo, profundo y erudito de historia de la nueva Veracruz colonial, con la generosidad que la caracteriza. Sin este conocimiento difícilmente se hubiera podido avanzar en este proyecto.

    Debo un especial reconocimiento a Antonio García de León por su libro Tierra adentro, mar en fuera, que me proporcionó una espléndida introducción general al conocimiento de la región de Sotavento de la que Villa Rica, la Antigua y la nueva Veracruz han sido el asentamiento rector.

    Como todo trabajo académico que se respete, el libro pasó por el dictamen de la Comisión Editorial del Centro de Trabajo y por el de la Comisión Central Dictaminadora de Publicaciones del inah. En ambos casos, los dictámenes y las sugerencias fueron atinados y enriquecedores. Muchas gracias a los colegas integrantes de esas comisiones y a sus atinadas designaciones de especialistas para dictaminar.

    Un agradecimiento a Fabián Morales Anzures, diseñador gráfico del inah, por su apoyo en el procesamiento y mejoramiento de las imágenes que forman parte de este libro, así como por el diseño de portada pese a sus difíciles condiciones laborales.

    Al personal de la Coordinación Nacional de Difusión, Karina Arizbeth Ortega, Aurora Mercedes López Flores y Aleida Martínez García. La primera llevó a buen término todo el respaldo documental necesario para el asunto legal de los derechos sobre los diversos trabajos, con eficacia y amabilidad. La segunda hizo una excelente revisión de estilo, detectó todas esas pequeñas fallas que pese a varias miradas siguen surgiendo como hongos; hizo atinadas sugerencias y tuvo constante diligencia y atención en la comunicación al respecto. La tercera culminó con eficacia tan ardua labor. Al personal encargado de formación y demás labores indispensables para la producción de un libro también envío mi reconocimiento.

    Por supuesto, a los autores y autoras, quienes aceptaron la invitación y confiaron sus trabajos a mis todavía inexpertas manos en el inicio de este proceso. Sin estas colaboraciones y aportaciones, definitivamente el libro no existiría.

    Si alguien se me perdió en los recovecos de la memoria, mi más sentida disculpa.

    Y como se dice siempre, porque así debe ser, los errores que seguramente permanecen son toda mi responsabilidad.

    Gracias a todos.

    Introducción

    ———•———

    Ruth E. Arboleyda Castro

    Veracruz, 500 años de cara al mundo a través del mar

    Publicación conmemorativa

    Desde que fue figurado por Hernán Cortés, el puerto de Veracruz se distingue como un enclave estratégico en la complejidad de la conquista de la tierra firme americana: […] Es así como esta orilla de dunas se convierte casi inmediatamente en la puerta de entrada y salida de la Nueva España, en un nudo axial desde donde se despliega toda una red de posibilidades, y se extiende al sur sobre un litoral semidespoblado por las epidemias, […] Así, todo empieza en una playa abierta donde las mercaderías de las naos, traídas desde el islote vecino y apenas resguardadas en el arenal, dan la clave para vislumbrar las redes y las tramas que se tejían en el ámbito de un puerto de mar que formaba parte de la primera globalización del planeta, de la original expansión del capitalismo a escala mundial, del acontecimiento inaugural que lograba crear una sola madeja de relaciones sociales, unificando por vez primera al orbe económico

    Antonio García de León¹

    El 10 de julio de 1519,² Hernán Cortés refunda el Ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz. El acto fue realizado para darle la total legitimidad a su nueva fundación, de acuerdo con la tradición española de los ayuntamientos, y, con ello, separarse de la empresa de Diego de Velázquez. Aunque hubo exploraciones y contactos previos con los pueblos y las culturas que ya habitaban este territorio, se puede decir que con este hecho dio inicio la historia de la Nueva España como empresa conquistadora sobre los pueblos indígenas por parte de la Corona española. La relación de Cortés con los pueblos totonacos, en particular su alianza con Cempoala y Quiahuiztlán, se ancla territorialmente con su establecimiento en la Villa Rica.

    En esta historia, la villa y el ayuntamiento recién formados fueron fundamentales, primero como sede de un nuevo poder, aún virtual, que lograría las alianzas con los señoríos deseosos de sacudirse el dominio del imperio mexica, y con ello dio el primer paso para reunir una fuerza militar, política y de inteligencia que sería decisiva en las campañas posteriores. Segundo, como el punto fundamental de contacto entre la cada vez más vasta tierra adentro y la metrópoli, hasta llegar a convertirse, poco a poco, en un punto de la mayor importancia en el mapa del mundo circuncaribe y atlántico. No menos importante, ser el extremo atlántico del eje transversal que unía a la Nueva España y a la propia España con Asia. De Cádiz a Veracruz. De Veracruz a Acapulco pasando por la capital del virreinato. De Acapulco a oriente con Filipinas como sede colonial asiática. Y al tornaviaje. A partir de ahí, nuevas rutas hacia todo el litoral caribeño y atlántico, donde la costa occidental africana no por poco evidente es menos importante.

