Territorio en movimiento(s): Ausencias y emergencias en torno a la finca tradicional afrocaucana
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Territorio en movimiento(s) - Isabel Cristina Tobón Giraldo
TERRITORIO EN MOVIMIENTO(S)
TERRITORIO EN MOVIMIENTO(S)
Ausencias y emergencias en torno a la finca tradicional afrocaucana
Isabel Cristina Tobón Giraldo
◉
Reservados todos los derechos
© Pontificia Universidad Javeriana
© Isabel Cristina Tobón Giraldo
Primera edición: noviembre de 2019
Bogotá, D. C.
ISBN (impreso): 978-958-781-419-4
ISBN (digital): 978-958-781-420-0
DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.
9789587814200
Hecho en Colombia
Made in Colombia
Editorial Pontificia Universidad Javeriana
Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301
Edificio Lutaima
Teléfono: 320 8320 ext. 4752
www.javeriana.edu.co/editorial
Bogotá, D. C.
Cuidado de texto:
Alejandro Merlano Aramburo
Diagramación:
Nathalia Rodríguez
Diseño de cubierta:
Camilo Umaña
Conversión ePub
Lápiz Blanco S.A.S.
Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.
Catalogación en la publicación
Tobón Giraldo, Isabel Cristina, autora
Territorio en movimiento(s): ausencias y emergencias en torno a la finca tradicional afrocaucana / Isabel Cristina Tobón Giraldo. -- Primera edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2019. (Colección Encuentros).
264 páginas; 24 cm
Incluye referencias bibliográficas (páginas 253-263).
ISBN: 978-958-781-419-4
1. Territorialidad humana 2. Movimientos sociales 3. Ecología 4. Geografía humana I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas
CDD 304.23 edición 21
inp 25/10/2019
Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen a la Pontificia Universidad Javeriana.
Los pueblos no esperan a los teóricos para hacer sus revoluciones.
BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS
CONTENIDO
LISTA DE SIGLAS
PRÓLOGO
Germán Rodrigo Mejía Pavony
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE: EL TERRITORIO
I. EL TERRITORIO, LA GEOGRAFÍA HUMANA Y SU DEVENIR
Aproximación física al territorio nortecaucano
Las geografías del sur: una propuesta comprensiva
II. LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
III. LA EPISTEMOLOGÍA DEL SUR Y EL DEBER DE LA MEMORIA
Las epistemologías del sur y el campo de la memoria
El documento y el monumento: Esclavitud y libertad en el valle del río Cauca
SEGUNDA PARTE:
LA FINCA TRADICIONAL AFROCAUCANA
IV. TRABAJO Y DESARROLLO EN LA FINCA TRADICIONAL
Expresiones fascistas en el valle geográfico del río Cauca
Aproximaciones críticas al desarrollo y otro-desarrollo
V. LA FINCA TRADICIONAL AFROCAUCANA COMO ESPACIO DE ESPERANZA
VI. LA DIMENSIÓN PATRIMONIAL DE LA FINCA TRADICIONAL AFROCAUCANA
TERCERA PARTE: IDENTIDADES MESTIZAS
VII. IDENTIDADES MESTIZAS
La Ley 70 de 1993: la oportunidad
de ser afro
Identidades mestizas, encuentros de saberes
La finca tradicional afrocaucana y su identidad territorializante: estar-siendo y ser-estando
VIII. EL PASADO, LAS MEMORIAS Y EL FUTURO
Literatura, historia y memorias
Liberando las memorias cautivas
Las memorias de un minuto
Una advertencia
IX. ACCIÓN COLECTIVA Y ORGANIZACIÓN
Movilizaciones memorables, el germen de los actuales movimientos sociales
La Constitución del 91 y la Ley 70 en movimiento
Organizaciones sociales, nodos y redes comunitarias en el norte del Cauca
X. JUSTICIA PROPIA PARA LA AUTONOMÍA TERRITORIAL
XI. ADORACIONES Y VIOLINES, EXPRESIONES CULTURALES Y ARTÍSTICAS AFRONORTECAUCANAS
Adoraciones al Niño Dios, una natividad resignificada en Villa Rica
Los violines caucanos, protagonistas en las Adoraciones
Una mirada al futuro desde los abuelos
EPÍLOGO. LA FINCA TRADICIONAL AFROCAUCANA, EMANCIPACIÓN Y UTOPÍA
Formas emancipatorias más allá del capital
