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Balloneta Pelada: Violencia que yo viví República del Algodón
Balloneta Pelada: Violencia que yo viví República del Algodón
Balloneta Pelada: Violencia que yo viví República del Algodón
Libro electrónico626 páginas10 horas

Balloneta Pelada: Violencia que yo viví República del Algodón

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Durante los años de la década que corresponde a los cuarenta, se desarrolló una desdichada violencia en el país del Algodón, que logró exterminar a la mayoría de los agricultores y campesinos de ese país. Algo que fue horrendo, debido a que el gobierno de esa época se dedicó a mantener una violencia en contra de los campesinos del pueblo de Algiona. Esta fue una violencia tan absurda, porque no se atacaba a los adinerados del pueblo, pero sí a los campesinos y a los agricultores. Esta tierra se bañó en sangre por manos de los tombos de esa era, quienes capturaban a los agricultores y a los campesinos, robándoles lo que producían, abusaban de sus mujeres y poniendo el caos al país del Algodón. Debido a las marchas prolongadas por los policías por varios días, haciendo recorridos por todas las calles del pueblo, gritando consignas en contra de los campesinos y de toda la ciudadanía, entonaban cánticos gritando en voz alta: “Somos la ley, somos los Azules, y también los Rojos y hemos venido aquí para aplicarles torturas, y si es posible, la pena de muerte a todos los que se rebelen en contra de nosotros, que somos la autoridad máxima de este pueblo, y de todo el país del Algodón. Tenemos el apoyo de los gamonales políticos del pueblo, y también del país entero”. Cuando los tombos terminaban sus cánticos y las amenazas en pleno público, se retiraban en sus caballos al galope, anticipándoles que al día siguiente estarían ahí para comenzar con las batallas para comenzar con las torturas. Los campesinos, los ciudadanos y los agricultores, estaban totalmente en suspenso debido a que en verdad no sabían que podría suceder y a quién se le torturaría, o se llevarían al paredón. La cierto es que esta fue una violencia encarnada por la política, para mantener al país del Algodón con la boca cerrada, mientras se trataba de reelegir al mismo presidente del país del Algodón, y mantenerse casi como un presidente vitalicio, que le obedecieran todos los habitantes para seguir un Gobierno parecido a los que hacían los reyes, para que se acostumbraran todos los ciudadanos a obedecerle al presidente de la República del Algodón como si fueran sus vasallos. Ocurrieron muchos encuentros con los tombos, sacrificaron a muchos ciudadanos y campesinos, hasta que algunos exmilitares y algunos indios que sabían pelear, derrotaron a los tombos con mucho tiempo antes de que se celebraran los comicios para reelegir al mismo presidente que pertenecía al color Azul, y quien estaba convencido de que podría ganar de nuevo el mandato para el próximo periodo presidencial, y así continuar con el zafarrancho de combates en contra de los campesinos, agricultores y todos los ciudadanos de la República del Algodón. Ustedes, amigos lectores, leyendo a fondo este libro titulado Bayoneta Pelada, se enterarán de todos los acontecimientos que ocurrieron en aquella era de los años cuarenta.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 dic 2020
ISBN9781643347158
Balloneta Pelada: Violencia que yo viví República del Algodón

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    Balloneta Pelada - Manfio Castilla

    Primera parte

    Estamos en la era de los cuarenta, esta es una era de envidia, de calumnia, de atropello y de señalamiento de los ciudadanos que no pertenezcan al color Azul o al Rojo, pero en verdad esta fue la época de muchos atropellos por parte de los gamonales políticos del pueblo y también de los tombos. Aquella época en que te preguntaban de qué color eres, y si tú decías Rojo o Azul, de todas maneras estabas firmando tu sentencia de muerte, porque si el policía que te hiciera la pregunta pertenecía a un color diferente al que tú respondías, estabas firmando la sentencia de tu muerte, pues te mataban según la respuesta que tú dabas. Pero, ¿cómo era imposible adivinar quien te hacía la pregunta era Rojo o Azul?, de cualquier manera estabas muerto. Esta era de los cuarenta fue la era de la confusión, y el dolor, porque tanto el alcalde, como los gamonales políticos, solían de darle órdenes a los tombos para que ejecutaran y torturaran a los campesinos, no había modo de escaparse de estos penosos estilos de masacrar a todo un pueblo, las órdenes que tenían los tombos eran de que le recostaran las bayonetas peladas sobre las espaldas de los campesinos, para sacarle la verdad del color a que ellos pertenecían, y cuando estas respuestas eran diferentes a la del policía que te estaba preguntando, enseguida te caía una lluvia de bayonetas en tu espalda hasta hacerte sangrar, y luego te arrastraban por todas las calles del pueblo, y te conducían hasta un aljibe que contenía agua al punto de congelación; a este le llamaban el aljibe maldito. Aquello era algo bien horroroso, ardía y se sentía como candela entre las heridas que habían hecho las bayonetas que le propinaron los tombos. Dicen los sobrevivientes de esa década de los cuarenta, que después de haberle proporcionado esta dura golpiza, había que pagarle los diezmos a los policías por haberse tomado el trabajo de haberte torturado.

    A este pueblo de Algiona siempre llegaban sargentos y cabitos, lo mismo que tenientes que eran nombrados por los Azules, y quienes traían órdenes concretas para que torturaran a los habitantes de este pueblo. Aunque se dice que estos nombramientos venían de la capital de la República del Algodón (bojita). Algunos sobrevivientes de esa época cuentan que una vez llegó al pueblo un tal sargento que tenía los talones bien rajados por falta de calzados. Este hombre no tenía ningún tipo de preparación intelectual, ese solo sabía de torturas y crímenes, y fue trasladado hasta el pueblo de Algiona con el solo objeto de masacrar al pueblo. Fue precisamente el sargento Jamenez, que inmediatamente los gamonales políticos del pueblo lo posesionaron de alcalde, y después del segundo día de haber recibido el cargo de alcalde, le dio órdenes a los policías para hacer público su primer decreto. Recorrieron las calles principales del pueblo a través de unos altoparlantes, divulgaron el primer decreto que decía: Artículo primero, a partir del día de mañana ningún ciudadano deberá permanecer en las calles antes de las ocho de la mañana, y tampoco después de las cuatro de la tarde, solamente se le permitirá a cualquier habitante que padezca de alguna enfermedad, y haya que conducirlo a una clínica, o llevarlo al hospital. Los demás ciudadanos tendrán que acatarse a las órdenes de este decreto. Artículo segundo, todo habitante que desobedezca estas órdenes será sometido a golpizas extremas hasta hacerle sangrar su espalda, será puesto en prisión en una celda bien oscura llena de insectos, y llena de excrementos humanos, no tendrá derecho a ningún tipo de fianza. De ahí será sacado de su celda y se le podría aplicar la pena de la ley de fuga, o sea, la descarga de fusiles por la espalda. Tampoco tendrá derecho a tomar agua ni consumir ninguna clase de alimentos. Artículo tercero, este decreto será impuesto en los lugares más frecuentados del pueblo, para que sea visto por toda la población y la persona que desobedezca este decreto, será multado con una suma de dinero, imposible de pagarla en menos de un mes y deberán realizar trabajos muy fuertes en los campos que pertenezcan al gobierno. He dicho, yo soy el sargento Jamenez, ejecútese y cúmplase según la ley. He dicho.

