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La población de Monte Albán: prestigio, poder y riqueza: Historias de vida a través de sus huesos
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La población de Monte Albán: prestigio, poder y riqueza: Historias de vida a través de sus huesos
Libro electrónico724 páginas8 horas

La población de Monte Albán: prestigio, poder y riqueza: Historias de vida a través de sus huesos

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Esta importante contribución analiza los esqueletos provenientes de una gran diversidad de entierros y tumbas estudiadas por Alfonso Caso, Daniel Rubín de la Borbolla y Javier Romero. Después de décadas de investigación, los autores presentan nuevos datos sobre aproximadamente mil personas enterradas en Monte Albán.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 nov 2022
ISBN9786075397078
La población de Monte Albán: prestigio, poder y riqueza: Historias de vida a través de sus huesos

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    La población de Monte Albán - Ernesto González Licón

    Agradecimientos

    El Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), por medio de la Secretaría Técnica, brindó en 2014 los recursos iniciales para el proyecto Los pobladores de Monte Albán. Prestigio, poder y riqueza. Esta investigación contó con financiamiento de conacyt de la convocatoria 2013, Fondo Sectorial de investigación para la Educación, proyecto número 0220643.

    El apoyo de María Isabel Campos Goenaga, como coordinadora nacional de Antropología y de Leonardo Abaroa, administrador de dicho centro, fue esencial para destrabar la burocracia del inah alrededor de los proyectos con financiamiento externo o de terceros y poder ejercer los recursos para iniciar el proyecto.

    Agradezco a las autoridades del inah en Oaxaca, en especial a Joel Omar Vázquez Herrera, Patricia Martínez Lira y al doctor Sergio López Alonso por su amable disposición para poder concluir con éxito nuestra investigación, también al encargado de las instalaciones de Cuilápam, Diego Armando López García, quien amablemente nos apoyó de forma constante. En especial, doy las gracias a Héctor Iván López Calvo, por su trato cordial, siempre atento a proporcionarnos un ambiente agradable de trabajo en el laboratorio, donde se encuentran los acervos osteológicos de Cuilápam.

    Dada la gran cantidad de entierros y tumbas exploradas en Monte Albán desde el siglo pasado, varias generaciones de arqueólogos y antropólogos físicos han dedicado con entusiasmo sus esfuerzos al conocimiento de la ciudad y al estudio de sus habitantes por medio del análisis de los materiales esqueléticos y arqueológicos.

    Doy las gracias a Lorenzo y Pedro Antonio por su trabajo minucioso, delicado y su invaluable ayuda en la exploración de entierros en 1990 y 1991. Ellos dos estuvieron diariamente por más de un año a mi lado, siempre amables, sonrientes y atentos en esa enorme labor. Sin la ayuda y dedicación de los trabajadores que han colaborado en las exploraciones del sitio no hubiera sido posible contar con las series esqueléticas con información detallada, que nos ha permitido desarrollar una investigación bioarqueológica integral.

    En el aspecto académico he sido muy afortunada, ya que los colegas arqueólogos expertos en el área, amigos de Ernesto, generosamente leyeron partes de esta obra, amablemente hicieron comentarios y sugerencias de gran valor, en particular Joyce Marcus, Gary Feinman, Linda Nicholas, Linda Manzanilla, nunca escatimaron dedicar su valioso tiempo en apoyarnos. Marcus Winter y Cira Martínez López, por medio de sus publicaciones y de acertados comentarios, contribuyeron al conocimiento de los zapotecos de Monte Albán. Sus libros minuciosos y detallados acerca del contexto arqueológico de los entierros y las tumbas fueron esenciales para el enfoque de bioarqueología social que aplicamos para el estudio de la población de la ciudad.

    Un lugar especial de profundo reconocimiento, tienen mis alumnas y ahora colegas muy apreciadas, Geraldine Granados y Samantha Negrete, quienes se mantuvieron a mi lado aprendiendo a investigar y enseñándome, al mismo tiempo, no sólo aspectos metodológicos novedosos, sino temas teóricos de interés. Las discusiones en torno al análisis de cada uno de los esqueletos fueron muy estimulantes. Aurora Pérez, Milena Salazar, Olimpia Palacios, Miriam Camacho, actualmente estudiantes de doctorado en la línea de generación de conocimiento de bioarqueología y antropología forense, se encuentran realizando sus tesis a partir de las series esqueléticas de Monte Albán y de San José Mogote, con temas muy interesantes. A ellas un reconocimiento por haberse integrado al proyecto general, pues sus contribuciones permitirán ampliar el conocimiento sobre los habitantes de Monte Albán.

    Un grupo que merece mención aparte estuvo conformado por Montserrat Méndez, Adriana Zamora, Daniela Somohano e Ilse Trujillo, antropólogas físicas quienes fueron mis ayudantes de investigación dentro de los estatutos de conacyt en diferentes periodos; cada una de ellas estuvieron por varios años, muy cercanas a mí, quienes se dedicaron con atención y buena disposición a labores en las distintas temporadas de campo, en el laboratorio y en el trabajo académico-administrativo. Estas estudiantes elaboraron su propia investigación y culminaron sus tesis de licenciatura en Antropología Física en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah). Perla Ruíz, mi colega en el laboratorio de bioarqueología de la enah colaboró de manera entusiasta en el análisis de laboratorio de las series esqueléticas excavadas en las temporadas de Alfonso Caso, en la Dirección de Antropología Física, así como en una de las temporadas de campo en Oaxaca, además, desarrolló el acervo fotográfico de algunos de los materiales. Mario Alfredo Mercado, actualmente mi ayudante de investigación por parte de conacyt, ha sido fundamental para la edición del libro; sus capacidades y habilidad en el campo de la arqueología permitieron que las ilustraciones, en especial las fotos, dibujos de entierros, tumbas y plantas de las unidades domésticas tengan la calidad adecuada para la publicación de este trabajo, al considerar que muchas de las fotografías, diapositivas de entierros y objetos, así como los dibujos se elaboraron en el trabajo de campo hace más de 30 años; de igual forma me ha apoyado en toda la labor editorial que requiere gran cuidado y atención, así como en la integración de las referencias y la búsqueda de textos especializados.