PRINCIPALES COLABORADORES DEL TRABAJO EN EL TERRITORIO
REFERENCIAS
LISTA DE FIGURAS
Figura 1. Formas comprensivas aplicadas al territorio
Figura 2. Acepciones, dimensiones y relaciones del movimiento en la investigación
Figura 3. Localización del norte del Cauca en Colombia
Figura 4. Producción azucarera en el valle geográfico del río Cauca
Figura 5. Territorio: conflicto, diversidad y diferencia
Figura 6. Conflictos territoriales en el Cauca
Figura 7. Conglomerado bioindustrial de la caña de azúcar en el valle del río Cauca
Figura 8. La conquista de las tierras del norte del Cauca por el monocultivo de caña de azúcar
Figura 9. Organizaciones en la red de la Unidad de Organizaciones Afrocaucanas
Figura 10. Propuesta inclusiva de la Justicia Comunitaria Afro en la estructura de la Rama Judicial en Colombia
Figura 11. Procedimientos de resolución de casos en el Tribunal de Justicia Comunitaria Afro
LISTA DE SIGLAS
PRÓLOGO
¿Es posible otro mundo? Esta pregunta está lejos de ser ajena a Isabel, la autora de este libro, pues no solo es una de las entrañas del libro que tenemos entre manos, su esencia, sino que orientó e inspiró su escritura. Esta pregunta impulsó a Isabel a realizar la investigación que sustenta este texto y la motivó a correr un inmenso riesgo, ya que buscó resolverla en su tesis doctoral. ¡Y lo hizo! Otro mundo sí es posible.
En el epígrafe con el que introduce uno de los artículos escritos como parte de su formación doctoral, que no casualmente se titula Otro mundo sí es posible: la finca tradicional afrocaucana, una experiencia de autonomía
, Isabel transcribe un bello aparte de un conocido libro de Mateo Mina (Michael Taussig) que dice: En aquellos tiempos, los antiguos esclavos del Valle casi conquistaron un Nuevo Mundo para el pequeño agricultor, un mundo sin terratenientes, sin mercados, donde los campesinos vivían en fructuosa armonía entre sí y con la naturaleza
. Este programa, ubicado por Taussig en el pasado, es el de una ausencia, pues ese Nuevo Mundo no se logró, ya que el latifundio, el mercado, la hostilidad del ser humano con la naturaleza y, en definitiva, la soberanía de la gran propiedad se consolidaron en este territorio y, lo que fue más grave, sus consecuencias fueron valoradas como progreso. Esto es, las élites, los gobernantes, los intelectuales y los científicos naturalizaron como cierto que el pequeño agricultor era la rémora del desarrollo, que el campesino que allí habitaba era un ruralita y que, como tal, era ignorante e incivilizado. Nos convencimos así de que este era el mejor de los mundos y aún hoy, que somos testigos de las catástrofes a las que ha dado lugar, seguimos defendiéndolo.
La ausencia de ese Nuevo Mundo, pero que intuimos que es necesario, a pesar de estar convencidos de que habitamos en el mejor de los mundos posibles, ha dado lugar a una preocupación que nos acompaña insistentemente: la sostenibilidad del desarrollo. Así, la idea de progreso —de carácter liberal y burguesa en su proyecto de informar al Estado nación, al capitalismo, a la democracia representativa, a una idea de igualdad, en la que no caben todos los seres humanos, y a una concepción de la naturaleza como fuente de los deseos insaciables de ese acumulador obsesivo que es el burgués— se convirtió en la quintaesencia de lo que aceptamos como el mejor de los mundos posibles. Por eso nos convencimos de que solo al lograr la sostenibilidad del desarrollo, el mundo del progreso seguiría siendo el mejor de los posibles. Sin embargo, la sostenibilidad no pasa de ser la mesura en el desarrollo, la cautela en la velocidad del crecimiento, la sensatez en la escala de la acumulación. Nuestro mejor mundo posible no es, por tanto, una alternativa real de futuro, sino un anhelo acrítico que prolonga el presente.