    El decreto se corrió por todas las calles del pueblo, y fueron tan grandes los altoparlantes, que se escuchó en todos los barrios. Después de haber escuchado estas amenazas, el pueblo quedó aturdido y desesperado, por lo cual comenzaron a aterrorizarse todos los ciudadanos, pues el primer decreto de este criminal fue hecho con bombos y platillos que salían de la voz de un Pick–up que también tenía unos parlantes de alto poder para que fuera escuchado por todo el pueblo.

    Todos estos movimientos habían consternado al pueblo, y se creía que todos ellos iban a ser sacrificados por este asesino. El miedo y el terror se apoderó de todos los ciudadanos. El cuarto día salió otro decreto que fue conducido por el cabo Soncho, otro criminal que fue nombrado por los mismos gamonales el cual decía: Todos los ciudadanos tendrán que asistir a un fórum que se efectuará en los campos de la policía, y ningún ciudadano estará excepto de no asistir, todo el pueblo deberá de cumplir con este decreto, repito no habrá excepciones. Yo soy el cabo Soncho. Articulo Segundo, sentencia por desobedecer este llamado policial, un baño de acero con la bayoneta pelada, seguido de un baño en el aljibe maldito, para toda persona que viole este decreto; y como decía el sargento Jamenez, nadie saldrá de su casa antes de las ocho de la mañana. Sentencia: dos galletazos en la nunca con la bayoneta pelada.

    Después de este decreto, al siguiente día salieron los tombos por todas las calles del pueblo, y los tombos señalaban sus fusiles en forma desafiante, y mostraban en alto las bayonetas demostrando su gran poderío ante un pueblo indefenso, sin armas de ninguna especie. Esto les hacía acobardarse mucho más, y como todas las autoridades estaban a favor de los tombos, los campesinos se sentían más humillados, y sin poder quejarse ante ninguna autoridad, se veían obligados a obedecer cualquier orden que estaban dando los policías. Al mismo tiempo que recorrían las calles del pueblo, hacían disparos al aire todo el batallón, que hacían estremecer a los ciudadanos, y no tenían más remedios que escuchar y rendirse ante las autoridades que existían en esos tiempos de la década de los cuarenta, y por esta impotencia los campesinos eran doblegados a acatar las leyes que dictaban el sargento Jamenez y el cabo Soncho.

    Los sobrevivientes de esa década también aseguran que el sargento Jamenez les ocultaba algo a los campesinos de Algiona, eso era lo que murmuraban todos los ciudadanos por todas las calles, pero seguían hablando en una voz bien tenue, para no ser escuchados por ninguna autoridad, porque decían que el sargento Jamenez era un hombre de carácter muy pusilánime, y cuando se encontraba solitario hablaba pausadamente, y como carecía de una preparación intelectual, escondía su ignorancia con el uniforme y las estrellas que lucía en su vestido; esas prendas se las habían otorgado los mandamás del pueblo, quienes eran los mismos gamonales que pertenecían al color Azul, o posiblemente al color Rojo. La soledad en que vivía este hombre le hacía cometer muchos errores, y dijo: Escojan un carro descubierto para que puedan mirar bien el pueblo, y les gritó: Vayan por todas la calles y empiecen a arrestar a todo campesino que se encuentren en las esquinas, en una reunión de más de dos o tres personas, y comiencen a darles latigazos, amárrenle las manos y también los pies, para que no puedan huir, y luego me los traen hasta la alcaldía para darles una probadita en el aljibe maldito.

    Este aljibe consistía en un rectángulo construido en hormigón armado, de veinte pies de ancho por cuarenta pies de largo. Este aljibe permanecía con agua congelada aproximadamente a unos diez grados centígrados bajo cero; ¿y cuál ser humano podría aguantar esta temperatura tan terrible en un clima cálido como es el de la población de Algiona? Se suponía que todas estas personas que iban a introducir a ese aljibe, podrían morir de hipotermia. Ese aljibe se construyó mucho antes de que esta violencia hubiese empezado, solamente fue con la intención de que el pueblo consumiera agua potable por la desdicha de no tener un acueducto, pero cuando llegó el sargento Jamenez y el cabo Soncho, lo utilizaron para torturar al pueblo, el cual lo sostenían con bloques de hielo para que se mantuviera totalmente frío durante la gran violencia que se desarrolló en la década de los años cuarenta. Ese aljibe tenía una capacidad para introducir a más de treinta personas, lo cual lo hacían después de que los campesinos fuesen fuertemente torturados con el filo de las bayonetas peladas. ¡Qué crueldad!, eso fue un crimen que será recordado para siempre entre los sobrevivientes de esa década quienes fueron sus familiares, y también se recordará por los siglos de los siglos venideros por los familiares de los desaparecidos de esa era tan maldita que dejó huellas incurables en todo el pueblo de Algiona y también en toda la República del Algodón, y para las generaciones venideras ellos sabrán de esos hechos que jamás se escribieron en los libros de la historia de este país del Algodón, porque solo fueron trasmitidos de boca a boca por los sobrevivientes de esa época de crímenes, y aún se seguirán comentando, por todas las generaciones futuras que vendrán.

    Esos hechos tan desagradables se pueden mirar de diferentes ángulos, aquello era tan conmovedor para los familiares que estaban observando estas barbaridades desde afuera del palacio de la Alcaldía, y esos familiares gritaban a los policías: Por favor, no más, no más. Si ustedes no reconocen que allá arriba existe un Dios que les está mirando todo lo que hacen, dejen carajo la injusticia y pónganse ustedes en lugar de ellos, a ver que les sucede. Mirándolo desde el aspecto político, para los mandamás del pueblo, aquello que ocurrió, ellos lo sentían como un triunfo, esto fue insólito.

    Todas estas torturas e injusticia solían hacerse en el anochecer, solo con el fin de no ser vistos por los familiares de las víctimas, pero algunos familiares que lograban infiltrarse de algún modo para verificar que les estaba ocurriendo a sus familiares, gritaban: Lucharemos, algún día, para conseguir la venganza de nuestros familiares, esto sucederá en cualquier ocasión, pero ocurrirá. Esta venganza será positiva. Este pueblo se lamentaba de estar inaptos para aplicar cualquier acto en contra de la policía, por carecer de armas que superaran las que ellos tenían, por lo tanto los tombos obligaban a los ciudadanos a sufrir torturas, y a todas las humillaciones a que ellos eran sometidos por los policías. Para demostrar su poderío ante el pueblo, tomaron por la fuerza a un espectador y le gritaron: Vas a ver a los hombres que no pertenecen al color Azul que les puede suceder; y para confundirlo también le dijeron: Y al color Rojo.

