Los Viajes del Hechicero número 3
Por Joel Puga
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Prepárate para otra visita a mundos llenos de magia, monstruos y naves espaciales, entre muchas otras cosas, en este cuarto número de "Los Viajes del Hechicero".
Cynric Sigar: Muerte en las Montañas – Cynric Sigar, el famoso detective medio elfo, y su equipo son enviados al pueblo de Lergor con el objetivo de investigar un extraño asesinato. Las muertes se suceden, cada una volviendo el caso aún más extraño. ¿El gran detective encontrará al asesino, o será esta su primera derrota?
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Joel Puga
Joel Puga nasceu na cidade portuguesa de Viana do Castelo em 1983. Entrou em contacto muito cedo com a fantasia e a ficção científica, principalmente graças a séries e filmes dobrados transmitidos por canais espanhóis. Assim que aprendeu a ler, enveredou pela literatura de género, começando a aventura com os livros de Júlio Verne. Foi nesta altura que produziu as suas primeiras histórias, geralmente passadas nos universos de outros autores, cuja leitura estava reservada a familiares e amigos.Em 2001, mudou-se para Braga para prosseguir os estudos, altura em que decidiu que a sua escrita devia ser mais do que um hobby privado. Isso valeu-lhe a publicação em várias antologias e fanzines portuguesas abordando diversos sub-géneros da ficção especulativa.Vive, hoje, em Braga, onde divide o seu tempo entre o emprego como engenheiro informático, a escrita e a leitura.Joel Puga was born in the Portuguese city of Viana do Castelo in 1983. Since an early age, he has been in contact with fantasy and science fiction, mainly thanks to dubbed films and TV shows transmitted by Spanish channels. As soon as he learned how to read, he got into genre literature; starting his adventure with Julio Verne’s books. It was during this time that he produced his first stories, generally using other author's universes as a backdrop, the reading of which was reserved to family and friends.In 2001, he moved to Braga to follow his studies, a time in which he decided his writings should be more than a private hobby. This granted him several publications in Portuguese anthologies and fanzines of various sub-genres of speculative fiction.Today, he lives in Braga, where he divides his time between his job as a computer engineer, as well as writing and reading.Joel Puga nació en la ciudad portuguesa de Viana do Castelo, en el año 1983. Desde muy temprana edad, mostró interés por la fantasía y la ciencia ficción sobre todo gracias al doblaje de películas y programas de televisión para canales españoles. Tan pronto como aprendió a leer, se sintió atraído por la literatura de género, iniciando esta fascinante aventura gracias a los libros de Julio Verne. Durante ese período, produjo sus primeras historias, las cuales, por lo general, estaban inspiradas en el universo de otros autores. La lectura de sus primeras obras quedaba reservada a familiares y amigos.En 2001, se trasladó a Braga para continuar con sus estudios. En esa época, decidió que sus escritos deberían ser algo más que un pasatiempo privado. Como consecuencia de esta decisión, publicó varias obras en antologías portuguesas y revistas de varios sub-géneros destinadas a fans (fanzines) de la ficción especulativa.En la actualidad reside en Braga, donde divide su tiempo entre su trabajo como ingeniero informático, y su pasión por la escritura y la lectura.
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Los Viajes del Hechicero número 3 - Joel Puga
Cynric Sigar - Muerte en las Montañas
Un carruaje de madera, tirado por dos pequeños caballos manchados, descendía la última ladera de la Montaña de Lenmor. La pendiente acentuada y la grava suelta hacían que Seaxbur, una joven humana, condujera el carro lentamente, temiendo una caída en el profundo acantilado a su derecha. A su lado, Cynric Sigar, su maestro medio elfo, tenía la mirada fija en el valle más abajo, donde se encontraba Lergor, el pueblo al que se dirigían. Conociendo la fama de Cynric y su equipo como grandes detectives, el Rey los había enviado allí, los confines del reino, para investigar un extraño asesinato.