Entonces, ¿es posible otro mundo? La primera dificultad que encontró Isabel para responder esta pregunta fue precisamente eso, la pregunta, pues dice la ciencia moderna que no es posible inquirir por lo que no puede existir. Un segundo asunto se desprendió inmediatamente del anterior: es inútil, o por lo menos ingenuo, buscar lo que para los científicos sociales solo existe y puede ser exitoso dentro de las coordenadas del progreso, del desarrollo o del crecimiento. Por esto, para poder buscar ese otro mundo, se debía superar la barrera de las epistemologías, de los marcos teóricos, de las metodologías, en fin, de los programas investigativos propios de la modernidad científica, pues estos están orientados al desarrollo, como una verdad aceptada por esas comunidades académicas. Sin embargo, lo que este libro entrega, en este sentido, no es solo el atrevimiento de preguntar por ese otro mundo, sino la aventura de haberlo buscado y el riesgo de afirmar que sí existe, pues el texto examina un hallazgo: la finca tradicional afrocaucana como un manifiesto de ese otro mundo. Esta fue la tesis. Este es el libro.
Un punto de partida y dos condiciones posibilitaron dar forma a este manifiesto de un mundo distinto: primero, la consciencia de que el hallazgo fuera posible de lograr, pero que no conseguimos encontrarlo, pues requerimos de dos condiciones particulares para buscarlo: la epistemología/geografía del sur y la verdad sentipensante. Por eso, Isabel declara en la introducción de su tesis doctoral: Reconozco la necesidad de una nueva forma de conocimiento íntimo, comprensivo, creativo y responsable en la articulación de lo científico natural-social, en múltiples dimensiones y escalas relacionadas, involucrándome de manera íntima e incorporando el sentido común
. Y, de esta manera, da
cuenta del lugar para aportar al saber mostrando cómo los pobladores han constituido relaciones orgánicas, telúricas y de intimidad con el territorio a través de una dimensión afectiva de los vínculos sociales, económicos y políticos, así como con sus representaciones culturales. Lo que resulta más relevante aquí es la heterogeneidad, la singularidad y la particularidad de las interlocuciones de los habitantes con su entorno.
Así, Isabel encuentra que la finca tradicional afrocaucana es el anuncio, el manifiesto, de ese otro mundo. No porque lo sea ya, sino porque lo contiene como una posibilidad cierta. En el artículo mencionado, dice la autora que esta finca es
una forma político-económica y sociocultural fundamentada en conocimientos, populares y campesinos; es una iniciativa territorial que envuelve prácticas de relación con la tierra, condiciones organizativas, nociones jurídico-normativas, educativas, artísticas, de salud; es un sistema de vida y una potencia que resiste al capitalismo neoliberal.
Por ello, para Isabel, la finca afrocaucana como política de vida pretende transformar las condiciones de injusticia que se están agenciando, cuando en diversas situaciones es el mercado el que establece las reglas de relacionamiento desigual entre las personas
. De esta manera, la finca tradicional afrocaucana se puede entender como "otra economía, en la medida en que construye relaciones en el aprovechamiento y distribución de alimentos producidos en pequeñas parcelas que operan en redes solidarias de proximidad y sin pretensiones de acumulación. Por esta razón, concluye Isabel,
estas prácticas de vida campesina resultan una forma de resistencia frente a los esquemas homogeneizantes del capitalismo neoliberal".
Para entender y explicar la finca tradicional afrocaucana, se vale Isabel en su libro de una narrativa que en once capas da cuenta tanto de las particularidades de este sujeto, la finca, como del modo de acercarse a ella desde la epistemología/geografía del sur, para aprehenderla desde la verdad sentipensante. Las primeras capas se refieren al territorio, a quien lo habita y a una memoria, el tiempo, que emana de esa imbricación entre sujeto y espacio. Las siguientes capas narrativas se centran en la finca propiamente dicha, pero la exploran aclarando los alcances de su naturaleza como dinámica tradicional, como espacio de esperanza, e insistiendo en la memoria, que se piensa como patrimonio. Finalmente, las restantes capas narrativas hablan de hibridaciones, mestizajes y descolonizaciones. En síntesis, como dice Isabel en el epílogo del libro,
el planteamiento de otro mundo es posible, defendido por movimientos y organizaciones sociales a nivel mundial ante la opresión, la desigualdad, la explotación y la injusticia, hace que la esperanza reverdezca y florezca imperfecta a través de formas organizativas construidas desde abajo, en donde la herencia se funde y se confunde con las tradiciones. De tal forma que las tradiciones se posicionan como principios organizativos que orientan acciones y estrategias. Con ello, las formas organizativas emancipatorias dotan de otros significados a los acontecimientos y a las prácticas cotidianas.