    Patricia Hernández, mi colega en el posgrado de Antropología Física en la enah, ha sido por más de 20 años mi mancuerna académica, coautora en innumerables artículos, capítulos de libro y libros editados. No tengo palabras para agradecerle todo su apoyo, no sólo en el ámbito académico, sino en el personal. Juntas hemos desarrollado y consolidado la bioarqueología mexicana por medio de la formación de recursos humanos, así como en nuestras contribuciones a esta disciplina. Federico Dickinson, mi maestro, colega y amigo entrañable desde hace más de 40 años me apoyó en cada momento y generosamente leyó, revisó y corrigió diferentes capítulos; sus atinados comentarios y sugerencias me estimularon para poder avanzar en la redacción, en medio del efecto negativo de la pandemia que vivimos en los últimos dos años.

    Agradezco a los dos dictaminadores anónimos, sus valiosos comentarios y sugerencias a partir de la lectura cuidadosa y crítica de cada uno de los capítulos que conforman este libro; sus observaciones contribuyeron en gran medida al enriquecimiento del texto y llamaron la atención sobre algunos aspectos importantes que debían ser considerados mediante la revisión de diversos trabajos.

    No obstante las múltiples revisiones seguramente quedan aspectos que deberán ser abordados con mayor detalle en el futuro. Queda abierta la discusión para los interesados en conocer diversos temas sobre la población de Monte Albán a partir de la reconstrucción de la vida de estos individuos, con la información deducida de los elementos antropológicos de su muerte.

    Lourdes Márquez Morfín

    Prólogo

    Prologar el libro cuyo contenido has visto desarrollar a lo largo de tres décadas que entrañan, además, un proceso de aprendizaje continuo al lado de la doctora Lourdes Márquez y del doctor Ernesto González Licón sobre el estudio de las poblaciones del pasado representa un privilegio y la oportunidad de poner en mayúsculas el significado para la bioarqueología mexicana de sus aportaciones que culminan en esta obra.

    Este libro representa al menos 30 años de trabajo de Ernesto y de Lourdes, quienes hicieron posible, junto con sus alumnos, hoy renombrados colegas gracias al desarrollo de sus tesis de licenciatura o de posgrado al integrarlas al equipo que analizó parte de los materiales excavados en las últimas temporadas de campo, entre ellas la de Granados [2021a] y la de Somohano [2018]. Sus resultados aportaron información específica sobre los antiguos habitantes de Monte Albán, misma que está reflejada en las páginas de este libro.

    Los estudios en poblaciones antiguas, a partir de restos óseos arqueológicos, tienen varios retos, uno de ellos es que esos restos constituyen la única fuente de información biológica que disponemos de los antiguos habitantes de un sitio arqueológico, los mudos testigos de una época remota, cuyas condiciones y estilos de vida habremos de conocer por medio de un diseño metodológico riguroso y creativo que implica, además, la propuesta de indicadores de diversos tipos, algunos considerados como poco ortodoxos para una investigación con restos óseos.

    Cada apartado tiene sus propias preguntas, fue la manera en cómo Lourdes construyó esta obra que le permitió, con éxito, abordar la investigación bioarqueológica y social de los individuos que nacieron, crecieron y murieron en Monte Albán. La estrategia metodológica de la bioarqueología requiere el trato minucioso de los individuos, el análisis fino como le llamamos los bioarqueólogos para poder descifrar cuestiones tan novedosas e importantes como la construcción de su identidad y reconstruir fragmentos de la vida cotidiana de los habitantes de las casas o unidades domésticas que conformaron varios de los barrios que integraron el vecindario de Monte Albán.

    Al tener como telón de fondo la propuesta metodológica de Ernesto sobre la forma de estudiar la estratificación y desigualdad social, que permite entender mejor el complejo mundo mesoamericano y sus formas de organización, Lourdes diseñó este libro hilando los aspectos más significativos que permiten al lector conocer algunos aspectos de la vida cotidiana de una población antigua representada por sus restos biológicos y de su cultura material. En su diseño está, además, puesta en papel una metodología que Lourdes ha afinado a lo largo de su vida académica y que es única en México para el conocimiento integral de una población mesoamericana. La redacción y sus resultados reflejan, también, su pasión por la bioarqueología, por el estudio de aquellas poblaciones que cuentan su historia por medio de los individuos representados sólo por sus restos, de aquellos que hicieron posible poner sobre el lienzo de la historia escrita las ruinas de su sobrevivencia, sus prácticas terapéuticas, sus identidades, sus rituales funerarios y sus orígenes.