    Al hombre que estaban torturando le llamaban el Mono toro, y quien estaba tratando de desahogarse de las torturas que estaba recibiendo por parte de los policías y del sargento Jamenez, el Mono toro les gritaba a los policías: Yo soy un analfabeto, pero nunca un cobarde como ustedes tombos desgraciados, y cabrones, y estoy seguro de que tendrán que eliminarme, para que consigan que yo me doblegue a sus amenazas, hijos de putas policías. Y tú también Maldito degenerado sargento Jamenez, me tienen aquí humillado por no tener los fusiles que ustedes tienen; los policías le contestaron al Mono toro proporcionándole un duro golpe en sus testículos, y los tombos le dijeron al toro en forma de insulto: Ya estás viendo que el poder sirve de algo, baja la guardia Mono toro. Sin embargo, en vez del Mono toro bajar la guardia, siguió insultando a los policías. Eso contribuyó a que trasladaran al Mono toro hasta la Alcaldía, y lo introdujeron a un calabozo, lo violaron, lo siguieron torturando, y lo metieron al aljibe maldito, y quedó completamente inconsciente. Pero el pueblo con escopetas de cazar conejos, trataron de unirse, para liberar al Mono toro, y la policía al enterarse de esto, de inmediato empezó a torturar los ciudadanos de igual manera que estaban haciendo contra el Mono toro, de tal manera que los que estaban intentando liberar al Mono toro estaban recibiendo un duro castigo, que los obligó a salir corriendo para ubicarse muy lejos del Palacio de Gobierno, y así evitar de ser perseguidos por los tombos".

    El Mono Toro insistió en su lucha, maldiciendo a los tombos, y les gritaba: Hijos de putas, si no me matan hoy, les aseguro que tendré la ocasión de vengarme de todos ustedes, en especial de todos los oficiales. Cuando el sargento Jamenez se enteró de estas amenazas por parte del Mono toro, inmediatamente le transfirió una orden para el cabo Soncho, y este enseguida les comunicó a los tombos que cubrieran más fuerte con bayonetas peladas a este Mono toro, para sangrarlo mucho más; efectivamente, todas esas torturas que estaba recibiendo el Mono toro, en conjunto de puñetazos por su cara, eran una variedad de cómo ponerlo a caminar sobre sal después de hacerle cortaduras en sus pies. Al mismo tiempo el Mono toro les gritaba con una voz más fuerte a los policías: Hijos de la gran puta, malditos, cabrones, cobardes y maricones, qué se están imaginando ustedes, qué ya me terminaron, qué ya no tendré más fuerza con que combatirlos; se equivocan, yo soy un millonario, y tengo en mis haciendas un ejército de hombres a quien les doy trabajo, y yo los armaré, y vendré a vengarme de ustedes a uno por uno, y no tendré la más mínima compasión, para ultrajarlos conforme lo están haciendo con mi cuerpo, bandidos, degenerados. Ya volveré, la única solución que ustedes tendrán para que yo no me vengue de ustedes es que me apliquen la ley de fuga, como han hecho con un centenar de campesinos. Los tombos le contestaron: Mono maldito, te vamos a partir la madre, si tú mamá cuando naciste nunca te bañó con ácido, en este momento te daremos un gran baño con ácido para que se te arrugue el cuero, y quedes desfigurado. Ya verás lo que vas a sentir después de estos insultos en contra de nosotros, esta vez vas a disfrutar con más vigor los baños de acero que te daremos, te haremos cortaduras en tu piel por todo tu cuerpo, te estaremos vendando tu boca para que no salga nada de tu maldita boca, y te regaremos sal por todas tus heridas, y sentirás más dolor que cuando te pusimos a caminar por arriba de la sal.

    Los pies del Mono toro estaban bastante hinchados por los golpes y las cortaduras que le habían proporcionado los policías. Después le dijeron: Escucha Mono maldito, tú podrás ser muy millonario, pero con nosotros te llegó tu San Martin, ahora vas a ver que viene lo más sabroso, de nuevo vas a hacer la siesta en el aljibe, y te vamos a dejar ahí por un tiempo regular hasta que te pongas manso. Regresarás a tu puerca mansión, y en unos cuantos días, cuando ya se te hayan sanado las heridas, tendrás que regresar bien mansito a pagarnos los diezmos. Tú sabes que este oficio de torturar y asesinar es nuestro oficio, así que no te alarmes, esta vez tendrás que pagarnos por el tiempo que nosotros hemos gastado dándote estos azotes. Pero como tú, Mono desgraciado, eres milloneta, te vamos a pedir que nos pagues un triste milloncito de pesos, no habrá ninguna duda que lo vas a hacer, porque si tú no le cumples a la policía, te volveremos a utilizar, y entonces tu pago será más grande. Piénsalo, Mono hijo de puta, así somos. Ahora regresa de inmediato a tu puerca casa.

    El día que corrió la sangre por todas las calles del pueblo, arrastraban a una variedad de campesinos por el suelo como si fueran animales, sometidos a este duro castigo solo por el hecho de pertenecer al color Rojo; los amarraron por sus manos en un caballo, y en el otro le amarraron los pies, echando a correr los caballos se empezaban a estirar sus tendones y sus músculos, y se empezaban a quebrar sus huesos, en tal forma que los fragmentos de carne y huesos salpicaban a todas las personas que estaban alrededor de lo que estaba ocurriendo. Lo mismo que se esparcieron estos restos humanos por todas las calles del pueblo, mientras estas torturas estaban ocurriendo, los tombos a esta osadía le llamaron Estamos cerca del triunfo de los Azules, y gritaban Tendremos un nuevo presidente para los Azules, que también disfruten de esto todos los Rojos.

    Pero el meollo de esto era que los Azules pensaban que desapareciendo más Rojos, tendrían el chance de ganar las elecciones, la realidad de todos estos acontecimientos ocurrían porque el mismo Gobierno, que pertenecía a los Azules, contribuía con dinero para que los policías actuaran con mucha seguridad, en contra de un pueblo completamente indefenso, y no tenían influencia de ninguna especie adentro de los políticos, puesto que ellos mismos continuaban sosteniendo la violencia para que se extendiera hasta el tiempo en que iban a ocurrir los sufragios. Tanto es, que ningún policía era destituido, solo sucedía por una causa que estuviera negativa en contra de los Azules, por lo tanto todos los tombos tenían fuerza política y gubernamental para poder torturar a su manera a los campesinos.