No sobra advertir que este libro fue originalmente una tesis doctoral, aunque ya lo he señalado en párrafos anteriores. Y debo mencionarlo nuevamente, pues no es un asunto menor. Me explico: decía al comenzar que Isabel corrió un riesgo no solo al estudiar la finca tradicional afrocaucana en su tesis, sino, y este es el punto, al proponerla como el manifiesto que permite afirmar que otro mundo es posible. La tesis fue presentada como requisito para optar al título de doctora en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. Y menciono esto porque, sin duda, este marco hizo posible que el riesgo no estuviera en la propuesta, sino en la elaboración del texto, si se tiene en cuenta que la calidad de la tesis debía entenderse desde la distancia expresa que tomó la autora de los conceptos y métodos propios de las ciencias sociales acreditadas por amplias comunidades académicas. Al distanciarse de estas comunidades científicas, el Doctorado acepta el diálogo de saberes, las hibridaciones entre ellos y su construcción conjunta con las comunidades, de manera que estas no son entendidas como sujetos de observación, sino como copartícipes en el entendimiento del mundo y en la crítica del presente. Por eso, se puede afirmar que, para que la crítica sea posible, la libertad es la condición de posibilidad de un pensamiento que logra avanzar entre los intersticios de la ciencia moderna. Por todo esto, desde este lugar fue posible elaborar el estudio que realizó Isabel y que ahora entrega el Doctorado en forma de libro.
GERMÁN RODRIGO MEJÍA PAVONY
Profesor titular
Facultad de Ciencias Sociales
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá
AGRADECIMIENTOS
A la hora de compartir los resultados de un proceso formativo e investigativo tan profundo y conmovedor, es momento de agradecer a todas las personas que han hecho posible esta investigación y este libro. En primer lugar, debo agradecer a todas las personas de Villa Rica, en especial a los amigos que con generosidad me recibieron y compartieron sus experiencias de vida frente a mis ojos curiosos. A don Luis Mina (q. e. p. d.), un líder que con su sencillez y sabiduría era capaz de hacer obras extraordinarias en bien de su comunidad; a don Herberto Balanta y su familia; a Charly Ararat y su familia; a doña María Leonila Díaz; a los jóvenes del colectivo Soporte Klan; a don Juan Quintero, Arie Aragón, Deyanira Rodallega, Robertino Díaz, Roller Escobar, Andrés Angulo; a los miembros de la Unidad de Organizaciones Afrocaucanas (UOAFROC), que me abrieron sus espacios de trabajo y me compartieron el mundo de la finca tradicional afrocaucana (FTA). A todos ellos, mi eterno agradecimiento con el compromiso de seguir luchando a su lado por un mundo más justo.
En la Universidad Javeriana, quiero agradecer a mi maestro de vida, Germán Mejía, porque sin su acompañamiento paciente y cuidadoso no hubiera logrado culminar esta obra; también, al padre Gerardo Remolina, quien ha sido un apoyo incondicional durante este proceso; a Claudia Pineda, por su diligente ternura; a mis profesores Guillermo Hoyos (q. e. p. d.), Juliana Flórez, Ricardo Delgado, Jefferson Jaramillo, Álvaro Oviedo, Rafael Díaz y al taita Santos Jamioi. A los decanos de la Facultad de Arquitectura y Diseño: Álvaro Botero, Octavio Moreno y Giovanni Ferroni, así como a los directores del Departamento de Arquitectura: David Burbano y Luz Mery Rodelo, quienes respaldaron mi proceso de formación doctoral.
En el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad de Coimbra, quiero expresar mis más sinceros agradecimientos a Antoni Aguiló y al profesor Boaventura de Sousa Santos por ampliar las fronteras del conocimiento y por animar e inspirar a tantos jóvenes académicos y activistas sociales a la lucha por y a través de las ideas. También agradezco a Alexandra Pereira, Maria José Carvalho y Acacio Machado, quienes me apoyaron durante mi estancia doctoral en Portugal.