    El entrenamiento de Lourdes con el grupo de trabajo de la Wenner Green Foundation, en la década de 1990, y sus más de 30 años en la docencia le permiten plantear el abordaje teórico-metodológico de condiciones y curso de vida de la población de Monte Albán que va más allá del conocido modelo de Goodman; es una propuesta que contrasta la información obtenida de las distintas fuentes consultadas: etnohistórica, histórica, arqueológica, con los datos biológicos extraídos de los esqueletos, obtenidos del ajuar personal y del contexto funerario que rodea al individuo. La batería de indicadores se construyó para realizar, primero, el análisis individual, afinar la metodología para estimar la edad a la muerte e identificar el sexo que nos ha llevado —me incluyo en la tarea— muchos años de discusión, al igual que la toma e interpretación de las huellas de lesiones presentes en los elementos óseos.

    La identificación de estos dos parámetros hizo posible cristalizar una de las temáticas cuyo desarrollo se conoció en México gracias a su interés y al de un gran demógrafo, José Gómez de León, la paleodemografía. Pese a las severas críticas recibidas por parte de los colegas mexicanos, quienes cuestionaban no sólo lo inexacto de la estimación de la edad a la muerte, sino además la representatividad de la muestra, Lourdes fue organizando cursos y seminarios con especialistas extranjeros, entre ellos, Acsádi y Nemeskéri, cuyas obras tratan sobre los fundamentos de esta disciplina, la Paleodemografía, recién llegada a México en los primeros años de la década de los ochenta.

    Hoy en día la paleodemografía es una técnica que, al refinar su metodología, acompaña a los estudios bioarqueológicos, para así obtener el perfil demográfico de los sectores de población analizados, sin hacer generalizaciones improbables. El fondo de este diseño es la simulación de distintos escenarios demográficos, con tasas positivas o negativas de crecimiento que permiten, a su vez, obtener distintos niveles de mortalidad y de fecundidad; dicho modelo ha sido puesto a prueba a lo largo de 20 años, que es posible constatar en otras publicaciones de Lourdes [Hernández y Márquez 2006a, 2006b, 2007, 2015; Márquez et al. 2021].

    La salud, la nutrición y su relación con las condiciones materiales de existencia ha sido la temática que más ha desarrollado Lourdes a lo largo de su vida académica. Su propuesta va más allá del tema de la paleopatología y se resume en el significado de esas lesiones a la luz de las preguntas que rigen el estudio. La presencia de enfermedades infecciosas en una población prehispánica —que considero el verdadero jinete del apocalipsis de las poblaciones de épocas preantibióticas— no señalan una población enferma, sino presenta procesos de enfermedad y muerte que se van dando a lo largo de las generaciones. Hombres y mujeres adultas, en edades avanzadas, jóvenes, adolescentes y niños están representados en el registro arqueológico de Monte Albán, señalan el continuo de las generaciones por cientos de años —de acuerdo con las fechas mencionadas en el texto— y desde esa perspectiva la autora interpreta sus hallazgos; luego entonces, los porcentajes y proporciones de individuos enfermos o aparentemente sanos, cuyos restos encontramos en una serie esquelética, son los que encontraríamos en cualquier otra ciudad mesoamericana prehispánica, por lo cual la de Monte Albán se nos presenta como una población joven y prolíficamente productiva.

    Dentro de la propuesta de la bioarqueología social relacionada con los estudios de género en el pasado destaca el estudio de los niños. Lourdes dedica un espacio para visibilizar a este sector tan importante dentro de la vida de una unidad doméstica, que es la memoria de las sociedades, heredero de las tradiciones culturales y de las esperanzas de sus linajes, pero no todos tuvieron la fortuna de sobrevivir a edades adultas. A la pregunta ¿qué nos enseña este análisis?, podemos contestar que confirma lo que han señalado los historiadores de la población, las edades más difíciles son las que tienen que ver con procesos de incorporación del niño a la familia, a su dieta, costumbres, los riesgos de despegarse del pecho materno, los primeros pasos, las primeras enfermedades intestinales y las respiratorias. En términos epidemiológicos, el proceso representa una serie de riesgos para la vida del menor, que desafortunadamente para algunos niños representaron causas de mortalidad social.

    Deseo destacar la incorporación en el planteamiento integral de Lourdes, de la identidad y la agencia, conceptos retomados de la antropología social y de la antropología médica que dieron a los estudios bioarqueológicos otro sentido al otorgar a los esqueletos, antes inertes, una identidad y un papel dentro de la sociedad. Mujeres y niños, otrora invisibles en la historia mesoamericana antigua, aquí están presentes; su trabajo, su presencia, se fueron haciendo visibles a lo largo de los capítulos que hablan del género en el pasado y su importancia en la reconstrucción de las unidades domésticas. Complementa esta forma de interpretación la aplicación de la teoría del curso de vida al enfoque teórico de la nueva bioarqueología, que permite marcar la diferencia entre las distintas etapas de la vida. Los indicadores para conocer estos aspectos son novedosos y los resultados los puede evaluar el lector de esta estupenda obra.

    Todo antropólogo físico que ha pasado por el análisis de un esqueleto no deja de notar la presencia de modificaciones corporales, algunas intencionales, visibles en cráneo y dientes, otras de carácter terapéutico, como las huellas de trepanación craneal. Las primeras se enlazan con el tema de la identidad, ya que hoy por hoy la bioarqueología mexicana tiene claro que, pese al carácter estético otorgado por los colegas del siglo pasado, tales modificaciones tienen un fuerte arraigo en la identidad social de los individuos. Las trepanaciones son interpretadas por Lourdes cuando utiliza los indicadores de identidad ya mencionados, que los relaciona magistralmente con su contexto funerario: el lugar de entierro dentro de la unidad doméstica, el tipo de ofrenda, el ajuar personal, elementos que sitúan al individuo dentro de su grupo social.