    Después de este acto tan espantoso, los oficiales, el sargento Jamenez y el cabo Soncho entablaron una reunión en el Palacio de la Policía que se extendió por más de una semana. Estos oficiales fueron custodiados por los tombos, y por guardaespaldas, y se dice que ellos eran francotiradores de largo alcance, y los campesinos decían que esos guardaespaldas en donde ponían el ojo ponían el plomo; así que, la seguridad que mantuvieron en esa reunión estos dos oficiales, estuvo mantenida de una seguridad completamente escogida para esta reunión. Después de transcurrida esta reunión, empezaron a sonar las campanas de la iglesia, y parecía que las campanas hablaban queriendo decir, que los campesinos presintieron de inmediato que algo grave iba a estar sucediendo en el pueblo. Efectivamente, el sargento Jamenez y el cabo Soncho, ordenaron a los tombos que empezaran a amedrantar a los habitantes del pueblo, formando escuadrones de policías que llegaban de la ciudad de Cortogona. Los policías se bajaron de los camiones que pertenecían al gobierno, los cuales estaba equipados para cualquier tipo de levantamiento urbano.

    Todos estos movimientos hicieron que muchos ciudadanos se fueran hasta los montes, para evitar tal vez una persecución policial en contra de ellos, eso era lo que ellos presumían. Ciertamente, cuentan los sobrevivientes de esa época, que arribaron una gran cantidad de tombos equivalentes a más de veinte policías por persona. Esto era desesperante, no se conocían detalles del porqué sucedían estas cosas horripilantes en este pueblo. Algiona estaba vestido de verde por todas sus calles, por los uniformes que llevaban los policías, y al cabo de tres horas de haber llegado al pueblo, comenzaron a hacer disparos en todas las direcciones con sus fusiles; hasta los perros corrían por el estruendo de los disparos de estos fusiles, eran descargas, tras descargas.

    Todo esto continuaba su curso por órdenes del sargento Jamenez y el cabo Soncho. Esto que estaba pasando en estas horas fueron órdenes que estos dos oficiales, el gran sargento Jamenez y el otro asesino el cabo Soncho dictaron; pero todo aquello sucedía también por una petición especial del Gobierno Federal, el cual le fue concedida, y para ello envió una vez más una gran cantidad de tombos, completamente imaginables, era casi imposible de contar, porque el movimiento que los policías tenían, una continuidad de caminatas que confundían totalmente a todos los ciudadanos, y el Gobierno Federal les escribió a los gamonales del pueblo una extensión, para que pidieran cualquier cantidad que fuese necesaria, para hacer rendir a todos los habitantes de Algiona, para que dieran su voto a favor de los Azules. Que cosa tan vaga, ese gobierno de la era de los cuarenta, fue algo que no se puede resumir, que clase de ideología ellos practicaban.

    El pueblo de Algiona, por todos estos acontecimientos que estuvieron pasando, comprendieron que podrían ocurrir torturas de toda clase para los campesinos. El próximo ataque seria inminentemente, muy pronto, y para ello dijo un líder que pertenecía a ellos mismos: Esperemos a que esto se ponga más duro, para pensar que podríamos hacer para defendernos.... Mientras tanto, la policía continuaba haciendo ejercicios de guerra por todas las calles principales del pueblo, y esos tombos estaban vestidos con uniformes blindados en contra de balas, y también estaban protegidos para el fuego.

    Entre tanto, todos los campesinos se asomaban por las hendijas de sus ventanas, con mucha precaución para no ser vistos por los policías. Pudiera haber sido fatal, que los tombos supieran que los campesinos les estaban observando sus movimientos; pero los campesinos seguían mirando ocultamente para estar preparados para cualquier acontecimiento que pudiera venir. Después de esos ejercicios, ellos también querían estar preparados para que, en caso que una plomera estallara, podrían tener la mejor solución para esconderse de los tombos y evitar que una bala los alcanzara a ellos o a sus esposas e hijos, y también a sus familiares.

    Seguidamente, los policías lo primero que hicieron fue empezar a capturar a todos los algionenses que estuvieran en las calles antes de las ocho, como decía el sargento Jamenez en su decreto anterior. Al capturar a cualquier ciudadano, lo desnudaban cortándoles las ropas con sus bayonetas, y luego los hacían correr hasta agotarlos para que se rindieran, y luego les daban latigazos, y los amarraban en los árboles para levantarlos a bayonetazos, hasta verlos sangrar, y les gritaban continuamente: Somos los Azules, y también los Rojos. Ya veremos cómo toditos en este maldito pueblo tendrán que venir hacia nosotros para arrodillarse y pedir clemencia. Tendrán que arrodillarse ante nosotros, y rogarnos como niños, y aceptar de que van a sufragar por los Azules. Después que terminaba el zafarrancho de combate contra los habitantes del pueblo, se metían en sus casas, y los tomaban del cuello, y les exigían el pago de los cartuchos que se habían gastado en todos estos tiroteos, y al mismo tiempo, les pedían que se mantuvieran en silencio, porque hay de aquel que soltara una palabra, porque estaría puesto a la prueba de nuestros fusiles, y le daremos el tiro de gracia por su espalda, y tenían que quedarse mudos porque nada había sucedido, nadie vio nada. Los tombos insistían, si se querían salvar el pellejo, no dijeran nada de lo que habían visto cuando fusilaban a sus compañeros y a sus familiares.

    Estas exigencias por parte de los tombos carecían de fundamento debido a que algunos de los familiares de los campesinos habían sido asesinados recostados sobre un árbol, o sobre una estaca del mismo árbol; lo ponían en forma de un animal cuadrúpedo, y les enterraban la bayoneta por el recto, y también utilizaban los fusiles para cometer estos tipos de crímenes. También, escogían los árboles que estuvieran cerca de algún río, pues cuando finalizaban estos sacrificios, tiraban los residuos de estos cadáveres a las aguas del río, para que sirvieran estos restos humanos de alimento a los peces y otro tipo de animales que habitaban en el río Mandilón, y a veces le preguntaban a la persona que iban a fusilar, ¿Quieres la estaca o la de los ojos vendados?. Y antes de la ejecución le decían a la persona que iban a fusilar: Habrá mucha carne para los peces, y los felinos, y nunca nosotros nos echamos hacia atrás siempre vamos hacia delante, y miramos al frente. Somos fuertes y tenemos las armas en nuestro poder para dominarlos a nuestra manera, porque somos los Azules, y también los Rojos, y de esta manera seguía la confusión, mencionando los dos colores. No se conocía cuál era el verdadero color, por lo que los tombos presumían, que confundiendo a los campesinos sería el mejor camino de conducir a todos los algionenses a tomar una decisión capaz de aumentar más adeptos, para el color Azul, lo cual parecía que los policías estaban más confundidos que los propios campesinos, porque a pesar de que ellos eran analfabetos, eran adultos con una comprensión intelectual muy natural que los hacía tomar caminos bien seguros en contra de estos malditos asesinos.

    Los policías continuaban asechando a los ciudadanos, Nosotros los tombos sabemos cumplir nuestras órdenes que nos dan nuestros oficiales, con mucha cabalidad, ya verán malditos hijos de putas campesinos, que pronto continuaremos con este jueguito, pero no se amedranten, apenas le vamos a dar un chamuscón por los genitales con la bayoneta pelada, en tal forma que iremos parte por parte, ¿cómo les parece esto?, dijeron los tombos en son de burla.