    Esta historia, relativamente nueva pero anclada en los añejos devenires de los dos lados del océano, dio por resultado, entre otras cosas, a Veracruz: ayuntamiento, ciudad y puerto. Esta hechura ha llegado hasta nuestros días como una expresión compleja del hacer sociedad y del hacer cultura. Inventado desde su creación, siguió inventándose a sí mismo a partir de lo que había y de lo que llegó, de quienes habitaban y de quienes vinieron o fueron traídos. Ciudad caribeña y atlántica que, a semejanza de las ciudades del mundo mediterráneo evocadas por Fernand Braudel y traídas a cuento por Antonio García de León para esta cuatro veces heroica, ve más hacia el océano y a otras ciudades costeras que hacia lo que tiene a sus espaldas.

    Del islote de San Juan de Ulúa y las desoladas dunas de la banda de Buitrón a la poblada zona conurbada, pasando por la Villa Rica y La Antigua, 500 años de transcurrir por el tiempo dan para muchas narraciones. Abarcarlas todas no cabría ni en muchas páginas, menos aún en pocas; tal historia total es imposible. En este libro tampoco elegimos el formato de una historia general, por lo que el lector podrá apreciar la falta de temas o periodos que quizá pensaba encontrar. Me refiero sobre todo a la segunda mitad del siglo xix, que para Veracruz tuvo singular importancia. Sin embargo, circunstancias fuera de nuestras posibilidades condicionaron la ausencia de tan importante periodo y personajes.

    Así que, haciéndonos cargo de las carencias, presentamos algunas de las muchas historias posibles a manera de episodios, de teselas de un gran mosaico que acaso puedan dar idea de la figura que se quiere construir o, mejor, estimular la búsqueda de las piezas faltantes. Pese al título de la publicación y el epígrafe elegido para esta introducción, que quieren enfatizar la importancia y el contexto de nuestra urbe, los autores en su mayoría prefirieron historias más íntimas, más del propio terruño, aunque muchos de los hechos elegidos se explican también a partir de la inserción en la economía-mundo. Pero el enfoque general es este sitio, esta circunstancia, este terruño.

    De la crónica a la historia económica, de la urbanización al festejo, de la protección del patrimonio cultural a los naufragios, de las guerras al papel de la ciudad y puerto de Veracruz como sede de gobierno, personajes y edificios… Investigaciones rigurosas presentadas de manera ágil para que los lectores quieran saber más sobre esta historia, sobre estas historias. Las presentamos en cinco grandes apartados. En la parte I están los primeros años del siglo xvi, los años formativos de la nueva urbe.

    Jaime Muñoz Cortés nos habla de la Villa Rica. Si bien no es ésta el principio de la historia, ya lo hemos dicho, porque exploraciones anteriores y desembarcos hubo y pueblos había que condicionaron en parte las estrategias de conquista, sí es el hito fundamental de esta conmemoración. El ayuntamiento, institución fundamental en la España tardomedieval, convierte a la Villa Rica en el punto de partida de la Conquista con el protagonismo central de Hernán Cortés, pero también de la gestación de una sociedad nueva y de una ciudad que pese a su errancia sería fundamental en la relación de la metrópoli con sus colonias, el binomio Villa Rica-Quiahuiztlán, aunque aquí tendremos que dejar de lado la complejidad de la urbe totonaca que amerita un gran volumen ella sola. Los vestigios materiales de la embrionaria Villa, lejos de quedar como solución definitiva a las preguntas que nos hacemos sobre cómo sería ese lugar, quiénes eran sus habitantes, quiénes murieron, cómo trabajaron, y muchas más, provocan nuevos cuestionamientos. Además, su exploración y estudio tejen partes de otra historia: la de la arqueología de Veracruz y veracruzana. Nos ofrece un resumen sistemático de estructuras, objetos y entierros. Se confirman hipótesis y se abren otras, se discute lo que la tan pequeña superficie ha suscitado en los estudiosos.

    Por su parte, Omar Ruiz Gordillo documenta una ciudad que duró buena parte del siglo xvi, el andar de la ciudad hasta su establecimiento actual llevando a cuestas un ayuntamiento. Se discuten el poder de Hernán Cortés, las razones para mover la Villa Rica a las orillas del río Huitzilapan. A diferencia de la anterior Villa Rica, la nueva ubicación llevó al arrasamiento del asentamiento indígena previo. Se reflexiona sobre la nueva traza, se abordan también las bondades de su ubicación y sus problemas, sus circunstancias, los desastres naturales. Son alrededor de tres cuartos de siglo de discusiones y negociaciones, gestiones y argumentos; tiempo suficiente también para iniciar la gestación de la sociedad y la cultura de la nueva urbe, de pulsantes población y vida cotidiana moviéndose al ritmo de los desembarcos. Finalmente sería ésta, la lógica del comercio, la que determinaría la nueva y definitiva ubicación.

    En la parte II se tocan apenas unos cuantos aspectos de la vida de Veracruz en los dos siglos siguientes del virreinato, ya desarro­llándose sobre los arenales frente a San Juan de Ulúa. Pocos pero suficientes para dar cuenta de aspectos fundamentales de su desarrollo.