Agradezco a Lía Zóttola por sus provocaciones emancipatorias. También a mis compañeros y amigos: Efrén Piña, Natalie Rodríguez, Carlos Torres, Martha Ospina y Olga Elena Jaramillo por compartir sus ideas, puntos de vista, sentimientos y emociones. Mi gratitud especial a Martha Lucía Márquez, quien hizo la lectura generosa de una versión preliminar de lo que hoy es este libro.
A mi familia colombiana, mi más profundo agradecimiento, por haber soportado durante cinco largos años las contrariedades provocadas al pretender descolonizar nuestra historia vallecaucana. Y a mi familia portuguesa, un reconocimiento especial por su entrañable aceptación y generosidad durante este proceso. A todos, gracias. Seguiremos haciendo caminos al andar.
INTRODUCCIÓN
El hombre más sabio que conocí en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer. Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama. Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalitos de una muerte cierta […]. Gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida solo porque el mundo era bonito… gente, y ese fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.
JOSÉ SARAMAGO
Al parecer, un régimen económico absolutista domina la cotidianidad de los habitantes del mundo. Años atrás, se imponían las dictaduras militares represivas y sus escuadrones de la muerte; hoy lo hace el autoritarismo del capitalismo con su paradigma de éxito, entendido como la acumulación excesiva de bienes materiales de consumo. A las personas se les valora y caracteriza como clientes
por sus adquisiciones, antes que por sus legítimas responsabilidades, derechos civiles y políticos que les revisten como ciudadanos. Por fortuna, paralelo a este modelo de vida, existen otras formas de ser, estar y habitar que se enfrentan a la opresión y la alienación del modelo dominante; formas y valores de vidas construidas con principios propios, que cuestionan y desnaturalizan la explotación del hombre por el hombre, a partir de sus capacidades y su autonomía creativa.
El sistema capitalista y la noción utilitarista que lo caracteriza ha privilegiado la explotación extractiva del mercado, restringiendo las condiciones de sustentabilidad, así como los bienes intangibles y de arraigo que albergan los territorios como patrimonio social y cultural de quienes lo habitan. Incluso, el mismo sistema promueve la vulneración de derechos y condiciones mínimas para la preservación de la vida de territorios en conflicto por vía de las políticas públicas.
La configuración territorial, como totalidad, está conformada y dispuesta en relaciones de interdependencia entre recursos naturales —cuerpos y corrientes de agua, accidentes geográficos, la cobertura vegetal, el suelo, el subsuelo— y recursos materiales e inmateriales creados —vías y obras de infraestructura, asentamientos humanos, las formas comunitarias de vida, las organizaciones sociales, políticas, económicas, las expresiones, los patrimonios culturales— que se representan de manera parcial y fragmentada por medio de cartografías, imágenes, estadísticas, con la información disponible en el momento. Con ello, la vida social basa sus dinámicas en fuerzas productivas en diferentes escalas interrelacionadas en un mundo capitalista que delimita transformaciones, áreas, industrias, empleos, redes y que, a su vez, determina políticas públicas, desplazamientos de personas como fuerza productiva, rentas y productos, como si la representación parcial de la realidad fuera la realidad misma. Con ello, se ignora el carácter relacional que implica vivir en la imbricación de lo natural y lo creado.
Las relaciones de intercambio se establecen de manera asimétrica. De un lado se encuentran los productores industriales de tecnología y de capital, que explotan y exportan los recursos del sector primario; del otro, los campesinos, que cultivan para su consumo familiar y generan algunos excedentes que comercializan en el mercado local, promoviendo el trabajo comunitario y el cuidado de la biodiversidad. Este esquema se intensifica en el siglo XX, con la especialización de los territorios para la producción y para el comercio de mercancías. Los mercados se ensanchan, se renuevan las formas injustas de desigualdad y exclusión y se establecen relaciones de dominación y dependencia neocolonial.¹ Las actividades humanas y sus formas mercantilizadas, que tienen como fin principal la acumulación de capital, transforman los territorios a tal velocidad y con tal profundidad, que se pone en riesgo la permanencia de la vida en el planeta.
Las opciones políticas y económicas basadas en la explotación y la extracción de recursos —renovables y no renovables— dan cuenta de una valoración y apropiación imprudentes, de una reducida comprensión del territorio, de su consecuente degradación ambiental y de una visión ambiciosa, ursurpadora, dirigida a la acumulación irresponsable. Cada vez más, los países productores de bienes primarios exportan materias primas e importan productos, ocasionando el empobrecimiento de sus comunidades e imposibilitando la recuperación de los recursos extraídos, al menos en el corto plazo. Estas transformaciones, motivadas por los intereses de acumulación de capital, han alterado la política, la economía y las condiciones ambientales del mundo.
