MI VERDADERO YO, DETRÁS DEL ESPEJO: TESTIMONIO DE UNA NIÑA GRANDE
Por Maria Oviedo
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Mi libro es mi biografía, cuento mi vida sin ocultar nada, era una niña sufrida y abusada de un hogar disfuncional. Entre peleas de los adultos y sus borracheras, llevándome a ser una niña miedosa, pero a pesar de todo, tenía sueños que fueron tronchados por mucha gente mala que se apareció en mi vida. El destino me volvió mala, cruel y sin sentimientos. Pero tenía algo que no tenían todos, poderes mentales que a pesar de que yo le rechazaba, estaban allí en mi cabeza, logrando ayudar a muchas personas con él. Me enamoré una sola vez en mi vida, tanto que aún a pesar de tantas cosas que pasé, sigo enamorada hasta el día que me muera.
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MI VERDADERO YO, DETRÁS DEL ESPEJO - Maria Oviedo
Mi Verdadero Yo,Detrás del Espejo
Testimonio de Una Niña Grande
Maria Oviedo
Derechos de autor © 2018 Maria Oviedo
Todos los derechos reservados
Primera Edición
PAGE PUBLISHING, INC.
Nueva York, NY
Primera publicación original de Page Publishing, Inc. 2018
ISBN 978-1-64334-014-2 (Versión Impresa)
ISBN 978-1-64334-015-9 (Versión electrónica)
Libro impreso en Los Estados Unidos de América
Ante todo, quiero dar las gracias a Dios por haberme permitido llegar hasta aquí y haber logrado uno de mis grandes sueños: escribir mi libro. Quiero además, darle las gracias a mis viejos Pedro Herrero y Luisa Romero, a mi querida tía Tete, por ser mi inspiración, agradecerle a mi esposo por siempre apoyarme en mis proyectos, A mis hijos y nietos por ser el amor más bello que conoció mi alma, le doy las gracias al Señor Alfredo Diaz Castro por haber creído en mí, y sobre todo quiero darle las gracias a mi hermana Adelfa, por ayudarme en mis metas y por último a todos mis amigos, que de una u otra manera fueron pasajes vivo de mi historia. Gracias a todos por su amor.
Mi nombre es Marilyn, y sufro de problemas con la memoria a corto plazo.
O sea, que me cuesta mucho trabajo aprender cosas nuevas, nombres nuevos y relacionarme con las nuevas tecnologías. Sin embargo, recuerdo todo lo pasado, mi vida pasada y los personajes que, de alguna manera, se involucraron en ella e hicieron avanzar mi historia personal, para bien o para mal. Muchas cosas pudiera contarles de mí, pero quiero hablarles sobre un don especial que llevo en las venas, heredado de mi abuela paterna, Lolita, y mi papá, Rafelito.
Esta historia que les voy a contar, que me he atrevido a hacerlo, es mi vida contada a la distancia, con sinceridad y desgarramiento. Lo hago principalmente por tres razones: la primera, para desahogar las tristezas de mi corazón, realizar un exorcismo que me permita despojarme de las cosas que aún tengo dentro. En segundo lugar, para intentar lograr que los que lean este libro, tal vez, puedan evitar todos los errores que en un pasado cometí. Dicen que nadie aprende de los errores ajenos, pero yo tengo fe en que, de alguna manera, pueda tocar algunos de los sentimientos de los lectores y alertarlos. Y finalmente, sacar de ultratumba mis secretos y poderes.
Es bien difícil sacar demonios de adentro, sin herir sensibilidades, desde ya me disculpo e imploro perdón si rasgo o hiero corazones; si tan siquiera enojo un ego, no es mi intención. El objetivo es tratar de ayudar a salvar almas inocentes, precisamente. Que mi experiencia evite a otros u otras cometer mis propios errores; y que hay cosas ocultas que por nunca haberla hablado, fueron silenciadas en mi alma hasta que descubrí que estas cosas son un don, un poder, una fuerza del más allá.