    Adriana Gil Maroño reflexiona sobre la importancia del comercio y, más aún, de las élites comerciales, en la generación y el desarrollo de un tipo de sociedad y prácticas civiles que anclarían incluso a la sociedad del siglo xxi en prácticas y concepciones de viejo régimen. A partir del reconocimiento de la importancia del puerto en la movilización de las grandes riquezas tragadas por la metrópoli a partir de este puerto llamado también garganta del imperio, así como de los individuos que se beneficiaron de ello a partir de prácticas consideradas legítimas o ilegítimas en aquellos días, pero que se siguen arrastrando obstaculizando, según la autora, una ciudadanía moderna.

    Por su parte Carmen de los Ángeles Priego Medina hace de la antigua traza de la Nueva Veracruz el personaje central, recordándonos el deber ser de estas urbes que no sólo eran asiento de población y comercio, sino que debían ser ejemplo de policía (en su antigua acepción), reflejada en su traza.³ Sus primeras y señeras edificaciones, de la madera a la cal y al canto, las características de las casas señoriales, la especificidad local de sus construcciones. También la resolución de problemas particularmente graves para esta poco idónea ubicación; la más urgente de todas, el agua. Pero a su vez la traza implica que hay un adentro y un afuera, juntos pero no revueltos, tenemos con el inicio de la ciudad misma, pero sobre todo con la idea y la realización de una muralla, el crecimiento de la población extramuros.

    Para finalizar este apartado, Judith Hernández Aranda nos habla de algunas de las soluciones a otro problema ingente de esta tierra en la que se establecieron ciudad y puerto: la salud, pues es de todos sabido que pocos terrenos más malsanos fueron elegidos para fundar ciudades. Así, los hospitales militares, en particular San Carlos, además de ser objeto de un exhaustivo análisis histórico, también son el punto de enlace de guerras y comercio en parte determinados más allá de este territorio. Permiten reflexionar sobre la importancia de la población armada, sobre la existencia insuficiente de especialistas en la salud. Nos da una ventana para observar la administración local y sus penurias, así como los problemas urbanísticos que generaba el manejo de los hospitales.

    Aunque la historia narrada en el siguiente trabajo, el de Julián Fabián Reyes García sobre la Casa Principal y la actividad empresarial que ahí tuvo su sede, se desarrolla fundamentalmente en el siglo xix, se trata de un edificio histórico, e inicia con su ocupación y uso en la historia de Veracruz desde el siglo xviii, ante la problemática del deterioro de las calles e inmuebles de la traza urbana de entonces. Edificio y negocios, grupos empresariales y giros comerciales, gobierno municipal e impuestos, viejas y nuevas calles son detalladas en este trabajo.

    Nuestro tercer apartado abarca sólo algunos aspectos de los siglos xix y xx. Leticia Rivera Cabrieles une la documentada narración del último bastión español en San Juan de Ulúa con una importante reflexión sobre las conmemoraciones y la historiografía en las que se anclan las primeras nociones de identidad nacional. Desde las distintas etapas que tuvo la ocupación de la fortaleza por las tropas españolas hasta su desalojo, pasando por la incipiente marina de guerra, también nos asomamos a las primeras conmemoraciones de los hechos suscitados alrededor y los titubeos para establecerlos o no como hitos dignos de conmemoración. De ahí la discusión sobre la importancia y el significado de las conmemoraciones, de su papel como efecto, pero también causa, de una cierta noción de identidad y de nación.

    En el mismo corte temporal y relacionado con la noción de identidad, pero en otra línea de reflexión, Claudia Guerrero Crespo e Ignacio Rodríguez García nos van a llevar al nacimiento de una institución fundamental para la nueva república y, por supuesto, para nuestro actual Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), pues en ella se fueron anclando las nociones de origen, de pasado y de identidad: el Museo Nacional, cuyas primeras colecciones arqueológicas de la época republicana, pues heredó las virreinales, provendrían precisamente de la Isla de Sacrificios. Su importancia y belleza serían muy importantes en los años formativos del nuevo Museo y serían enriquecidas con otras obtenidas posteriormente, donde no faltarían las encontradas en la época de la intervención francesa. Los autores nos llevan hasta los años recientes y la actualidad, con la suerte de la isla y la propuesta de un nuevo museo para el puerto de Veracruz.

    Arqueología –sólo que ahora bajo el mar– y guerra son también el hilo conductor del trabajo de Laura Raquel Carrillo Márquez. El bergantín USS Somers, hundido a un lado de Isla Verde en 1846, es el personaje de una historia que tiene que ver con la guerra con los Estados Unidos de 1846 a 1848, pero también con el poder naval estadounidense, con lo acontecido en el puerto de Veracruz durante esta infausta guerra y, al igual que el artículo que le precede y el primero de esta obra, con el desarrollo de la arqueología en Veracruz. Más aún, con políticas de protección de los vestigios arqueológicos, que en el caso de los pecios han sido objeto de diferendos interminables, por lo que se detallan las circunstancias de su exploración y manejo, que nos han permitido conocerlo en la actualidad.