El capitalismo, en sus diversos matices, ha incentivado la intensa búsqueda de nuevos productos y tecnologías, así como la difusión e imposición de estilos de vida y formas de expresión y comunicación para el beneficio humano. Sin embargo, el crecimiento y la acumulación excesiva han acarreado consecuencias devastadoras en los niveles ecológico, social y geopolítico. Con la vana esperanza de que con dinero todo se compra
, se anulan las posibilidades de futuro; además, las crisis definidas en el capitalismo como bajo crecimiento
albergan la falacia de producir riqueza para luchar contra la pobreza, ocultando así las inequidades distributivas y el agotamiento de los recursos. La noción de países en vías de desarrollo fomenta la explotación indiscriminada de la naturaleza, al tiempo que agudiza los daños ambientales y sociales, relegándolos al lugar más vulnerable del proceso de globalización. Los gobernantes de estos países continúan promoviendo y facilitando la inversión de empresas con fines extractivistas, ignorando las numerosas protestas y las acciones colectivas de orden local y global que reclaman frenar la explotación desproporcionada del sector primario y alertan sobre las amenazas a la biodiversidad. Ante las exigencias de líderes y organizaciones, la estrategia de los dirigentes políticos ha sido levantar cortinas de humo, para ocultar los impactos y el deterioro ambiental frente a la opinión pública, así como criminalizar y reprimir las protestas sociales en contra de las actividades extractivas.
Los discursos de los actuales gobiernos del sur promueven el bienestar social, pero de forma contradictoria deciden invertir en actividades extractivistas, pese a las resistencias de las comunidades locales que habitan los territorios y viven en condiciones cada vez más vulnerables debido a la degradación de sus ecosistemas. Por otra parte, se ha evidenciado que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) no asegura mayor bienestar a los pueblos, al punto de que hoy es fácil mostrar que el bienestar no depende tanto del nivel de riqueza cuanto de la distribución de la riqueza
(Santos, 2003, p. 29). En consecuencia, el desarrollo se convierte en un espejismo que se quiebra y que exige superar los modelos existentes, para pasar a las alternativas.
Es muy importante reconocer que los impactos ecológicos, culturales y sociales de la depredación profundizan la injusticia social, el asistencialismo y la dependencia, intensificando los conflictos entre el norte y el sur (Santos, 2009). Estas dimensiones son primordiales en las demandas de los movimientos y las organizaciones sociales, de ahí que políticos y teóricos sociales consideren que los movimientos de carácter local son semilla de grandes cambios. En la misma línea, este libro se ocupa de mostrar el potencial emancipatorio de las organizaciones sociales del norte del Cauca, territorio donde impera el monocultivo de la caña de azúcar y en donde confluyen —en diferentes escalas— las tensiones por los impactos del desarrollo con los conflictos por desigualdad.
Desde esta perspectiva, las siguientes páginas se ocupan de visibilizar la FTA como territorio de acción, desde el cual se fomentan la seguridad socioeconómica y la sostenibilidad ambiental y en el que, además, se gestan iniciativas populares desde abajo. Lo anterior, con el fin de aportar a la comprensión de las iniciativas de autonomía de los pobladores afronortecaucanos,² sus particulares maneras de abordar las relaciones interpersonales y con el territorio, su concepción de la propiedad, la productividad, el tiempo y la vida misma que agencian con sus propias tecnologías.
En la FTA, la construcción social del territorio se fundamenta en las relaciones y correspondencias sensibles, dando lugar a la emergencia de alternativas al esquema impuesto por el capitalismo neoliberal. En este orden de ideas, la FTA responde a la necesidad de construir utopías, en el sentido de
definir una alternativa, no en función de una forma espacial estática, ni siquiera de un proceso emancipador perfecto. La tarea es reunir un utopismo espacio-temporal —un utopismo dialéctico— enraizado en nuestras posibilidades presentes y que al mismo tiempo apunte hacia diferentes trayectorias para los desarrollos geográficos humanos desiguales. (Harvey, 2007, p. 226)
En el norte del Cauca, las formas