    Las variantes de los indicadores utilizados en el apartado dedicadas a las modificaciones corporales permiten también plantear hipótesis sobre el origen foráneo o local de dichos individuos. No todos nacieron en Monte Albán nos dice Lourdes al introducirnos al tema de la movilidad poblacional; es un tema cuidadosamente tratado en este libro, al hacer uso de las tecnologías más actuales, como el análisis bioquímico de los elementos traza e isótopos estables, información obtenida a partir del colágeno de huesos y dientes.

    Gracias a la colaboración del equipo de Isabel Casar, del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), con quien Lourdes ha trabajado por varios años, es posible conocer aspectos de la dieta de los individuos no sólo durante su vida adulta, también en su niñez. Tanto la huella isotópica de los elementos que constituyen los alimentos ingeridos, así como del agua, durante el proceso de formación de los molares, proporciona información sobre el lugar de origen, lo cual permite sustentar que no todos murieron en su lugar de origen, pues fueron traídos o llegaron en algún momento de su vida a Monte Albán.

    Este breve recorrido por la obra, que habrán de juzgar los lectores, permite también conocer la trayectoria de Lourdes, quien, ante la partida de su compañero de vida, Ernesto González Licón, retoma la tarea de dar forma a un sueño compartido, dar voz a ese sector de población oaxaqueña, aquellos que fueron inhumados en la ciudad de Monte Albán.

    Patricia Olga Hernández Espinoza

    Centro inah Sonora

    Prefacio

    La historia detrás del libro

    El interés por continuar con la investigación acerca de la sociedad de Monte Albán y de la población que habitó esta ciudad, motivó a Ernesto González Licón a elaborar un proyecto titulado La población de Monte Albán: prestigio, poder y riqueza, que fue sometido a evaluación para la convocatoria del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (conacyt) en 2013. Dicho proyecto fue autorizado pero los recursos se proporcionaron hasta tres años después. Ante esta situación Ernesto González gestionó el apoyo financiero para iniciar el proyecto de excavación en una unidad doméstica en la ladera norte de Monte Albán (Terraza 170), con el secretario técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), doctor César Moheno, de quien recibió apoyo total para la investigación.

    En 2014 y 2015 Ernesto fungió como director de la zona arqueológica, lo cual facilitó el trabajo de investigación. Además de los trabajos arqueológicos, un equipo de antropólogas físicas, formado por Geraldine Granados, Samantha Negrete, Montserrat Méndez, Adriana Zamora, Daniela Somohano e Ilse Trujillo, estuvimos analizando las series esqueléticas depositadas en el exconvento de Cuilápam, con el objetivo de elaborar una base de datos para las investigaciones bioarqueológicas, labor que continuaríamos hasta 2020, cuando hice una visita a las instalaciones en Cuilápam al revisar algunos esqueletos.

    El protocolo de la investigación estaba enfocado al estudio de la población de Monte Albán mediante el enfoque bioarqueológico que hemos desarrollado en las últimas décadas en el Posgrado de Antropología Física en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah). El objetivo radicaba en la conformación de una obra que integrara los diferentes temas que se abordan en la actualidad a partir de los restos óseos, considerar el contexto de localización y las implicaciones de los mismos e integrar el dato biológico, cultural y del medio físico.

    Este libro fue escrito de la mano con Ernesto, por medio de su obra, de sus textos, del cúmulo de conocimientos adquiridos por más de tres décadas de investigación sobre la sociedad zapoteca de Monte Albán y la piedra angular, por supuesto, es su libro sobre la desigualdad social y la estratificación en Monte Albán. Sus ideas, interrogantes e inquietudes quedaron plasmadas en los capítulos de esta obra sobre los habitantes de esta ciudad. En particular fueron esenciales sus artículos y textos sobre las unidades domésticas y los palacios para entender el efecto biología-sociedad. Ernesto elaboró una propuesta metodológica para el estudio de la estratificación social, además publicó varios trabajos sobre las mujeres en Monte Albán, bajo la perspectiva de género; de igual manera dedicó su atención al tema de los niños, el proceso de socialización y al posible rol que tuvieron con base en su edad y sexo, como miembros del grupo doméstico.

    Los escritos de Ernesto, mi compañero de vida, han sido una inspiración permanente que me dieron fuerza y entusiasmo para dedicarme a escribir cada uno de los capítulos que integran este libro. Como cualquier obra de largo aliento se esconde detrás de cada línea una historia de momentos difíciles y de arduo trabajo, mezclado con limitaciones, retrasos, luchas contra la burocracia en todos los sentidos. Sólo la disciplina y el tesón permitieron, en medio de la terrible pandemia de Covid 19 que asoló al mundo desde 2020, ir avanzando en la redacción del libro. Con el impulso de las nuevas corrientes de bioarqueología social, bioarqueología del individuo, bioarqueología de género, entre otras en boga, tratamos de reconstruir algunas historias de vida, seleccionamos varios esqueletos procedentes de una gran diversidad de entierros y tumbas, explorados en las unidades domésticas donde residieron estos individuos, para intentar darles vida y conocer su historia a partir de lo que sus huesos nos pueden contar. Este libro trata sobre la gente común, los individuos que habitaron Monte Albán durante un largo periodo de tiempo. Mi idea de elaborar una investigación sobre esta población surgió desde 1989, fecha cuando llegué a la ciudad de Oaxaca, para reunirme con Ernesto, quien había sido designado como delegado del inah en el estado de Oaxaca. En 1990 se iniciaron los trabajos de salvamento motivados por el proyecto de ampliación de la carretera de acceso al sitio.