    Estos malvados Azules, mientras seguía el curso de la violencia, jamás dejaron de hostigar a los habitantes de Algiona. La realidad es que esta violencia tenía que ver mucho con la política interna de los gamonales del pueblo que eran los millonarios de esa época, porque dependiendo del gobierno que vendría, estaría el futuro de esos políticos asegurado. Por ello la participación de estos gamonales fue muy intensa adentro de los efectos de estas torturas, y los crímenes que se cometían a diario en contra de los campesinos de Algiona. Por estas anécdotas, cuando a un gamonal dudaba de algún ciudadano, en el sentido de que no podría apoyarlos en los futuros comicios, los gamonales escribían órdenes para que la policía actuara, le entregaban a los tombos un pergamino, coloreado de Azul y, en ese mismo, escribían la ejecución de aquella persona; después del asesinato, los gamonales festejaban esta ejecución con bombos y platillos y se disfrazaban tapándose el rostro, para que no fueran identificados por los campesinos que estaban en turno para la ejecución, y de esa horrible manera les daban varios disparos por la espalda, y por el frente. El ejecutado se iba al infierno sin conocer a sus propios asesinos. De inmediato que el crimen se había dado a efecto, los gamonales, y los tombos se enloquecían bailando cumbia, con tambores y flautas, para festejar los crímenes que habían cometido, y así se preparaban para realizar otras torturas. Los gamonales calificaban a los tombos que hubieran hecho el crimen con más barbaridad, condecoraban al policía más arriesgado con medallas y le daban un acenso de suboficial, en tal forma esto hacía que le aumentaran el sueldo cada vez que cometían un crimen en diferentes estilos, y esto de ejecuciones llevados a cabo por los tombos, no eran más que un ataque en contra de los campesinos. Además, los ciudadanos de Algiona, eran gentes pacificas dedicados al campo, y tampoco eran eruditos en política.

    Eso que sucedió en esa década, solamente se trató de vestir a asesinos profesionales con uniformes de policía, y bien pagados por el Gobierno, y sin exagerar, todos los crímenes que cometían esos desgraciados gamonales en conjunto con los tombos, rompieron toda clase de derechos humanos, porque ellos actuaron sin control porque tenían el Gobierno a su favor, y todos esos agricultores fueron asesinados a sangre fría por pura politiquería, sus cadáveres sirvieron de alimento para muchos animales, quedaron en el total olvido por todas las autoridades de la República del Algodón, y todas las amarguras que pasaron esos agricultores. El propio Gobierno se reía de la desdicha de esos ciudadanos, que su único pecado fue prestar sus cuerpos a los policías para que se divirtieran de ellos torturándolos y asesinándolos de una forma tan degradante.

    Los sobrevivientes de esa década de los cuarenta sostienen, que el gobierno de esa época era totalmente enemigo de los pobladores de Algiona, y deben reconocer públicamente que todas esas hostilidades fueron sostenidas por estos millonarios, que tenían dinero para comprar las armas, para que asesinaran y torturaran a los campesinos. La realidad es, que a pesar de que han pasado más de seis décadas, todavía en estos tiempos, no se han descubierto ni los gamonales, ni los policías que participaron en todos esos crímenes tan horrendos, por lo tanto, los sobrevivientes de esa hecatombe, sostienen en sus platicas que no se debe seguir encubriendo los nombres de todos esos criminales que actuaron despiadadamente contra seres humanos de la manera más ilícita que se pudiera realizar, para asesinar a más de un centenar de campesinos. Da tristeza de que se sigan escondiendo los nombres de aquellos monstruos que llenaron de luto a todo un pueblo, y también a toda la República del Algodón.

    Hay que mencionar que esos gamonales que aparentaban de ser honorables ante el pueblo de Algiona, en verdad eran unos burgueses, llenos de dinero, pero fueron los sanguinarios más depravados que pudieran existir en esta tierra. Pero como estos animales, si se pueden tildar así porque es muy pequeña esta expresión de animal para mencionarlos, se podría decir que esos gamonales pertenecieron a una especie de seres humanos, engendrados para ser criminales, y cometer contra verdaderos seres humanos los crímenes más depravados de la historia de la humanidad. Esto hay que entenderlo de esta manera, los gamonales pertenecían al color del gobierno, y lo verdadero de esos degenerados era de conseguir más riquezas por intermedio de la misma politiquería que el mismo Gobierno sostenía, y para continuar en el poder los mismos legisladores, hubo que inventar una palabra, violencia, y por medio de eso posiblemente podrían alcanzar de nuevo el poder para continuar y seguir masacrando al pueblo, porque parecía que la popularidad del color del Gobierno había decaído a más del 80 por ciento, y para ellos retornar al poder lo único que los políticos de esa época visualizaron fue la palabra violencia, y ellos se creyeron que era la única salida para su continuidad de seguir en el poder.

    Esos crímenes tan horripilantes, que hasta para narrarlos producen dolor y tristeza, y una amargura tan inmensa al recordar como un pueblo pudo haber caído en manos de políticos irresponsables, manteniendo esta violencia, que ni siquiera se podría llamar así, pues más bien debe de titularse así: Los gamonales asesinos, o Los policías en contra de un pueblo; pues la verdad eso fue lo que sucedió en esa época maldita, en que se cometieron los atropellos más desbastadores, llevando a la humillación total de este pueblo de Algiona, a la desdicha, la desgracia, y la desintegración familiar, solo por el hecho de querer continuar en el poder. Como es posible que no se les permitió ni siquiera conocer por quién fue asesinado, solamente porque se encubriera el rostro del gamonal que dio las órdenes para la ejecución de cualquier campesino.

    Todo lo que se cometía en esa era, fueron actos que violaban los derechos humanos de cada persona que hubiera estado bajo el yugo de esos policías. ¿Cómo se pudieron acatar esas medidas inventadas por las autoridades de los cuarenta, injustificables? Parece que la ley no trabajó nunca con los códigos de la responsabilidad, para actuar con veracidad en ese pueblo. Siempre los policías y los gamonales actuaron negativamente, para poder aparentar que todo lo que ellos estaban realizando era lo que normalmente se debía de hacer para tratar de que el color Azul continuara, en el poder, y así, las leyes que se dictarían, podrían corresponder en bien de este color. Pero cabe recordar que todas las injusticias ordenadas por esos gamonales asesinos, siempre dejaron huellas imborrables en el cerebro de los campesinos que quedaron vivos.