Yo me pongo a pensar de qué manera comienzo a contarles algo que puede causar tanto dolor y tanta amargura a quienes más quiero y tanto amo. Pero me decidí a hacerlo, pues pensé que esa mujer que soy, detrás del espejo, debe ser conocida por mis hijos, por mis amigos y por el público interesado en general. Es algo que les debo y que me debo, para que así otras personas eviten mis tropiezos, caídas y malos pasos; esos que me llevaron, de alguna manera, al mismo infierno.
De que les ayude a evitar conocer la falsa gloria o la aparentemente verdadera, aun no lo sé. De lo que sí estoy segura, es que después de leer este libro, creo que algunos o algunas lo pensarán dos veces antes de caer en los mismos abismos donde yo caí, y evitarán esas largas y desastrosas caídas que laceran el alma. Actos iguales, iguales consecuencias. ¡Claro y sencillo! Y además, aceptar y reconocer que eres diferente para sacar fuerzas de adentro para luchar en lo que todavía la gente no cree.
Mi vida fue como la de una mariposita nocturna que siempre trata de encontrar la luz, y cuando la encuentra, se quema con la candela ardiente. Buscando bullicio y multitudes, te encuentras con una soledad aplastante y, por ende, a la triste oscuridad donde te destruyes.
Les dije que mi nombre es Marilyn. En realidad a mí me bautizaron con tres nombres. Cuando nací, era una costumbre poner muchos nombres a los niños, no sé por qué razón, pero es tan cierto como que en el Himalaya se encuentra el Everest. Yo no fui la excepción. Primero, María, nombre tan común en la cultura mundial y en la latinoamericana, en honor a la madre de Jesús de Nazaret. Catalina, como alguna emperatriz rusa y, por último, Marciana, porque fue sacado de santoral católico y es la fecha del 12 de julio.
¡María, Catalina … Marciana! ¡Un completo abuso infantil! Afortunadamente, eso quedó en los papeles. Mi abuela Lolita creyó que eran demasiados nombres y me apodó como Marilyn, como la famosa actriz que por aquella época arrasaba en las pantallas. Soy dominicana, rubia y pueblerina. Ese nombre, me identificó durante mucho tiempo, en mis momentos más oscuros y confusos. Mis amigas y amigos decían que yo era coqueta, expresiva y zalamera como Marilyn Monroe. ¡Hasta creían que hablaba y cantaba con su picardía y que siempre trataba de ser el centro de atención!
No me enteré de mi verdadero nombre, María, tan hermoso, sino hasta que llegué a los Estados Unidos. Y me costó mucho trabajo aprendérmelo, pues ya estaba demasiada acostumbrada al que de verdad me identificaba como yo: Marilyn.
En los Estados Unidos usé por mucho tiempo el nombre de María, pues así me decían en el trabajo y en el banco. Entonces, ya como costumbre, cuando me preguntaban cuál era mi nombre, yo respondía que María. Pasaron muchos años y yo lo seguí utilizando. Ya todos en los Estados Unidos me conocían por ese nombre, pero cuando en cualquier lugar yo llegaba y escuchaba Marilyn, yo volteaba a mirar pues sabía que era alguien que me conocía bien, y que lo más probable era alguien de mi querida tierra. Pasaron los años y después de pensarlo mucho, tomé la decisión de volver a ser yo, por eso he vuelto a usar mi nombre: Marilyn. El nombre por el que todos me conocen en mi país. Esa soy yo, con ese nombre es que realmente me siento yo. Ahora donde vivo hoy, les he dicho a todos que ese es mi nombre; así me siento en casa y todos me llaman Marilyn, como a mí me gusta. La dominicana con sabor a Marilyn.
Aunque, confesando la verdad, lo que siempre quise ser fue actriz, porque me ponía boba con las películas y me fascinaba imitar a las protagonistas del celuloide. Yo tenía una gran facilidad para llorar o reír con solo ponerme en la situación. Desafortunadamente, ningún productor, escritor, o director de telenovelas me descubrió. Esos son los sueños tronchados que nunca se pudieron materializar, pero que aún viven en el fondo de mi corazón como si estuviera esperando que sucediesen. Al menos, me queda el consuelo de que he utilizado el nombre artístico de Norma Jeane Mortenson, mi favorita en la pantalla, en mi vida real, Marilyn.