    Vida y crecimiento urbanos son el eje de la aportación de Yolanda Juárez Hernández. En su escrito aparece de nuevo un personaje que ha estado presente en varios trabajos anteriores: la muralla. Para poder explicar la importancia de su derribamiento y la apertura a una ciudad moderna, del último quinto del siglo xix, se vuelve atrás para explicar su importancia y significado. La población extramuros deja de serlo, ésa que había ido creciendo y ahora, desde la óptica de la autora, se vuelve parte fundamental de la consolidación de la identidad local, de lo jarocho.

    En esta misma línea, en tono de crónica, Juana del Carmen Santos Medel nos lleva a la cotidianeidad de calles y plazas, a través de la prensa: fiestas, seguridad, oficios, estragos de los nortes y anécdotas que dan cuenta del ritmo y escenarios de la ciudad. En este trabajo la urbe nos aparece como el espacio vivo para una decena de miles de habitantes que lo heredaban de una larga historia y le fueron dando la forma de fin de siglo.

    En la parte IV nos ocupamos de la ciudad y puerto en la transición al siglo xx y los conflictos de sus tres primeras décadas.

    En esta transición a la nueva centuria ya se dejaban ver los resultados de grandes transformaciones. El derribamiento de la muralla fue una, otra es la llegada y enseñoramiento del ferrocarril, estrecha­mente ligadas la una a la otra. Luis Montero García examina rigurosamente los efectos de tan importante transformación, no sólo para Veracruz, sino para todo un país cuya vida, comunicaciones, comercio, auge de unos poblados y decadencia de otros, fueron determinados por un medio de transporte que arrancó en la ciudad de Veracruz al mismo tiempo que en la capital, y que convertiría al puerto en un nudo ferrocarrilero de primera importancia. El ferrocarril tomaría la forma no sólo de la gran ruta de salida del centro a la costa, sino también la de otras líneas que le darían nueva fisonomía al sureste.

    Esta ciudad, con un puerto renovado, llegó al siglo xx y las grandes transformaciones y sucesos de las dos primeras décadas del nuevo siglo lo afectaron de diversas maneras. La modernización del puerto, el inicio de la revolución, la despedida a Porfirio Díaz, el ataque de las tropas estadounidenses y la llegada de las fuerzas constitucionalistas al estado son temas examinados en la primera de las dos colaboraciones de Alfredo Delgado Calderón con una nueva óptica, pues tiene como personaje central a la ciudad de Veracruz.

    Con mucho más detalle se examina uno de estos sucesos, la ocupación y el ataque a la ciudad por las fuerzas intervencionistas de los Estados Unidos. Leticia Rivera Cabrieles, en su segundo trabajo, nos detalla no solamente los episodios bélicos, tantas veces repetidos, sino que los examina con el rigor de quien quiere retomarlos desde el punto de vista de la historia de la guerra, dedicando espacio también a la relevancia de actores no militares y a la resistencia popular; asimismo, a la construcción de imaginarios a los dos lados de la frontera.

    La elaboración de discursos es también el tema central del escrito de José Luis Juárez López, quien, a partir de una temprana novela histórica sobre la invasión, teje una rigurosa argumentación sobre la importancia y las características del discurso patriótico que se empieza a enarbolar aquí y que décadas después fue olvidando quién fue el enemigo. Además, la relevancia de actores sociales que empezarán a tener protagonismo en las décadas posteriores como sustento de la identidad nacional.

    Pero las tropas invasoras extranjeras se fueron y… llegaron otras. Alfredo Delgado Calderón regresa con otro aporte donde examina con una nueva óptica los años revolucionarios e inmediatos posteriores: el efecto en la ciudad y el puerto de Veracruz, punto estratégico para el aprovisionamiento de cualquier fuerza que pretendiera tomar el control del país, de la llegada, la ocupación y la salida de las fuerzas carrancistas, así como de las diversas luchas subsiguientes en las que Veracruz jugó un papel de primera importancia. La alteración de la vida cotidiana, los problemas urbanísticos que resolver, los ires y venires de caudillos leales y los desafectos, los primeros enfrentamientos entre agraristas y antiagraristas, hasta culminar con la huelga inquilinaria y el levantamiento y la derrota de Adolfo de la Huerta.

    El apartado V de esta obra se compone de trabajos que abordan diversos aspectos del patrimonio cultural, material e inmaterial de la cuatro veces heroica, así como de personajes destacados que relacionan su historia, de alguna manera, con nuestra ciudad.

    Inicia con una reseña sobre el Carnaval de Veracruz, de la autoría de Carmen de los Ángeles Priego Medina, en su segunda colaboración en este volumen, en el que narra desde sus orígenes en el siglo xvii pasando, como parte fundamental del trabajo, por la fusión de las manifestaciones populares con las de élite en la tercera década del siglo xx; el carácter del Carnaval acompaña así a las transformaciones de la sociedad jarocha en particular, y la nacional en general, desencadenadas desde principios del siglo. El abandono del centro histórico por esta festividad y la reflexión sobre su importancia en la identidad local finalizan este trabajo.