    Además de las exploraciones que estaba efectuando Ernesto para liberar y consolidar la Plataforma Norte en su lado oeste y los trabajos de liberación y consolidación en el Vértice Geodésico, por primera vez en Monte Albán se utilizó un radar de geolocalización para tratar de identificar las posibles tumbas y entierros que pudieran ubicarse en el Palacio del Ocote; sobre estas investigaciones Ernesto publicó varios artículos.

    El salvamento efectuado desde la base del asentamiento hasta la cima permitió la localización y las exploraciones de las casas, de decenas de entierros y 16 tumbas. Mi entusiasmo por estudiar los esqueletos que iban surgiendo en las excavaciones fue creciendo día a día. Se abría la posibilidad de poder analizar cada uno de estos individuos a partir de los datos que íbamos registrando de las casas y reflexionar en la gran variabilidad de tipo de entierros, de posiciones y de sus circunstancias al interior de la casa. Poder utilizar un enfoque de bioarqueología social integrativa e intentar conocer el significado de ciertas circunstancias y depósitos funerarios y no funerarios: cráneos con mandíbulas depositados sobre cajetes enfrente de una tumba, que quizá estaban relacionados con el culto a los ancestros, con algún ritual o ceremonia efectuada al reabrir la tumba, incluso en un evento previo a una nueva inhumación como parte de los rituales domésticos efectuados al interior de grupo. Durante la excavación de una unidad doméstica de clase media baja identificamos dos esqueletos con cráneos trepanados. Estos ejemplares se unían al número de los reportados sobre este tema y que constituyen uno de los elementos significativos entre los zapotecos de Monte Albán durante el Clásico Tardío, ya que dicha práctica fue propia de esta sociedad. En otros casos exploramos el patio de una casa con una cantidad importante de vasijas dobles, en algunas de las cuales había esqueletos de niños recién nacidos o de meses de edad, con lo cual se abordaban el tema de las prácticas funerarias y la identidad social relativa a la edad, sin olvidar el estudio de los niños en las poblaciones mesoamericanas, además de que este tipo de depósito funerario también se ha reportado para La Ventilla en Teotihuacan, que abría preguntas interesantes respecto a las relaciones culturales y sociales entre estos dos grupos. Con los cuestionamientos más relevantes me preguntaba ¿a qué se debían las diferencias en el sistema funerario?, ¿por qué algunos individuos estaban en fosas simples, otros en cistas con entierros dobles, uno encima del otro, pero colocados de espaldas?, ¿qué significado tenían las tumbas reutilizadas en múltiples ocasiones; eran en efecto tumbas familiares?

    El número de casas exploradas iba creciendo cada mes durante más de 18 lunas y con ello la cantidad de entierros y tumbas también, con lo cual empezaban a surgir en mi mente todas las posibilidades de analizar diversos aspectos de los individuos, su salud, sus perfiles demográficos, su alimentación y dieta, cuestiones de migración y parentesco, entre otros de los temas ya abordados por colegas que me antecedieron en los estudios bioarqueológicos a partir de la serie de esqueletos excavadas por Alfonso Caso y su equipo, así como por Marcus Winter, quien inició los trabajos de unidades domésticas de manera sistemática.

    Con los resultados de las excavaciones de las 12 unidades habitacionales que fueron impactadas por la ampliación de La Carretera, Ernesto desarrolló su investigación de tesis doctoral en la Universidad de Pittsburgh, donde incluyó los resultados de los análisis antropofísicos que yo había efectuado durante meses de excavación e investigación en el laboratorio. Sin embargo, a pesar de mi interés por los habitantes de la ciudad de Monte Albán, la mayoría de los datos para una investigación bioarqueológica integral se vieron suspendidos por más de dos décadas, en particular porque a mi regreso de Oaxaca me nombraron titular de la Dirección de Antropología Física del inah, cargo que ocupé durante unos años; posteriormente estuve como profesora invitada en la Universidad de Pittsburgh, en 1996 regresé y me incorporé al recién estructurado posgrado de Antropología Física en la enah, labor que mantuvo toda mi atención por más de 10 años. En 2005 regresamos Ernesto y yo a excavar el Barrio de Mexicapam, con un proyecto financiado por conacyt, del cual se efectuaron algunas publicaciones. Años después en 2014 pudimos dedicarnos con total atención a los estudios bioarqueológicos sobre este grupo de zapotecos prehispánicos, cuando Ernesto nuevamente presentó un proyecto a conacyt el cual fue aprobado. Por otra parte, como director de la zona arqueológica de Monte Albán, Ernesto mantenía relaciones con otros colegas como Gary Feinman y Linda Nicholas, con quienes realizó algunas investigaciones sobre los materiales líticos de Monte Albán. Como ya mencioné, desde 2014 formamos un equipo amplio de antropólogas físicas, quienes estuvieron analizando materiales óseos conmigo en Cuilápam y en las instalaciones de Monte Albán, en Santo Domingo, en la ciudad de Oaxaca. Geraldine y Samantha participaron en la excavación de la Terraza 170, Geraldine realizó su tesis de doctorado sobre vulnerabilidad en grupos de Monte Albán y obtuvo el grado en 2020. Ilse Trujillo, Adriana Zamora y Perla Ruíz colaboraron en el análisis de los materiales óseos de Monte Albán, custodiados en la Dirección de Antropología Física en varias temporadas.