El carruaje se sacudió y estremeció durante algunos cientos de metros más, hasta que llegó a la base de la montaña, donde el camino mejoró. Poco después, entraron finalmente en el pueblo. Esperándolos estaba casi toda la población, que debería haberlos visto en las laderas algún tiempo antes. Cynric miró a su alrededor. Como era de esperar de un asentamiento que sobrevivía gracias a la tala de árboles, las doce casas que lo constituían eran de madera. Aparte de estas, nada más ocupaba aquel claro artificial, rodeado por los árboles de la Floresta de Werder, excepto un enorme tocón que decoraba el centro del pueblo y que se había hecho famoso en todo el reino.
Seaxbur detuvo el carruaje unos metros después de la primera casa y anunció:
― ¡Vengan, gente de Lergor! Vengan a ver al increíble Cynric Sigar y su fabuloso equipo, que están aquí para ayudarles. Vengan. Vengan.
La población no necesitaba ser animada, ya que comenzó a rodear el carruaje incluso antes de que este entrara en el pueblo. A la chica, sin embargo, le gustaba hacer sus anuncios y amplificar el entusiasmo que la llegada del grupo de detectives ya tendía a despertar.
Con una sonrisa orgullosa, algunos dirían arrogante, en sus labios, Cynric descendió del carruaje. Momentos más tarde, un musculoso humano, como parecían ser casi todos los hombres del pueblo, se abrió camino entre la multitud y se presentó:
― Soy Quenfus, el gobernador de este pueblo.
Cynric deshizo su sonrisa y se puso serio casi al instante.
― ¿Qué puede decirme del crimen que vinimos a investigar? ― preguntó.
― Tenemos un pequeño banquete esperándoles ― contestó el gobernador.― Y me gustaría mostrarles el alojamiento que hemos preparado para ustedes.
― Prefiero no perder tiempo con formalidades en casos como este. Puede ser suficiente para que el asesino reclame más víctimas.
― El asesino ya ha tomado una víctima más desde que enviamos el mensaje al Rey ― contestó Quenfus.― Tres noches atrás.
― ¿Se quedaron con los cuerpos?
― Con el primero, no. Se estaba poniendo muy mal, y tuvimos que enterrarlo. Pero el segundo sigue en la morgue. Tampoco está muy bien. Incluso íbamos a enterrarlo mañana por la mañana si ustedes no aparecían.
― Sigebér ― llamó el detective.
Al oírlo, un viejo elfo de pelo largo y blanco, que acababa de salir de la parte trasera del carruaje, se acercó.
― Examina el cuerpo en la morgue y ve qué encuentras. Después, exhuma el otro ― pidió Cynric.
― Voy a coger mi equipo y empezar a trabajar ahora mismo.
Quenfus pidió a uno de los aldeanos que le indicara la morgue y el cementerio al famoso doctor.
― Ahora, dígame todo lo que sabe sobre estos asesinatos ― pidió Cynric.
El gobernador inmediatamente expuso todo lo que había logrado descubrir sobre las muertes, dando al detective una idea de lo que había sucedido. Aproximadamente dos semanas antes, durante la noche, alguien o algo entró en la casa de un leñador humano llamado Sigered y lo mató. El cuerpo fue encontrado al día siguiente por su hermano y, después de un rápido análisis del sepulturero local, descubrieron que no tenía sangre, pues esta aparentemente había sido drenada a través de dos agujeros en el cuello. Más tarde, solamente tres noches antes, un segundo cuerpo fue encontrado por toda la población encima del famoso tocón del pueblo. En él, encontraron marcas similares a las de las garras de un lobo, pero mucho más grandes.
― ¿Un vampiro y un hombre lobo? ― dijo Seaxbur, que mientras tanto se había acercado a su maestro.