    Le sigue, de la investigación de Armando Ruiz Aguilar, una discusión sobre la estancia en la ciudad y en el estado de Fidel Castro Ruz, Ernesto Che Guevara y diversos militantes del Movimiento 26 de Julio. Un recorrido y confrontación de fuentes poco trabajadas llevan a una narración de la vida en México de este movimiento y la internacionalmente conocida dupla de dirigentes, enfatizando lo realmente verificable en muchas tradiciones y consejas populares sobre el paso de estos personajes por el puerto de Veracruz y Boca del Río. La vida personal del Che Guevara, paralela a la política, desfila en este trabajo.

    Carmen de los Ángeles Priego Medina regresa con un examen del patrimonio edificado en el Centro Histórico de Veracruz, lo que hubo y lo que hay. En este trabajo se resume una parte importante del quehacer institucional: la salvaguarda de las edificaciones históricas. Así, las circunstancias de la destrucción y la enumeración y el balance de los programas de protección abren paso a la reflexión sobre el problema y sus posibles soluciones.

    El inah desarrolla diversas funciones y desempeña un sinfín de tareas. Muchas de ellas, como las arqueológicas y de monumentos históricos de las que se han mostrado aquí algunos atisbos, pueden llegar a ser muy notorias, aunque una gran parte de ese quehacer, en toda su complejidad y especialización, es desconocido por la gran mayoría. Pero hay muchas otras que son prácticamente invisibles y no por eso menos importantes. María del Pilar Ponce Jiménez nos lleva de la mano por la minuciosa y dilatada labor de restauración de un documento cartográfico de 1908, proporcionándonos los datos de su origen e importancia, así como la fisonomía de la ciudad que en la carta general del estado de Veracruz-Llave se refleja.

    Todas estas aportaciones se proponen llevar al lector a una historia que quiere explicar sus orígenes, su devenir y también sus mitos. Razonarlos, ubicarlos en su tiempo y espacio, reconocer lo que hemos sido y lo que somos y, quizá, pensar lo que queremos ser. No se trata de una celebración, tampoco de una denostación de lo que fue. En historia no puede haber y que tal si más que, si acaso, como ejercicio intelectual para especialistas. Se quiere, simplemente, tomar la efeméride para seguir pensando críticamente el pasado y el presente. Si esta publicación logra esto en la mente de los lectores, habrá cumplido su función.

    Ruth E. Arboleyda Castro

    Centro inah Veracruz

    Veracruz, Ver., 6 de noviembre de 2018

    ¹ Antonio García de León Griego, 2014, Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento, 1519-1821, México, fce/uv, p. 11.

    ² Si bien está presente la fecha del 22 de abril del mismo año, prefiero la anotada, pues en ese día se ejercen actos de autoridad en una nueva sede, la Villa Rica, donde se establecieron y construyeron algunas edificaciones y se planeó un poblado, además de consolidar su independencia frente a la empresa de Diego de Velázquez. Véase Jaime Cortés Hernández, infra.

    ³ Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno; limpieza, aseo; cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres. Todas estas son acepciones del término, según el diccionario en línea de la Real Academia Española.

    Parte i

    ———•———

    Creación y edificación de la Villa Rica de la Veracruz (1519-1523).

    Interpretación de algunos sucesos basada en su contexto arqueológico

    ———•———

    Jaime Cortés Hernández*

    Veracruz, ciudad errante, tiene antecedentes en la última década del siglo xv en las tierras antillanas insulares, como Haití, La Española en Dominicana, Jamaica, Bahamas, Cuba y Florida, entre otras, fundadas a partir de los viajes del almirante Cristóbal Colón en 1492 y 1493 hacia el Nuevo Mundo, con el total apoyo de la Corona española. Otras hubo, de empresa particular y bajo el ojo vigilante del Real Consejo de Indias por medio de la Casa de Contratación, en variados puntos del mar Caribe (figura 1).

    Vasco Núñez de Balboa en 1510 funda Santa María del Darién, y de 1512 a 1513 la península de Florida es descubierta por Juan Ponce de León. Otras infortunadas expediciones tuvieron resultado nefasto por hundimiento de naves, como la promovida por el gobernador de Jamaica Francisco de Garay en 1511, en la cual 20 marineros sobrevivieron al naufragio de su nave, Santa María de la Barca, de los cuales sólo ocho pudieron arribar a Yucatán y al tiempo perecieron, quedando únicamente dos de ellos en polos opuestos entre los grupos de la península: Gonzalo Guerrero, plenamente aculturado como maya, destacando como jefe militar del señorío de Chetumal, y Jerónimo de Aguilar, quien aprendió la lengua mayense y junto con la políglota Malinalli, la Malinche, fueron los audaces intérpretes de Cortés.

    Figura 1. Museo arqueológico en Cayo Bariay, provincia de Holguín, Cuba. Primer sitio del contacto de Colón con aborígenes de Cuba. Fotografía: Jaime Cortés H.