Fui una niña flacuchenta y debilucha. Era de muy poco comer y nada de lo que comía me gustaba, a pesar de que siempre tuve la dicha de ser mimada y tener todo lo que yo quería. Mi apetito siempre fue muy limitado. Era de piel muy blanca, una cosa que nunca fue algo bueno para mí. Era un sufrimiento. Me resaltaba y diferenciaba entre mis amigas. Era más bien una tortura, pues todas mis amigas eran morenas, o la gran mayoría de una piel preciosa que yo envidiaba en mi interior. Es más, fui motivo de «bullying» o de burlas donde me ponían sobrenombres como "Leche Cortada y
Pan Blanco" Solía llorar desconsolada por mi color. En una ocasión, recuerdo tener una amiguita bien morenita que me aseguró haber sido blanca cuando nació, pero que su mamá le dio café negro sin azúcar durante muchos meses y la ponía descubierta al sol del mediodía; entonces, se transformó como por arte de magia y obtuvo ese hermoso color.
¡Y yo de tonta le creí! ¡Y más tonta aún! para ponerme igual que ella, la imitaba y hacia lo mismo. A las 12 p.m. de cada día, me exponía al sol y esperaba un milagro. ¡Lo único que lograba era ponerme roja como un camarón! Por supuesto, nunca alcancé el color que yo soñaba tener. Siempre fui de piernas larguísimas. Esas, al menos, me sirvieron para jugar vóley ball. En una época de mi vida, no tenía nada que yo considerara bonito en mí.
Desde muy jovencita amaba la poesía, escribía sobre el amor, sobre el sol, la luna, el universo … todo para mí tenía sentido poético. Incluso muchos de mis amigos me pedían que les escribiera poesías para sus enamoradas, aunque esas jamás las volveré a conseguir. Yo con gusto se las hacía. Las que tengo las conservo como una reliquia. Tengo de todas clases: de amor, de chiste, de sarcasmo, melancolía, etc.; y todas ellas me han llenado de alegría. Esa alegría siempre fue lo más importante, era como vivir en mi propio mundo, ese de donde algunas veces no quería salir; donde la fantasía reinaba en mi vida. Era una romántica y eso sí llenaba con un poco de felicidad mi vida. Nunca fui una niña mentirosa, pero a veces callaba la verdad por temor a represalias en contra de mí, porque guardaba un secreto muy poderoso: yo tenía poderes mentales.
Mucha gente decía que mi abuela, Lolita, y mi papá tenían poderes curativos. Con hojas hacían bebidas con las que sanaban a la gente del barrio. Ellos los buscaban para esos trabajitos, pero como niña no me interesó nada de eso. Aunque pasé mi niñez sintiendo ciertas cosas inexplicables, no le di mucha importancia a esas historias, hasta que cambió mi vida después de cumplir los trece años. Sin motivo y sin razón, podía ver en las pupilas de las personas, sus pasados y hasta sus futuros.
Católica de nacimiento, estudié en una escuela donde me enseñaron muchos de los principios que hoy, créanlo o no, me han ayudado a lo largo de mi vida. Siempre me gustó la música, el baile y no era muy aplicada para los estudios; prefería leer cualquier muñequito de chistes, que acostumbraba a poner dentro del libro que, supuestamente, estaba leyendo. Trataba de esquivar de esta manera las tareas de la escuela, pero mi madre Josefina, me atrapó varias veces y me dio tremendas pelas.
De niña tenía muchas contradicciones y muchas cosas que no me gustaban y repelía, pero dentro de ese mundo existía un ser humano a quien yo amaba con todas las fuerzas de mi corazón, mi abuelita materna: Mami Luisa.
En honor a la verdad, les confieso que con Mami Luisa no sentía que ella era una abuelita. Yo con ella sentía amor de madre. Ella