Cynric tuvo que admitir que, cuando escuchó la historia de Quenfus, su pensamiento inicial fue el mismo que el de su aprendiza. Después de todo, era la deducción más lógica e inmediata. Sin embargo, no pudo evitar encontrar raro que, en un pueblo donde nunca se había oído hablar de asesinatos, hubieran tenido lugar dos en tan poco tiempo, y perpetrados por criaturas tan poco comunes y diferentes entre sí. De todos modos, no valía la pena sacar conclusiones precipitadas. Solo cuando Sigebér completara su análisis tendrían más certezas en cuanto a lo que había causado las muertes.
― Osulf, ven aquí, por favor.
El último integrante del equipo de detectives, un doppelgänger pálido con una forma indistinta, como era característico de su raza, ni siquiera lo escuchó, ya que estaba ocupado hablando con algunas de las mujeres jóvenes del pueblo. Cynric se acercó y le puso una mano en el hombro para llamar su atención.
― Habla con algunos de los hombres también y averigua si algo extraño ha pasado aquí últimamente.
― Sí, por supuesto, no te preocupes ― contestó Osulf distraído.
Cynric conocía al doppelgänger hacía tiempo suficiente como para saber que, a pesar de su aparente falta de concentración, era más que capaz de cumplir la tarea, por lo que lo dejó sin decir una palabra más.
A continuación, el detective se unió de nuevo a su aprendiza y a Quenfus, y pidió a este último que los llevara a los lugares donde se habían encontrado los cuerpos. Primero, fueron al tocón, donde todavía se podía ver algo de sangre, aunque ya seca. Cynric y Seaxbur abandonaron inmediatamente la idea de buscar huellas o cualquier otro tipo de rastro, ya que el suelo de tierra había sido muy pisoteado en el ínterin, y pasaron al análisis de la madera, donde encontraron algunas marcas de garras.
― ¿Había algún rastro de sangre dirigiendo hacia aquí? ― preguntó la joven humana.
― No. Al menos no notamos nada ― contestó Quenfus.
― No me sorprende ― confesó Cynric. ― La víctima fue asesinada aquí, y, a juzgar por estas marcas en el tocón, intentó resistir. Por qué no gritó por ayuda, o por qué nadie la escuchó, son preguntas intrigantes.
El detective y su aprendiza observaron meticulosamente el tocón y el terreno circundante. Además de lo que habían hallado a primera vista, solo encontraron un pequeño mechón de pelo, que ambos concordaron que parecía pertenecer a un cánido. Si esto estaba relacionado con el asesinato, o si pertenecía a uno de los perros en el pueblo, no tenían forma de saberlo con ningún grado de certeza.
― Ahora, llévenos a la casa de la primera víctima ― pidió, al final, Cynric Sigar.
El gobernador así lo hizo, y poco después, los tres entraron en una de las cabañas cuadrangulares que formaban Lergor. Cynric fue inmediatamente al dormitorio, donde se había encontrado a la víctima, mientras que su aprendiza buscó pistas en la pequeña cocina y el porche. Mientras tanto, Quenfus esperó junto a la puerta, no queriendo estorbar el trabajo de los dos detectives.
En la habitación, Cynric no encontró señales de lucha o sangre, lo que indicaba que la víctima había sido sorprendida mientras dormía, algo consistente con el ataque de un vampiro.
De repente, Seaxbur entró en la división corriendo y anunció:
― Había un enano escondido en el porche. Intenté cogerlo, pero desapareció en el bosque.
― Vamos ― dijo su maestro. ― Tenemos que encontrar su rastro.
Los detectives y el gobernador salieron por la puerta trasera, que conectaba la cocina al porche, y Cynric Sigar no tuvo dificultad en encontrar las huellas del enano y seguirlas. Estas entraban en el bosque y, después de dar varias vueltas y hacer algunos desvíos, probablemente en un intento de evadir a los perseguidores, regresaban a la aldea, donde desaparecían hacia el interior de otra cabaña.
― Esta es la casa de Oswiu, uno de mis ayudantes ― dijo el gobernador. ― Él es un enano.
― Si es la misma persona que vio Seaxbur, tendremos que hablar con él ― dijo Cynric, mirando a su aprendiza con una sonrisa traviesa.
Los tres se acercaron y llamaron a