    Lamentablemente Ernesto no pudo estar al frente de la investigación y en septiembre de 2016 conacyt autorizó el cambio de responsable del proyecto Los habitantes de Monte Albán. Prestigio, poder y riqueza. Desde esa fecha me hice cargo del proyecto y continuamos la investigación hasta ahora. En octubre de 2021 se entregó el libro sobre la población de Monte Albán para su publicación a las autoridades del inah. Es así que cumplo con el compromiso adquirido al hacerme responsable del proyecto de conacyt y lo más importante dejar una constancia de la obra que Ernesto y yo entretejimos.

    Lourdes Márquez Morfín

    Introducción

    El estudio que presentamos en esta obra sobre los habitantes de Monte Albán parte de un enfoque de la línea de investigación de Bioarqueología Social y del Individuo, que corresponde al estudio osteobiográfico. En este sentido, el objetivo es reconstruir el modo y estilo de vida de la población que vivió, trabajó y murió en esta ciudad, además de considerar sus condiciones materiales de existencia, el entorno físico donde se desarrollaron estas personas y obtuvieron los alimentos y recursos naturales para su vivienda, vestido y demás satisfactores necesarios. La alimentación y la dieta son aspectos fundamentales para el adecuado crecimiento, desarrollo y mantenimiento de los individuos. En la actualidad contamos con herramientas tecnológicas que ayudan a conocer qué alimentos se consumieron y las diferencias individuales en el consumo de carbohidratos, proteínas, vitaminas y minerales, mediante el análisis de los isótopos estables, que se convirtieron en una técnica muy útil para entender aspectos de acceso diferencial a los alimentos de acuerdo con el entorno físico y los recursos naturales disponibles, a la posición social de los individuos y a sus circunstancias históricas, también los estudios bioarqueológicos han mostrado la importancia del análisis de lesiones y huellas óseas asociadas a las enfermedades que padecieron los habitantes de Monte Albán o bien como evidencias de problemas de malnutrición, deficiencias alimentarias e infecciones no específicas, incluso enfermedades tales como treponematosis.

    Para el estudio bioarqueológico es importante partir de la investigación referente a la dinámica demográfica de la población, la natalidad, la esperanza de vida, los patrones de mortalidad, el número de hijos por mujer y el proceso de envejecimiento. Preguntas y posibles explicaciones sobre sus hábitos y costumbres, entre un sin número de aspectos diferentes sobre las personas que habitaron esta ciudad, están sustentadas en el estudio de los esqueletos procedentes de este sitio y el análisis acerca del desarrollo social, económico, político e ideológico de la sociedad zapoteca, por medio de las investigaciones arqueológicas. A partir de la integración y análisis de la información social y cultural con el dato biológico podremos plantear algunas explicaciones e interpretaciones sobre los efectos de la relación entre biología, medio físico y entorno social, económico, político e ideológico; de ahí el enfoque bioarqueológico de esta obra. Uno de los aspectos relevantes sobre las sociedades estatales complejas como la de Monte Albán son las cuestiones sobre la jerarquización y la desigualdad social, para lo cual es indispensable abordar los aspectos del contexto histórico y social, que consideramos pudieron repercutir en las condiciones de vida y salud de los individuos, quienes habitaron esta ciudad en su calidad de vida y sobrevivencia.

    En Monte Albán se han realizado de manera constante excavaciones arqueológicas desde 1931 hasta 1948, por Alfonso Caso y sus colaboradores, Ignacio Bernal y Jorge Acosta. Como resultado de largos años de trabajo y estudio arqueológico, exploraron cientos de entierros y decenas de tumbas (más de 170), sin embargo, muy poco es lo que se había publicado sobre los esqueletos recuperados por Alfonso Caso y su equipo [Blitz 1995; J. Romero 1983, 1986; Wilkinson y Norelli 1981] que iremos presentando y analizando a lo largo de esta obra.

    A partir de la década de los años setenta se reiniciaron excavaciones en unidades domésticas, donde se derivaron valiosos estudios. En particular, desde 1990 los trabajos arqueológicos recuperaron un gran número de esqueletos en Monte Albán, sobre todo del área cercana a la Plaza Central, considerados como de estatus alto y medio, aunque no de los dirigentes o sacerdotes de la ciudad. Las condiciones que favorecieron el desarrollo de estudios integrales a partir de 1990 fueron el adecuado registro de datos individuales de cada uno de los entierros y tumbas además el posterior análisis mediante un enfoque arqueológico, centrado en identificar las desigualdades sociales en unidades domésticas, es entonces cuando alcanzan relevancia las investigaciones sobre los individuos habitantes y su estudio, para considerar cuestiones de identidad, género y desigualdad social. Con base en el gran número de esqueletos depositados en instalaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Oaxaca (inah-Oaxaca) y en la Ciudad de México se han publicado varios trabajos que forman parte de la base empírica para el estudio actual de los pobladores de esta ciudad [González Licón 2011a, 2012; González Licón y Márquez 2001; González Licón et al. 2018; González Licón et al. 1999; Márquez 2006b; Márquez et al. 1994, 2001a; Márquez y González Licón 1990, 1992, 2001, 2006, 2018; Martínez López et al. 2014; Martínez López 1998; J. Romero 1983; Wilkinson y Norelli 1981; Winter et al. 1995].