    Todos los familiares en esos instantes están diciéndose entre ellos, que como es posible de entender que esa violencia encarnada de puro odio por los policías de los cuarenta, en compañía de los gamonales, y los colores Azul y Rojo, sostuvieron por más de cuatro años esa violencia. Pero la verdad es que el pueblo estaba quieto, y los atropellos, por intermedio de la policía, produjeron la incertidumbre y el desespero de la población, que corrían de un lado al otro, sin saber porque lo hacían. La agonía y la desconfianza se apoderó de los ciudadanos, nadie sabía por qué ocurrían cosas desagradables, que estaban acabando con la paz y la humildad de esos habitantes, que nunca creyeron que podría sucederles actos como esos. Pero a la Policía muy poco le importaba lo que les sucediera a esos humildes campesinos, ellos continuaban acorralando a los ciudadanos de tal manera que, poco a poco, se fue poniendo a favor de la Policía, sin que se pudiera intentar algo para calmar esas atrocidades que cometían los tombos a diario. El pueblo estaba como reaccionando de ese castigo tan duro que estaban recibiendo por parte de los tombos, quienes actuaban con plena seguridad en contra de los ciudadanos porque ellos, los tombos, tenían el apoyo del Gobierno. Pero los tombos eran los encargados de ejecutar las acciones que tenían escritas en los pergaminos que el gobierno les enviaba por intermedio de los gamonales.

    Está bien claro que los policías tenían uniformes auténticos de la Policía Nacional de la República del Algodón, de modo que esos asesinos a sueldo tenían que cumplir todo a cabalidad para evitar que ellos mismo fueran destituidos, para luego asesinarlos. A medida que pasaban los días, los tombos continuaban sus hazañas, sin saber mucho de quien realmente estaban saliendo todas esas órdenes. Lo cierto es que a los policías eso les tenía sin cuidado, porque ellos lo único que tenían que hacer, estaba claro, mantenerse en contra de ese pueblo, para tener contentos a los ricos del pueblo, quienes siempre fueron los mismo millonarios quienes obligaron a los tombos a combatir en contra del pueblo de Algiona.

    Cuando el sargento Jamenez y el cabo Soncho se enteraron de que el pueblo estaba tratando de despertarse de ese letargo político, enseguida los oficiales les dieron la orden directamente a los policías para que masacraran al pueblo con más intensidad. La orden seguiría de esta manera: A cualquier persona que pertenezca al color Azul, o al Rojo, hay que darles un mapolazo con la bayoneta pelada; también habría que usar el fusil para darle culatazos. A raíz de este levantamiento del pueblo, los gamonales políticos distribuían más órdenes a los tombos que les decían El tombo que se abstenga de cumplir estas órdenes, será destituido de inmediato, y será llevado hasta el palacio de la Alcaldía para seguirle Concejo de Guerra, así que tienen que seguir nuestras recomendaciones, no hay duda que cumpliremos con nuestra promesa para los policías que no se sometan a los estatutos del Gobierno. Entonces, fue cuando eso se empezó a poner color de hormiga, porque del policía que te hablara dependía tu vida, pues de nuevo habían empezado los tombos a preguntar respecto a los colores, de modo que a todos los ciudadanos que se encontraban en las calles les interrogaban preguntándole: Mira, hijo de puta, ¿tú eres Azul o eres Rojo?, pero ningún ciudadano se atrevía a contestar, se quedaba mudo; pero al estar rebelde, a cada campesino se le ultrajaba sin cesar dándoles fuertes golpes con la bayoneta pelada.

    Esto se repetía a diario por todas las calles del pueblo. Además de someterlos al duro castigo, le quitaban todo lo que traían en sus manos, y también le quitaban el burro en donde traían mucha comida, y luego les mataban al burro y lo que estaba con el burro lo tiraban, y quien se revelara, tendría el castigo de la repetición de bayonetas por todo el cuerpo, les ponían las esposas y los conducían hasta las oficinas de la Policía para ser de nuevo ultrajados por todo su cuerpo, les recostaban un látigo de acero que les hacían temblar y gritar con sonidos aterradores... Hijos de putas, policías malditos degenerados, déjenos en paz, por favor, tenemos esposas y también niños que tenemos que cuidar de ellos, no sean tan desconsolados, y entre más se seguían quejando, más duro le daban por todo el cuerpo.

    Seguidamente, les ponían chorros de agua, que eran bien fuertes, enviados desde un compresor de mucha capacidad, para que la persona sintiera la quemazón que eso producía. También intercalaban golpes con un caucho de llantas de carro, y eso les hacían verdugones que se ampollaban, y luego se les explotaban formando un chorro de sangre. Pero eso no les hacía parar a los policías de su ataque en contra de los campesinos. Después de todos esos atropellos y torturas, los metían al calabozo, no les daban alimentos, tenían que hacer sus necesidades fisiológicas en el mismo cuarto en donde los encerraban, pues este carecía de un baño. Ahí permanecían como tres a cuatro días, y los ponían a correr, y los sometían otra vez a un duro castigo, y luego los introducían a la fuerza en el aljibe maldito, y permanecían en esa agua tan fría alrededor de media hora. Salían casi medio congelados, la hipotermia se apoderaba de algunos de los campesinos, y otros lograban de sobrevivir de esos ataques. Después de cuatro días, les daban un pancito para que le sirviera de alimento.

    Todos estos actos de barbarie en contra de los ciudadanos, venían escritos en un pergamino de color Azul, eso demostraba un poco que el Gobierno seguía tomando parte de esos crímenes. Por estos nuevos ataques los campesinos se sentían más humillados, y le temían a la Policía, porque estaban totalmente desarmados, así que continuaban con las manos atadas ante esa violencia que parecía no tener fin.

    No obstante a esas escenas, los campesinos insistían en que ellos tenían que tratar de hacer algo para evitar que los siguieran torturando de esa forma tan agresiva que le dejaban marcas en sus cuerpos para toda la vida. Los tombos gritaban fuertemente ¡Somos Azules y también los Rojos, y cualquiera de ustedes malditos campesinos si quieren salir a defender a sus compañeros, háganlo, aquí estaremos esperándolos con el látigo que está bien calientito, para seguirles dando fuetazos a todo campesino que trate de luchar en favor de esos que tenemos aquí dándole mucho castigo. Y el que quiera experimentar, que trate de venir aquí en donde nosotros estamos situados, dándole por las nalgas a estos malditos campesinos. Estaremos comenzando este zafarrancho, con mucha energía, para llenarle el cuerpo de puros verdugones, y hay de aquel que nos sugiera algo diferente, le partiremos su puerca boca, y los mandaremos al infierno porque nosotros siempre hemos sido sordos a los concejos que nos dan las personas que no tienen el uniforme. Y para ello tenemos listos nuestros perros, y a los policías más asesinos, para ajustarles las cuentas a aquel que se quiera introducir en todas las operaciones que nuestros oficiales nos han encomendado!.

    Seguidamente recalcó el sargento Jamenez y el cabo Soncho: El tombo que no cumpla con todas estas órdenes, será sancionado, por primera vez se le dará un carcelazo, pero si comete una nueva infracción de no querer acatarse a los estatutos de la Policía, será dado de baja de inmediato y se le aplicarán las normas seguidas desde el principio de esta violencia, y se le dará también el tiro de gracia. Siempre recuerden todo esto, porque desde este momento el tombo que se salga de los límites, es decir, que nunca haga lo que se le solicita, puede empezar a decirle adiós a este mundo. Es mandatorio que los tombos también pagaran en efectivo, esto quería decir que tenían que pagar con su vida, y por ende los tombos se saciaban de ultrajar a un campesino cuando lo tenían bajo la lluvia de acero, con la bayoneta pelada, solo con el fin de cumplirle a sus oficiales.