    El descubrimiento del océano Pacífico en 1513 por Fernando de Magallanes amplió aún más el horizonte y acrecentó el paulatino avance hacia el Nuevo Mundo, esperanza de muchos personajes que destacaron en la empresa del desplazamiento marítimo, colonizando e imponiendo un sistema ajeno a los aborígenes.

    En esa carrera, de 1517 a 1519 destacaron las incursiones promovidas desde Cuba hacia las costas de México, por Francisco Hernández de Córdoba en 1517. Siguiendo inmediatamente la de Juan de Grijalva en 1518 hasta las costas veracruzanas.¹ Posteriormente, en 1519 fue elegido Hernando Cortés, por la gracia de Dios, para ensalzar nuestra Santa Fe, y servir a su Majestad,² quien se dirigió hacia las costas del Golfo para fundar una villa, que sería la segunda históricamente reconocida en tierra firme, bautizada como la Villa Rica de la Vera Cruz; ya que la primera se fundó en el actual Tapón del Darién, en Panamá.³ Desatinadamente se consideraba que un fundo inicial había sido en Santa María de la Victoria, descubierta el 7 de julio de 1518 por Juan de Grijalva, en el sitio de la famosa batalla de Centla, sobre la margen izquierda del río Grijalva en Tabasco. Ahí Cortés de­sembarcó el 12 de marzo de 1519 en Puntas Palmares, teniendo después una refriega el 14 de marzo para someter a los indígenas chontales, y el 25 del mismo mes tomó posesión a nombre de los monarcas españoles, oficiando la primera misa fray Bartolomé de Olmedo y el capellán Juan Díaz.⁴

    Los ardorosos arenales inestables del litoral fueron hollados con el desembarco de los españoles, memorable suceso de la llegada de huestes externas procedentes del mar, abigarrados en navíos extraños, con la ilusión de imponer, doblegar y dominar, por medio del atronante y mortífero arcabuz, la certera ballesta, las desgarrantes alabardas, la artillería e impactante instrumental bélico. Y también les preguntaron, que aquellas bombardas que traíamos, que hacíamos con ellas, y respondiéron, que con unas piedras que metíamos dentro dellas matabamos á quien queriamos, y que los caballos corrían como venados, y alcanzabamos con ellos á quien les mandábamos,⁵ impresionantes e imponentes corceles desconocidos por los nativos, a la par de la presencia de fieros y amenazadores mastines, y veloces lebreles devoradores comeindios,⁶ prestos para el aperreamiento a la orden de ataque de sus amos.

    Como llevábamos un lebrel de muy gran cuerpo, que era de Francisco de Lugo, y ladraba mucho de noche, parece ser preguntaban aquellos Caciques del pueblo á los amigos que traíamos de Cempoal, que si era tigre, ó leon, ó cosa con que mataban los Indios, y respondiéron: traenle para que quando alguno los enoja los mate.

    Tal escenario era sumamente atemorizante para la mirada temerosa y a la vez retadora de los habitantes nativos de la región de la costa totonaca. La empresa de dominio estuvo conformada por gente de fuerte catadura, que bajo el patrocinio poderoso de la espada y la cruz flamígera justificaron el dominio imperial en territorios jamás vislumbrados.

    En el ínterin a la llegada a San Juan de Ulúa, en territorio de Tabasco, se envalentonó Cortés por el triunfo de una refriega con los aborígenes de Centla, en la cual los españoles fueron apoyados con cobijo y bastimento, a la par del ofrecimiento de una veintena de mujeres, entre las que resaltó la afamada Malintzi o Marina, la Malinche, quien con el rescatado de los mayas, Jerónimo de Aguilar, fueron los intérpretes del extremeño. Después de ese enfrentamiento y siguiendo sobre la ya conocida ruta de 1518 de Juan de Grijalva, Cortés siguió para dar pie al desembarco en los arenales de Atlachicueyan en los páramos fronteros de la isla de San Juan de Ulúa, en donde fueron acogidos por los culúas, efectuándose así el primer contacto entre representantes de las Antillas a nombre del rey de España y dignatarios del Cem Anahuac, obteniendo, además de información, abundantes presentes de joyas de oro, mantas y otros productos, que más que justificar con creces la empresa de rescate, a decir del etnólogo Eduardo Corona sobre la pesquisa de fuentes en el archivo de Indias, "motivaron a que se transformara en una empresa de colonización, aprovechando la identidad comunera y diversidad social de sus integrantes",⁹ de manera que en las costas veracruzanas durante el desembarco en los ardientes arenales y empalizadas de resguardo del real en Chalchihuecan, anticipadamente se dio el hecho para constituir y legalizar el evento del nombramiento de un cabildo el 22 de abril de 1519.¹⁰