    En esta obra, el propósito central es precisamente abordar la investigación bioarqueológica y social de los individuos que nacieron, crecieron y murieron en esta ciudad; por supuesto que no todos nacieron, vivieron y murieron aquí, aunque suponemos que en su mayoría sí, de hecho, uno de los capítulos (capítulo v) está dedicado a identificar a quienes son locales y a los individuos que no nacieron en Monte Albán.

    El trabajo de bioarqueología social requiere conocer el contexto donde vivieron estas personas, es así que el dato arqueológico detallado de la excavación del sitio, la unidad doméstica, la ubicación del entierro o la tumba, los materiales asociados, entre otros aspectos, son indispensables en el análisis y la interpretación de los resultados. En este sentido carecemos de un informe específico sobre los esqueletos que excavaron Alfonso Caso y su equipo, únicamente se cuenta con los reportes de Javier Romero sobre tumbas y entierros y un trabajo sobre trepanación craneana. Algunos datos pueden ser localizados en los extensos informes de sus excavaciones, otros en las publicaciones donde se menciona la temporalidad de tumbas y entierros, pero no tenemos datos puntuales, sólo la etiqueta que acompaña a los restos óseos depositados en varios acervos. No obstante, decidimos analizar todos los esqueletos que se encuentran custodiados en la bodega de la Dirección de Antropología Física (daf), puesto que, por ejemplo, los datos de sexo y edad son la base para poder analizar los perfiles demográficos en los distintos periodos culturales, así como identificar huellas de patologías, fracturas y patrones de prácticas culturales, en especial la modificación intencional del cráneo y dientes, entre otros aspectos; en general, la elaboración de una base de datos amplia de los habitantes de esta ciudad admite acercarnos al conocimiento de la población y al análisis cualitativo de la relación sociedad-salud, al cual dedicamos varios de los capítulos del libro.

    Como mencionamos, se hicieron investigaciones en años posteriores a las excavaciones de Alfonso Caso. El inicio del estudio de unidades domésticas fue efectuado por Marcus Winter en 1972, quien exploró varias terrazas en la ladera norte, lejana a la parte central del sitio, donde excavó unidades domésticas y localizó varios entierros. En una publicación específica sobre esos entierros presentó, a manera de catálogo, datos sobre el contexto arqueológico de cada uno de los entierros, materiales asociados, la cronología e información muy valiosa para entender aspectos sociales y culturales de los individuos enterrados en esas casas [Winter et al. 1995]. En esa misma publicación presenta el catálogo de los entierros obtenidos durante el Mega Proyecto (pema) realizado en 1993-1994, los cuales en su mayoría proceden de unidades domésticas alrededor de la Plaza Central y de la Plataforma Sur y Norte, así como dos tumbas del área excavada en 1991 por Lourdes Márquez y González Licón con su equipo de arqueólogos. Los datos particulares de cada entierro y de los individuos depositados ahí han sido fundamentales para los estudios que presentamos en esta obra.

    Otra de las investigaciones importantes es la tesis de licenciatura en arqueología de Cira Martínez López [1998] sobre los materiales arqueológicos excavados en 1990-1991, donde participó con Lourdes Márquez en la excavación de los entierros y las tumbas de 12 unidades domésticas de diferentes áreas [González Licón 2011a; González Licón et al. 1999]. En su trabajo brinda información valiosa sobre cronología y el análisis cerámico. Posteriormente, en 2014, Cira Martínez López y colaboradores [2014: 1-2] publicaron un estudio sobre las 21 tumbas localizadas en 1992-1993, excavadas en Monte Albán bajo la dirección de Marcus Winter. En el libro incluyen las plantas de las estructuras excavadas, cédulas detalladas de las tumbas y los esqueletos depositados en ellas. El objetivo de esa obra es describir las tumbas asociadas a las residencias, dentro de los ritos mortuorios de los zapotecos, mediante un trabajo muy amplio y detallado. A partir de estas fuentes de información, que constituyen catálogos detallados de los contextos de los esqueletos que no fueron excavados por nosotros, en los cuales podemos diferenciar individuos por periodo cronológico y documentar el desarrollo de la sociedad y las posibles diferencias sociales en el grado heterárquico, esto es, al interior del grupo doméstico.

    La identidad

    Uno de los aspectos que consideramos indispensables para integrar en este trabajo es el referente a las identidades, pues debemos decir que hay muchos tipos de identidad y que en todos los casos son construcciones sociales, pero que tienen un elemento esencial en lo biológico como es la edad y el sexo. Para este tipo de análisis es indispensable partir de la investigación en las unidades domésticas y describir la importancia del enfoque basado en las identidades que, como tales, no son estáticas sino dinámicas, cambiantes e influidas o modificadas por otras variables. Esto quiere decir que, para interpretarlas desarrollamos modelos o categorías de análisis, que por lo mismo son subjetivos y tienen la posibilidad de que expliquemos de manera equivocada el contexto arqueológico. De las muchas variantes de identidad se consideran tres como las más relevantes: identidad de género y edad, identidad étnica e identidad socioeconómica —referida al segmento o clase social. Cada una de las identidades se relaciona con otras por medio de diferentes categorías de análisis, pero interactuando entre sí de manera simultánea.