    Luego de esto, estos dos oficiales, Jamenez y el cabo Soncho, se dirigieron hacia el Palacio de Gobierno para sacar la camioneta de los policías, para dictar el nuevo decreto, que tenían que dictarle al pueblo para que conociera ciertas cosas que no le habían manifestado. Estando en las calles, con el acostumbrado micrófono y altos parlantes con un volumen completamente ensordecedor, decían: De acuerdo a los gamonales de este pueblo, cualquier persona que no sea grata para nosotros, lo perseguiremos y le aplicaremos la pena de muerte, pues todos los campesinos que nos miren mal están considerados como traidores al color Azul, y tenemos que deshacernos de él o ella, y seguidamente, buscaban a aquellos campesinos que no le parecían buenos para ellos, y de inmediato los echaban a correr y le daban el tiro de gracia. A estas maniobras que eran asesinatos, los gamonales le ponían por nombre la sombra del pecado. Al cabo del recorrido por el pueblo, se situaban en la plaza principal y se enorgullecían de haber matado a un campesino traidor, y empezaban a sonar los pitos, las flautas y los tambores, y se bañaban con alcohol sus cabezas en forma de limpiar su cuerpo por lo que habían cometido. De esto no existía el más mínimo arrepentimiento, por el contrario, ellos bailaban alrededor de sus oficiales y los gamonales entonando cánticos que siempre habían usado: Somos los Azules y también los Rojos, y hemos cumplido con una lección más, y creemos que hemos cumplido con nuestro deber como los tombos que somos, y estamos esperando el próximo encuentro para asistir con todas nuestras fuerzas, para quebrar a tantos campesinos traidores que existan en el pueblo de Algiona, y no habrá ninguna duda que estaremos cumpliendo con nuestro deber. Que vivan los Azules y también los Rojos; y celebrando al lado de nosotros el sargento Jamenez y el cabo Soncho. La lucha seguirá y saldremos adelante mandando a la mierda a todos estos hijos de la gran puta, al lugar que ellos les corresponde que es el otro mundo.

    Hay que clarificar que todos esos errores que el gobierno de esa época cometió, y que hace más de seis décadas de haber sucedido esa violencia; pero esas estupideces, les está costando más sangre al país que la que se derramó en esa era de los cuarenta. Hoy por hoy, en las selvas del país del Algodón, a diario están combatiendo los hijos de los sobrevivientes de esa era, a pesar de que esa violencia armada no fue una violencia decretada por el propio gobierno, sino que empezó por un levantamiento de los colores de esa época, los Azules contra los Rojos, y siguió la continuación, con los gamonales políticos, que empezaron a combatir contra todos los ciudadanos del pueblo. Pero estos siempre tuvieron el apoyo de la Policía, y por ello siempre los Azules tenían más fuerzas para combatir a los Rojos, pero ambos se peleaban para conquistar el poder en las próximas elecciones.

    A estos se le fueron agregando muchas piezas del Gobierno, como los gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, concejales, y las fuentes más allegadas del presidente de la República del Algodón, de tal modo que poco a poco se fue extendiendo el atropello contra los campesinos del pueblo. Pero la intensidad de esos aparentados combates, solo afectaba a los ciudadanos de Algiona, pero especialmente a los campesinos, puesto que eran los menos ilustrados y no entendían qué realmente estaba sucediendo. Esto fue una burla ensangrentada, que iba dirigida a los Rojos, pero la Policía, que era la que ejecutaba estas acciones de crímenes y torturas, además siempre los políticos que pertenecían a los Rojos, mencionaban a estos con el único fin de tratar de confundir y trampocear a sus rivales, creyendo que esas acciones les estarían llevando la carta magna del poder a los Azules.

    La triste pena es que esos campesinos nunca supieron cómo defenderse de esos crueles asesinos, pero hay que pensar que porque el mundo entero no tuvo ni siquiera la intención de ayudar a esos campesinos, a sabiendas que los policías estaban violando completamente los derechos humanos de esos campesinos y los derechos humanos de ese pueblo y de esas personas. Pero la politiquería en esa década era totalmente alarmante, puesto que la política dominaba a la República del Algodón, porque no intervinieron los ministerios, que se relacionaban con la violación de los derechos humanos en esos tiempos. Sencillamente, como todo el Gobierno estaba comprometido, todo lo envolvían en sacos rotos y enviaban al exterior las noticias que le convenían al Gobierno, mientras tanto, seguían masacrando a todos los ciudadanos y campesinos de ese pueblo de Algiona, porque no hubo ningún ciudadano que tuviera la buena intención de informar al exterior lo que estaba sucediendo en el pueblo. Sencillamente parece que todo fue porque los gamonales políticos, unidos con los tombos y con todas las fuerzas del Gobierno, nunca permitieron que salieran comunicaciones que responsabilizaban a todas las entidades del Gobierno de esa violencia aparentada, que solo se hizo para sacrificar humanos a costa de una victoria política, de ganar las elecciones en el próximo periodo presidencial.

    Porque no se usaron los medios para denunciar a esos asesinos a sueldo, para encontrar la paz y evitar que se hubieran seguido sacrificando más seres humanos sin ninguna razón real, para hacer todo lo que quisieran los gamonales, el sargento Jamenez y el cabo Soncho en ese pueblo de Algiona. Pero los campesinos clandestinamente, se unieron para ir formando escuadrones de dos, tres, y cuatro, hasta que llegaron a unirse un sinnúmero de personas, que se agregaron a estos primeros para tratar de luchar en contra de esos asesinos.

    La constancia de poder encontrar una solución para combatir a esos despiadados criminales se buscaba con mucho ahínco. Ellos, los campesinos, trataban por todos los medios de encontrar el antídoto para que se acelerara el encuentro de la paz en esa región, pero eso fue algo muy difícil. Carecían de armas y equipos para pelear en contra de esos malvados tombos, pues la Policía tenía toda clase de armas para combatir como si se tratase de una guerra mundial, mientras que los campesinos solamente lo máximo que ellos tenían era una escopeta de cazar animales. Eso era totalmente imposible, de tal manera que siempre que los campesinos trataban de idear como combatir en contra de los tombos, todo se convertía en puras conversaciones que no llevaban ningún positivismo para hacer esta hazaña. Pero nunca los campesinos dejaron de tratar de crear algo que fuera eficaz para acabar con esos policías, que solo seguían órdenes del Gobierno, para ganarse un grande sueldo a costa de los crímenes que realizaban en contra de los ciudadanos. La verdad, que el estilo de crímenes que los tombos usaban, eran completamente inventados, porque cada vez que asesinaban a un campesino, cambiaban de estilo, porque fueron tan desagradables las torturas que aplicaban los tombos, que pareció que las aves de rapiña se acercaban con mucha cautela para desintegrar un cadáver.