    Casi simultáneamente se envió la primera carta de relación a España el 10 de julio, con la finalidad de ser materializada y reconocida la orden para la creación del segundo ayuntamiento de tierra firme continental, la Villa Rica de la Vera Cruz. Así, se deduce y según consta en las actas, son suprimidos los planes del gobernador de Cuba, don Diego de Velázquez, para que en designación de las altezas reales se poblase y fundase allí un pueblo en que hubiese justicia para que en esta tierra tuviesen señorío, como en sus reinos y señoríos lo tienen.¹¹ En consecuencia, se erigió un fugaz campamento costero elevándole al rango de villa, denominándole Rica de la Vera Cruz, porque desembarcaron en Viernes Santo, Jesús en la Cruz. Con el pleno de los españoles, en actos, se hizo el análisis de las cartas del nombramiento que Diego de Velázquez dio a Cortés, con lo cual se constituyó el ayuntamiento instaurando un cabildo conformado por soldados y capitanes, designando los cargos según el requerimiento de la época, hasta tanto las altezas provean lo que a su servicio convenga, confiriendo los diversos oficios y rangos,¹² de la manera siguiente. Capitán general, justicia mayor y alcalde mayor: Hernán Cortés. Regidores: Alonso Hernández Portocarrero, Francisco de Montejo, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval, Bernardino Vázquez Tapia. Procuradores: Alonso Hernández Portocarrero, Francisco Montejo. Alcalde ordinario: Alonso Avila, Alonso de Grado. Alguacil mayor: Juan Gutiérrez de Escalante. Alguaciles del real: Alonso Romero, Ochoa Vizcaíno. Capitán de entradas: Pedro de Alvarado. Maestre de campo: Cristóbal de Olid. Contador: Alonso de Avila. Tesorero: Gonzalo Mejía. Alférez: Fulano Corral. Escribano real: Francisco Fernández.

    La reminiscencia medieval española en Europa fue elemento repetitivo con poca variante durante el proceso de incursión y conquista en el proceso de fundaciones por las islas mayores y menores, transferidas jurisdiccionalmente al esquema imperial del nuevo continente americano. Arrojo, valentía, astucia, entre otras, eran cualidades y casi requisito primordial para la conquista de horizontes lejanos en la España de fines del siglo xv y principios del xvi. Características inigualables en el personaje principal de la madeja histórica para la fundación de la primera villa en las costas del golfo de México, aplicables a un hidalgo llamado don Hernán Cortés, quien partió desde las Antillas mayores, bajo el patrocinio de Diego de Velázquez, gobernador de la isla de Cuba, con la instrucción de hacer cautivos para servirse de ellos en la isla caribeña, y para la venta de esclavos en boga por aquellos años, así como rescatar oro de los nativos, a cambio de bagatelas, bisutería y cuentecillas de vidrio, costumbre adoptada desde tiempos colombinos.

    Cortés no fue autorizado para fundar en algún lugar que descubriera, sin embargo, determinando lo contrario a lo ordenado en la advertencia sobre los motivos de la incursión, decidió actuar y tomar otra alternativa para deslindarse y escindirse del poder de la subvención del gobernador de Cuba, con la finalidad de conseguir la venia directa de Carlos I de España y V de Alemania.

    La expectativa y el panorama general de las riquezas de las nue­vas tierras continentales ya contaban con antecedente por las anteriores expediciones de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y Juan de Grijalva en 1518. Hernán Cortes, el 12 de febrero de 1519, desde Cuba, levantó velas a los navíos emprendiendo la travesía hacia las codiciadas costas occidentales, para llegar el jueves de Pascua hasta San Juan de Ulúa y desembarcar en los arenales fronteros en la costa. Fundó ahí el primer real de muy corta duración, menos de tres semanas de estancia, el cual no pasó de ser un campamento efímero de chozas y enramadas improvisadas con materiales perecederos, más que nada para contener la fiereza solar y las nubes de insectos.

    Primero fueron los enviados de Moctecuzoma quienes lo recibieron y lo atendieron por unos cuantos días, invitándole a que regresaran por el rumbo que vinieron y aportándole valiosos presentes; esto en vez de persuadirles avivó más vista y codicia por los posibles tesoros que pudieran allegarse. Entonces fueron desatendidos subsistiendo a la suerte por el retiro de los embajadores aztecas, aunque de inmediato los totonacos les visitaron y se quejaron de los mexicanos, a la vez que les invitaron para ir hasta su pueblo de Cempoala, en donde les aposentaron y conocieron a su cacique Chicomácatl, el cacique gordo.

    Ese primer sitio donde ocurrieron los anteriores hechos, de aparente amistad y disimulada despedida hacia los españoles por los embajadores aztecas, fue muy fugaz, posiblemente se ubicó entre el actual fraccionamiento de Costa de Oro y el ahora desbastado promontorio del Penacho del Indio, en la costa inmediata del actual puerto, donde en sus arenales aún hasta fines de la década de los ochenta los paseantes podían encontrar entre el tramo de dunas y playa algún fragmento de cerámica del contacto, destruida por la nivelación y el relleno para la ampliación de la red vial y la creación de la infraestructura del corredor comercial de equipamiento mixto de servicios, ampliando espacios demandados que requerían alojar la creciente conurbación entre los poblados aledaños a Mocambo, Boca del Río y el puerto de Veracruz.