    Identidad de género y edad están compuestas por dos elementos fundamentales en todo ser humano. El género como construcción social —integrado también por el sexo como componente biológico— además de la edad que determina y condiciona las actividades y posibilidades de socialización de un individuo, pero es una variable dinámica que cambia según la persona va creciendo, de la infancia a la vejez. La identidad de género se ha estudiado desde diferentes perspectivas y posiciones, algunas con un énfasis en lo económico, social, político, ideológico y ritual, pasando por aspectos demográficos, sexuales, patológicos y otros más. En el enfoque arqueológico tradicional se considera a los hombres como el centro de la actividad productiva. El poder, prestigio social y las actividades públicas son algo natural, central y correcto en los hombres, mientras que a la mujer se le asocia generalmente con la maternidad, las actividades cotidianas y el ámbito doméstico de manera constante [González Licón 2009a]. Los conceptos de niño y anciano están inmersos dentro de la categoría social de género y deben ser considerados a partir de un marco conceptual, donde el concepto de género se presente como múltiples posibilidades y diferencias que permitan hacer una ruptura del dominio dicotómico del sistema de valores —visible contra invisible, público contra doméstico, cultura contra naturaleza, activo contra pasivo, con acceso al poder o sin acceso al poder— que llevan a interpretaciones confusas o equivocadas del registro arqueológico. El género no es simplemente una elección fija de ser hombre o mujer y debemos pensar estas categorías con un estatus más flexible, considerar los roles sociales en términos que no dependan de las oposiciones binarias y de sus valores intrínsecos [González Licón y Zamora 2007]. Así, algunos miembros de la sociedad, como las mujeres, los viejos, los débiles, enfermos y los niños, están excluidos, son invisibles para ciertos investigadores cuyo marco interpretativo se mantiene en el androcentrismo [Baker 1997; Gero y Conkey 1991].

    El sexo no es el responsable de los desequilibrios entre mujeres y hombres, es la cultura y no la biología quien determina cómo deben comportarse hombres y mujeres. La teoría sexo-género distinguía de manera esquemática y dicotómica una separación entre los hechos biológicos que determinan el sexo (hombre/mujer) y entre los hechos sociales que construyen el género (masculino/femenino) aunque ahora reconocemos que están íntimamente relacionados y que van cambiando con la edad de la persona. Cada sociedad elabora su identidad de género y edad según sus creencias o intereses. Las pautas de género son impuestas a mujeres y hombres desde el nacimiento, en todas las sociedades conocidas han sido asimétricas y limitadoras para ambos géneros, incluso a los niños e inducen a un comportamiento estereotipado [González Licón y Zamora 2007, 2008; González Montes 2005].

    Un estudio detallado de la cultura material descubierta en conjuntos domésticos puede ser aprovechado para ver no sólo diferencias en las actividades por género, sino también de los niños [Márquez y González Licón 2018]. Así como interpretamos la presencia al interior de una casa de herramientas e implementos de caza para hablar de actividades masculinas por un lado y la presencia de malacates, agujas y metates cuando se trata de actividades asociadas a las mujeres, por otro, del mismo modo la presencia de algunos silbatos, flautas, ocarinas, figurillas de animales o inclusive de seres humanos, pueden ser considerados como juguetes de los niños que ahí habitaron [King 2006; McCafferty y McCafferty 2006; Spence 2002]. Es importante también considerar que, como parte del estudio de la identidad de género, también intervienen dos procesos: uno sería el de formación e identificación de cada género y, el otro, el que establece y regula las relaciones de género. En este sentido las relaciones sociales entre hombres y mujeres son incluso de mayor importancia que la identidad social, estrictamente hablando [Crown 2000: 25].

    Estratificación social y desigualdad

    La primera parte de esta obra la dedicamos al estudio arqueológico que sirvió de base para el desarrollo de los aspectos sociales, la estratificación y la desigualdad. Ernesto González Licón trabajó este tema y desarrolló una metodología de análisis a partir del estudio integral de 12 unidades domésticas [González Licón 2005, 2011a], que le permitió distinguir las condiciones de vida en sectores sociales heterogéneos de Monte Albán y su repercusión en la salud. El proyecto de Salvamento para la ampliación de la carretera para acceder a la zona inició en 1991. Durante 14 meses de una temporada de campo continua, entre 1990 y 1991, fueron excavadas diversas estructuras a lo largo del camino, así como conjuntos arquitectónicos en la Plataforma Norte.

    Posteriormente se realizaron dos temporadas más con financiamiento de conacyt, en 2005 en el Barrio de Mexicapam [González Licón 2007c], en 2014 y 2015 en la Terraza 170 del sitio [González Licón et al. 2017], periodo cuando Ernesto González Licón fungió como director de la zona arqueológica de Monte Albán, con recursos del inah. La muestra de 1990-1991 incluye información de 160 esqueletos excavados: 107 individuos de 86 entierros en fosas y cistas, 53 individuos procedentes de 16 tumbas, con diferentes tipos de materiales asociados incluyendo urnas, figurillas, sahumadores y otras formas de vasijas de cerámica; navajas, lascas, buriles de obsidiana, concha natural y trabajada, mica, jade, tecali, huesos animales y artefactos de piedra, entre muchos otros. Es una muestra pequeña considerando el tamaño

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