    Hay que aceptar que después de que muchas familias de los campesinos fueron desintegradas, no les quedó más intención que cambiar el estilo de vida que ellos tenían, es decir, que esa violencia les abrió los ojos a los campesinos, convirtiéndolos en los futuros criminales en contra de los tombos. Pero no cabe la menor duda que los campesinos siguieron agrupándose formando escuadrones de veinte, treinta, hasta llegar a conformar un ejército de más de trecientos cincuenta mil hombres armados, que se encuentran combatiendo en los rincones más escondidos de las selvas Algodoneras. Esta cifra, sin exagerar, puede quizás elevarse mucho más.

    Hoy, todos los descendientes de aquellos que vilmente fueron asesinados, y que fueron víctimas del Gobierno de los años cuarenta, están conformando las filas de las guerrillas más grandes de la República del Algodón. Estos sobrevivientes que combaten, no están combatiendo por el poder, solo ellos están interesados es de darles un ejemplo al gobierno actual que en este momento sí están esos sobrevivientes en capacidad de combatir en contra de los policías de esa época de los cuarenta que acabaron con la tranquilidad y la paz en que los campesinos solo se dedicaban a sostener sus familiares con el cultivo de la tierra, y que no es posible olvidar los crimines tan demoniacos que cometió ese Gobierno de los cuarenta que terminó con sus cultivos, sus animales, sus esposas y sus hijos.

    En esta década estamos esperando que el gobierno actualizado reconozca que los campesinos que estamos combatiendo no somos guerrilleros comunes, solo somos los descendientes de aquello campesinos que ultrajaron, torturaron, humillaron y asesinaron a nuestros familiares; y decirles que la pólvora con que fueron asesinados nuestros familiares todavía está caliente, porque aquellos que están internados en la selva, solo combaten en nombre de sus familiares, que quedaron sepultados en fosas comunes y la otra parte fue devorada por los peces de los ríos, y otros fueron esparcidos al aire en fragmentos y fueron desaparecidos por los animales carnívoros y aves rapaces. Esos cadáveres quedaron en el aire, nunca fueron sepultados y se perdieron, ¿en dónde están? Aquí estamos esperando la respuesta, y de esta selva no saldremos hasta que se conozca en todo el mundo el apellido de los gamonales políticos del pueblo, y el nombre de los policías asesinos que desintegraron a todas nuestras familias y transformaron al pueblo, en tal forma que la paz que siempre reinó aquí, desapareció, pues todas las personas dudaban de todos, nadie creía en ninguno.

    Todos estos acontecimientos, convirtieron a nuestro pueblo en un círculo de política. En este pueblo de Algiona en cada esquina se hablaba de quien iba a ser el presidente de la República del Algodón. Algunos sostenían que, de acuerdo a lo que decían los tombos, tal vez el futuro presidente seria del color Azul, y otra parte del pueblo decía que ellos aseguraban que el presidente seria del color Rojo. En verdad, esa duda sembró más pánico a todos los campesinos del pueblo, pues realmente no se sabía con certeza quien podría ser el nuevo presidente, porque ningún color Azul o Rojo tenía un candidato, solo se conocían los gritos de los tombos, pero eso no reflejaba el nombre de ningún candidato, sencillamente porque ellos pregonaban los dos colores Azul y Rojo, pero eso no les estaba diciendo nada al respecto, eso lo que traía era más confusión al pueblo. Cada vez que se escuchaban los gritos de los tombos, había más temor de que los campesinos se decidieran por quién podrían dar su voto. Todos los ciudadanos en general pensaban que nunca se iba a terminar este juego que tenían con los campesinos, jamás se terminaría, puesto que la mayoría de los ciudadanos los tenían presos o los estaban asesinando. Además, al dejarlos en libertad les decían: Ya saben que si no corresponden con los Azules en las urnas, los mataremos a todos, y ustedes saben que los tombos siempre cumplen las órdenes de nuestros superiores. Eso se los estamos recalcando de nuevo para que entiendan por las buenas, que el proyecto de nosotros los policías es caerles a todos los ciudadanos con bastante energía, para obligarlos a que nos estén apoyando, en esa lucha que solo se terminará cuando hayamos elegido al nuevo presidente de la República del Algodón.

    Esos animales, como se les podría llamar a esos asesinos a sueldo, cuando iban a cometer otras fechorías, torturas y crímenes, se paraban con una bocina en las esquinas del pueblo, y lo hacían recorriendo las calles para que todos los ciudadanos del pueblo se enteraran. Eso lo hacían en conjunto con los gamonales políticos de Algiona, quienes eran seguidos por el sargento Jamenez y el cabo Soncho, marchaban con los brazos cruzados demostrando entre ellos que tenían acuerdo completo, sin ninguna restricción, para asesinar y torturar a todos los ciudadanos de este pueblo.

    Los gamonales del pueblo se vanagloriaban de todo lo que estaban haciendo, y se reían a carcajadas, y levantaban la bandera del país como símbolo de que el Gobierno estaba satisfecho de todos los crímenes que, hasta ese momento, se habían realizado, y no había duda que ellos sentían una gran satisfacción de haber ejecutado a esa gran cantidad de seres humanos que ellos contaban, y se decían entre sí: Llevamos más de doscientos campesinos sacrificados hasta este momento, pero no tenemos ninguna duda que completaremos un número especial, para que nuestros gobernantes se sientan felices de lo que estamos realizando en este pueblo, y vamos a continuar trayendo más tombos, para así completar el número de crímenes que nos solicita nuestro Gobierno, que nos está exigiendo.

    Esos tombos pensaban que cada vez que hacían un nuevo asesinato, ellos lo consideraban como una resistencia negativa, y así ellos consideraban que tenían que regresar para realizar sangrientas torturas, que consistirían en muendas otra vez con el cinturón de acero que traían en el cinto. También traían en mente de proporcionarles choques eléctricos por los genitales, y eso lo repetirían a cada veinte minutos, y bien llegando al sitio escogido para empezar el zafarrancho de crímenes, colectaron a unos cien campesinos y los hicieron formar filas, y a cada uno le daban dos o tres cinturonazos por las nalgas, seguían hasta llegar al número cien, luego se regresaban, y le proporcionaban otro juetazo, con el mismo cinturón, y así lo hicieron hasta llegar a darles más de treinta juetazos a cada campesino. Luego, les hacían correr varias veces hasta agotarlos completamente, que quedaban tirados en el suelo. Los tombos les gritaban: Malditos, hijos de la gran puta; y les escupían la cara, y les pasaban por los labios un trapo que anteriormente había sido introducido en vinagre y contenía también picante, y les hacían tomar un poco de agua con sal y picante. Todo eso eran torturas desagradables que ponían a llorar y temblar a cualquier persona que se le estuviera haciendo ese tipo de tortura. Luego los llevaban caminando como a tres kilómetros de distancia, los conducían en calzoncillos, es decir, semidesnudos, así los trajeron hasta el Palacio de la Policía, y luego les ataron las manos, y los pies y cargaban para tirarlos al aljibe maldito.

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