    Después del breve recorrido y otra corta estancia de escasos días entre Cempoala y con menor tiempo en Quiahuiztlán, con apoyo y sustento de los totonacos, en un paraje escogido sobre la rada de la playa muy cerca de una antigua salinera, dio inicio la fundación de la Rica Villa de la Veracruz o Villa Rica Veracruz.¹³

    Previo a ese tiempo, Cortés había enviado al piloto Antón de Alaminos en una inspección por la costa, con un recorrido hacia el norte con la finalidad de escoger un lugar adecuado para asentar el real, eligiendo un paraje frente al pueblo totonaco de Quiahuiztlán, emplazado entre los cerros por la parte continental, con acceso y resguardo por la banda del mar. Entre otros puntos de las órdenes referidas para la fundación de pueblos, destacan los de elegir un emplazamiento adecuado en lugares de resguardo de los vientos del norte; con tierras vacantes y levantados por motivos de sanidad; fértiles y suficientes para la expansión; ricas en materiales, aguas y, sobre todo, con disposición de gente natural. Casualmente, todo ello se conjuntó en la comarca elegida, según la apreciación de los pilotos Antón de Alaminos, Juan Álvarez, y el capitán Francisco de Montejo al mando de la incursión de reconocimiento por la costa.

    Una vez escogido el terreno para el trazo original, se consideraron solares para los vecinos y el regimiento, además de espacios para la iglesia, la plaza, que incluía la picota, las casas de cabildo, la cárcel, las atarazanas, el descargadero, la carnicería, la fortaleza y fuera de la villa una horca, así como otros lugares no explicados ampliamente, aunque las fuentes primarias siempre los mencionan.¹⁴ El emplazamiento en esos parajes obedeció fundamentalmente a función y estrategia militares, integradas en alianza con los grupos del señorío del Totonacapan meridional, sobre todo por Cempoala y Quiahuiztlán, inconformes con el grupo imperial azteca dominante, atribulados por la carga hacendaria de exigencias dentro del sistema imperante de control y subyugación tributaria del Anáhuac desde 1440 y 1469, por conquistas de ampliación durante el reinado de Motecuhzoma Ilhuicamina.¹⁵ Se constituyeron en el aporte principal de mano de obra para la edificación de los primeros inmuebles, que funcionaron como un puerto de justificación y expansión para el dominio de la Corona española.

    El entorno del asentamiento español en 1519-1520 se presentaba apostado sobre una gran paleoduna móvil, perfilada y levantada en sentido norte-sur y paralela a la costa, sobre la cual se desplantan los restos de vestigios hispánicos, aprovechando estratégicamente la disposición natural de protección física y visual, pues pasa desapercibida desde el mar. Esto era muy importante, pues, estando en la villa Trinidad, el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, giró cartas para detener a Cortés sin lograrlo, en las quales provisiones mandaba, que en todo caso le detuviesen el Armada a Cortés, porque ya no era Capitán, y le habían revocado el poder, y dado á Vasco Porcallo.¹⁶ Posteriormente envió a su lugarteniente Pánfilo de Narváez, con la consigna de aprenderlo y hacerlo capitular; Narváez logró llegar con su gente y tomar el templo mayor de Cempoala en mayo de 1520, atrincherándose; pero durante un rápido enfrentamiento nocturno fue herido de un ojo quedando tuerto, vencido y no alcanzó el objetivo de arrestar al extremeño. Cortés lo capturó y con el contingente y embarcaciones de Narváez fortaleció la armada, contando con mayor poderío para la empresa de conquista.

    Topográficamente, hacia el oriente desciende el terreno hasta alcanzar el nivel del mar, donde se yergue una lengüeta montañosa denominada Punta Villa Rica o Punta Bernal, circundada por arenales sueltos e inestables. Hacia el sur se aprecia una planicie costera interrumpida a tramos por pequeñas lagunas estacionales, conocidas como laguna del Llano o del Camarón, y más allá la del Farallón o de la Sal. Al noroeste se yerguen accidentes orográficos mayores, destacando el cerro de los Metates, que albergó a la población prehispánica totonaca de Quiahuiztlán. Un tanto más lejos y a manera de cerramiento hay algunas elevaciones fronteras, cerros llamados de la Bartola, el Boludo, la Bandera, la Cruz y la Paila, en donde se desparraman vestigios de antiguos asentamientos vecinos, que seguramente formaban parte de los 30 pueblos que fueron los primeros aliados del contingente comandado por Hernán Cortés.

    Con base en los últimos trabajos e investigaciones de arqueólogos del inah, desde fines de la década de los ochenta hasta 1992, sin que alguien más haya explorado el sitio, se considera que la Villa Rica tuvo una disposición que se diferencia topográficamente en dos sectores: el sector A, que se dispuso en la cresta que se despliega hacia el bordo sureste, dominando visualmente la entrada de sotavento a la rada natural y la sección inferior por la costa, así como la barra y esteros meridionales de la laguna de la Sal o del Camarón. En

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